Artículo 1:
¿Le corresponde o no le corresponde a alguna persona divina ser
enviada?
lat
Objeciones por las que parece que a la persona divina no le
corresponde ser enviada:
1. El enviado es inferior al que envía. Pero una persona no es menor
que otra. Por lo tanto, una Persona no es enviada por
otra.
2. Todo el que es enviado, se separa del que le envía. Por
eso dice Jerónimo en Super Ezechiel: Lo que
está unido y forma un solo cuerpo, no puede ser enviado. Pero,
como dice Hilario: En las personas divinas nada es
separable. Por lo tanto, una Persona no es enviada por
otra.
3. Todo el que es enviado se aleja de un lugar y va a
otro. Pero esto no le corresponde a la persona divina, que está en
todas partes. Por lo tanto, a la persona divina no le corresponde ser
enviado.
Contra esto: está lo que se dice en Jn 8,16: No soy yo solo, sino yo
y el Padre, que me ha enviado.
Respondo: En el concepto de misión, están
implícitos dos aspectos: 1)
Uno es la relación
del enviado con quien le envía. 2)
Otro, la relación del
enviado con aquello a lo que es enviado. El hecho de que alguien sea
enviado pone al descubierto que el enviado procede de alguna manera de
quien le envía. Bien a modo de orden, como el señor envía al siervo.
Bien a modo de consejo, como el consejero envía al rey a la guerra, si
puede decirse así. O a modo de origen, como cuando decimos que el
árbol emite (envía) la flor. También se pone al descubierto una
relación con respecto a aquello adonde se envía, bien porque antes
nunca hubiera estado allí, bien porque empieza a estar de un modo
distinto a como estuvo antes.
Así, pues, la misión le puede corresponder a una persona divina en
cuanto que implica relación de origen con quien le envía, y, también,
porque implica un nuevo modo de estar en alguien. Así se dice que el
Hijo ha sido enviado al mundo por el Padre (Jn 10,36), en el sentido
en que empezó a estar en el mundo de una forma visible por la carne
que tomó. Sin embargo, existía ya antes en el mundo, como se
dice en Jn 1,10.
A las objeciones:
1. La misión implica inferioridad
del enviado, en cuanto que el modo como procede del principio
es el consejo o el mandato, porque quien ordena es
superior, y el que aconseja es más sabio. Pero en las personas divinas
no implica más que una procesión de origen, la cual requiere igualdad,
como dijimos anteriormente (
q.42 a.4.6).
2. Aquello por lo que el enviado
empieza a estar donde antes no estuvo, exige movimiento local. Por
esto, es necesario que localmente se aparte de quien le envía. Pero no
es esto lo que sucede en la misión de la persona divina, porque la
persona divina enviada no empiece a estar donde antes no estuvo, ni
tampoco deja de estar donde estaba. Por eso, la misión no implica
separación, sino sólo distinción de origen.
3. Aquel argumento es viable
siempre que se trate de la misión que supone movimiento local. Pero
esto no se da en Dios.
Artículo 2:
La misión, ¿es eterna o solamente temporal?
lat
Objeciones por las que parece que la misión puede ser
eterna:
1. Dice Gregorio: Aquello por lo que el Hijo es
enviado, por lo mismo es engendrado. Pero la generación del Hijo
es eterna. Por lo tanto, la misión también lo es.
2. Aquel a quien le corresponde algo de forma temporal,
cambia. Pero la persona divina no cambia. Por lo tanto, su misión no
es temporal, sino eterna.
3. La misión implica procesión. Pero la procesión de las
personas divinas es eterna. Por lo tanto, la misión también lo
es.
Contra esto: está lo que se dice en Gál 4,4: Al llegar la plenitud
del tiempo, Dios envió a su Hijo.
Respondo: En aquello que implica origen de las
personas divinas, hay que tener presente una serie de diferencias.
Pues hay una serie de términos que, en su significación, solamente
implican relación con el principio. Así,
procesión y
salida. Otros, junto con su relación con el principio, expresan el
término de la procesión. Unos determinan el término eterno. Así,
generación y
espiración, ya que la generación es la
procesión de la persona en la naturaleza divina, y la espiración, en
sentido pasivo, implica la procesión del Amor subsistente. Otros,
junto con su relación con el principio, expresan el término temporal.
