Tiene, sin embargo, la ingratitud diversos grados, escalonados según el orden que entre sí guardan los diversos requisitos de la gratitud. El primero es, por parte del hombre, el reconocimiento del beneficio recibido; el segundo, alabarlo y dar las gracias; el tercero, recompensarlo según las propias posibilidades y de acuerdo con las circunstancias de lugar y tiempo. Pero, habida cuenta de que lo último en la generación es lo primero en la corrupción, el primer grado de ingratitud consiste en no recompensar el beneficio; el segundo, en disimular, como demostrando con ello que no se ha recibido beneficio alguno; el tercero y más grave es no reconocerlo, ya sea olvidándose de él o de cualquier otro modo. Y porque la negación está comprendida en la afirmación opuesta, al primer grado de ingratitud corresponde devolver males por bienes; al segundo, mofarse del beneficio; al tercero, reputarlo como daño.
Suma teológica - Parte II-IIae - Cuestión 107
La ingratitud
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Trataremos a continuación acerca de la ingratitud (q.106 intr). Sobre esta materia hacemos cuatro preguntas:
Artículo 1:
¿La ingratitud es siempre pecado?
lat
Objeciones por las que parece que la ingratitud no siempre es
pecado.
1. Porque dice Séneca en De Benef. que ingrato es aquel que no recompensa el beneficio. Pero a veces no
se podría hacer esto sin pecado, como en el caso del hombre que ayuda
a otro hombre a pecar. Luego, como no es pecado abstenerse de pecar,
parece que la ingratitud no siempre es pecado.
2. Depende del pecador todo pecado, porque, como dice San
Agustín, nadie peca en lo que no puede evitar.
Pero a veces el pecador no puede evitar la ingratitud, por ejemplo,
cuando no tiene con qué recompensar. Tampoco depende de nosotros el
olvido, pese a la frase de Séneca en III De Benef.: el más ingrato de todos es el que se ha olvidado. Luego la ingratitud no siempre es pecado.
3. No parece que comete pecado quien no quiere deber una
cosa, según aquel dicho del Apóstol en Rom 13,8: No debáis nada a
nadie. Pero, como dice Séneca en IV De Benef. (q.40), quien nada quiere deber es un ingrato. Luego no siempre la
ingratitud es pecado.
Contra esto: está que el Apóstol en 2 Tim 3,2 cita la ingratitud entre
otros pecados cuando dice: Desobedientes a sus padres, ingratos,
despiadados.
Respondo: Conforme a lo expuesto (q.106 a.1 ad 2; a.4 ad 1; a.6), el deber de gratitud es un deber de honestidad,
exigido por la virtud. Pero en tanto una cosa es pecado en cuanto que
se opone a la virtud. Por lo que resulta manifiesto que toda
ingratitud es pecado.
A las objeciones:
1. La gratitud a lo que presta
atención es al beneficio recibido. Y el que ayuda a otro a pecar, más
que hacerle un beneficio lo que hace es perjudicarle. Por tanto, no se
le debe gratitud alguna, a no ser tal vez por su buena voluntad, si,
por error, ayudó al pecado, creyendo ayudar al bien. Pero en un caso
así no se le debe recompensar de tal manera que también a él se le
ayude a pecar, porque eso no sería recompensa del bien sino del mal, y
sería contraria a la gratitud.
2. Nadie queda excusado de la
gratitud porque no puede dar cosa alguna, desde el momento en que para
cumplir el deber de mostrarse agradecido basta únicamente con la
voluntad, como se dijo (q.106 a.6 ad 1). El olvido del beneficio, por
su parte, cae dentro del ámbito de la ingratitud: aunque no aquel que
proviene de un defecto natural involuntario, sino el derivado de la
negligencia. Porque, como dice Séneca en el III De
Benef., el que se deja sorprender por el olvido
demuestra bien a las claras que no pensó muchas veces en la
recompensa.
3. El deber de gratitud se deriva
de una deuda de amor, de la que nadie debe querer que le absuelvan. De
ahí que el hecho de que alguien cargue con tal deber
de mala gana parece provenir de falta de amor a la persona que le ha
hecho el beneficio.
Artículo 2:
¿La ingratitud es un pecado especial?
lat
Objeciones por las que parece que la ingratitud no es un pecado
especial.
1. Porque todo el que peca obra contra Dios, nuestro mayor
bienhechor. Pero eso es siempre pecado de ingratitud. Luego la
ingratitud no es un pecado especial.
