“Esperanza”

Hablar de la esperanza es decir el lugar que ocupa el porvenir en la vida religiosa del pueblo de Dios, un porvenir de felicidad, al que están llamados todos los hombres 1Tim 2,4. Las promesas de Dios revelaron poco a poco a su pueblo el esplendor de este porvenir, que no será una realidad de este mundo, sino «una patria mejor, es decir, celestial» Heb 11,16: «la vida eterna», en la que el hombre será «semejante a Dios» 1Jn 2,25 3,2.

La fe es la que garantiza la realidad de este porvenir prometido por Dios Heb 11,1 y de las exigencias que implica. Por la confianza se apoya el hombre en Dios, de quien este porvenir depende Jdt 9,5. La esperanza, enraizada en la fe y en la confianza, puede entonces desplegarse hacia el futuro y activar con su dinamismo toda la vida del creyente. La esperanza mantiene la paciencia y la fidelidad, cuya expresión mayor, según el NT, es el amor. Fe y confianza, esperanza, amor son, pues, diferentes aspectos de una actitud espiritual compleja, pero una. En hebreo, las mismas raíces expresan con frecuencia una u otra de estas nociones: sin embargo, el léxico de la esperanza se refiere más especialmente a las raíces qavah, ya- /ya/ y bgtah, que los traductores expresaron lo mejor que pudieron en griego (elpizo, elpis, pepoitha, hypo-menos) o en latín (spero, spes, confido, sustineo, exspecto...). El NT y probablemente san Pablo 1Tes 1,3 1Cor 13,13 Gal 5,5s establecerá con toda nitidez la tríada: fe, esperanza, caridad.

AT

I. LA ESPERANZA DE LAS BENDICIONES DE YAHVEH

Si la misteriosa promesa hecha ya en los orígenes por Dios a la humanidad pecadora Gen 3,15 9,1-17 atestigua que Dios no la dejó jamás sin esperanza, con Abraham es con quien comienza verdaderamente la historia de la esperanza bíblica. El porvenir garantizado por la promesa es sencillo: una tierra y una posteridad numerosa Gen 12,1s: fecundidad. Durante siglos enteros los objetos de la esperanza de Israel seguirán siendo del mismo orden terrenal: «la tierra que mana leche y miel» Ex 3,8.17, todas las formas de la prosperidad Gen 49 Ex 23,27-33 Lev 26,3-13 Dt 28.

Este vigoroso ímpetu hacia los bienes de este mundo no hace, sin embargo, de la religión de Israel una simple moral del bienestar. Estos bienes terrestres son para Israel bendiciones Gen 39,5 49,25 y dones Gen 13,15 24,7 28,13 de Dios, que se muestra fiel a la promesa y a la alianza Ex 23,25 Dt 28,2. Cuando la fidelidad a Yahveh lo exige, estos bienes terrenales deben, pues, sacrificarse sin vacilar Jos 6,17-21 1Sa 15; el sacrificio de Abraham quedaba como ejemplo de esperanza perfecta en la promesa del Todopoderoso Gen 22. Esta situación hacía presagiar que un día conocería Israel una «esperanza mejor» Heb 7,19 hacia la que Dios va a conducir lentamente a su pueblo.

II. YAHVEH, ESPERANZA DE ISRAEL Y DE LAS NACIONES

Este progreso fue en primer lugar obra de los profetas que, aun purificando y manteniendo la esperanza de Israel, le abrieron ya nuevas perspectivas.

1. La falsa esperanza.

Israel olvidó con frecuencia que un porvenir dichoso era un don del Dios de la alianza Os 2,10 Ez 16,15ss. Consiguientemente, se veía tentado a asegurarse este porvenir de la misma manera que las naciones: con un culto formalista, con la idolatría, el poder o las alianzas. Los profetas denuncian esta esperanza ilusoria Jer 8,15 13,16. Sin fidelidad no hay que esperar la salvación Os 12,7 Is 26,8ss 59,9ss. El día de Yahveh, «sombrío, sin la menor claridad» Am 5,20, será «el día de la ira» Sof 1,15ss. Jeremías 1-29 ilustra típicamente este aspecto del ministerio profético.

