Artículo 1:
En Dios, la Palabra, ¿es o no es nombre personal?
lat
Objeciones por las que parece que en Dios la Palabra no es
nombre personal:
1. Los nombres personales, como Padre e Hijo, son dados propiamente a
Dios. Pero en Dios la Palabra se dice metafóricamente, como señala
Orígenes en Super Ioannem. Luego en Dios la
Palabra no es nombre personal.
2. Según Agustín en el libro De Trin., la Palabra es el conocimiento con amor. Y según Anselmo en Monol.: Para el Sumo Espíritu, hablar no es más
que ver pensando. Pero conocimiento, pensamiento e intuición en
Dios indican algo esencial. Luego en Dios la Palabra no es nombre
personal.
3. Propio de la palabra es que sea pronunciada. Pero,
según Anselmo, así como el Padre conoce, el Hijo conoce
y el Espíritu Santo conoce, así también el Padre se pronuncia, el Hijo
se pronuncia y el Espíritu Santo se pronuncia. Lo mismo cabe de lo que
de ellos se diga. Por lo tanto, en Dios la Palabra es algo esencial,
no personal.
4. Ninguna persona divina ha sido hecha. Pero la palabra
de Dios es algo hecho; pues se dice en el Sal. 148,8: Fuego,
granizo, nieve, hielo, vientos huracanados, que hacen su palabra.
Luego en Dios la Palabra no es nombre personal.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el VII De
Trin.: Así como el Hijo está referido al Padre,
así también la Palabra está referida a Aquel de quien es Palabra.
Pero Hijo es nombre personal, porque es dado relativamente. Luego
también la Palabra.
Respondo: En Dios el nombre el Verbo tomado
en sentido propio es nombre personal, y de ninguna manera esencial.
Para demostrarlo, hay que tener presente que, entre nosotros,
palabra se dice en sentido propio de tres maneras. Una cuarta
manera incluye el sentido impropio o figurativo. Entre nosotros, es
muy evidente y muy común llamar palabra a lo que se pronuncia con la
voz. Y se refiere tanto a lo que procede del interior cuanto a los dos
aspectos que se encuentran en la palabra pronunciada, y que son la
palabra en sí misma y su significado. Según el Filósofo en I
Periherm., la palabra indica lo concebido en el
entendimiento; y además la palabra procede de la imaginación, como se
dice en el libro
De Anima. Así, la palabra que
no signifique nada, no puede ser llamada propiamente palabra. Por lo
tanto, se llama palabra a la voz exterior por expresar la palabra
interior concebida en el entendimiento. Así, pues, 1) en primer lugar
y principalmente se llama palabra a la concepción interior de la
mente; 2) en segundo lugar se llama palabra a la misma voz que expresa
lo concebido en el interior; 3) en tercer lugar se llama palabra a la
misma imagen que forma la voz.
Estos tres modos que tiene el sentido propio de la
palabra, los ofrece el Damasceno en el c.13 del I libro
al decir: (en cuanto al primer modo) La palabra es el movimiento
natural del entendimiento parecida a la luz y al resplandor por el que
se mueve, se conoce, se piensa. (En cuanto al segundo modo): La
palabra es el ángel (mensajero) de la inteligencia. (En
cuanto al tercer modo): La palabra es lo que se pronuncia con el
corazón (no lo que se proclama con la voz).
La palabra tiene un cuarto modo, correspondiente al sentido
figurativo, y se refiere a lo que se expresa o se hace con la palabra.
Así acostumbramos a decir: Esta es la palabra que te dije, o Esto es lo que mandó el rey, para dar a entender algo pasado, bien
sea algo simplemente del que lo dijo, o del que lo
mandó.
En Dios se dice propiamente Palabra en cuanto que Palabra significa
lo concebido en el entendimiento. Por eso, en el XV De Trin.
dice Agustín: Quien puede entender la palabra no
sólo antes de que suene, sino antes de que con el pensamiento se
enrede en las imágenes de los sonidos, ya puede ver alguna semejanza
de aquella Palabra de la que está escrito: En el principio era la
Palabra.
El mismo concepto mental implica procedencia de otro, esto es, del
conocimiento del que concibe. Por eso, la Palabra en Dios propiamente
significa algo que procede de otro, lo cual pertenece a la razón
propia de los nombres personales en Dios, ya que, como se dijo (q.27 prol.; q.32 a.3), las personas divinas se distinguen por el
origen.
Por todo lo cual, el nombre Palabra en cuanto aplicado propiamente a
Dios no tiene sentido esencial, sino sólo personal.
