Artículo 1:
El firmamento, ¿fue o no fue hecho en el segundo día?
lat
Objeciones por las que parece que el firmamento no fue hecho en el
segundo día:
1. Se dice en Gén 1,8: Al firmamento Dios lo llamó cielo. Pero
el cielo fue hecho antes del primer día, pues está escrito: En el
principio creó Dios el cielo y la tierra. Por lo tanto, el
firmamento no fue hecho en el segundo día.
2. Las obras de los seis días siguen el plan trazado por la
sabiduría divina. No es propio de la naturaleza divina que, lo que por
naturaleza es anterior, sea hecho después. El firmamento por
naturaleza es anterior al agua y a la tierra, las cuales, sin embargo,
son mencionadas antes de la formación de la luz, que fue hecha el
primer día. Por lo tanto, el firmamento no fue hecho en el segundo
día.
3. Todo lo que se hizo en los seis días, fue hecho
partiendo de la materia creada antes del primer día. Pero el
firmamento no pudo ser hecho a partir de la materia preexistente
porque, de ser así, estaría sometido a generación y corrupción. Por lo
tanto, el firmamento no fue hecho en el segundo día.
Contra esto: está lo que se dice en Gén 1,6: Dijo Dios: Hágase el
firmamento. Y después (v.8) se añade: Y el segundo día tuvo
tarde y mañana.
Respondo: Como enseña Agustín,
en este tipo de problemas hay que tener presente lo siguiente: 1)
Primero, que la verdad de la Escritura tiene que mantenerse a toda
costa. 2) Segundo, que cuando la Escritura divina pueda ser explicada
de muchas maneras, que nadie se aferre a una exposición de tal forma
que, si se constata que es falsa la opinión que defiende, le impida
admitir otro sentido del texto de la Escritura, no sea que se
ridiculice la Escritura ante los no creyentes y se les cierre un
posible acceso para creer.
Por lo tanto, hay que tener presente que el texto en el que se lee
que el firmamento fue hecho en el segundo día, puede ser entendido de
dos maneras. Una, referida al firmamento en el que están las
estrellas. Entonces hay que explicarlo siguiendo las diversas
opiniones de los estudiosos. Pues algunos dijeron que el firmamento
estaba compuesto por los elementos. Esta fue la opinión de
Empédocles, quien sostuvo, asimismo, que dicho
firmamento era indisoluble, porque en su composición no había
contrariedades, sino sólo concordia. Otros dijeron que el firmamento
era de la naturaleza de los cuatro elementos, pero no como un
compuesto de ellos, sino como un elemento simple. Esta fue la opinión
de Platón, quien sostuvo que el cuerpo celeste era el
elemento fuego. Otros dijeron que el cielo no era de la naturaleza de
los cuatro elementos, sino que se trataba de un quinto cuerpo, al
margen de los cuatro elementos. Esta fue la opinión de
Aristóteles.
Así, pues, siguiendo la primera opinión puede afirmarse absolutamente
que el firmamento fue hecho en el segundo día, incluso su sustancia.
Pues a la obra de creación le corresponde también producir la misma
sustancia de los elementos. A la obra de diversificación y
ornamentación le corresponde formar alguna otra partiendo de los
elementos preexistentes. Siguiendo, por otra parte, la opinión de
Platón, no conviene creer que el firmamento, en su sustancia, fuera
hecho en el segundo día. Pues, de ser así, hacer el firmamento sería
producir el elemento fuego. La producción de los elementos le
corresponde a la obra de creación si seguimos a quienes sostienen que
el estado informe de la materia precede en el tiempo a su formación,
pues las formas de los elementos son lo primero que recibe la
materia.
Y si se sigue la opinión de Aristóteles, mucho menos
puede sostenerse que el firmamento fuera producido en
su sustancia en el segundo día, siempre que por días
se entienda la sucesión de tiempo. Y esto es así porque el cielo, al
ser por naturaleza incorruptible, tiene una materia que no puede
sustentar otra forma, de ahí que resulte imposible que el firmamento
esté hecho a partir de una materia existente con anterioridad. Por
eso, la producción de la sustancia del firmamento le corresponde a la
obra de creación. Pero alguna de sus formaciones, siguiendo aquellas
dos opiniones, pertenece a la obra realizada en el segundo día. Como
dice Dionisio en el c.4 De Div. Nom., en los
tres primeros días la luz del sol era informe, después, en el cuarto
día, recibió la forma.
Por otra parte, si al hablar de estos tres días no se indica sucesión
temporal, sino orden natural, como quiere Agustín,
entonces nada impide poder decir, siguiendo cualquiera de aquellas
opiniones, que la formación del firmamento, en su sustancia, pertenece
al segundo día.
