Artículo 1:
Los astros luminosos, ¿debieron o no debieron ser producidos en el
cuarto día?
lat
Objeciones por las que parece que los astros luminosos no debieron
ser producidos en el cuarto día:
1. Los astros luminosos son cuerpos incorruptibles por naturaleza.
Por lo tanto, su materia no puede existir sin su forma. Pero su
materia fue creada en la obra de la creación, antes de los días. Luego
también su forma. Por lo tanto, no fueron hechos en el cuarto
día.
2. Los astros luminosos son como vasos de luz. Pero la luz
fue hecha en el primer día. Por lo tanto, los astros luminosos
debieron ser hechos en el primer día y no en el cuarto.
3. Así como las plantas están fijas en la tierra, los
astros luminosos lo están en el firmamento. Por eso dice la
Escritura: Los colocó en el firmamento. Pero la producción de
plantas se describe juntamente con la formación de la tierra a la que
están adheridas. Por lo tanto, la producción de los astros debió
colocarse en el segundo día juntamente con la producción del
firmamento.
4. El sol, la luna y otros astros luminosos son causas de
las plantas. Pero en el orden natural la causa precede al efecto. Por
lo tanto, los astros luminosos no debieron ser hechos en el cuarto
día, sino en el tercero o antes.
5. Según los astrólogos, muchas estrellas son mayores que
la luna. Por lo tanto, no debieron ponerse solamente el sol y la luna
como dos grandes astros luminosos.
Contra esto: es suficiente la autoridad de la Escritura (Gén
1,14ss.).
Respondo: En la recapitulación de las obras
divinas, la Escritura dice (Gén 2,1):
Así, pues, fueron acabados
los cielos y la tierra y toda su ornamentación. En estas palabras
puede entenderse la triple obra: La de
creación, por la que se
dice que fueron hechos el cielo y la tierra, si bien en estado
informe; la de
diversificación, por la que el cielo y la tierra
fueron acabados, tanto por las formas sustanciales atribuidas a la
materia informe, según Agustín, como por lo que
respecta a la adecuada ornamentación y orden, según otros
santos. Y a estas dos obras se añade la de
ornamentación.
Hay diferencia entre ornamentación y acabado. Pues al acabado del
cielo y de la tierra pertenece lo intrínseco; y, en cambio, a la
ornamentación pertenece aquello por lo que se diversifican cielo y
tierra. Así como el hombre se completa con las propias partes y
formas, y se adorna con vestidos y otras cosas parecidas. La
diversificación de algunos seres se manifiesta fundamentalmente por el
movimiento local, por el que se separan entre sí. De este modo, a la
obra de ornamentación pertenece la producción de aquellas cosas que
tienen movimiento en el cielo y la tierra.
Como ya dijimos (q.69, a.1), en la creación se mencionan tres cosas:
El cielo, el agua y la tierra. Y estas tres son formadas mediante la
obra de diversificación en tres días. En el primero, el cielo; en el
segundo, las aguas; y en el tercero, la tierra diversificando mar y
tierra seca. De manera parecida sucede con la obra de ornamentación.
En el primer día, que corresponde al cuarto, son producidos los astros
como ornamentación en el cielo en el que se mueven. En el segundo, que
corresponde al quinto, las aves y los peces, como ornamentación del
elemento de en medio, porque se mueven en el aire o en el agua tomados
ambos como uno solo. En el tercer día, que corresponde al sexto,
fueron producidos los animales para ornamentación de la tierra en la
que se mueven.
Pero hay que tener presente que en la producción de los astros
luminosos no hay discrepancia entre Agustín y los otros santos. Pues
dice que los astros luminosos fueron hechos en acto,
no sólo en potencia, pues el firmamento no tiene la capacidad de
producir astros luminosos como la tierra puede producir plantas. Por
eso la Escritura no dice: Produzca el firmamento astros
luminosos; como dice: Produzca la tierra hierba
verde.
