Suma teológica - Parte Ia - Cuestión 74
Sobre los siete días en conjunto
Ahora hay que tratar los siete días en conjunto. Esta cuestión plantea y exige respuesta a tres problemas:
  1. La suficiencia de estos días.
  2. ¿Son uno o muchos?
  3. Algunos géneros literarios utilizados por la Escritura para relatar las obras de los seis días.
Artículo 1: ¿Son o no son suficientes los días mencionados? lat
Objeciones por las que parece que no son suficientes los días mencionados:
1. No es menor la diferencia que hay entre la obra de creación y las obras de diversificación y ornamentación que la existente entre estas dos últimas. Pero unos días son destinados a la diversificación y otros a la ornamentación. Por lo tanto, también hay que asignar otros a la creación.
2. El aire y el fuego son elementos de más categoría que el agua y la tierra. Pero un día es destinado a la diversifícación del agua, y otro a la de la tierra. Por lo tanto, otros días deben ser asignados a la separación del fuego y a la del aire.
3. No es menor la diferencia entre aves y peces que la existente entre aves y animales terrestres. Es mayor la diferencia entre el hombre y los demás animales que la que se da en los animales entre sí. Pero un día es asignado a la producción de los peces del mar, y otro a la producción de los animales de la tierra. Por lo tanto, debe asignarse un día a la producción de las aves del cielo y otro a la producción del hombre.
Contra esto: parece que algunos días son asignados inútilmente. Pues la relación que hay entre luz y astros luminosos es como la existente entre accidente y sujeto. Y el sujeto es producido juntamente con su accidente propio. Por lo tanto, no debió ser producida la luz un día, y los astros luminosos otro.

Más aún. Estos días son asignados a la primera institución del mundo. Pero el séptimo día no hubo ninguna institución original. Por lo tanto, el séptimo día no debe ser contado con los otros.

Respondo: El porqué de la distinción de estos días puede deducirse de lo establecido anteriormente (q.70 a.1). Pues fue necesario primero diversificar las partes del mundo, y, después, ornamentar cada una de dichas partes, cosa que se hace con todos lo que las habitan. Según algunos santos, en la criatura corpórea se señalan tres partes: La superior, indicada con el nombre de cielo; la mediana, indicada con el nombre de agua; la inferior, indicada con el nombre de tierra. Por eso, según los pitagóricos, y tal como consta en el I De Caelo, la perfección se pone en los tres: en el principio, medio y fin. La parte superior fue diversificada en el primer día y ornamentada en el cuarto; la mediana, diversificada en el segundo y ornamentada en el quinto; la inferior, diversificada en el tercero y ornamentada en el sexto.

Agustín, por su parte, concuerda con ellos en lo referente a los tres últimos días, pero no en lo de los tres primeros. Porque, según él, en el primer día fue formada la criatura espiritual, y en los otros dos la corporal. En el segundo, los cuerpos de arriba, y en el tercero los de abajo. De este modo, la perfección de las obras divinas se corresponde con la del número seis, que está formado por la unión de sus distintas partes: Uno, dos, tres. Un día, pues, es asignado a la formación de la criatura espiritual; dos a la formación de la criatura corporal; y tres a la ornamentación.

