Artículo 1:
¿Es pecado la ceguera de la mente?
lat
Objeciones por las que parece que no sea pecado la ceguera de la
mente:
1. No parece que sea pecado lo que excusa de él. Pues bien, la
ceguera excusa de pecado, según el testimonio de San Juan: Si
fuerais ciegos, no tendríais pecado (Jn 9,41). Luego la ceguera de
la mente no es pecado.
2. La pena se distingue de la culpa. Ahora bien, la ceguera
de la mente es una pena, como se ve por las palabras del profeta: Endureces el corazón de este pueblo (Is 6,10). Como se trata de un
mal, no provendría de Dios si no fuera pena. Por lo tanto, la ceguera
de la mente no es pecado.
3. Todo pecado es voluntario, como expone San
Agustín. Mas la ceguera de la mente no es voluntaria, a
tenor de lo que escribe el mismo San Agustín en X Confess.: Todos
desean conocer la luminosa verdad, y el
Eclesiastés, por su parte, afirma: Dulce es la vida y agradable a
los ojos ver el sol (Ecl 11,7). En consecuencia, la ceguera de la
mente no es pecado.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio en XXXI Moral., que pone la ceguera de la mente entre los
vicios que origina la lujuria.
Respondo: Como la ceguera corporal es la
privación de lo que es principio de visión corporal, así también la
ceguera de la mente es privación de lo que es principio de la visión
mental o intelectual. Y este principio es, en realidad, triple. El
primero: la luz de la razón natural. Esta luz, por pertenecer a la
naturaleza específica del alma racional, jamás se apaga en ella. A
veces, sin embargo, se encuentra impedida para realizar su propio acto
por la rémora que le ofrecen las fuerzas inferiores de las cuales
necesita el entendimiento humano para entender, como puede comprobarse
en los amentes y furiosos, tema del que ya hemos tratado (
1 q.84 a.7 y
8). Otro principio de la visión intelectual es cierta luz habitual
sobreañadida a la luz natural de la razón, luz de la que también se
priva a veces el alma. Esta privación es la ceguera, que es pena, en
el sentido de que la privación de la luz de la gracia se considera
como una pena. Por eso se dice de algunos:
Les ciega su maldad
(Sab 2,21). Finalmente, hay otro principio de visión intelectual, y es
todo principio inteligible por el que entiende el hombre otras cosas.
A este principio inteligible puede o no prestar atención la mente
humana, y el que no le preste atención puede acontecer de dos maneras.
Unas veces, porque la voluntad se aparta espontáneamente de su
consideración, conforme a lo que leemos en la Escritura:
Ha
renunciado a ser cuerdo y a obrar bien (Sal 35,4). Otras veces,
por ocuparse la mente en cosas que ama más y alejan la atención de ese
principio, según las palabras del salmo:
Cayó sobre ellos el
fuego —de la concupiscencia—
y no vieron el sol (Sal
57,9). En ambos casos la ceguera de la mente es pecado.
A las objeciones:
1. La ceguera que excusa de pecado
es la que se produce por falta de luz natural para
ver.
2. La razón aducida es válida para
la segunda especie de ceguera, que es pena.
3. Entender la verdad es en sí
mismo amable para cualquiera, aunque accidentalmente resulte odioso
para alguno, es decir, en cuanto significa para él un obstáculo que le
impide la consecución de lo que más ama.
Artículo 2:
El embotamiento de los sentidos, ¿es distinto de la ceguera de la
mente?
lat
Objeciones por las que parece que el embotamiento de los sentidos no
es otra cosa que la ceguera de la mente:
1. Una cosa contraría solamente a otra. Ahora bien, al don de
entendimiento se opone el embotamiento, como consta por San Gregorio
en II Moral., y se opone también la ceguera de
la mente, por el hecho de que el entendimiento significa cierto
principio de visión. Luego el embotamiento del sentido es lo mismo que
la ceguera de la mente.
2. Hablando del embotamiento, lo llama San Gregorio en
XXXI Moral, embotamiento del sentido en torno a la
inteligencia. Pues bien, tener embotado el sentido
en torno a la inteligencia parece que no es otra cosa que no entender
bien, lo cual es propio de la ceguera de la mente. En consecuencia, el
embotamiento del sentido es lo mismo que la ceguera de la
mente.
3. Si difieren en algo, parece que la
diferencia mayor está en el hecho de que, como hemos expuesto (
a.1),
la de la mente es ceguera voluntaria, y la del embotamiento del
sentido, un defecto natural, y según eso no sería pecado. Pero esto
contradice a San Gregorio, que lo enumera entre los
vicios que tienen su origen en la gula.
Contra esto: está el hecho de que a efectos diversos corresponden causas
también diversas. Ahora bien, San Gregorio en XXXI Moral. dice que el embotamiento del sentido tiene su
origen en la gula; la ceguera de la mente, en cambio, en la lujuria.
En consecuencia, son también vicios diversos.
Respondo: Lo embotado se opone a lo agudo.
Ahora bien, se llama agudo lo penetrante, y por eso se llama embotada
una cosa que es roma e impotente para penetrar. Por semejanza, se dice
del sentido corporal que penetra el medio en cuanto que percibe su
objeto a cierta distancia, y también en cuanto que puede percibir la
intimidad de las cosas como penetrándolas. Por eso, en lo corporal, se
dice que una cosa tiene sentido agudo cuando, a distancia, puede
percibir algo sensible, viendo, oyendo u olfateándolo; a la inversa,
se dice que tiene embotado el sentido quien solamente lo percibe de
cerca y los objetos de más tamaño.