Hay otra manera de entender el texto en el que se dice que el
firmamento fue hecho en el segundo día, y es entendiendo el firmamento
no como aquello en lo que están las estrellas, sino aquella parte del
aire en la que están condensadas las nubes. Y se llama firmamento por el espesor del aire en aquella parte, pues como
dice Basilio, lo que es espeso y sólido recibe el
nombre de cuerpo consistente a diferencia del cuerpo matemático.
Según esto, puede seguirse cualquier opinión. Por eso Agustín, en el
II Super Gen. ad litt., recomendando esta
interpretación del texto, dice: Estimo que esta consideración es la
más digna de alabanza, pues lo que dice no es contrario a la fe y
puede ser aceptada con la simple lectura del texto.
A las objeciones:
1. Según el Crisóstomo, en un primer momento Moisés pone de forma
sucinta lo que Dios hizo:
En el principio creó Dios el cielo y la
tierra. Después lo explica por partes. Es algo así como si se
dijera:
Este constructor hizo esta casa, y después se
añadiera:
Primero puso los fundamentos, después levantó las
paredes, luego el techo. Así, no es necesario entender un cielo
cuando se dice:
En el principio creó Dios el cielo y la tierra;
y otro cielo cuando se dice que el
firmamento fue hecho en el
segundo día. También puede decirse que uno es el cielo creado en
el principio, y otro el hecho en el segundo día. Y hay diversos modos
de entenderlo. Pues, según Agustín, el cielo que,
según se lee, fue hecho en el primer día, es de naturaleza espiritual
informe. Y el cielo del segundo día es de naturaleza corpórea. Según
Beda y Estrabón, el cielo del primer
día es el cielo empíreo, y el firmamento hecho en el segundo día es el
cielo sideral. Según el Damasceno, el cielo del primer
día es un cielo esférico sin estrellas, del cual hablan los
filósofos llamándolo novena esfera y primer móvil con
movimiento diurno. El cielo del segundo día es
el cielo sideral.
Siguiendo otra explicación, y que Agustín apunta, el
cielo del primer día es también el mismo cielo sideral, y por
firmamento del segundo día hay que entender el espacio aéreo en el que
se condensan las nubes y que, equívocamente, también es llamado cielo.
Por eso, para señalar dicho equívoco, se insiste: Al firmamento
Dios lo llamó cielo, tal como anteriormente había dicho: A la
luz la llamó día (porque día equivale también a
veinticuatro horas). La misma observación puede hacerse de otros
textos, como indica Rabí Moisés.
Las respuestas a la segunda y tercera objeción están incluidas en
lo dicho.
Artículo 2:
¿Hay o no hay aguas encima del firmamento?
lat
Objeciones por las que parece que no hay aguas encima del
firmamento:
1. El agua es pesada por naturaleza. El lugar propio de lo pesado no
es encima, sino sólo debajo. Por lo tanto, no hay aguas encima del
firmamento.
2. El agua es líquida por naturaleza. Pero,
experimentalmente, lo líquido no se mantiene sobre un cuerpo redondo.
Por lo tanto, como el firmamento es un cuerpo redondo, no puede haber
agua encima del firmamento.
3. El agua, al ser elemento, está ordenada a la
generación del cuerpo mixto, como lo imperfecto está ordenado a lo
perfecto. Pero el lugar de mezcla no está encima del firmamento, sino
encima de la tierra. Por lo tanto, sería en vano que el agua estuviera
encima del firmamento. Pero en las obras de Dios nada ha sido hecho en
vano. Luego no hay aguas encima del firmamento.
Contra esto: está lo que se dice en Gén 1,7: Separó las aguas que
estaban encima del firmamento de las que estaban debajo.
Respondo: Como dice Agustín en II
Super Gen.
ad litt.:
La autoridad de la Escritura es mayor
que la capacidad del ingenio humano. Por eso, cómo y cuáles son esas
aguas que, sin embargo, están allí, no lo dudamos ni mínimamente.
A la pregunta de ¿cuáles son aquellas aguas? no todos responden lo
mismo. Pues Orígenes dice que aquellas aguas que están
sobre los cielos son sustancias espirituales. De ahí que en el Sal
148,4-5, se diga:
Las aguas que están encima de los cielos, alaben
al Señor. Y en Dan 3,60:
Aguas que estáis encima de los cielos,
bendecid al Señor. Pero a todo esto, Basilio responde en III
Hexaem. que esto no se dice porque las aguas sean
criaturas racionales, sino porque
el tenerlas presentes y
contemplándolas prudentemente con los sentidos, contribuye a la gloria
del creador. Por eso, aquel texto de la Escritura continúa
mencionando el fuego y el granizo y otras cosas que nos consta que no
son criaturas racionales.
