“Paciencia”

Frente a su pueblo, «de dura cerviz», como frente a las naciones pecadoras se muestra Dios paciente, porque los ama y quiere salvarlos. Esta paciencia divina, de la que Jesús da la suprema revelación y el modelo acabado, deberá imitar el hombre Ef 5,1 Mt 5,45. El discípulo, a ejemplo de su maestro, deberá afrontar la persecución y las pruebas en una fidelidad constante y gozosa, totalmente llena de esperanza; más humildemente, deberá también soportar cada día los defectos del prójimo con mansedumbre y caridad.

1. Antiguo Testamento.

«Dios afirma su justicia al no tener en cuenta los pecados cometidos anteriormente en el tiempo de la paciencia divina» Rom 3,25s. Así, el AT es concebido por san Pablo como un tiempo en el que Dios soportaba los pecados de su pueblo y los de las naciones en vistas a manifestar su justicia salvífica «en el tiempo presente» 1Pe 3,20 Rom 9,22ss. A lo largo de su historia adquirió el pueblo santo una conciencia cada vez más profunda de esta paciencia de Dios. En el momento de la revelación hecha a Moisés proclama Yahveh: «Dios de ter nura y de piedad, tardo a la ira, rico de gracia y de fidelidad, que mantiene su gracia a millares, tolera falta, transgresión y pecado»; pero es también el que «no deja nada impune y castiga las faltas de los padres en los hijos y en los nietos hasta la tercera y cuarta generación» Ex 34,6s Num 14,18. Las revelaciones sucesivas insistirán más y más en la paciencia, en el amor misericordioso del Padre que «sabe de qué hemos sido amasados; tardo a la ira y lleno de amor, no nos trata según nuestras faltas» Sal 103,8 Eclo 18,8-14. Aunque no se desvanecen nunca los temas de la ira y del juicio, los profetas cargan más el acento sobre el perdón divino, y algunos textos muestran a Dios muy dispuesto a arrepentirse de sus amenazas Jl 2,13s Jon 4,2. Pero esta paciencia de Dios no es nunca debilidad: es llamamiento a la conversión: «Volved a Yahveh vuestro Dios, pues es ternura y piedad, tardo a la ira, rico de gracia...» Jl 2.13 Is 55,6. Israel comprende también que no es el único beneficiario de esta paciencia: también las naciones son amadas por Yahveh; la historia de Jonás recuerda que la misericordia de Dios está abierta a todos los hombres que hacen penitencia.

2. Nuevo Testamento.

Jesús, con su actitud para con los pecadores y con sus enseñanzas, ilustra y encarna la paciencia divina; reprende a sus discípulos impacientes y vengativos Lc 9,55; las parábolas de la higuera estéril Lc 13,6-9 y del hijo pródigo Lc 15,11, la del servidor sin piedad Mt 18,23-35 son revelaciones de la paciencia de Dios, que quiere salvar a los pecadores, no menos que lecciones de paciencia y de amor para uso de sus discípulos. La decisión de Jesús en su pasión, puesta especialmente de relieve en el relato de Lucas, vendrá a ser el modelo de toda paciencia para el hombre objeto de persecuciones, pero que comienza a comprender ahora el significado y el valor redentor de estos sufrimientos.

En el retraso aparente del retorno de Jesús ven los Apóstoles una manifestación de la longanimidad divina: «No retrasa el Señor el cumplimiento de lo que tiene prometido, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia» 2Pe 3,9.15. Pero si el hombre desprecia estos «tesoros de bondad, de paciencia, de longanimidad de Dios», «con su endurecimiento y la impenitencia de su corazón, va acumulando contra sí un tesoro de ira para el día de la ira, en que se revelará el justo juicio de Dios» Rom 2,5. Por eso, mientras dura el hoy de la paciencia de Dios y de su llamamiento, los elegidos deben escuchar su palabra y esforzarse por entrar en el reposo de Dios Heb 3,7-4,11.