Así,
misión y
donación, ya que, si se envía algo, es
para que esté en alguna parte, y si se da, es para que se tenga. El
hecho de que la persona divina sea poseída por alguna criatura o que
se dé un nuevo modo de estar en ella, es algo temporal.
Por eso, misión y donación en Dios son exclusivamente
temporales. Generación y espiración, son exclusivamente
eternas. Procesión y salida en Dios son eternas y
temporales. Pues, el Hijo procede desde la eternidad para ser Dios y
desde el tiempo para ser hombre, atendiendo a la misión visible, o
también para que esté en el hombre atendiendo a la misión
invisible.
A las objeciones:
1. En aquel texto, Gregorio está
hablando de la generación temporal del Hijo, pero no como procedente
del Padre, sino de la madre. También puede entenderse que, por haber
sido engendrado desde la eternidad, puede el Hijo ser
enviado.
2. El hecho de que la persona
divina esté en alguien de un modo nuevo, o que sea poseída por alguien
temporalmente, no se debe a la mutación de la persona divina, sino a
la de la criatura. Así se dice que, debido a un cambio en la criatura,
temporalmente Dios es llamado Señor.
3. La misión no solamente implica
procesión con respecto al principio, sino que también determina el
término temporal de la procesión. Por eso la misión es sólo temporal.
O puede decirse también que la misión implica procesión eterna y añade
algo, esto es, el efecto temporal. Pues la relación de la persona
divina con su principio no se da más que desde la eternidad. Por eso
se habla de una doble procesión, la eterna y la temporal, no en el
sentido en que se dupliquen las relaciones con el principio, sino que
la duplicidad viene de parte del término, que es
temporal y eterno.
Artículo 3:
La misión invisible de la persona divina, ¿se hace o no se hace sólo
por el don de la gracia santificante?
lat
Objeciones por las que parece que la misión invisible de la persona
divina no se hace sólo por el don de la gracia santificante:
1. Que la persona divina sea enviada significa que es dada. Así,
pues, si solamente fuera enviada por la gracia santificante, no sería
dada la misma persona divina, sino solamente sus dones. Este es el
error de los que dicen que el Espíritu Santo no es dado, sino sólo sus
dones.
2. La preposición por implica relación causal. Pero
la persona divina es causa de que se tenga el don de la gracia
santificante, y no al revés, pues se dice en Rom 5,5: El amor de
Dios ha sido difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
que nos ha sido dado. Por lo tanto, no es correcto decir que la
persona divina es enviada por cuanto que son enviados los dones de la
gracia santificante.
3. Agustín, en el IV De Trin.,
dice: Se dice que el Hijo es enviado porque es percibido con la
mente desde el tiempo. Pero el Hijo es conocido no solamente por
la gracia santificante, sino también por las gracias dadas
gratuitamente, como la fe y la ciencia. Por lo tanto, no es la gracia
santificante lo único por lo que es enviada la persona
divina.
4. Rábano dice que el Espíritu Santo fue
dado a los Apóstoles para hacer milagros. Pero esto no se trata de una
gracia santificante, sino de una gratuita. Por lo tanto, la persona
divina no se da solamente por la gracia santificante.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XV De Trin.: El Espíritu Santo procede (temporalmente) para santificar la criatura. Pero la misión es una procesión temporal. Así, pues, como quiera que la santificación de la criatura no se da más que por la gracia santificante, hay que concluir que la misión de la persona divina no se dé más que por la gracia santificante.
Respondo: A la persona divina le
corresponde ser enviada por cuanto que existe en alguien de un modo
nuevo. Y le corresponde ser dada, en cuanto que es tenida por alguien.
Ninguna de estas cosas puede suceder más que por la gracia
santificante. Pues hay un modo común por el que Dios está en todas las
cosas por esencia, potencia y presencia, como la causa está en los
efectos que participan de su bondad. Por encima de este modo común,
hay otro especial que corresponde a la
criatura racional, en la que se dice que Dios se encuentra como lo
conocido en quien conoce y lo amado en quien ama, y porque, conociendo
y amando, la criatura racional llega por su mismo obrar hasta el mismo
Dios. Según este modo especial, no solamente se dice
que Dios se encuentra en la criatura racional, sino también que está
en ella como en su templo. Así, pues, ningún otro efecto, a no ser la
gracia santificante, puede ser el motivo por el que la persona divina
esté de un modo nuevo en la criatura racional. Consecuentemente, sólo
por la gracia santificante la persona divina es enviada y procede
temporalmente. Por lo mismo, no se dice que tenemos sino sólo aquello
de lo que podemos hacer uso y disfrutar libremente. Poder disfrutar de
la persona divina sólo es posible por la gracia santificante. Sin
embargo, por el mismo don de la gracia santificante, se tiene el
Espíritu Santo, que habita en el hombre. Por eso, el mismo Espíritu
Santo es dado y es enviado.