2. La verdadera esperanza.

El porvenir parece a veces cerrarse delante de Israel, que entonces se ve tentado a decir: «Nuestra esperanza se ha destruido» Ez 37,11 Lam 3,18. Para los profetas queda entonces la esperanza como soterrada Is 8,16s. pero no debe desaparecer: un resto se salvará Am 9,8s Is 10,19ss. La realización del designio de Dios podrá así proseguirse. A la hora del castigo, el anuncio de este «porvenir lleno de esperanza» Jer 29,11 31,17 resuena en los oídos de Israel Jer 30-33 Ez 34-48 Is 40-55 para que se consuele y se mantenga su esperanza Sal 9,19. La misma infidelidad de Israel no debe impedir esperar: Dios le perdonará Is 11 Lam 3,22-33 Is 54,4-10 Ez 36,29. Si la salvación puede tardar Hab 2,3 Sof 3,8, es, sin embargo, cierta, pues Yahveh, que es fiel y misericordioso, es «la esperanza de Israel» Jer 14,8 17,13s.

3. Una nueva esperanza.

La concepción profética del porvenir es muy compleja. Los profetas anuncian la paz, la salvación, la luz, la curación, la redención. Entrevén la maravillosa y definitiva renovación del paraíso, del éxodo, de la alianza, o del reinado de David. Israel «será saciado de las bendiciones» Jer 31,14 de Yahveh Os 2,23s Is 32,15 Jer 31 y verá afluir a él la riqueza de las naciones Is 61. Los profetas, próximos al antiguo Israel, sitúan en el centro del porvenir a Israel y su felicidad (bienaventuranza) temporal.

Pero suspiran también por el día en que Israel se verá lleno del conocimiento de Dios Is 11,9 Hab 2,14 porque Dios habrá renovado los corazones Jer 31,33ss Ez 36,25ss, mientras que las naciones se convertirán Is 2,3 Jer 3,17 Is 45,14s. Este porvenir será la época de un culto finalmente perfecto Ez 40-48 Zac 14, en el que tomarán parte las naciones Is 56,8 Zac 14,16s Sal 86,8s 102,22s. Ahora bien, la cima del culto es la contemplación de Yahveh Sal 63 84. Para los profetas, la esperanza de Israel y de las naciones es Dios mismo Is 60,19s 63,19 51,5 y su reinado Sal 96-99. Sin embargo, la felicidad de Israel esperada para el porvenir sigue todavía situada en la tierra y, salvo excepción Ez 18, es colectiva, mientras que la fidelidad de la que depende su venida es individual.

III. LA ESPERANZA DE LA SALVACIÓN PERSONAL Y EL MÁS ALLÁ

Estos progresos van a realizarse entre los piadosos y los sabios, en el marco de la fe en la retribución personal. Esta fe tropezaba con el problema planteado por el sufrimiento del justo. Un profeta había, sí, enseñado que este sufrimiento debía engendrar la esperanza en lugar de impedirla, puesto que era redentor Is 53. Pero esta anticipación no tuvo consecuencias en el AT. La esperanza de Job, por ejemplo, a pesar de los presentimientos Job 13,15 19,25ss, desemboca en la noche Job 42,1-6.

La esperanza de los místicos, colmada por la presencia de Dios, sesiente llegada a su término: el sufrimiento y la muerte no tienen verdaderamente importancia para ella Sal 73 49,16,139,8 16. La fe de los mártires engendra la esperanza de la resurrección Dan 12,1ss 2Mac 7, mientras que la esperanza colectiva se orienta hacia el Hijo del hombre Dan 7. La esperanza de los sabios se orienta hacia una paz Sab 3,3, un reposo 4,7, una salvación 5,2, que no están ya en la tierra, sino en la inmortalidad 3,4, cerca del Señor 5,15s. De esta manera la esperanza se hace personal (5) y se orienta hacia el mundo venidero.

La esperanza judía del tiempo de Jesús reflejaba las diversas formas de la esperanza de Israel. Esperaba un porvenir a la vez material y espiritual, centrado en Dios y en Israel. temporal y eterno. La realización de este porvenir en Jesús iba a llevar a la esperanza a purificarse todavía más.