2. Ningún pecado especial pertenece a diversos géneros de
pecados. Pero son diversos los géneros de pecado con que puede uno
mostrarse ingrato; por ejemplo: difamando al bienhechor, robándole o
perpetrando contra él vilezas por el estilo. Por tanto, la ingratitud
no es un pecado especial.
3. Dice Séneca en III De Benef.: Ingrato es el que aparenta no enterarse del beneficio recibido;
ingrato el que no lo recompensa; ingratísimo, el que se olvida de
él. Pero no parece que estas ingratitudes pertenezcan a una misma
especie de pecado. Luego la ingratitud no es un pecado
especial.
Contra esto: está el que la ingratitud se opone a la gratitud o
agradecimiento, que es una virtud especial. Por consiguiente, es un
pecado especial.
Respondo: Todos los vicios por defecto reciben
su denominación porque se oponen más a la virtud; como se opone más a
la liberalidad la iliberalidad que la prodigalidad. Por su parte, a la
virtud de la gratitud puede oponerse un vicio por exceso, tal como el
recompensar por lo que no se debe o más pronto de lo que se debe, como
consta por lo dicho (a.1 ad 1; q.106 a.4); pero más aún se le opone el
vicio por defecto, porque en ella, conforme a lo ya explicado (q.106 a.6), se da incluso una cierta tendencia a excederse. En consecuencia,
es de la falta de gratitud de donde, propiamente hablando, se toma el
nombre de «ingratitud». Y todo defecto o privación se especifica por
su hábito opuesto: pues la diferencia entre ceguera y sordera es la
misma que hay entre la vista y el oído. Por consiguiente, así como la
gratitud o agradecimiento es una virtud especial, la ingratitud
asimismo es un pecado especial.
A las objeciones:
1. En todo pecado hay una
ingratitud material para con Dios, en cuanto que el hombre hace algo
que puede implicar ingratitud. Mas la ingratitud formal se da cuando
hay desprecio actual del beneficio. Y esto constituye pecado
especial.
2. Nada impide que la razón
formal de un pecado se encuentre materialmente en varios géneros de
pecados. Según esto, la razón de ingratitud se da en muchas clases de
pecados.
3. Esos tres modos no son tres
especies diversas, sino tres pecados diversos de una sola especie de
pecado.
Artículo 3:
¿La ingratitud es siempre pecado mortal?
lat
Objeciones por las que parece que la ingratitud es siempre pecado
mortal.
1. A Dios más que a ningún otro se le debe gratitud. Pero no porque
se peque venialmente se incurre en ingratitud para con Dios; de lo
contrario, todo hombre sería un ingrato. Luego ninguna ingratitud es
pecado venial.
2. Conforme a lo dicho (q.24 a.12; 1-2 q.72 a.5), un pecado
mortal lo es por ir en contra de la caridad. Pero la ingratitud se
opone a la caridad, que es de donde procede el deber de gratitud, como
antes dijimos (q.106 a.6 ad 2). Por tanto, la ingratitud siempre es un
pecado mortal.
3. Dice Séneca en II De Benef.: Esta es la ley del beneficio: que el bienhechor debe olvidarse de
él lo antes posible; que el beneficiado debe recordarlo. Pero el
motivo por el que aquél debe olvidarlo es, según parece, para que así
desconozca el pecado del beneficiado si resulta que es un ingrato.
Esto estaría de más si la ingratitud fuese un pecado venial. Por
tanto, la ingratitud siempre es pecado mortal.
Contra esto: está el que a nadie se le debe poner en camino para pecar
mortalmente. Ahora bien: como dice Séneca , a veces
se debe engañar a la persona socorrida, de modo que reciba el
beneficio sin saber de quién procede; lo que parece encaminar al
beneficiado por la vía de la ingratitud. Luego la ingratitud no
siempre es pecado mortal.
Respondo: Como consta por lo expuesto (a.2),
se dice que uno es ingrato por dos motivos. Primero, por sola omisión, o sea, porque no se reconoce, o no se
alaba, o no se recompensa el beneficio recibido. Y esto no siempre es
pecado mortal. Ya que, como queda dicho (q.106 a.6), el deber de
gratitud consiste en que el hombre dé generosamente algo a lo que no
está obligado. Por tanto, si no lo da, no peca por omisión
mortalmente. Es, sin embargo, pecado venial, pues tal proceder se debe
a cierta negligencia o indisposición del hombre para la virtud. Puede
ocurrir, no obstante, que incluso esta clase de ingratitud sea pecado
mortal: o por razón del desprecio interior, o también por el carácter
especial de lo omitido, que se le debe necesariamente al bienhechor o
sin limitación de ninguna clase o sólo en caso de necesidad. El otro
motivo por el que llamamos a uno ingrato es porque no se contenta con
incumplir el deber de gratitud, sino que hace todo lo
contrario. Y esto también será a veces mortal y en
otros casos venial. Por lo demás, debe tenerse en cuenta que la
ingratitud que proviene del pecado mortal es una ingratitud en lo
esencial completa; mientras que la que proviene de un pecado venial
contiene de ingratitud una pequeña dosis.