A las objeciones:
1. La criatura racional es
perfeccionada por el don de la gracia santificante, no sólo para hacer
un uso libre del don creado, sino para disfrutar de la misma persona
divina. De este modo, la misión invisible se lleva a
cabo por el don de la gracia santificante, y, sin embargo, se dice que
se da la misma persona divina.
2. La gracia santificante prepara
al alma para poseer a la persona divina. Esto es lo que se indica
cuando se dice que el Espíritu Santo es dado según el don de la
gracia. Sin embargo, a esto no se le opone el que el mismo don de la
gracia provenga del Espíritu Santo. Esto es lo que se indica cuando se
dice que el amor de Dios ha sido difundido en nuestros corazones
por el Espíritu Santo (Rom 5,5).
3. Aun cuando por algunos efectos
el Hijo puede ser conocido por nosotros, sin embargo, por algunos
efectos habita en nosotros o es poseído por nosotros.
4. El hacer milagros manifiesta la
gracia santificante lo mismo que lo hace el don de la
profecía o cualquier otra gracia gratuita. Por eso en 1 Cor 12,7 la
gracia gratuita es llamada manifestación del Espíritu. Así, se
dice que el Espíritu Santo fue dado a los Apóstoles para hacer
milagros, porque les fue dada la gracia santificante como signo
revelador. Pero si sólo se diera el signo de la gracia santificante
sin la gracia, de ninguna manera podría decirse que el Espíritu Santo
es dado, a no ser que se le añada alguna restricción. Ejemplo: A
alguien se le da el espíritu de profecía, o el de hacer
milagros, en el sentido que ha recibido del Espíritu Santo poder
profetizar o hacer milagros.
Artículo 4:
Al Padre, ¿le corresponde o no le corresponde ser
enviado?
lat
Objeciones por las que parece que al Padre también le corresponde ser
enviado:
1. Que la persona divina sea enviada significa que es dada. Pero el
Padre se da a sí mismo, pues nadie podría poseerlo si él mismo no se
diera. Por lo tanto, puede decirse que el Padre se envía a sí
mismo.
2. La persona divina es enviada por la inhabitación de la
gracia. Pero por la gracia toda la Trinidad habita en nosotros, según
aquello de Jn 14,23: Acudiremos a El y en El haremos morada.
Por lo tanto, cualquiera de las personas divinas es
enviada.
3. Todo lo que corresponde a una de las personas, le
corresponde a todas excepto las nociones y las personas. Pero la
misión no indica ninguna persona, ni tampoco noción, ya que no hay más
que cinco nociones, como dijimos anteriormente (
q.32 a.3). Por lo
tanto, a cualquiera de las personas le corresponde ser
enviada.
Contra esto: está lo que dice Agustín en II De Trin.: Nunca se ha escrito que el Padre haya sido enviado.
Respondo: Conceptualmente, la misión implica
procesión de otro. Y en Dios, la implica según el origen, como dijimos
anteriormente (
a.1). Por eso, como quiera que el Padre no procede de
otro, bajo ningún concepto le corresponde ser enviado. Esto sólo le
corresponde al Hijo y al Espíritu Santo, los cuales proceden de
otro.
A las objeciones:
1. Si dar implica libre
comunicación de algo, el Padre se da a sí mismo en cuanto que
libremente se comunica a la criatura para que disfrute de El. Pero si
implica superioridad del que da con respecto a lo dado, entonces ser
dado, como ser enviado, en Dios no le corresponde más que a la persona
que procede de otra.
2. Aunque el efecto de la gracia
sea causado también por el Padre, que habita en nosotros por la
gracia, también le corresponde al Hijo y al Espíritu Santo. Sin
embargo, al no proceder de otro, no se dice que sea enviado. Esto es
lo que dice Agustín en IV De Trin: Cuando el
Padre es conocido por alguien en el tiempo, no se dice que haya sido
enviado, pues no tiene nadie de quien venir ni de quien
proceder.
