Artículo 1:
¿Debe preceder al bautismo la instrucción catequética?
lat
Objeciones por las que parece que la instrucción catequética no debe
preceder al bautismo.
1. Con el bautismo los hombres son regenerados para la vida
espiritual. Pero el hombre recibe antes la vida que la doctrina. Luego
el hombre no debe ser catequizado, o sea, adoctrinado, antes de ser
bautizado.
2. El bautismo se da no solamente a los adultos, sino
también a los niños incapaces de recibir instrucción por no tener uso
de razón. Luego es ridículo catequizarles.
3. En la instrucción catequética, el catecúmeno confiesa
su fe. Pero el niño no puede confesar su fe ni por sí mismo ni tampoco
otro por él: ya porque nadie debe obligar a otro a nada, ya porque
nadie puede saber si el niño, al llegar a la adultez adecuada,
asentirá a la fe. Luego la instrucción catequética no debe preceder al
bautismo.
Contra esto: dice Rábano Mauro en De Institutione Clericorum: Antes del bautismo, quien desempeña el oficio de
catequista debe instruir al catecúmeno para que éste reciba
primeramente los rudimentos de la fe.
Respondo: Como se ha dicho más arriba (
q.70 a.1), el bautismo es el
sacramento de la fe, ya que es una
profesión de la fe cristiana. Ahora bien, para que uno reciba la fe se
requiere una instrucción sobre ella, conforme a lo que se dice en Rom
10,14:
¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Y cómo
oirán hablar de él si nadie se lo anuncia? Por eso es conveniente
que la instrucción catequética preceda al bautismo. De ahí que el
mismo Señor, al transmitir a los discípulos el precepto de bautizar,
puso la instrucción antes que el bautismo al decir:
Id y enseñad a
todas las gentes, bautizándolas, etc. (Mt 28,19).
A las objeciones:
1. La vida de la gracia, a la que
el hombre es regenerado por el bautismo, presupone la vida de la
naturaleza racional, que es la que le permite recibir la
instrucción.
2. La madre Iglesia, como hemos
visto ya (
q.69 a.6 ad 3), no sólo
presta a los niños que han de ser
bautizados los pies de otros para que vengan, y el corazón de otros
para que crean, sino que también les presta los oídos de otros
para que oigan, y la inteligencia de otros para ser instruidos. Por
tanto, son catequizados por la misma razón que son
bautizados.
3. Quien responde creo por
el niño bautizado, no predice que el niño creerá cuando llegue a la
madurez adecuada. Si así fuera, respondería creerá. Lo que hace
es profesar la fe de la Iglesia en nombre del niño, al que se comunica
la fe, recibe el sacramento de esta fe, y queda obligado a ella a
través de otro. De hecho, nada impide que uno quede obligado a través
de otro en las cosas que son indispensables para la salvación. De
igual modo, el padrino que responde por el niño, promete que él hará
todo lo que pueda para que el niño crea. Esto, sin embargo, no
sería suficiente en el caso de los adultos que tienen
uso de razón.
Artículo 2:
¿Debe el exorcismo preceder al bautismo?
lat
Objeciones por las que parece que el exorcismo no debe preceder al
bautismo.
1. El exorcismo está prescrito contra los energúmenos, o sea, contra
los posesos. Pero no todos los bautizandos son eso. Luego el exorcismo
no debe preceder al bautismo.
2. Todo el tiempo que el hombre permanece en pecado, el
diablo tiene poder sobre él, como se dice en Jn 8,34: El que peca
se hace esclavo del pecado. Pero el pecado se borra con el
bautismo. Luego antes del bautismo no han de ser exorcizados los
hombres.
3. El agua bendita fue introducida para frenar el poder de
los demonios. Luego no era necesario aplicar para este fin otro
remedio con los exorcismos.