A las objeciones:
1. Por el pecado venial no se da
una ingratitud perfecta para con Dios. Tiene, sin embargo, su dosis de
ingratitud, en cuanto que el pecado venial pasa por alto ciertos actos
de virtud con los que el hombre le muestra su agradecimiento.
2. La ingratitud que contiene el
pecado venial no es contraria a la caridad, sino que está al margen de
ella; porque no destruye el hábito de la caridad, sino que sólo
elimina alguno de sus actos.
3. El mismo Séneca escribe en VII De Benef.: Se equivoca quien cree que, al
decir que conviene que el bienhechor se olvide del bien que hizo,
pretendemos borrar el recuerdo de una acción honrosa como la que más.
Pues cuando decimos que no debe acordarse, queremos dar a entender que
no debe contar públicamente ni jactarse de lo hecho.
4. El que
ignora que recibió un beneficio no es ingrato al no
recompensarlo, con tal de que interiormente esté dispuesto a hacerlo
si lo conociera. Y es laudable en ocasiones el que se cuide de que la
persona que recibe el beneficio no se entere, tanto para evitar la
vanagloria, como lo hizo San Nicolás cuando introdujo a escondidas
cierta cantidad de oro en una casa, queriendo evitar
con esto toda popularidad, cuanto porque, obrando así, el beneficio es
mayor, por el cuidado que se puso en evitar la vergüenza del
beneficiado.
Artículo 4:
¿Deben dejarse de hacer beneficios a los ingratos?
lat
Objeciones por las que parece que a los ingratos hay que dejar de
hacerles beneficios.
1. Se nos dice en Sab 16,29: La esperanza del ingrato se
derretirá como el hielo hibernal. Pero no se derretiría tal
esperanza si no hubiese que dejar de hacerle beneficios. Luego no se
han de hacer beneficios al ingrato.
2. Nadie debe dar a otro ocasión de pecar. Pero al ingrato
que recibe un beneficio se le da ocasión de ser desagradecido. Por
tanto, no deben hacerse beneficios a un ingrato.
3. En aquello en que uno peca, por eso ha de ser
atormentado, como se nos dice en Sab 11,17. Pero el que es ingrato
al beneficio recibido peca contra el beneficio. Luego se le debe
privar de él.
Contra esto: está lo que se dice en Lc 6,35: El Altísimo es benigno
con los ingratos y malos. Pero seremos hijos del Altísimo si le
imitamos, como allí mismo leemos. Por tanto, no debemos privar de
beneficios a los ingratos.
Respondo: Que, a propósito de los ingratos,
deben considerarse dos cosas. Una, qué castigo merece el ingrato; y lo
cierto es que, por serlo, merece que se le sustraiga el beneficio.
Otra, qué es lo que debe hacer el bienhechor. Pues, primeramente, no
debe precipitarse en su juicio acerca de la ingratitud; en efecto, no
pocas veces acontece que uno es agradecido aunque no haya
recompensado, como dice Séneca; porque quizá no se
le ha presentado todavía posibilidad o la debida oportunidad para
hacerlo. Y, en segundo lugar, debe proponerse como objetivo el trocar
al ingrato en agradecido; efecto que si no logra con el primer
beneficio, bien pudiera ser que con el segundo lo consiga. Y si, a
pesar de multiplicar los beneficios, la ingratitud va en aumento y el
beneficiado se hace cada vez peor, debe en este caso cesar en la
prestación de beneficios.
A las objeciones:
1. El texto citado se refiere al
castigo que se merece el ingrato.
2. Quien hace un beneficio a un
ingrato no le da con ello ocasión de pecar, sino más bien de gratitud
y de amor. Pero si el beneficiado toma de esto ocasión para su
ingratitud, tal culpa no ha de imputarse al bienhechor.
3. El bienhechor no debe
mostrarse en seguida con el ingrato como vengador, sino antes que todo
como médico bondadoso, para sanarle con reiterados beneficios de su
ingratitud.