II. LA PACIENCIA DEL HOMBRE

El hombre debe inspirarse en la paciencia de Dios y en la de Jesús. En el sufrimiento y en la persecución permitidos por Dios debe el hombre hallar su fuerza en Dios mismo, que le da la esperanza y la salvación; en la vida cotidiana su paciencia para con sus hermanos será una de las facetas de su amor para con ellos.

1. El hombre, delante de Dios, que lo prueba con sufrimientos o permite la persecución, al descubrir poco a poco el sentido de estos sufrimientos aprende a situarse en relación con ellos en una paciencia que le ayuda a «llevar fruto».

Job comprende que el sufrimiento no es necesariamente el castigo del pecado, y ante él se muestra paciente: se trata de una prueba de su fe: frente al misterio se somete humildemente, pero sin percibir todavía el significado ni el valor de su prueba. Paciencia también la del pueblo judío perseguido que soporta las pruebas con constancia, totalmente orientado hacia la venida del reino mesiánico (1Mac, 2Mac, Dan 12,12); ¿no debe el justo oprimido confiar con perseverancia constante en la palabra y en el amor de Yahveh Sal 130,5 25,3.5.21 Eclo 2?

El cristiano que sabe que «Cristo debía sufrir para entrar en su gloria» debe a ejemplo suyo soportar con constancia las pruebas y las persecuciones: las soporta con la esperanza de la salvación al retorno glorioso de Jesús, y sabe que así, con sus sufrimientos y su paciencia, coopera con el Salvador; «participa en los padecimientos de Cristo para ser glorificado con él» Flp 3,10 Rom 8,17. En la adversidad tomará «por modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor» Sant 5,10, y en general a todos los grandes servidores de Dios en el AT Heb 6,12 11, especialmente a Abraham Heb 6,15 y a Job Sant 5,11. Pero ante todo imitará la paciencia de Jesús Act 8,32 Heb 12,2s 2Tes 3,5 y, fijos los ojos en él, «correrá con constancia la prueba que se le propone» Heb 12,l s. Esta paciencia, al igual que el amor, es «fruto del Espíritu» Gal 5,22 1Cor 10,13 Col 1,11; la constancia, madurada en la prueba Rom 5,3ss Sant 1,2ss, produce a su vez la esperanza, que no decepciona Rom 5,5.

Los cristianos todos, fortificados así por Dios y consolados por las Escrituras Rom 15,4, pueden permanecer fieles en el soportar las pruebas sufridas por el Nombre de Jesús Ap 2,10 3,21; obtienen así la bienaventuranza prometida a los que perseveren hasta el fin Mt 10,22 Mt 5,11s Sant 1,12 5,11 Dan 12,12, lo que se aplicará sobre todo cuando lleguen las grandes tribulaciones finales Mc 13,13 Lc 21,19. Los apóstoles por su parte están llamados a una comunión todavía más estrecha con la pasión y la paciencia de Cristo: por su «constancia en las tribulaciones, en las aflicciones, en las angustias» se afirman en todo como ministros de Dios y servidores de Cristo 2Cor 6,4 12,12 1Tim 6,11 2Tim 2,10 3,10, y por sus sufrimientos y su paciencia se manifiesta en sus cuerpos la vida de Cristo; haciendo en ellos la muerte su obra, la vida puede hacer la suya en los cristianos 2Cor 4,10-12.

2. Ante sus hermanos que lo irritan tendrá presente el sabio que «más vale un hombre paciente que un héroe, un hombre dueño de sí, más que un conquistador de ciudades» Prov 16,32 25,15 Ecl 7,8. Sobre todo, imitará la paciencia de Jesús para con sus Apóstoles y para con los pecadores. Lejos de ser implacable Mt 18,23-35, será tolerante 5,45; su paciencia cotidiana revelará su amor 1Cor 13,4. Para vivir en conformidad con su vocación «soportará a los otros con caridad, en toda humildad, mansedumbre y paciencia» Ef 4,2 Col 3,12s 1Tes 5,14. Así es como será verdadero hijo del Dios paciente que ama, que perdona y que quiere salvar, y discípulo de Jesús, manso y humilde de corazón Mt 11,29.

hjg.com.ar - Última actualización: 14-junio-2009
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