A las objeciones:
1. Según Agustín, aquí no se
plantea ninguna dificultad. Pues en estas obras no pone sucesión
temporal, y, por lo tanto, no es necesario decir que la materia de los
astros luminosos existiera bajo otra forma. Según los que sostienen
que los cuerpos celestes están hechos a partir de la naturaleza de los
cuatro elementos, tampoco hay dificultad, porque puede decirse que
fueron hechos con la materia previa a su formación, como los animales
y las plantas. Pero según los que sostienen que los cuerpos celestes
son de naturaleza distinta a la de los elementos, e incorruptibles por
naturaleza, hay que decir que la sustancia de los astros luminosos fue
creada desde el principio. Pero antes era informe y ahora ha sido
formada; no en cuanto a la forma sustancial, sino por la impresión de
un determinado poder. Sin embargo, no se habla de ellos al principio,
sino sólo en el cuarto día, para que, como dice el
Crisóstomo, así se apartara al pueblo de la idolatría,
demostrando que los astros no son dioses partiendo del hecho de que no
existieran al principio.
2. Según Agustín, tampoco aquí hay
dificultad, porque la luz mencionada en el primer día es la luz
espiritual; mientras que la que ahora es hecha, es la luz corporal. No
obstante, si por la luz mencionada en el primer día se entiende la luz
corporal, hay que decir que aquella luz fue producida según la
naturaleza común de la luz; y en el cuarto día, a los astros luminosos
se les atribuye una determinada capacidad para unos determinados
efectos; por lo cual vemos que unos son los efectos de los rayos del
sol, y otros los de la luna; y lo mismo cabe decir de
otros efectos. Por esa concreta capacidad, Dionisio dice en el c.4 De Div. Nom. que la luz del sol, informe al
principio, en el cuarto día recibió su forma.
3. Según Tolomeo,
los astros luminosos no están fijos en las esferas, sino que tienen
movimiento independiente del de las esferas. Por eso el Crisóstomo
estima que no se dice que los puso en el firmamento porque allí están
fijos; sino porque
había mandado que estuvieran allí; como puso
al hombre en el paraíso para que estuviera allí.
Pero, según la opinión de Aristóteles, las estrellas
están fijas en las esferas, y en realidad no se mueven más que con el
movimiento de las esferas. Sin embargo, el movimiento de los astros
luminosos puede percibirse con los sentidos; no así el movimiento de
las esferas. No obstante, Moisés, poniéndose al
nivel de aquel rudo pueblo, y como se ha dicho (q.68 a.3), se centra
sólo en lo que se percibe con los sentidos. Por lo demás, si el
firmamento hecho en el segundo día es distinto por naturaleza de aquel
en el que fueron colocadas las estrellas, aunque los sentidos no
puedan discernirlo, y Moisés sigue este criterio tal como dijimos
(q.68 a.3), entonces desaparece la objeción. Pues en el segundo día
fue hecho el firmamento en cuanto a su parte inferior. En el cuarto
día fueron colocadas las estrellas en la parte superior. Y ambas
partes se toman por un todo, que es como lo perciben los
sentidos.
4. Como dice Basilio, la producción
de las plantas se relata antes de la de los astros luminosos para
evitar la idolatría. Pues quienes creen que los astros luminosos son
dioses, sostienen que el origen de las plantas radica en los astros
luminosos. Aunque, como observa el Crisóstomo, así
como los hombres trabajando la tierra contribuyen a la producción de
las plantas, así también los astros contribuyen con sus
movimientos.
5. Como dice el Crisóstomo, se
habla de dos grandes astros luminosos no tanto por la cantidad
como por su eficacia y poder. Porque, aun cuando otras estrellas sean
mucho más grandes que la luna, sin embargo, el efecto de la luna se
siente más en los cuerpos de aquí. Y también a los sentidos les parece
mayor.
Artículo 2:
El porqué de la producción de los astros luminosos, ¿fue o no fue
descrito correctamente?
lat
Objeciones por las que parece que el porqué de la producción de los
astros luminosos no fue descrito correctamente:
1. Se dice en Jer 10,2: No os espantéis de los signos del cielo;
que lo hagan los paganos. Por lo tanto, los astros del cielo no
han sido constituidos como signos.
2. El signo y la causa se contraponen. Pero los astros
luminosos son causa de lo que se hace aquí. Por lo tanto, no son
signos.