3. La misión, en cuanto que
implica procesión con el que envía, en su significado incluye la
noción, pero no una noción en especial, sino en general. Esto es, en
cuanto que venir de otro es común a dos nociones.
Artículo 5:
Al Hijo, ¿le corresponde o no le corresponde ser enviado
invisiblemente?
lat
Objeciones por las que parece que al Hijo no le corresponde ser enviado
invisiblemente:
1. La misión invisible de la persona divina responde al don de la
gracia. Pero todos los dones de la gracia le corresponden al Espíritu
Santo, según aquello de 1 Cor 12,11: Todo lo hace uno y el mismo
Espíritu. Por lo tanto, invisiblemente, no es enviado más que el
Espíritu Santo.
2. La misión de la persona divina se hace
por la gracia santificante. Pero los dones que pertenecen a la
perfección del entendimiento, no son dones de la gracia santificante,
ya que no pueden darse sin Amor, según aquello de 1 Cor 13,2: Si
tuviera la profecía, y conociera todos los misterios, toda la ciencia,
y si tuviera toda la fe capaz de trasladar montañas, sin amor, nada
soy. Por lo tanto, como el Hijo procede como Palabra del
entendimiento, parece que no le corresponde ser enviado
invisiblemente.
3. Como se dijo (
a.1.4), la misión de la persona divina
es una determinada procesión. Pero una es la procesión del Hijo y otra
la del Espíritu Santo. Por lo tanto, si los dos son enviados, las dos
misiones son distintas. Consecuentemente, sobraría una de las dos,
puesto que una es suficiente para santificar a la criatura.
Contra esto: está lo que Sab 9,10 dice de la sabiduría divina: Desde
el cielo y desde el trono de tu grandeza, mándala a tus
santos.
Respondo: Por la gracia santificante toda la
Trinidad habita en el alma, según aquello de Jn 14,23: Acudiremos a
El y en El habitaremos. Que la persona divina sea enviada a
alguien por la gracia invisible, por una parte significa el nuevo modo
de inhabitación de aquella persona, y por otro, su origen de otra
persona. Por eso, como inhabitar por la gracia y proceder de otro les
corresponde tanto al Hijo como al Espíritu Santo, tanto a uno como al
otro les corresponde ser enviados invisiblemente. Y aun cuando al
Padre le corresponda inhabitar por la gracia, sin embargo, no le
corresponde proceder de otro y, consecuentemente, tampoco le
corresponde ser enviado.
A las objeciones:
1. Aun cuando todos los dones, en
cuanto tales, son atribuidos al Espíritu Santo, que tiene razón de
primer don por ser amor, como dijimos anteriormente (
q.38 a.2), sin
embargo, hay otros dones que por sus propias razones se atribuyen al
Hijo por apropiación, como los que pertenecen al entendimiento. Es por
estos dones como hay que entender la misión del Hijo. Por eso, Agustín
en IV
De Trin. dice que
entonces el Hijo
es invisiblemente
enviado a alguno cuando por éste es percibido y
conocido.
2. Por la gracia el alma se
asemeja a Dios. Por eso, para que alguna persona divina sea enviada a
alguien por la gracia, es necesario que se verifique su asimilación a
la persona que es enviada por algún don de la gracia. Y porque el
Espíritu Santo es amor, el alma es asimilada al Espíritu Santo por el
don del amor. Por eso, la misión del Espíritu Santo es considerada en
razón del don del amor. Por su parte, el Hijo, es la Palabra, pero no
una palabra cualquiera, sino la que espira amor. Por eso, Agustín en
IX de Trin. dice: La palabra que intentamos
comprender es conocimiento con amor. Así, pues, el Hijo no es
enviado para formar el entendimiento, sino para que, por la formación
de dicho entendimiento, el entendimiento se transforme en amor, como
se dice en Jn 6,45: Todo el que oye a mi Padre y le acepta, viene a
Mí. Y en el Salmo 38,4 se dice: Meditándose se encenderá el
fuego. Por eso, Agustín dice señaladamente que el
Hijo es enviado cuando es conocido y percibido por alguien,
puesto que la percepción indica cierto conocimiento
vivencia. Esto es propiamente lo que se llama sabiduría, esto es, un sabroso saber, según
aquello de Eclo 6,22: La sabiduría de la doctrina justifica su
nombre.