A las objeciones:
1. Según Agustín, la obra de la creación corresponde a la producción de la materia informe y a la producción de la naturaleza espiritual informe. Ambas se dan fuera del tiempo, como él mismo dice en XII Confess. Y, así, la creación de ambas es colocada antes de todo día. Pero según otros santos, puede decirse que la obra de diversificación y de ornamentación responde a algún cambio de la criatura que es medida con el tiempo. En cambio, la obra de la creación consiste en la sola acción divina en el instante de producir la sustancia de las cosas. Así, cualquier obra de diversificación y ornamentación se dice que fue hecha en el día, mientras que la creación se dice que fue hecha en el principio, que indica algo indivisible.
2. El fuego y el aire, porque no son distinguidos por el hombre simple, no son mencionados expresamente por Moisés. Pero son incluidos en el cuerpo medio, esto es, el agua, en especial por lo que respecta a la parte inferior del aire. En cuanto a la parte superior, son incluidos en el cielo, como dice Agustín.
3. La producción de animales es relatada en cuanto que contribuyen a la ornamentación de las partes del mundo. Así, los días de la producción de animales son distinguidos o unidos según la conveniencia o diferencia por la que contribuyen a la ornamentación de alguna parte del mundo.
4. En el primer día fue hecha la luz en algún sujeto. Pero se dice que en el cuarto día fueron hechos los astros luminosos, no porque su sustancia fuera nuevamente producida, sino porque de algún modo reciben la forma que antes no tenían, según dijimos anteriormente (q.70 a.1 at 2).
5. Según Agustín, después de lo atribuido a los seis primeros días, al séptimo se le asigna el que Dios descansó en sí mismo de sus obras. Y así fue necesario que, después de los seis días, se mencionara el séptimo. En cambio, según otros, puede decirse que en el séptimo día el mundo tuvo un nuevo estado, esto es, nada nuevo se le añadiría. Y así, después de los seis días se coloca el séptimo dedicado al cese de las obras.
Artículo 2: Todos estos días, ¿son o no son uno sólo? lat
Objeciones por las que parece que todos estos días son uno sólo:
1. Se dice en Gén 2,4-5: Estos son los orígenes del cielo y de la tierra cuando fueron creados el día en el que Dios hizo el cielo, la tierra y toda la hierba del campo antes que brotara de la tierra. Por lo tanto, uno es el día en el que hizo el cielo, la tierra y toda la hierba del campo. Pero el cielo y la tierra los hizo en el primer día, o, mejor, antes de los días, y la hierba del campo la hizo en el tercer día. Por lo tanto, uno es el primer día y el tercero; y, aplicando el mismo criterio, también todos los demás.
2. Se dice en Eclo 18,1: El que vive eternamente, todo lo hizo a un tiempo. Pero esto no sería así si el día de sus obras fueran muchos, porque muchos días no se dan a un tiempo. Por lo tanto, no son muchos días, sino uno sólo.
3. En el día séptimo Dios dejó de crear cosas nuevas. Por lo tanto, si el séptimo día es distinto de los demás, se sigue que no hizo aquel día. Esto es incongruente.
4. Toda la obra que se coloca en un día, fue hecha en un instante, pues a cada obra se dice: Lo dijo y se cumplió. Así, pues, si dejaba algo para hacer el día siguiente, se seguiría que parte del día anterior había estado sin hacer nada. Esto es banal. Por lo tanto, un día no es distinto de otro.
Contra esto: está lo que se dice en Gén 1,8ss.: Hubo tarde y hubo mañana, el día segundo, y el tercero, y lo mismo los demás días. No obstante, el segundo no puede ser llamado tercero si sólo hay uno. Luego no hubo un día solamente.
Respondo: Sobre este problema, la opinión de Agustín es distinta de la de los demás. Agustín estima en Super Gen Ad litt. y en XI De civ. Dei y en ad Oros. que todos los siete días son uno sólo presentado septiformemente, según las distintas cosas. En cambio, la opinión de los demás es que fueron siete días distintos y no uno sólo. Estas dos opiniones, si las confrontamos con el texto del Génesis, son de una gran diversidad. Pues según Agustín por día se entiende el conocimiento de la mente angélica. De este modo, el primer día es el conocimiento de la primera obra divina, el segundo, de la segunda, y así sucesivamente. Y se dice que cada obra fue hecha en algún día, porque Dios no produjo nada en la naturaleza de las cosas que no lo hubiera impreso en la mente angélica. La cual puede conocer muchas cosas simultáneamente, de modo especial la Palabra en la que el conocimiento de los ángeles se perfecciona y completa. Y, así, el día se distingue atendiendo al orden natural de las cosas conocidas, no atendiendo al orden del conocimiento, o al orden de la producción de las cosas. Propiamente, el conocimiento angélico puede ser llamado día, pues la luz, causa del día, se encuentra propiamente, según Agustín, en los seres espirituales. Para los demás, estos días indican la sucesión temporal propia de los días y la sucesión de la producción de las cosas.