NT

I. LA ESPERANZA DE ISRAEL, REALIZADA EN JESÚS

Jesús proclama la venida del reino de Dios a este mundo Mt 4,17. Pero este reino es una realidad espiritual que sólo es accesible a la fe. La esperanza de Israel debe, pues, para ser colmada, renunciar a todo el aspecto material de su espera: Jesús pide a sus discípulos que acepten el sufrimiento y la muerte como él lo hizo Mt 16,24ss. Por otra parte, el reino, ya presente, es, no obstante, todavía futuro. La esperanza continúa, pues, pero orientada únicamente hacia la vida eterna 18,8s, hacia la venida gloriosa del Hijo del hombre «que retribuirá a cada uno según su conducta» 16,27 25,31-46.

Mientras llega ese día, la Iglesia, fuerte con las promesas 16,18 y con la presencia de Jesús 28,20, debe acabar de realizar la esperanza de los profetas, abriendo a las naciones su reino y su esperanza 8,11s 28,19.

II. JESUCRISTO, ESPERANZA DE LA IGLESIA

La esperanza de la Iglesia es, en la fe, una esperanza colmada. En efecto, el don del Espíritu acabó de cumplir o realizar las promesas Act 2,33.39. Toda la fuerza de su esperanza se concentra en su espera de la vuelta de Jesús 11,11 3,20. Este porvenir, llamado parusía Sant 5,8 1Tes 2,19, día del Señor, visita, revelación, parece muy próximo Sant 5,8 1Tes 4,13ss Heb 12,18ss 1Pe 4,7 y fácilmente se muestra extrañeza de que tarde 2Pe 3,8ss. En realidad vendrá «como un ladrón en la noche» 1Tes 5,1ss 2Pe 3,10 Ap 33,3 Mt 24,36. Esta incertidumbre exige que se esté en vela 1Tes 5,6 1Pe 5,8 con una paciencia inquebrantable en las pruebas y en el sufrimiento Sant 5,7ss 1Tes 1,4s 1Pe 1,5ss Lc 21,19.

La esperanza de la Iglesia es gozosa Rom 12,12, incluso en el sufrimiento 1Pe 4.13 Mt 5,11s, pues la gloria que se espera es tan grande 2Cor 4,17 que repercute ya en el presente 1Pe 1,8s. Esta esperanza engendra la sobriedad 1Tes 5,8 1Pe 4,7 y el desasimiento 1Cor 7,29ss 1Pe 1,13 Tit 2,13. ¿Qué son, en efecto, los bienes terrenales en comparación con la esperanza de «participar de la naturaleza divina» 2Pe 1,4? La esperanza, finalmente, suscita la oración y el amor fraterno 1Pe 4,7s Sant 5,8s. Fijada en el mundo venidero Heb 6,18 anima toda la vida cristiana.

III. LA DOCTRINA PAULINA DE LA ESPERANZA

San Pablo comparte la esperanza de la Iglesia, pero la riqueza de su pensamiento y de su vida espiritual aporta elementos de gran valor al tesoro común.

Así, el puesto que reserva a la «redención de nuestro cuerpo» Rom 8,23, ya sea transformación de los vivos 1Cor 15.51 1Tes 4,13-18 o sobre todo resurrección de los muertos. No creer en ésta es para Pablo estar «sin esperanza» 1Tes 4,13 1Cor 15,19 Ef 2,12.

La gloria no coronará sino «la constancia en la práctica del bien» Rom 2,7s Heb 6,12. Ahora bien, la libertad humana es frágil Rom 7,12-25. Siendo ello así, ¿puede el cristiano verdaderamente esperar tomar parte en la herencia prometida Col 4,24? Puede y debe, como Abraham, «esperar contra toda esperanza». Por razón de su fe en las promesas Rom 4,18-25 y de su confianza en la fidelidad de Dios, que garantizará la fidelidad del hombre 1Tes 5,24 1Cor 1,9 Heb 10,23 desde su llamada (vocación) hasta la gloria Rom 8,28-30.