Contra esto: dice el papa Celestino: Tanto los niños
como los jóvenes que vienen al sacramento de la regeneración, no deben
acercarse a la fuente de la vida antes que los exorcismos y las
exudaciones de los clérigos hayan arrojado de ellos al espíritu
inmundo.
Respondo: Todo el que se propone hacer
sabiamente una cosa, quita primero los impedimentos de su acción, por
lo que se dice en Jer 4,3: Cultivad el barbecho, y no sembréis
entre cardos. Ahora bien, el diablo es enemigo de la salvación que
el hombre alcanza por el bautismo, y tiene un cierto poder sobre el
hombre por el mismo hecho de que éste se encuentra bajo el pecado
original y también el personal. Por eso es conveniente que antes del
bautismo se expulsen los demonios con el exorcismo, para que no
impidan la salvación de los hombres. Esta expulsión está significada
en la exudación. Y la bendición, que tiene lugar con la imposición de
manos, cierra al expulsado la vía de retorno. La sal que se le pone en
la boca y la unción con saliva en narices y oídos significan: la
recepción de la doctrina de la fe para los oídos, la aprobación para
las narices, y la confesión para la boca. La unción con el óleo
significa la capacitación del hombre para luchar contra el
demonio.
A las objeciones:
1. Energúmenos equivale a
interiormente activos, movidos por la influencia externa del
diablo. Y aunque no todos los que se acercan al bautismo estén
corporalmente atormentados por él, todos los no bautizados, sin
embargo, están sometidos a su poder, aunque no sea más que como una
consecuencia del pecado original.
2. La ablución bautismal sustrae
el poder que el demonio tiene sobre el hombre para impedirle alcanzar
la gloria. Pero los exorcismos sustraen el poder que el demonio tiene
para impedir que el hombre reciba el sacramento.
3. El agua bendita sirve contra
los asaltos externos del demonio. Mientras que el exorcismo se destina
contra los asaltos internos. De ahí que se denominen
energúmenos, o sea, como
interiormente activos, a los que
son exorcizados.
También podría decirse que, como el segundo remedio contra el pecado
lo constituye la penitencia, ya que el bautismo no se puede repetir,
así el segundo remedio contra las asechanzas del demonio lo constituye
el agua bendita, ya que los exorcismos bautismales tampoco se pueden
repetir.
Artículo 3:
Los ritos del exorcismo, ¿producen algo o solamente
significan?
lat
Objeciones por las que parece que los ritos del exorcismo no producen
nada y solamente significan.
1. Si un niño muere después del exorcismo y antes del bautismo, no se
salva. Ahora bien, el efecto pretendido en los ritos
sacramentales es que el hombre consiga la salvación, por lo que en Mc
16,16 se dice: El que creyere y se bautizare se salvará. Luego
los ritos del exorcismo no producen nada, y solamente
significan.
2. Como ya se ha dicho más arriba (
q.62 a.1), para que una
cosa se constituya en sacramento de la nueva ley solamente se requiere
que sea signo y causa. Luego, si los ritos practicados en el exorcismo
producen algo, cada uno de ellos será un sacramento.
3. Como el exorcismo es una disposición para el bautismo,
así un posible efecto del exorcismo dispondrá también para el efecto
del bautismo. Ahora bien, la disposición precede necesariamente a la
perfección de la forma, ya que la forma perfecta no se recibe más que
en la materia dispuesta. Pero esto quiere decir que nadie podría
conseguir el efecto del bautismo si previamente no ha recibido el
exorcismo, lo que manifiestamente es falso. Luego los ritos del
exorcismo no producen efecto alguno.
4. De la misma manera que los ritos del exorcismo son
anteriores al bautismo, hay otros ritos que son posteriores a él, como
la unción que el sacerdote hace al bautizado en la coronilla. Ahora
bien, estos ritos posbautismales no parece que tengan eficacia alguna,
ya que, de ser así, el efecto del bautismo no sería perfecto. Luego
tampoco los ritos prebautismales del exorcismo.