Pero si estas dos opiniones las confrontamos con el modo de producción de las cosas, no encontramos gran diferencia. Y esto se debe a los dos puntos de partida que toman para su exposición Agustín y los demás, tal como aparece en lo dicho antes. Primero, porque Agustín por tierra y agua creadas al principio entiende la materia corporal totalmente informe; y por creación del firmamento, acumulación de aguas y aparición de la parte seca, entiende la impresión de las formas en la materia corporal. Los otros santos, en cambio, por tierra y agua creadas al principio, entienden los mismos elementos del mundo en sus formas propias de existencia; y por las siguientes obras entienden alguna diversificación que se hace en los cuerpos ya existentes, tal como se dijo anteriormente (q.69 a.1). Segundo, se diferencian por lo que respecta a la producción de las plantas y de los animales. Agustín dice que se dio sólo potencialmente, mientras que los demás dicen que se dio en acto a lo largo de los seis días.

Del hecho de que Agustín diga que las obras de los seis días fueron hechas simultáneamente, se deduce un mismo modo de producción de las cosas.

Pues todos dicen que en la primera producción la materia se encontraba bajo las formas sustanciales de los elementos, y dicen también que en la primera institución de las cosas, las plantas y los animales no existían en acto. Pero se mantiene la diferencia con respecto a los cuatro elementos. Pues, según los demás, después de la primera producción de la criatura, hubo un tiempo en que no había luz, y en el que el firmamento no estaba formado, y en el que la tierra no estaba descubierta de aguas, y en el que no habían sido hechos los astros luminosos del cielo. Todo esto, según Agustín, no es necesario ponerlo así. Por lo tanto, para inclinarse por una o por otra opinión, hay que responder a sus respectivos argumentos.

A las objeciones:
1. El día en el que Dios creó el cielo y la tierra, creó también la hierba del campo, no en acto, sino potencialmente, pues se dice: Antes de que brotara de la tierra. Esto Agustín lo atribuye al tercer día; los otros, en cambio, a la primera institución de las cosas.
2. Dios lo creó todo a un tiempo, con respecto a la sustancia, en cierto modo informe, de las cosas. Pero no fue a un tiempo respecto a la formación hecha por diversificación y ornamentación. De ahí que se recalque el uso del verbo crear.
3. En el séptimo día Dios dejó de crear cosas nuevas, pero no renunció a que se propagaran unas de otras. A dicha propagación se debe el que al primer día le sigan los demás.
4. Todas las cosas no fueran diversificadas y adornadas simultáneamente, no se debe a la incapacidad de Dios, sino para guardar el orden dado en la primera institución de las cosas. Así, fue necesario que a diversos estados del mundo les correspondieran días diversos. Además, siempre con la siguiente obra al mundo se le añade un nuevo estado de perfección.
5. Según Agustín, aquel orden de los días hay que referirlo al orden natural de las obras que se atribuyen a los distintos días.
Artículo 3: ¿Usa o no usa la Escritura las palabras más adecuadas para expresar las obras de los seis días? lat
Objeciones por las que parece que la Escritura no utiliza las palabras más adecuadas para expresar las obras de los seis días:
1. Así como la luz, el firmamento y obras parecidas fueron hechas por la Palabra de Dios, así también lo fueron el cielo y la tierra, porque, como se dice en Jn 1,3: Todo ha sido hecho por El. Por lo tanto, en la creación del cielo y de la tierra, así como en la de las demás obras, debió mencionarse la Palabra de Dios.
2. El agua fue creada por Dios, y, sin embargo, no es mencionada como cosa creada. Por lo tanto, la creación de las cosas no es suficientemente descrita.
3. Así como en Gén 1,31 se dice: Vio Dios todo lo que había hecho, y vio que era bueno, así también a cada una de sus obras debió decir: Vio Dios que era bueno. Por lo tanto, es incorrecto no mencionarlo en la obra de la creación y en la obra del segundo día.
4. El espíritu de Dios es Dios. A Dios no le corresponde ni trasladarse ni tener un sitio concreto. Por lo tanto, no es correcto decir: El Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.
5. Más todavía. Nadie hace lo que ya está hecho. Por lo tanto, no es correcto que, después de decir: Dijo Dios: Hágase el firmamento, y así fue; se añada: Y Dios hizo el firmamento. Lo mismo ocurre con las demás obras.
6. La tarde y la mañana no son una división suficiente del día, pues el día tiene más partes. Por lo tanto, no es correcto decir: Hubo tarde, hubo mañana el día segundo, o tercero.
7. Segundo y tercero no se corresponden correctamente con uno, sino con primero. Por lo tanto, debió decirse: Hubo tarde, hubo mañana, el día primero, allí donde se dice día uno.
Respondo: Para dar por la respuesta correcta, conviene ir directamente a tratar cada objeción.
A las objeciones:
1. A la primera hay que decir: Según Agustín, la persona del Hijo es mencionada tanto en la primera creación de las cosas como en la diversificación y ornamentación de lo creado. Sin embargo, en las dos de distinta manera. Pues la diversificación y la ornamentación pertenecen a la formación de las cosas. Así como la formación dada por los artistas responde a la forma del arte presente en la mente del artista, pudiendo ser llamada su palabra inteligible, así también la formación de toda la creación responde a la Palabra de Dios. Así, se menciona la Palabra en la obra de separación y ornamentación.