3. Como la misión implica el
origen de la persona enviada y la inhabitación por la gracia, como
dijimos anteriormente (
a.1.3), si hablamos de la misión en cuanto al
origen, la misión del Hijo se distingue de la misión del Espíritu
Santo como la generación se distingue de la procesión. Pero en cuanto
al efecto de la gracia, ambas comunican en la raíz de la gracia, pero
se distinguen en los efectos, que son iluminar la inteligencia y
encender el corazón. Resulta evidente de este modo, que una no puede
existir sin la otra, porque ambas requieren la gracia santificante, y
porque una persona es inseparable de la otra.
Artículo 6:
La misión invisible, ¿se hace o no se hace a todos los que participan
de la gracia?
lat
Objeciones por las que parece que la misión invisible no se hace a
todos los que participan de la gracia:
1. Los patriarcas del Antiguo Testamento participaron de la gracia.
Pero no parece que a ellos les fuera hecha la misión invisible, pues
se dice en Jn 7,39: Todavía no había sido dado el Espíritu, porque
Jesús todavía no había sido glorificado. Por lo tanto, la misión
invisible no se hace a todos los partícipes de la gracia.
2. El crecimiento virtuoso no se hace más que por la gracia.
Pero la misión invisible no parece corresponder al crecimiento
virtuoso, puesto que el crecimiento virtuoso es, al parecer, continuo,
porque la caridad aumenta o disminuye constantemente. De este modo la
misión debería ser continua. Por lo tanto, la misión invisible no se
hace a todos los partícipes de la gracia.
3. Cristo y los bienaventurados poseen la gracia en toda
su plenitud. Pero no parece que la misión invisible se les haga a
ellos, porque la misión se hace a alguien distante, y Cristo, en
cuanto hombre, y todos los bienaventurados están íntimamente unidos a
Dios. Por lo tanto, la misión invisible no se hace a todos los
partícipes de la gracia.
4. Los sacramentos de la Nueva Ley contienen la gracia;
sin embargo, con respecto a ellos no se dice que se haga la misión
invisible. Por lo tanto, la misión invisible no se hace a todo lo que
contiene la gracia.
Contra esto: está lo que dice Agustín: La misión
invisible se hace para santificar a la criatura. Pero toda
criatura que tenga la gracia se santifica. Por lo tanto, la misión
invisible se hace a toda criatura que tiene la gracia.
Respondo: Como dijimos anteriormente (
a.1), la
misión implica conceptualmente que el enviado, o bien empiece a estar
donde antes no estuvo, y esto es lo que les sucede a las criaturas, o
que empiece a estar donde ya estaba, pero de un nuevo modo, que es el
modo como se atribuye la misión a las personas divinas. Por lo tanto,
en aquél a quien se hace la misión invisible es necesario tener
presente dos cosas: la inhabitación de la gracia y una cierta
innovación producida por la gracia. Por lo tanto, la misión invisible
se hace a todos aquellos en quienes se encuentran estos dos
aspectos.
A las objeciones:
1. La misión invisible fue hecha a
los padres del Antiguo Testamento. Por eso, Agustín en el IV De
Trin., dice que el Hijo con misión
invisible está en los hombres o con los hombres.
Y esto fue hecho antes con los Padres y los Profetas. Por lo
tanto, al decir que el Espíritu Santo aún no había sido dado,
hay que entender la donación hecha visiblemente el día de
Pentecostés.
2. También por el crecimiento
virtuoso o el aumento de la gracia se hace la misión invisible. Por
eso Agustín en IV De Trin. dice: Entonces es
enviado a alguien (el Hijo) cuando de alguien es percibido y
conocido, en cuanto que puede ser conocido y percibido según la
capacidad tanto del que se orienta hacía Dios como del alma racional
que está unida íntimamente a Dios. Sin embargo, la misión
invisible se entiende en especial, del aumento de la gracia, por la
que alguien es elevado a poder realizar algún acto nuevo o a un nuevo
estado de gracia. Ejemplo: Cuando alguien alcanza la gracia de hacer
milagros, o de la profecía, o también cuando, lleno de amor, se expone
al martirio, renuncia a lo que posee, o se lanza a alguna empresa
difícil.