Por lo tanto, hay que decir que son aguas corporales. Pero a la
pregunta: ¿Qué tipo de aguas son?, es necesario que la respuesta
dependa de lo que se entiende por firmamento. Si por firmamento
se entiende el cielo sideral hecho de la naturaleza de los cuatro
elementos, por la misma razón deberá creerse que las aguas existentes
sobre los cielos son de idéntica naturaleza que la de las aguas
elementales. Y si por firmamento se entiende el cielo sideral, que no
está hecho de la misma naturaleza de los cuatro elementos, entonces
aquellas aguas que están encima del firmamento no serán de idéntica
naturaleza que la de las aguas elementales. Sino que, así como, según
Estrabón, se llama cielo empíreo, es decir, ígneo,
sólo por su esplendor, así también el otro que está encima del cielo
sideral se le llamará cielo acuoso sólo por su
diafanidad.
Establecido también que el firmamento es de otra naturaleza al margen
de los cuatro elementos, puede decirse que separó las
aguas, si por agua entendemos, como hace Agustín en Super Gen.
contra manich., no el elemento agua, sino la
materia informe de los cuerpos; porque, según eso, lo que está entre
los cuerpos separa aguas de aguas.
Si por firmamento se entiende la parte del aire en la que se
condensan las nubes, en este sentido las aguas que hay encima del
firmamento son aguas que, vaporizadas, se elevan sobre alguna parte
del aire generando las lluvias. Pero decir que las aguas vaporizadas
se elevan sobre el cielo sideral, como sostuvieron algunos y cuya
opinión apunta también Agustín en II Super Gen. ad litt., es
completamente imposible. Bien por la solidez del
cielo, bien por la zona media ígnea que destruiría los
vapores, bien porque el lugar al que son llevados los
cuerpos ligeros y gaseosos está por debajo de la concavidad de la
esfera lunar. O porque, tal como podemos observar, los
vapores no llegan a elevarse hasta las cimas de algunos
montes.
Lo que algunos dicen sobre la indefinida transformación líquida del
cuerpo por el hecho de que el cuerpo es indefinidamente divisible, no
tiene fundamento. Pues el cuerpo natural no se divide o licúa
indefinidamente, sino sólo hasta un cierto límite.
A las objeciones:
1. Parece que algunos intentan
solucionar el problema diciendo que aquellas aguas, aun cuando por
naturaleza sean pesadas, sin embargo, el poder divino las mantiene
sobre los cielos. Pero esta opinión la rechaza Agustín en II
Super
Gen. ad litt. diciendo:
Ahora conviene
investigar el estado en el que instituyó Dios la naturaleza de las
cosas, no lo que quiso hacer con ellas por el milagro de su
poder.
Por eso, y en otra dimensión, la solución se encuentra partiendo de
lo dicho y siguiendo las dos últimas opiniones sobre el agua y
el firmamento. Según la primera opinión, es necesario establecer un
orden en los elementos distinto al dado por Aristóteles, para que algunas aguas espesas estén alrededor de la tierra y otras
ligeras alrededor del cielo, a fin de que, de este modo, unas se
relacionen con la tierra y otras con el cielo. O que por agua se
entienda, como se dijo, la materia de los cuerpos.
2. Aquí también la solución se
encuentra partiendo de lo dicho y siguiendo las dos últimas
opiniones. Según la primera, Basilio da una respuesta
doble. Una: No es necesario que todo lo que en la concavidad de una
esfera es redondo lo sea también en la convexidad. Dos: Las aguas que
hay encima de los cielos no son líquidas, sino que están fijas
alrededor del cielo como si fuesen hielo. Por eso algunos lo llaman cielo cristalino.
3. Siguiendo la tercera opinión,
las aguas están sobre el firmamento vaporizadas, siendo elevadas para
provocar las lluvias. Siguiendo la segunda opinión, las aguas están
sobre el firmamento, entendiendo por firmamento el cielo totalmente
diáfano y sin estrellas. Algunos lo llaman el primer
móvil que hace girar todo el cielo con movimiento diurno, para que con
dicho movimiento se siga realizando la generación. Como el cielo en el
que están las estrellas, por el movimiento zodiacal realiza la
diversidad de generación y de corrupción, mediante acceso o
receso y por las diversas influencias de las
estrellas.
Según la primera opinión, y como dice Basilio, las
aguas están allí para mantener el calor de los cuerpos celestes.