3. La distinción de estaciones y días comenzó en el
primer día. Por lo tanto, los astros luminosos no han sido hechos para
distinguir las estaciones, los días y los años.
4. Nada ha sido hecho para algo de menor calidad;
porque el fin es mejor que aquellos que se ordenan a tal fin.
Pero los astros luminosos son mejores que la tierra. Por lo tanto, no
han sido hechos para que iluminen la tierra.
5. La luna nueva no preside la noche. Pero es probable
que la luna fuese creada en su fase de nueva. De hecho los hombres
computan el tiempo a partir de ella. Por lo tanto, no ha sido hecha para que presidiera la noche.
Contra esto: es suficiente la autoridad de la Escritura (Gén
l,14ss).
Respondo: Como se indicó anteriormente (
q.65 a.2), puede decirse que la criatura corporal ha sido hecha o para,
simplemente, actuar, o para otra criatura, o para todo el universo, o
para la gloria de Dios. Pero Moisés, a fin de alejar al pueblo de la
idolatría, sólo puso como causa: ser útiles al hombre. Por eso se dice
en Dt 4,19:
Al poner los ojos en el cielo y ver el sol, la luna y
todos los astros del cielo, no te dejes llevar por el error, y los
adores y honres, pues el Señor Dios los creó para bien de los
pueblos.
Este bien es concretado en tres aspectos al principio del Génesis. 1)
Primero, por la utilidad que representan para los hombres y los
animales, ya que pueden ver, orientando así sus obras, y es
fundamental para conocer las cosas. Y en este sentido dice: Luzcan
en el firmamento e iluminen la tierra. 2) Segundo, para indicar
los cambios de estaciones, con los que desaparece el decaimiento, se
conserva la salud y se dan las cosechas necesarias para vivir. Todo
esto no se daría si siempre fuera verano o invierno. Y en este sentido
dice: Para que haya estaciones y días y años. 3) Tercero, para
llevar adelante asuntos y trabajos, en cuanto que por los astros se
indica si el tiempo será lluvioso o seco, que son buenos para asuntos
distintos. Y en este sentido dice: Para que sean signos.
A las objeciones:
1. Los astros luminosos son signos
de los cambios en los cuerpos; pero no son signos de los cambios que
dependen del libre albedrío.
2. Por causas sensibles a veces
llegamos a conocer efectos ocultos; y al revés. Por eso nada impide
que una causa sensible sea signo. Sin embargo, es mucho mejor decir signos que causas, para evitar la idolatría.
3. En el primer día se hizo la
común distinción del tiempo en día y noche, atendiendo al movimiento
diurno, que es común a todo el cielo. Puede aceptarse que empezó en el
primer día. Pero las distinciones especiales de días y estaciones, por
las que un día es más caluroso que otro, o una estación que otra, o un
año que otro, esto ya se debe al movimiento especial
de las estrellas. Puede aceptarse que esto empezó en el cuarto
día.
4. En la iluminación de la tierra
está comprendida la utilidad del hombre, el cual, por su alma,
aventaja a los astros luminosos. Sin embargo, nada impide decir que la
criatura superior esté al servicio de la inferior, no en cuanto se la
considera en sí misma, sino en cuanto que está ordenada a la plenitud
del universo.
5. La luna, cuando es llena,
aparece por la noche y desaparece por la mañana, y, así, preside la
noche. Es bastante probable que la luna fuera hecha llena; como las
hierbas fueron hechas perfectas produciendo semilla, lo mismo que los
animales y el hombre. Pues, aun cuando por el proceso natural se pase
de lo imperfecto a lo perfecto, sin embargo, y en sentido absoluto, lo
perfecto es anterior a lo imperfecto. No obstante,
Agustín no afirma esto, porque dice que nada impide que
Dios hiciera algo imperfecto, y que después El mismo lo
perfeccionara.