3. La misión invisible fue hecha a
los bienaventurados en el primer momento de su bienaventuranza. Desde
entonces, la misión invisible continúa, no porque la gracia se
intensifique, sino en cuanto que les son revelados algunos misterios.
Esto es así hasta el día del juicio. Este aumento proviene como de una
especie de expansión de la gracia que llega a muchas más cosas. Y, en
cuanto a Cristo, tuvo misión invisible en el instante de su
concepción, pero no después, ya que en el mismo instante de su
concepción recibió la plenitud de la sabiduría y de la
gracia.
4. En los sacramentos de la Nueva
Ley la gracia se encuentra instrumentalmente, tal como en los
instrumentos del arte está la forma de la obra artística que pasa del
artista a aquello que va a recibir su acción. Por su parte, no se dice
que haya misión más que con respecto al final. Por eso, la misión de
la persona divina no se hace a los sacramentos, sino a aquellos que
por los sacramentos reciben la gracia.
Artículo 7:
Al Espíritu Santo, ¿le corresponde o no le corresponde ser enviado
visiblemente?
lat
Objeciones por las que parece que al Espíritu Santo no le corresponde
ser enviado visiblemente:
1. En cuanto que el Hijo es enviado visiblemente al mundo, se dice
que es menor que el Padre. Pero en ninguna parte se lee que el
Espíritu Santo sea menor que el Padre. Por lo tanto, al Espíritu Santo
no le corresponde ser enviado visiblemente.
2. La misión visible responde al hecho de que alguna
criatura visible es asumida como ocurre con la misión del Hijo al
asumir la carne. Pero el Espíritu Santo no asumió ninguna criatura
visible. Por eso, no puede decirse que esté en unas criaturas visibles
de un modo distinto a como está en otras, a no ser, quizás, como algo
en su signo, que es como está en los sacramentos y en todas las
imágenes representativas. Por lo tanto, el Espíritu Santo no es
enviado visiblemente, de lo contrario, habría que decir que su misión
visible se verifica por medio de todas estas cosas.
3. Cada criatura visible es un efecto que manifiesta a
toda la Trinidad. Por lo tanto, por cualquier criatura visible no es
más enviado el Espíritu Santo que cualquier otra Persona.
4. El Hijo fue enviado visiblemente a través de la más digna
de las criaturas visibles, esto es, la naturaleza humana. Así, pues,
si el Espíritu Santo fuese enviado visiblemente, debería ser enviado
por alguna criatura racional.
5. Lo que Dios hace visiblemente, lo hace por ministerio
de los ángeles, como dice Agustín en III De Trin. Por lo tanto, si hubo algunas formas visibles, fueron obra de los ángeles. Consecuentemente, los enviados son los ángeles y no el Espíritu Santo.
6. Si el Espíritu Santo fuese enviado visiblemente, no
sería más que para manifestar su misión invisible, porque lo invisible
se manifiesta por lo visible. Por lo tanto, a quien fue
hecha la misión invisible no debió hacerse la visible.
Y a todos los que se les hace la misión invisible tanto en el Nuevo
como en el Viejo Testamento, también debe hacérseles la visible. Esto
es claramente falso. Por lo tanto, el Espíritu Santo no es enviado
visiblemente.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 3,16: El Espíritu Santo bajó
sobre el Señor, después de bautizado, en forma de paloma.
Respondo: Dios provee a todas las cosas según
el modo de ser de cada una. Como dijimos anteriormente (
q.12 a.12),
lo que naturalmente exige el hombre es que las cosas visibles le
lleven a lo invisible como llevado de la mano. De este modo, fue
necesario que lo invisible de Dios se manifestase al hombre por medio
de lo visible. Y así como Dios se manifiesta a sí mismo y las
procesiones eternas de las personas por medio de las criaturas
visibles, también fue conveniente que las misiones invisibles de las
personas divinas se manifestasen por medio de algunas criaturas
visibles. Sin embargo, no de igual modo el Hijo y el Espíritu Santo.
Pues al Espíritu Santo, en cuanto que procede como amor, le
corresponde ser el don de la santificación. Y al Hijo, al ser
principio del Espíritu Santo, le corresponde ser autor de la misma
santificación. Por eso el Hijo fue enviado como autor de la
santificación, y el Espíritu Santo fue enviado como signo de
santificación.