Algunos tomaron como signo de esto, dice Agustín, el
que la estrella Saturno, por la cercanía de las aguas de allá arriba,
sea gélida.
Artículo 3:
El firmamento, ¿separa o no separa unas aguas de otras?
lat
Objeciones por las que parece que el firmamento no separa unas aguas
de otras:
1. A cada cuerpo según su especie le corresponde un lugar natural.
Pero, como dice el Filósofo, todas las aguas son de
la misma especie. Por lo tanto, no hay que separar por el lugar
unas aguas de otras.
2. Si se dice que las aguas que están sobre el firmamento
son de distinta especie de las que están debajo, se replica: las que
son diversas en la especie no necesitan algo más que las distinga. Por
lo tanto, si las aguas de arriba y las de abajo son de distinta
especie, el firmamento no las distingue entre sí.
3. Lo que separa unas aguas de otras por cada parte está
en contacto con las aguas, como una pared levantada en medio de un
río. Es evidente que las aguas de aquí abajo no llegan hasta el
firmamento. Por lo tanto, el firmamento no separa unas aguas de
otras.
Contra esto: está lo que dice en Gén 1,6: Hágase el firmamento en
medio de las aguas y que las separe unas de otras.
Respondo: Es posible que alguien, interpretando
superficialmente el texto del Génesis, no concibiera más que simples
fantasías acordes con la opinión de alguno de los antiguos filósofos.
Pues algunos sostuvieron que el agua era un cuerpo
infinito, principio de todos los cuerpos. Tal inmensidad puede
entenderse por la palabra
abismo, cuando se dice:
Las
tinieblas cubrían el abismo. También sostenían que este cielo
sensible que vemos, no ampara debajo de él a todos los seres
corporales, sino que por encima de él hay un cuerpo infinito de aguas.
Así alguien podría decir que el firmamento del cielo separa las aguas
exteriores de las interiores, es decir, de todos los seres corporales
que están debajo del cielo y cuyo principio decían que era el agua.
Pero porque esta postura, y por sólidas razones, es falsa, no hay que
decir que éste sea el sentir de la Escritura. Pero hay que tener
presente que Moisés hablaba a un rudo pueblo, y poniéndose al nivel de
su simplismo, sólo les propuso aquellas cosas que resultaban evidentes
a primera vista. De esta manera, todos, por muy torpes que fueran,
podían deducir que la tierra y el agua eran cuerpos. No obstante, que
el aire sea un cuerpo ya no resultaba tan claro para todos, máxime si
se tiene en cuenta que también algunos filósofos
dijeron que el aire era nada, y llamaban vacío a lo lleno de aire. De
este modo, Moisés menciona expresamente el agua y la tierra, pero no
así el aire, a fin de no presentar algo desconocido a aquel rudo
pueblo. Sin embargo, para que a los más capacitados les quedara la
verdad, les da pie para entender el aire, indicándolo como algo anexo
a las aguas, cuando dice:
Las tinieblas cubrían el abismo. Con
lo cual se da a entender la existencia, sobre las aguas, de un cuerpo
diáfano que es el sujeto de la luz y de las tinieblas.
Así, pues, tanto si entendemos por firmamento el cielo en el que
están las estrellas, como el espacio aéreo nubiloso, convenientemente
se dice que el firmamento separa unas aguas de otras, siempre que por
agua se indique la materia informe o bien todos los cuerpos
transparentes. Pues el cielo sideral separa los cuerpos transparentes
de abajo de los de arriba. El aire nubiloso separa la parte superior
del aire en la que se forman las lluvias y fenómenos similares, de la
parte inferior, contigua al agua, y conocida con el nombre de
aguas.
A las objeciones:
1. Si por firmamento se entiende el
cielo sideral, las aguas de arriba no son de la misma especie que las
de abajo. Si por firmamento se entiende el aire nubiloso, entonces
ambas aguas son de la misma especie. Y entonces se asignan dos lugares
para las aguas, pero no por la misma razón. El lugar más alto es el de
la generación de las aguas. El lugar más bajo, el de su
asentamiento.
2. Si se admiten diversas aguas
según la especie, se dice que el firmamento separa unas aguas de
otras, pero no como causa de tal división, sino como límite de ambas
aguas.
3. Moisés, debido a que el aire y
otros cuerpos semejantes eran invisibles, los incluyó todos en el
nombre de aguas. Resultando evidente, de este modo, que en cualquier
parte del firmamento, se entienda como se entienda, hay
aguas.
Artículo 4:
¿Hay o no hay un solo cielo?
lat
Objeciones por las que parece que hay un solo cielo:
1. El cielo se contrapone a la tierra, cuando se dice: En el
principio creó Dios el cielo y la tierra. Pero sólo hay una
tierra. Luego sólo hay un cielo.