A las objeciones:
1. Los arrianos, cuya fuente se
encuentra en Orígenes, sostuvieron que el Hijo era
distinto sustancialmente del Padre. Por eso se empeñaron en añadir que
el Hijo de Dios no puede ser llamado propiamente Palabra, pues temían
verse obligados, por razón del proceso de la palabra, a no poder
mantener que el Hijo de Dios no existía fuera de la sustancia del
Padre; pues la palabra interior que sale del que la pronuncia,
permanece en él mismo. Pero es necesario que si se dice
metafóricamente palabra de Dios, también se diga en sentido propio.
Pues una palabra no puede decirse metafóricamente, a no ser en razón
de su manifestación. Porque o se manifiesta como palabra, o es
manifestado con la palabra. Si es manifestado con la palabra es
necesario poner la palabra con la que se manifiesta. Si, por otra
parte, se llama palabra porque manifiesta al exterior, lo que
manifiesta al exterior no puede ser llamado palabra más que en cuanto
expresa la concepción interior de la mente y que también se manifiesta
con signos exteriores. Por lo tanto, aunque algunas veces la palabra
se diga en Dios metafóricamente, sin embargo, es necesario decir la
Palabra propiamente y en sentido personal.
2. En Dios, nada de lo que
pertenece al entendimiento se dice en sentido personal, sólo la
Palabra. Ya que sólo la Palabra significa algo que emana de otro. Pues
lo que el entendimiento forma al concebir es palabra. Además, el mismo
entendimiento, en cuanto que se da por la especie inteligible en acto,
es considerado absolutamente. Y lo mismo el conocer, que se relaciona
con el entendimiento en acto como el existir con el ser en acto. Pues
entender no indica una acción que salga del que entiende, sino que
permanece en El. Por lo tanto, cuando se dice que la palabra es
conocimiento, no se toma
conocimiento por acto del
entendimiento de quien conoce o por alguno de sus actos, sino por
aquello que el entendimiento concibe entendiendo. Por eso
Agustín dice que la Palabra es
sabiduría
engendrada, porque no es nada más que la misma concepción del
sabio; y que, por lo mismo, puede ser llamado
conocimiento
engendrado.
Así puede entenderse que en Dios decir sea ser
pensando, en cuanto que la Palabra de Dios es concebida con la
intuición del conocimiento divino. Sin embargo, el
nombre Pensamiento propiamente no le corresponde a la Palabra
de Dios. Dice Agustín en el XV De Trin: Es
llamado Palabra de Dios para que no se le llame pensamiento, con el
fin de no dar pie a creer que en Dios hay algo mutable que tan pronto
toma forma para ser palabra como la deja y la cambia por otra no
teniendo nunca forma determinada. Propiamente, el pensamiento
consiste en la búsqueda de la verdad; búsqueda que en Dios no se da;
puesto que cuando el entendimiento ya ha alcanzado la forma de la
verdad, no piensa, sino que contempla perfectamente la verdad. De ahí
que Anselmo impropiamente usa pensamiento por contemplación.
3. Hablando con propiedad, así
como en Dios el nombre la
Palabra tiene sentido personal y no
esencial, así también
decir. Por eso, así como la Palabra no es
común al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, así tampoco es verdad que
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean uno solo que habla. Escribe
Agustín en el VII
De Trin.:
Pronunciar la
palabra eterna no es algo que en Dios haga cada uno. Pero
ser
pronunciado es algo que le corresponde a cada persona; pues no
sólo se pronuncia la palabra, sino también lo que con la palabra se
entiende y se expresa. Por lo tanto, en Dios a una persona le
corresponde haber pronunciado una palabra en cuanto palabra; pero lo
expresado con la palabra le corresponde a cualquiera de las personas.
Pues el Padre conociéndose y conociendo al Hijo, al Espíritu Santo y
todo lo que está contenido en su ciencia, concibe la Palabra; para
que, así, toda la Trinidad y toda criatura sea pronunciada con la
Palabra. Es como el entendimiento del hombre, que con la palabra que
concibe al conocer la piedra, está diciendo piedra. Anselmo aquí
también usa impropiamente
decir por
conocer. Pues se
diferencian; ya que
conocer entraña sólo la relación entre el
que conoce y lo conocido, en lo cual no hay ninguna razón de origen,
sino sólo cierta información para nuestro entendimiento en cuanto que
nuestro entendimiento está en acto por la forma de lo conocido. En
Dios, en cambio, hay total identidad, porque en El conocimiento y lo
conocido son completamente lo mismo, como ya se demostró (
q.14 a.2 y
4). Pero
decir expresa relación principalmente con la palabra
concebida; pues decir no es más que pronunciar la palabra. Pero,
mediante la palabra,
decir presupone relación con lo conocido,
que, en la palabra pronunciada, se manifiesta al que lo conoce. Así,
en Dios sólo la persona que pronuncia la Palabra es el que la dice;
aun cuando, sin embargo, cada Persona sea conocedor y conocido, y,
consecuentemente, incluida en la Palabra pronunciada.