En la creación el Hijo es mencionado como principio cuando se dice: En el principio creó Dios, porque por creación se entiende la producción de la materia informe. En cambio, según los otros autores, que sostienen que en un principio los elementos fueron creados con sus formas propias, hay que decir algo distinto. Pues Basilio afirma que en la expresión dijo Dios, está implícito el mandato divino. Además, era necesario que, antes de mencionar el mandato divino, fuera creada la criatura que tenía que obedecer.

2. Según Agustín, por cielo se entiende la naturaleza espiritual informe; por tierra, la materia informe de todos los cuerpos. Y, así, ninguna criatura es excluida. En cambio, según Basilio, el cielo y la tierra son como dos extremos a partir de los cuales pueden entenderse los seres de en medio. Esto es así, sobre todo, porque el movimiento de todos los cuerpos de en medio o está orientados hacia el cielo, como los ligeros, o hacia la tierra, como los pesados. Otros autores dicen que en el nombre tierra la Escritura suele incluir los cuatro elementos. Por eso, en el Sal 148, después de decir (v.7): Alabad al Señor, seres de la tierra, se añade (v.8): Fuego, granizo, nieve, hielo.
3. En la obra de la creación se pone algo que corresponde a lo que se dice en la obra de diversificación y ornamentación: Vio Dios que era bueno esto o aquello. Para demostrarlo, hay que tener presente que el Espíritu Santo es amor. Dice Agustín en I Super Gen ad litt.: Dos son las razones por las que Dios ama a la criatura: Para que exista y para que se conserve. Para que existiera lo que iba a conservar, se dice que el espíritu de Dios se posaba sobre las aguas (por agua se entiende la materia informe, como el amor del artista se posa sobre la materia con la que realizará su obra), y para que se conservara lo que había hecho, se dice: Vio Dios que era bueno. Aquí se indica cierta complacencia del Dios creador en lo hecho, y no porque la conozca de un modo distinto, o que se complazca en lo hecho de modo distinto a como lo conocía y se complacía antes de hacerlo.

Así es como en la obra de la creación y de la formación está indicada la Trinidad de personas. En la creación, el Dios Creador indica la persona del Padre. El principio en el que creó, indica la persona del Hijo. Aquel que se posa sobre las aguas, indica al Espíritu Santo. En la formación, en el Dios que habla se indica la persona del Padre. En la palabra pronunciada, se indica la persona del Hijo. En la complacencia que Dios contempla en lo creado, se indica al Espíritu Santo.