Contra esto: dice San Agustín en su libro De Symbolo: Los niños son exuflados y exorcizados para que el poder hostil del demonio, que engañó al hombre, sea arrojado fuera de ellos. Ahora bien, la Iglesia no hace cosas sin sentido. Luego estas exufiaciones contribuyen a arrojar el poder del demonio.
Respondo: Algunos han dicho que
los ritos del exorcismo no producen nada y que son sólo signos. Pero
esto es manifiestamente falso, porque, en los exorcismos, la Iglesia
emplea la forma imperativa del verbo para arrojar fuera la potestad
del demonio, como cuando dice:
Luego, maldito diablo, sal de
él.
Por eso, tenemos que afirmar que producen algún efecto, aunque de
diverso modo que el bautismo. Porque el bautismo otorga al hombre la
gracia con la plena remisión de las culpas. Mientras que los ritos del
exorcismo eliminan los dos obstáculos que impiden recibir la gracia
salvífica. El primero es un obstáculo extrínseco, constituido por los
intentos que hacen los demonios para impedir la salvación del hombre.
Pues bien, este obstáculo se elimina por las exudaciones, que, como
consta en el texto citado de San Agustín, reprimen el
poder del demonio para que no impida recibir el sacramento. Permanece,
no obstante, en el hombre el poder del demonio por la mancha del
pecado y la deuda de la pena hasta que el pecado sea borrado en el
bautismo. De acuerdo con esto, dice San Cipriano: Has de saber que la maldad del demonio puede resistir hasta el
momento de recibir el agua salvífica, pero en el bautismo perderá todo
poder de dañar.
El otro, sin embargo, es un obstáculo intrínseco, y consiste en que
el hombre, debido a la enfermedad del pecado original, tiene los
sentidos embotados para percibir los misterios de la salvación. Por lo
que Rábano Mauro, en De Institutione Clericorum,
dice que con la saliva simbólica y el tacto de los sacerdotes, la
sabiduría y el poder divinos operan la salvación en los catecúmenos,
de tal manera que se abran sus narices para percibir el perfume del
conocimiento de Dios, sus oídos para oír los preceptos divinos y sus
sentidos más íntimos para responder.
A las objeciones:
1. Los ritos del exorcismo no
borran la culpa por la que el hombre es castigado después de la
muerte, sino que solamente apartan los impedimentos para recibir,
mediante el sacramento, la remisión de la culpa. Por eso, el exorcismo
sin el bautismo no tiene valor después de la muerte.
Prepositino, no obstante, dice que los niños
exorcizados y muertos sin el bautismo padecerán unas tinieblas
menores. Pero esto no parece que pueda ser verdad, porque las
tinieblas a que hace alusión son la carencia de la visión divina, que
no admite más y menos.
2. Lo propio del sacramento es
conferir el efecto principal, que es la gracia remisiva de la culpa o
supletiva de algún defecto del hombre. Los ritos del exorcismo no
producen este efecto, sino que solamente quitan los
impedimentos para que se produzca. Luego no son sacramentos, sino
sacramentales.
3. La disposición suficiente para
recibir la gracia bautismal es la fe y la intención: propia, si el que
se bautiza es un adulto; o de la Iglesia, si el que se bautiza es un
niño. Pero los ritos del exorcismo se dirigen a remover los
impedimentos. Luego sin ellos se puede conseguir el efecto del
bautismo.
Sin embargo, no se deben omitir, si no es en caso de necesidad. Pero,
una vez que ha pasado el peligro, se deben suplir para guardar la
uniformidad en el bautismo. Y no se crea que esta suplencia es inútil,
porque de la misma manera que se puede impedir el efecto del bautismo
antes de recibirlo, también se puede impedir después de haberlo
recibido.
4. Hay ritos posbautismales
realizados en el bautismo que no solamente significan, sino que
también producen. Es el caso, por ej., de la unción en la coronilla,
que produce la conservación de la gracia bautismal. Otros ritos, sin
embargo, no producen nada y solamente significan, como, por ej., el
vestido blanco dado al bautizado para significar la nueva
vida.