4. En esta objeción, palabra
tiene sentido figurativo en cuanto que se llama palabra al significado
o efecto de la palabra. Así, se dice que las criaturas
hacen la palabra de Dios en cuanto que producen algún
efecto al que están ordenados por la Palabra concebida en la divina
sabiduría. Como se dice que alguien hace la palabra del rey cuando
hace lo que ha sido ordenado por la palabra del rey.
Artículo 2:
Palabra, ¿es o no es el nombre propio del Hijo?
lat
Objeciones por las que parece que Palabra no es el nombre
propio del Hijo:
1. El Hijo es, en Dios, persona subsistente. Pero palabra no
significa realidad subsistente, como resulta claro entre nosotros.
Luego la Palabra no puede ser el nombre propio de la persona del
Hijo.
2. La Palabra surge del que la dice como algo pronunciado.
Luego, si el Hijo es propiamente la Palabra, no surge del Padre más
que por pronunciación. Y ésta es la herejía de Valentín, según nos
consta por Agustín en el libro De haeresibus.
3. Todo nombre propio de alguna persona indica alguna
propiedad de esa persona. Así, pues, si la Palabra es
el nombre propio del Hijo, indicará alguna propiedad suya. De este
modo, en Dios habrá muchas más propiedades que las enumeradas
anteriormente (
q.32 a.3).
4. Quien conoce, conociendo concibe la palabra. Pero el
Hijo conoce. Luego alguna palabra es el Hijo. De este modo, ser
Palabra no es propio del Hijo.
5. En Hb 1,3 se dice del Hijo: Todo lo sustenta con la
palabra de su poder. De ahí deduce Basilio que el
Espíritu Santo es palabra del Hijo. Por lo tanto, ser Palabra no es
propio del Hijo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el VI De
Trin.: Sólo el Hijo es tenido como
Palabra.
Respondo: La Palabra, propiamente dicha, en
Dios tiene sentido personal y es el nombre propio de la persona del
Hijo. Pues significa una determinada emanación del entendimiento. Y la
persona que en Dios procede por emanación del entendimiento es llamada
Hijo, y esta procesión es llamada generación, como ya se indicó (
q.27 a.2). Hay que concluir, pues, que en Dios sólo el Hijo es llamado
propiamente Palabra.
A las objeciones:
1. Entre nosotros no es lo mismo
ser y conocer; de ahí que aquello que en nosotros es inteligible no
pertenezca a nuestra naturaleza. Pero el ser de Dios es su mismo
conocer; por eso la Palabra de Dios no es en El algo accidental o
algún efecto, sino que pertenece a su misma naturaleza. De este modo,
es necesario que sea algo subsistente, porque todo lo que está en la
naturaleza de Dios subsiste. En este sentido el Damasceno dice que la Palabra de Dios es sustancia, y es ser en Hipóstasis; en cambio, las otras palabras (las nuestras) son virtudes del alma.
2. Valentín no fue condenado por
decir que el Hijo había nacido como pronunciación, como dijeron
calumniándole los arríanos, según nos consta por Hilario en el VI De Trin.; sino por el sentido de pronunciación que
sostuvo, según nos consta por Agustín en el libro De
haeresibus.
3. En el nombre Palabra está
incluida la misma propiedad que en el de Hijo. Escribe
Agustín: Por lo mismo se dice Palabra que Hijo.
Pues el mismo nacimiento del Hijo, que es una propiedad personal suya,
es expresado con diversos nombres que se atribuyen al Hijo para
indicar de varias maneras su perfección. Pues, para que sea patente su
connaturalidad con el Padre, es llamado Hijo; para que lo sea
su coeternidad, es llamado resplandor; para que lo sea su
completa semejanza, es llamado imagen; para que lo sea su
inmaterial generación, es llamado Palabra. No hay un solo
nombre que pueda expresar todas estas cosas.
4. Por lo mismo que al Hijo le
corresponde ser inteligente, le corresponde ser Dios; pues, como ya se
dijo (
a.1, ad 2 y
3), en Dios conocer tiene sentido esencial. El Hijo
es Dios engendrado, no Dios que engendra. Y es inteligente no como
pronunciador de palabra, sino como Palabra pronunciada. Esto es, en
cuanto que en Dios la Palabra que procede no se diferencia realmente
del entendimiento divino, sino sólo por la relación se distingue del
principio de la Palabra.
5. Cuando del Hijo se dice: Todo
lo sostiene con la palabra de su poder, palabra es tomada
figurativamente por efecto de la palabra. Por eso la
Glosa ahí dice que palabra significa mandato; esto es, en cuanto por el efecto del poder de la Palabra
la realidad conserva su existir; como por el efecto del poder de la
Palabra la realidad existe. El que Basilio interprete Palabra
por Espíritu Santo lo hace en sentido impropio y figurativo, en cuanto
que palabra de alguien puede ser llamado todo aquello que lo
manifiesta. Así, el Espíritu Santo es llamado palabra del Hijo porque
manifiesta al Hijo.