A las objeciones:
1. El Hijo está unido personalmente
con la criatura visible que tomó, de tal manera que lo que se dice de
esta criatura puede decirse del Hijo de Dios. Por eso, y en razón de
la naturaleza asumida, es llamado inferior al Padre. Pero el Espíritu
Santo no asumió personalmente la naturaleza visible en la que
apareció, de tal manera que lo propio de dicha criatura no puede
decirse de El. Por eso, no puede decirse, atendiendo a la criatura
visible, que sea menor que el Padre.
2. La misión visible del Espíritu
Santo no responde a una visión imaginaria, que es la visión profética.
Porque, como dice Agustín en II De Trin., la
visión profética no se presenta a los ojos del cuerpo por formas
corpóreas, sino que se presenta al espíritu por medio de imágenes
espirituales de los cuerpos. Y quienes vieron aquella paloma y aquel
fuego, lo vieron con sus propios ojos. Tampoco es del todo exacto
decir que el Espíritu Santo respecto a tales especies sea lo que se
dice del Hijo respecto a la piedra cuando se escribe: La piedra era
Cristo (1 Cor 10,4). Porque aquella piedra ya existía en la naturaleza
y en un momento determinado fue llamada con el nombre de Cristo, pues
le representaba. Pero tanto aquella paloma como aquel fuego se
formaron de repente sólo para expresar lo que motivó su formación. Sin
embargo, puede ser comparado con la llama que apareció a Moisés en la
zarza, o con la columna que guiaba al pueblo en el desierto, o con los
rayos y truenos que se desencadenaron mientras era dictada la ley en
el monte. Pues la realidad física de aquellas cosas existió para
expresar algo y desaparecer después. Por todo eso se ve que la
misión invisible no es entendida como se entienden las misiones
proféticas, las cuales fueron imaginarias, no corpóreas. Tampoco como
los signos sacramentales del Antiguo y del Nuevo Testamento, en los
que algo preexistente es tomado para significar otra cosa. Sino que el
Espíritu Santo es enviado visiblemente en cuanto que fue manifestado a
través de signos hechos expresamente para ello.
3. Aun cuando toda la Trinidad
haga las cosas visibles, sin embargo, fueron hechas para manifestar de
modo especial a esta o aquella Persona. Pues si tanto el Padre, como
el Hijo y el Espíritu Santo son designados con nombres distintos,
también pueden ser significados por cosas distintas, a pesar de que
entre ellos no haya ninguna separación ni diversidad.
4. Fue necesario que la Persona del
Hijo fuera proclamada Autor de la santificación, como dijimos.
De este modo, fue necesario que la misión visible del Hijo se llevara
a cabo por la naturaleza racional, a la que pertenece el obrar y a la
que le puede corresponder santificar. En cambio, signo de
santificación puede serlo otra criatura cualquiera. Tampoco fue
necesario que la criatura visible, formada para este
objetivo, fuera asumida por el Espíritu Santo personalmente, puesto
que no fue asumida para hacer algo, sino sólo para indicarlo. Por esto
mismo, tampoco fue necesario que durase más tiempo que el justo para
cumplir su cometido.
5. Aquellas criaturas visibles
fueron formadas por ministerio de los ángeles, pero no para significar
la persona del ángel, sino para significar la persona del Espíritu
Santo. Así, pues, porque el Espíritu Santo estaba en aquellas
criaturas sensibles como lo significado está en el signo, hay que
deducir que el Espíritu Santo por ellas es enviado visiblemente, y no
el ángel.
6. No es requisito imprescindible
que la misión invisible se manifieste siempre por algún signo visible
externo. Sino que, como se dice en 1 Cor 12,7: La manifestación del
Espíritu Santo se da para la utilidad de algunos, esto es, la utilidad
de la Iglesia. Dicha utilidad consiste en que, por medio de estos
signos visibles, se confirme y se propague la fe. Esta fue la obra
principal de Cristo y los Apóstoles, según aquello de Hb 2,3: Habiendo empezado a ser promulgada por el Señor entre nosotros, fue
confirmada por los que le oyeron. De este modo, el porqué de haber
sido hecha una misión visible especial del Espíritu Santo a Cristo, a
los Apóstoles y también algunos de los primeros santos en quienes en
un cierto modo se fundamentaba la Iglesia está ahí, pero a condición
de que la misión visible hecha a Cristo manifestara lo invisible,
misión que no fue hecha entonces, sino en el instante mismo de su
concepción. La misión visible fue hecha a Cristo en el bautismo, en
forma de paloma, que es un animal fecundo, para simbolizar que Cristo
tiene autoridad para dar la gracia y para el renacimiento espiritual.