Por semejanza con el sentido corporal, se dice que en la inteligencia
hay cierto sentido que versa sobre algunos primeros principios,
como se dice en VI Ethic., del mismo modo que el
sentido conoce lo sensible como un cierto principio de conocimiento.
Pero el sentido intelectual capta el objeto no por medio de la
distancia corporal, sino por otros distintos, como por las propiedades
de las cosas se percibe su esencia, y por el efecto la causa. En
consecuencia, se dice que tiene un sentido intelectual agudo el que
tan pronto como capta las propiedades o también los efectos de una
cosa, comprende su naturaleza y llega hasta penetrar los menores
detalles de la realidad. Se dice, en cambio, que tiene su inteligencia
embotada el que no puede llegar al conocimiento de la verdad sino
después de habérsela expuesto muchas veces, y ni aun entonces penetra
con perfección en la realidad de su naturaleza.
Así, pues, el embotamiento del sentido en la inteligencia implica
cierta debilidad mental en la consideración de los bienes
espirituales; pero la ceguera de la mente implica la privación total
del conocimiento de esos bienes. Lo uno y lo otro se oponen al don de
entendimiento, por el que con la mera percepción conoce el hombre los
bienes espirituales y penetra sutilmente en su intimidad. El
embotamiento, en cambio, como también la ceguera de la mente, tiene
carácter de pecado por ser voluntario, como se ve en quien tiene su
afecto en lo carnal y siente fastidio o descuida tratar delicadamente
lo espiritual.
A las objeciones: Con esto van dadas las respuestas a las
objeciones.
Artículo 3:
La ceguera de la mente y el embotamiento de los sentidos, ¿tienen su
origen en los pecados carnales?
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Objeciones por las que parece que la ceguera de la mente y el
embotamiento de los sentidos no tienen su origen en los pecados
carnales:
1. Retractando San Agustín en el libro Retract.
lo que había dicho en los soliloquios: ¡Oh Dios, que quisiste que
sólo los limpios supieran la verdad!, afirma: Se puede responder que también otros muchos no limpios han sabido
muchas cosas verdaderas. Ahora bien, los hombres se vuelven
inmundos sobre todo por los vicios carnales. En consecuencia, la
ceguera de la mente y el embotamiento del sentido no son causados por
los vicios carnales.
2. La ceguera de la mente y el embotamiento del sentido son
defectos que afectan a la parte intelectiva del alma; los vicios de la
carne, en cambio, afectan a la corrupción de la carne. Pues bien, la
carne no influye en el alma, sino más bien a la inversa. Luego los
vicios de la carne no causan ni la ceguera de la mente ni el
embotamiento del sentido.
3. Afecta más lo que está cerca que lo que está lejos.
Pues bien, los vicios espirituales están más cerca de la mente que los
carnales. Luego la ceguera de la mente y el embotamiento de los
sentidos son productos más de los vicios espirituales que de los
carnales.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio, que en XXXI Moral, dice que el embotamiento del sentido en la inteligencia
tiene su origen en la gula; y la ceguera de la mente, en la
lujuria.
Respondo: La perfección de la operación
intelectual en el hombre consiste en la capacidad de abstracción de
las imágenes sensibles. Por eso, cuanto más libre estuviere de esas
imágenes el entendimiento humano, tanto mejor podría considerar lo
inteligible y ordenar lo sensible. Como afirmó Anaxágoras, es preciso
que el entendimiento esté separado y no mezclado para imperar en todo,
y es asimismo conveniente que el agente domine la materia para poderla
mover. Resulta, sin embargo, evidente que la
satisfacción refuerza el interés hacia aquello que es gratificante, y
por esa razón afirma el Filósofo en X Ethic. que
cada uno hace muy bien aquello que le proporciona complacencia; lo
enojoso, en cambio, o lo abandona o lo hace con deficiencia. Ahora
bien, los vicios carnales, es decir, la gula y la lujuria, consisten
en los placeres del tacto, o sea, el de la comida y el del deleite
carnal, los más vehementes de los placeres corporales. De ahí que por
estos vicios se decida el hombre con resolución en favor de lo
corporal, y, en consecuencia, quede debilitada su operación en el
plano intelectual. Este fenómeno se da más en la lujuria que en la
gula, por ser más fuerte el placer venéreo que el del alimento. De ahí
que de la lujuria se origine la ceguera de la mente, que excluye casi
de manera total el conocimiento de los bienes espirituales; de la
gula, en cambio, procede el embotamiento de los sentidos, que hace al
hombre torpe para captar las cosas. A la inversa, las virtudes
opuestas, es decir, la abstinencia y la castidad, disponen
extraordinariamente al hombre para que la labor intelectual sea
perfecta. Por eso se dice en la Escritura: A estos jóvenes —es
decir, a los abstinentes y continentes— les dio Dios sabiduría y
entendimiento en todas las letras y ciencias (Dan
1,17).
A las objeciones:
1. Aunque hay quien, sometido a los
vicios carnales, pueda a veces tratar sutilmente cosas espirituales
por la bondad de su ingenio natural o de un hábito sobreañadido, sin
embargo, las más de las veces, su intención se aleja necesariamente de
esa sutil contemplación por los placeres del cuerpo. Y así, los
impuros pueden saber algunas verdades; pero su impureza constituye
para ellos un serio obstáculo.
2. La carne no influye en la parte
intelectiva alterándola, sino impidiendo su operación en la forma
explicada.
3. Los vicios carnales, cuanto más
lejos están del espíritu, tanto más desvían su atención hacia cosas
ajenas; por eso impiden más la contemplación del alma.