Artículo 3:
El nombre de la Palabra, ¿implica o no implica relación con la
criatura?
lat
Objeciones por las que parece que el nombre de la Palabra no implica
relación con la criatura:
1. Todo nombre que indique efecto en la criatura, en Dios es
esencial. Pero, como ya se dijo (
a.1), Palabra no tiene sentido
esencial, sino personal. Por lo tanto, Palabra no implica relación con
la criatura.
2. Lo que implica relación con la criatura, se aplica a Dios
desde el tiempo. Así, Señor y Creador. Pero Palabra se dice de
Dios desde la eternidad. Luego no implica relación con la
criatura.
3. Palabra implica relación con aquello de lo que
procede. Por lo tanto, si implica relación con la criatura, se sigue
que procede de la criatura.
4. Las ideas son varias según sus diversas relaciones con
las criaturas. Por lo tanto, si la Palabra implica relación con las
criaturas, se sigue que en Dios no hay una sola Palabra, sino
varias.
5. Si Palabra implica relación con la criatura, esto no
es más que en cuanto las criaturas son conocidas por Dios. Pero Dios
no conoce sólo lo existente, sino también lo inexistente. Por lo
tanto, Palabra implicará relación con lo inexistente. Esto parece ser
falso.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: En el nombre de la Palabra, está
indicada no sólo la relación con el Padre, sino también la relación
con aquello que ha sido hecho por la Palabra con su poder
operativo.
Respondo: En la Palabra se implica la relación
con la criatura, pues Dios, conociéndose, conoce toda criatura. La
Palabra concebida en la mente es representativa de todo lo que es
conocido en su acto. De ahí que en nosotros sean diversas las palabras
según la diversidad de lo conocido. Pero porque Dios con un solo acto
se conoce y lo conoce todo, su única Palabra es expresiva no sólo del
Padre, sino de toda criatura. Y así como la ciencia de Dios con
respecto a Dios es sólo cognoscitiva; y con respecto a las criaturas
es cognoscitiva y factual, así también la Palabra de Dios, con
respecto a Dios Padre, es sólo expresiva, y con respecto a las
criaturas es expresiva y operativa. Por eso se dice en el Sal.
32,9: Lo dijo, y se hizo: porque en la Palabra está implícita
la razón factual de lo que Dios hace.
A las objeciones:
1. En el nombre de la persona está
incluida indirectamente la naturaleza; pues persona es la sustancia
individual de naturaleza racional. Así, pues, en el nombre de la
persona divina, en cuanto a la relación personal, no está implícita la
relación con la criatura; pero está implícita en lo que pertenece a la
naturaleza. Sin embargo, nada impide, en cuanto que en su
significación incluye la esencia, que implique relación con la
criatura. Pues, así como lo propio del Hijo es ser Hijo, así también
le es propio ser Dios engendrado o creador engendrado. De este modo es
como en el nombre de la Palabra está implícita la relación con la
criatura.
2. Como las relaciones siguen a
las acciones, ciertos nombres implican la relación de Dios con la
criatura que sigue a la acción de Dios cuyo efecto pasa al exterior,
como crear o gobernar. Estos son dados a Dios desde el tiempo. Pero
hay otros nombres que implican la relación que sigue a la acción cuyo
efecto no pasa al exterior, sino que permanecen en el agente, como
conocer o querer. Estos son dados a Dios desde la eternidad. Este es
el tipo de relación con la criatura que está implícito en el nombre de
la Palabra. Tampoco es verdad que todos los nombres que implican la
relación de Dios con las criaturas sean dados desde el tiempo; sino
sólo aquellos nombres que implican la relación que sigue a la acción
de Dios cuyo efecto pasa al exterior.
3. Las criaturas no son conocidas
por Dios por el conocimiento que adquieren de las criaturas, sino por
su esencia. Por eso no es necesario que la Palabra proceda de
las criaturas aun cuando la Palabra sea expresiva de
las criaturas.
4. El nombre de idea principalmente
se da para indicar la relación con la criatura, y en
Dios tiene un sentido plural, pero no personal, En cambio, el nombre
de la Palabra es dado para indicar la relación con el que la
pronuncia; y, como consecuencia, también la relación con las
criaturas, en cuanto que Dios, conociéndose, conoce toda criatura. Por
eso, en Dios sólo hay una Palabra que tenga sentido
personal.
5. En el mismo sentido en que la
ciencia de Dios abarca lo inexistente, lo abarca también la Palabra de
Dios; porque, como dice Agustín, no hay nada menos en
la Palabra de Dios que en la ciencia de Dios. No obstante, la Palabra
es expresiva y factual de lo existente; mientras que de lo inexistente
es expresiva y manifestativa.