Por eso, la voz del Padre proclamó (Mt 3,17): Este es mi Hijo
amado, para dar a entender que otros renacerían a semejanza del
Unigénito. Y en la transfiguración, bajo la forma de una nube
luminosa, se manifiesta para dar a entender la riqueza de la doctrina.
Por eso se dice (Mt 17,5): Escuchadle. A los Apóstoles se les
manifiesta bajo la forma del viento, para indicar la potestad del
ministerio en la participación de los sacramentos. Por eso se les dijo
(Jn 20,23): A quienes les perdonéis los pecados les serán
perdonados. Y también se manifiesta en forma de lenguas de fuego
para dar a entender la misión de enseñar. Por eso se dice (Hch
2,4): Empezaron a hablar en varias lenguas. A los padres del
Antiguo Testamento no se les debió hacer la misión visible del
Espíritu Santo, porque antes de la misión del Espíritu Santo debió
realizarse la misión visible del Hijo, pues el Espíritu Santo
manifiesta al Hijo, como el Hijo manifiesta al Padre. No obstante, los
padres del Antiguo Testamento fueron testigos de las apariciones de
las personas divinas. Pero dichas apariciones no pueden ser llamadas
misiones visibles, porque, como dice Agustín, no
fueron hechas para indicar la inhabitación de la persona divina por la
gracia, sino para manifestar alguna otra cosa.
Artículo 8:
¿Ninguna persona divina es o no es enviada más que por aquella de la
que procede eternamente?
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Objeciones por las que parece que ninguna persona divina es enviada
más que por aquella de la que procede eternamente:
1. Dice Agustín en IV De Trin.: El Padre no
es enviado por nadie porque no procede de nadie. Por lo tanto, si
alguna persona divina es enviada por otra, es necesario que proceda de
ella.
2. El que envía tiene autoridad con respecto al enviado.
Pero respecto a una persona divina no puede haber más autoridad que la
de origen. Por lo tanto, es necesario que la persona divina que es
enviada proceda de la persona que envía.
3. Si la persona divina puede ser enviada por aquel de
quien no procede, nada impediría poder decir que el Espíritu Santo es
dado por el hombre, aunque no proceda de él. Esto va contra lo que
dice Agustín en XV De Trin. Por
lo tanto, la persona divina no es enviada más que por aquel de quien
procede.
Contra esto: está el hecho que el Espíritu Santo es quien envía al Hijo,
según aquello de Is 48,16: Y ahora me envió el Señor Dios y su
Espíritu. Pero el Hijo no procede del Espíritu Santo. Por lo
tanto, la persona divina es enviada por aquella de la que no
procede.
Respondo: Con respecto a este problema hay
varias opiniones. Para algunos, la persona divina no
es enviada más que por aquella de la que procede eternamente. Según
esto, cuando se dice que el Hijo es enviado por el Espíritu Santo, hay
que entenderlo en cuanto a la naturaleza humana por la que fue enviado
a predicar. Agustín en el II
De Trin. dice que
el Hijo es enviado por sí mismo y por el Espíritu Santo, y que el
Espíritu Santo es enviado por sí mismo y por el Hijo. De este modo en
Dios ser enviado no le corresponde a cada una de las personas, sino
sólo a la persona que procede de otra. En cambio enviarle corresponde
a cada una de las personas.
Ambas opiniones tienen algo de verdad. Pues cuando se dice que una
persona es enviada se está indicando tanto la persona procedente de
otra como el efecto visible o invisible por el que se entiende la
misión de la persona divina. Así, pues, si por el que envía se designa
el principio de la persona enviada, no puede enviar una cualquiera de
las personas, sino sólo aquella a la que le corresponde ser principio.
En este sentido, el Hijo es enviado por el Padre, y el Espíritu Santo
es enviado por el Padre y el Hijo. En cambio, si por persona que envía
se entiende el principio del efecto, en razón del cual se habla de
misión, entonces toda la Trinidad es la que manda a la persona
enviada. Pero de ahí no hay que concluir que el hombre dé el Espíritu
Santo, porque no puede causar el efecto de la gracia.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.