Artículo 3:
Los astros luminosos del cielo, ¿son o no son animados?
lat
Objeciones por las que parece que los astros luminosos del cielo son
animados:
1. El cuerpo de arriba debe adornarse con lo más admirable. Pero lo
que pertenece a la ornamentación de los cuerpos de aquí abajo está
animado. Ejemplo: Los peces, las aves, los animales terrestres. Luego
los astros luminosos, que pertenecen a la ornamentación del cielo,
también son animados.
2. La forma de un cuerpo de más categoría es de más
categoría. Pero el sol, la luna y los otros astros luminosos son de
más categoría que los cuerpos de las plantas y de los animales. Por lo
tanto, tienen una forma de más categoría. Y la forma de más categoría
es el alma, principio vital; porque, como dice Agustín en el libro De Vera Relig.: Toda sustancia viviente es
preferida a la no viviente. Por lo tanto, los astros luminosos del
cielo son animados.
3. La causa es de más categoría que el efecto. Pero el
sol, la luna y los astros luminosos son causa de vida; esto resulta
evidente, sobre todo, en los animales que surgen a partir de la
putrefacción, que, por el poder del sol y de las estrellas, obtienen
vida. Por lo tanto, con mucha más razón los cuerpos celestes viven y
son animados.
4. Como se demuestra en el I De caelo, los movimientos del cielo y de los cuerpos
celestes son naturales. El movimiento natural tiene un principio
intrínseco. Así, pues, como el movimiento de los cuerpos celestes es
alguna sustancia aprehensiva que se mueve como el que desea por lo
deseado, según se dice en XII Metaphys., parece
que el principio aprehendente es el principio intrínseco en los
cuerpos celestes. Por lo tanto, son animados.
5. El primer móvil es el cielo. En el género de los
móviles, el primero es el que se mueve en sí mismo, como se demuestra
en VIII Physic., porque lo que es por sí
mismo es anterior a lo que es por otro. Sólo los cuerpos animados
se mueven a sí mismos, como queda demostrado en el mismo
libro. Por lo tanto, los cuerpos celestes son
animados.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro II: No tengas por animados los cielos y los astros
luminosos; pues son inanimados e insensibles.
Respondo: Sobre este problema los filósofos
opinaron de forma distinta. Como nos cuenta Agustín en el libro
XVIII
De Civ. Dei, Anaxágoras
fue hecho
prisionero por los atenienses porque dijo que el sol era una piedra
ardiente negando que fuera dios, o algo animado. Los
platónicos, en cambio, sostuvieron que los cuerpos
celestes eran animados.
También los doctores de la fe tienen opiniones distintas.
Orígenes dijo que eran animados. Jerónimo, al parecer, es de la misma opinión cuando expone aquello de Ecl 1,6: Recorriendo el mundo, el viento va dando vueltas. Basilio y el Damasceno afirman que los cuerpos celestes no son animados. Agustín duda y mantiene una opinión intermedia, como se puede observar en II Super Gen. ad litt. y en el Enchirid., donde también dice que, si los cuerpos celestes son animados, sus almas pertenecen al grupo de los ángeles.
Ante tal muestrario de opiniones, para esclarecer la verdad hay que
tener presente que la unión del alma y del cuerpo no se debe al
cuerpo, sino al alma; pues la forma no se debe a la materia, sino al
revés. La naturaleza y el poder del alma se
deduce de su acción, que, en cierto modo, también es su fin. Él cuerpo
es necesario para alguna operación del alma que se realiza por medio
del cuerpo; esto se da en las operaciones del alma sensitiva y
nutritiva. Por eso es necesario que tales almas estén unidas a los
cuerpos para sus operaciones.
Hay alguna otra operación del alma que no se realiza por medio del
cuerpo; sin embargo, reciben alguna ayuda del cuerpo; esto se da en
las imágenes que el alma necesita para entender. De esto se deduce que
tal alma necesita estar unida al cuerpo para su operación, aun cuando
pueda estar separada de él.
Es evidente que el alma del cuerpo celeste no puede realizar las
operaciones del alma nutritiva, como son alimentarse, crecer,
engendrar. Pues este tipo de operaciones no son propias, por
naturaleza, de los cuerpos incorruptibles.