Artículo 4:
¿Pertenecen al sacerdote la instrucción catequéticay el
exorcizar?
lat
Objeciones por las que parece que no pertenece al sacerdote la
instrucción catequética y el exorcizar.
1. A los ministros incumbe, como dice Dionisio en V De Eccl.
Hier., ocuparse de los inmundos. Ahora bien, los
catecúmenos, que reciben instrucción catequética, y los energúmenos,
sometidos a la purificación del exorcismo, son considerados como
inmundos, como el mismo Dionisio dice. Luego la
instrucción catequética y el exorcizar no es oficio de los sacerdotes,
sino más bien de los ministros.
2. A los catecúmenos se les instruye en la fe a través de
la Sagrada Escritura, que en la Iglesia la proclaman los
ministros; así como los lectores leen en la Iglesia el Antiguo
Testamento, así también los diáconos y subdiáconos leen el Nuevo. Y
así se ve cómo es propio de los ministros la instrucción catequética.
Y, de modo semejante, el exorcizar parece que es propio también de los
ministros. Porque dice en una Epístola San Isidoro: El exorcista debe saber de memoria las fórmulas de los exorcismos, y debe imponer las manos sobre los energúmenos y catecúmenos en el momento del rito. Luego no es oficio del sacerdote la instrucción catequética y el exorcizar.
3. instrucción catequética es lo mismo que enseñar,
y enseñar es lo mismo que perfeccionar. Pero esto último, como dice
Dionisio en V De Eccl. Hier., es oficio de los
obispos. Luego no es oficio del sacerdote.
Contra esto: dice el papa Nicolás 1: Los sacerdotes
de cada Iglesia pueden dar la instrucción catequética a los
bautizados. E, igualmente, San Gregorio en Super
Ez. dice: ¿Qué hacen los sacerdotes sino
expulsar a los demonios cuando, en virtud del exorcismo, imponen la
mano sobre los creyentes'?
Respondo: El ministro, como indica su
mismo nombre, se compara al sacerdote como el agente secundario e
instrumental al agente principal. Ahora bien, el agente secundario no
actúa sin la actuación del principal. Y cuanto más importante es la
operación, tanto más importantes instrumentos necesita el agente
principal. Pero la operación del sacerdote es más importante en la
confección del sacramento que en la preparación del mismo. Por eso los
ministros supremos, llamados diáconos, cooperan con el sacerdote en la
administración de los sacramentos. Porque dice San
Isidoro que al diácono pertenece asistir a los
sacerdotes y servir en todo lo que se hace en los sacramentos de
Cristo, como son el bautismo, la confirmación, la patena y el
cáliz. En cambio, los ministros inferiores cooperan con el
sacerdote en las cosas preparatorias para los sacramentos, como los
lectores en la instrucción catequética, y los exorcistas en el
exorcismo.
A las objeciones:
1. Acerca de los
inmundos los ministros tienen una ocupación
ministerial y como instrumental, pero la del sacerdote es
principal.
2. Los lectores y los exorcistas
tienen el oficio de instruir y de exorcizar, no como agentes
principales, sino como ministros de los sacerdotes en esas
tareas.
3. La instrucción tiene muchas
etapas. Una, la instrucción de conversión a la fe. Dionisio, en II De Eccl. Hier., la atribuye al obispo, aunque la
puede desempeñar cualquier predicador o cualquier fiel. La segunda
tiene por objeto los rudimentos de la fe y el modo de comportarse en
la recepción de los sacramentos. Esta incumbe secundariamente a los
ministros, y principalmente a los sacerdotes. La tercera enseña a
vivir cristianamente. Y ésta incumbe a los padrinos. La cuarta es una
instrucción acerca de los grandes misterios de la fe y de la
perfección de la vida cristiana. Y ésta incumbe, en virtud de su
oficio, a los obispos.