En cambio, en la obra del segundo día no se dice: Vio Dios que era bueno, porque la obra de diversificación entonces comenzaba y en el tercer día se completó, de ahí que se diga en el tercer día, pero referido también al segundo. O porque la diversificación que se indica en el segundo día se refiere a aquellas cosas que no eran evidentes al pueblo, de ahí que en la Escritura no se haga uso de la expresión de complacencia. O también fue debido a que por firmamento se entiende el aire nubiloso, que no pertenece a las partes perennes del universo, o a las fundamentales del mundo. Estas son las tres razones dadas por Rabí Moisés.

Otros introducen, a partir del número, una razón alegórica. Puesto que el número binario se aparta de la unidad, en la obra del segundo día no se hace uso de la expresión de complacencia.

4. Rabí Moisés, por espíritu del Señor, entiende lo mismo que entendió Platón, esto es, el aire o el viento. Y afirma que se dice espíritu del Señor porque la Escritura suele atribuir a Dios el soplo de los vientos.

Pero según los santos, por Espíritu del Señor se entiende el Espíritu Santo. El cual, se dice, cubría las aguas, que, según Agustín, son la materia informe, para que no se pensara que Dios necesariamente amaba lo que iba a hacer. Pues un amor absolutamente necesario está sometido a lo que ama. Por eso resultaba fácil dar a entender primero la existencia de algo sobre lo que se posaba. Pero esto no hay que entenderlo referido a un lugar concreto, sino referido a la sublimidad de su poder, como señala Agustín en I Super Gen. ad litt.

Según Basilio, en cambio, se posaba sobre eí eíemento agua, es decir, calentaba y daba vida a la naturaleza del agua, al modo como incuba una gallina, infundiendo su fuerza vital a aquello que calentaba. Pues el agua tiene principalmente fuerza vital, porque muchos animales se generan en el agua, y el semen de todos los animales es húmedo. También la vida espiritual se da por el agua del bautismo. De ahí que se diga en Jn 3,5: A no ser el que renaciere por el agua y por el Espíritu Santo.

5. Según Agustín, por aquellos tres se señala el triple existir de las cosas. Primero, el existir en la palabra, por aquello que dijo: Hágase. Segundo, el existir en la mente angélica, por aquello que dijo: Fue hecho. Tercero, el existir en la propia naturaleza, por aquello que dijo: Hizo. Y porque en el primer día es descrita la formación de los ángeles, no fue necesario que allí se añadiera: Hizo.

Según otros, en cambio, se puede afirmar que en aquello de: Dijo Dios: Hágase, está implícito el mandato divino de hacer. En el: Fue hecho, está implícito el acabado de la obra. Fue necesario que se añadiera cómo se hizo, sobre todo ante aquellos que decían que todo lo visible había sido hecho por los ángeles. Para excluir esta opinión, se añade: El mismo Dios lo hizo. De ahí que a cada obra, después de decir: y fue hecho, se añada algún acto de Dios: O hizo, o separó, o llamó, o algo por el estilo.

6. Según Agustín, por tarde y mañana se entiende el conocimiento angélico vespertino y matutino. De éstos ya se habló (q.58 a.6 y 7). O, según Basilio, todo el tiempo suele recibir el nombre de la parte principal, en este caso el día, por lo que dice Jacob (Gén 47,9): El día de mi peregrinación, no mencionándose para nada la noche. La tarde y la mañana se ponen como extremos del día, del cual la mañana es el comienzo, pero la tarde es el fin.

O porque por tarde se indica el comienzo de la noche, y por mañana el comienzo del día. Fue, pues, coherente que, allí donde se menciona la primera diversificación de las cosas, se indiquen sólo los comienzos de los tiempos. Primero se menciona la tarde porque, como el día empieza con la luz, antes se da el final de la luz, la tarde, que el final de la noche y de las tinieblas, la mañana. O, según el Crisóstomo, para indicar que el día natural no termina al anochecer, sino al amanecer.

7. Se dice día uno en la primera institución del día para indicar que a un día le pertenece el espacio de veinticuatro horas. De ahí que diciendo uno quede fijada la medida del día natural. O porque se quiere indicar que el día se acaba con el regreso del sol a uno y mismo punto. O porque, acabados los siete días, de nuevo se vuelve al primero, que es uno con el octavo. Estas son las tres razones que ofrece Basilio.