El cumplimiento de las promesas en Jesucristo 1Cor 1,20 tiene un papel fundamental en la reflexión de Pablo. La gloria esperada es una realidad actual 2Cor 3,18-4,6, aunque invisible 2Cor 4,18 Rom 8,24s. Un bautizado está ya resucitado Rom 6,1-7 Col 3,1; el Espíritu es en él las primicias del mundo venidero Rom 8,11.23 2Cor 5,5. Dios ha hecho la gracia de la justificación a hombres, a los que Adán arrastraba a la muerte; «¡cuánto más» los conducirá a la vida su solidaridad con su Hijo Rom 5! Este cumplimiento en Cristo, de la esperanza de Israel es la revelación plenaria del motivo de la esperanza cristiana: un amor tal que nada ni nadie puede separar de él al cristiano Rom 8,31-39.

La esperanza personal de Pablo es, finalmente, un ejemplo admirable. Se despliega en su alma con extremada intensidad. Gime por no estar todavía colmada 2Cor 5,5 Rom 8,23 y se regocija con el pensamiento del porvenir que espera 1Cor 15,54ss. A su, luz, las más legítimas esperanzas humanas pierden todo su valor Flp 3,8. Apoyándose sólo en la gracia de Dios y no en las obras 1Cor 4,4 15,10 Rom 3,27, anima, sin embargo, con su dinamismo la carrera Flp 3,13s y el combate 2Tim 4,7 que sostiene Pablo para cumplir su misión, al mismo tiempo que evita ser «él mismo descalificado» 1Cor 9,26s. Entonces suscita, pero «en el Señor», nuevas esperanzas Flp 2,19 2Cor 1,9s 4,7-18. Cuando su muerte parece próxima, espera el premio Flp 3,14 que coronará su carrera 2Tim 4,6ss 1Cor 3,8. Pero sabe que su recompensa es Cristo mismo Flp 3,8. Su esperanza es ante todo la de estar con él Flp 1,23 2Cor 5,8. El radical desinterés que supone se manifiesta todavía por su abertura a la salvación de los «otros» 2Tim 4,8 2,7, cristianos 1Tes 2,19 o paganos, a los que quiere revelar a Cristo, «esperanza de la gloria» Col 1,24-29. La esperanza de Pablo abraza así en toda su amplitud Rom 8,19ss el designio de Dios y responde «con amor» 2Tim 4,8 al amor del Señor.

IV. LAS NUPCIAS DEL CORDERO

La esperanza joánnica no deja de ser una espera del retorno del Señor Jn 14,3 1Jn 2,18, de la resurrección y del juicio Jn 5,28s 6,39s. Pero prefiere reposar en la posesión de una vida eterna otorgada ya al creyente 3,15 6,54 1Jn 5,11ss, que ya está resucitado Jn 11,25s 1Jn 3.14 y juzgado Jn 3,19 5,24. El paso del cristiano a la eternidad no será sino la apacible manifestación 1Jn 4,18 de una realidad que ya existe 1Jn 3,2.

En el Apocalipsis son las perspectivas profundamente diferentes. El cordero resucitado, rodeado de cristianos Ap 5,11-14 14,1-5 15,2ss. triunfa ya en el cielo, de donde vendrá la Iglesia, su esposa 21,2. Pero esta esposa está al mismo tiempo en la tierra 22.17, donde se desarrollael drama de la esperanza cristiana que tiene que habérselas con la historia. Los triunfas aparentes de los poderes satánicos pudieran fatigar esta esperanza. En realidad, el Verbo invencible combate y reina al lado de los suyos 19,11-16 20,1-6 y la victoria decisiva está próxima Ap 1,1 2,5 3,11 22,6.12. La esperanza de los cristianos debe, pues, triunfar hasta la venida del «universo nuevo», que realizará por fin plena y definitivamente las profecías del AT Ap 21-22.

Al final del libro promete el esposo: «Mi retorno está próximo.» Y la esposa le responde: «¡Ven, Se-ñor Jesús!» Ap 22,20. Esta llamada reproduce una oración aramea de la Iglesia de los primeros días: Marana tha! 1Cor 16,22. La esperanza cristiana no hallará jamás mejor expresión, puesto que no es en el fondo sino el deseo ardiente de un amor que tiene hambre de la presencia del Señor.

hjg.com.ar - Última actualización: 14-junio-2009
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