Igualmente, tampoco les son propias a los cuerpos celestes las
operaciones del alma sensitiva; porque todos los sentidos se
fundamentan en el tacto, que es el que aprehende las cualidades
elementales. También, todos los órganos de las potencias sensitivas
requieren una determinada proporción en cuanto a alguna mezcla de los
elementos, cuya naturaleza no poseen los cuerpos celestes.
Por lo tanto, se concluye que de las operaciones del alma ninguna le
corresponde al alma de los cuerpos celestes, a no ser, como posibles,
dos: entender y moverse; pues apetecer es consecuencia del sentido y del
entendimiento, dándose juntamente con los dos. Por otra parte, la
operación intelectual, al no ejercitarse mediante el cuerpo, no
necesita el cuerpo más que en la medida en que por el sentido se le
proporcionan las imágenes. Como se ha dicho, las operaciones
del alma sensitiva no son propias de los cuerpos
celestes. Así, pues, para una operación intelectual, el alma no se une
al cuerpo.
Sólo queda el movimiento. Para moverse, no es necesario que se le una
como forma, sino por contacto de su poder, como el motor se une al
móvil. Por eso Aristóteles,, en el libro VIII Physic., después de demostrar que el primer automotor se
compone de dos partes, la que mueve y la movida, al analizar cómo se
unen ambas partes, dice que por contacto, o bien de las
dos entre sí, si una de ellas es cuerpo, o bien de una con la otra,
pero no al revés, si una es cuerpo y la otra no lo
es.
Los platónicos decían que las almas no se unían a los
cuerpos más que por contacto de poder, como el motor al móvil. Este es
el motivo por el que Platón dice que los cuerpos celestes son
animados, no dando a entender con ello más que las sustancias
espirituales están unidas a los cuerpos celestes como los motores a
los móviles.
Que los cuerpos celestes son movidos por alguna sustancia
aprehendente, y no sólo por naturaleza, como los ligeros y pesados,
resulta claro por el hecho de que la naturaleza no se mueve más que
hacia un lugar, en el que, una vez obtenido, reposa. Esto no se da en
el movimiento, de los cuerpos celestes. Por eso hay que concluir que
se mueven por alguna sustancia aprehendente. También Agustín en III De Trin. dice que todos los cuerpos son regidos
por Dios por el soplo vital.
Así, pues, los cuerpos celestes no son animados en el mismo sentido
que lo son las plantas y los animales. Lo son en sentido equívoco. Por
eso, entre los que sostienen que son animados y los que dicen que son
inanimados, la diferencia es mínima o inexistente, y, más que real,
sólo verbal.
A las objeciones:
1. Algunas cosas pertenecen, por su
propio movimiento, a la ornamentación. Y con respecto a esto, los
astros luminosos del cielo coinciden con aquellas otras cosas que
pertenecen a la ornamentación; porque son movidos por una sustancia
viviente.
2. Nada impide que, en cuanto tal,
algo sea de más categoría; y, sin embargo, con respecto a algo, no
serlo. La forma del cuerpo celeste, aun cuando, en cuanto tal, no sea
de más categoría que el alma animal, sin embargo, lo es con respecto a
la razón de forma; pues completa totalmente su materia, que no está en
potencia para recibir otra forma. Esto no lo hace el alma. Y en cuanto
al movimiento, también los cuerpos celestes son movidos por motores de
mayor categoría.
3. El cuerpo celeste, al ser motor
movido, tiene razón de instrumento que actúa en virtud del agente
principal. De este modo, partiendo del poder de su motor, que es una
sustancia viviente, puede causar vida.
4. El movimiento del cuerpo celeste
es natural, no por un principio activo, sino pasivo. Es decir, porque
en su naturaleza está la aptitud para que con tal movimiento sea
movido por un entendimiento.
5. Se dice que el cielo se mueve a
sí mismo en cuanto que está compuesto a partir del motor y del móvil,
y no como lo están la materia y la forma, sino por contacto de poder,
como ya se dijo. Y en este sentido, también puede decirse que
su motor es principio intrínseco, y así también, el movimiento del
cielo es natural por parte del principio activo; de la misma forma que
se dice que el movimiento voluntario es natural al animal en cuanto
animal, como se dice en VIII Physic.