2. Todo lo que consta de toda su materia, es uno solo. Pero,
como demuestra el Filósofo en el I De Caelo, el
cielo es así. Luego sólo hay un cielo.
3. Todo lo que se dice unívocamente de muchos, se dice
de ellos sólo por una razón común. Pero si hay muchos cielos, cielo se dirá unívocamente de muchos, porque, si se dijera
equívocamente, no se diría propiamente de muchos cielos. Por lo tanto,
es necesario que, si se dice muchos cielos, haya alguna razón común
por la cual son llamados cielos. Pero esta razón no puede
determinarse. Por lo tanto, no se ha de decir que hay muchos
cielos.
Contra esto: está lo que se dice en el Sal 148,4: Alabadle, cielos
de los cielos.
Respondo: Sobre este problema parece que
Basilio y el Crisóstomo opinan de distinta manera. Pues el
Crisóstomo dice que sólo hay un cielo, y que la
expresión
cielos de los cielos es una propiedad lingüística
hebraica que suele nombrar el cielo en plural, como también hay muchos
nombres que en latín carecen del singular. Basilio y el
Damasceno, que le siguen, opinan que hay muchos
cielos. Pero la diversidad de opiniones es más verbal que real, ya que
el Crisóstomo llama un cielo a todo el cuerpo que está sobre la tierra
y el agua, pues también las aves, que vuelan por el aire, son llamadas
por eso aves del cielo. Pero como en dicho cuerpo hay muchas
distinciones, Basilio dijo que había muchos cielos.
Por lo tanto, para conocer la distinción de los cielos, hay que tener
presente que cielo tiene en la Escritura una triple acepción.
Pues, a veces, se dice propia y naturalmente. En este sentido se dice
que el cielo es un cuerpo sublime, luminoso en acto o en potencia e
incorruptible por naturaleza. Y según eso ponen tres cielos. El
primero, totalmente luminoso y que llaman empíreo. El segundo, totalmente transparente y que llaman
cielo acuoso o cristalino. El tercero en parte
transparente y en parte luminoso en acto y que llaman
cielo sideral. Está dividido en ocho esferas: La
esfera fija de las estrellas, y las siete esferas de
los planetas. Se puede decir: Ocho cielos.
En segundo lugar, se llama cielo por participación de alguna
propiedad del cuerpo celeste, esto es, la sublimidad o luminosidad en
acto o en potencia. Así, para todo aquel espacio que va desde las
aguas hasta la esfera lunar, el Damasceno pone un cielo, llamándolo aéreo. Según él, hay tres cielos: El aéreo, el sideral y otro
superior, que sería el mencionado por el Apóstol cuando dice (2 Cor
12,2) que fue raptado hasta el tercer cielo.
Pero, porque este espacio contiene dos elementos, el fuego y el aire,
y en ambos se menciona una región superior y otra inferior, este cielo,
Rábano lo dividió en cuatro, llamando a la región más
alta del fuego cielo ígneo, y a la más baja cielo olimpo, por la altura de un monte llamado Olimpo. A la región más
alta del aire la llamó cielo etéreo por su inflamación, y a la
región más baja la llamó cielo aéreo. De este modo, estos
cuatro cielos, unidos a los otros tres, hacen que en el universo haya,
según Rábano, siete cielos.
En tercer lugar se dice cielo en sentido metafórico. Así, a
veces la misma Santa Trinidad es llamada cielo por su sublimidad y luz
espiritual. De este cielo se dice que habla el diablo cuando dijo (Is
14,13): Subiré al cielo, esto es, a la igualdad con Dios. A
veces, y por su eminencia, son llamados cielos los bienes espirituales
en los que está el premio de los santos. Como cuando se dice (Mt 5,12;
Lc 6,23): Vuestra recompensa es grande en los cielos, como
explica Agustín. A veces, los tres géneros de visiones
sobrenaturales: La corporal, la imaginaria y la intelectual, son
llamados tres cielos. De ellos habla Agustín al
comentar que Pablo fue raptado hasta el tercer cielo.
A las objeciones:
1. La tierra está relacionada con
el cielo como el centro a la circunferencia. Alrededor de un centro
puede haber muchas circunferencias. Por eso, habiendo una tierra, se
colocan muchos cielos.
2. Aquel argumento es viable si se
entiende por cielo aquello que incluye la totalidad de las criaturas
corporales. Pues, de ser así, sólo hay un cielo.
3. Como resulta claro por lo
expuesto, en todos los cielos se encuentra comúnmente la
sublimidad y alguna luminosidad.