Artículo 1:
¿La ley nueva es ley escrita?
lat
Objeciones por las que parece que la ley nueva es ley
escrita.
1. La ley nueva es el mismo Evangelio; ahora bien, el Evangelio está
escrito, según aquello de Jn 20,31: Estas cosas están escritas para
que creáis; luego la ley nueva es ley escrita.
2. La ley infusa es ley natural, según aquello de Rom 2,14s: Cumplen naturalmente lo que pertenece a la ley, al tener los preceptos
de la ley escritos en sus corazones. Por tanto, si la ley
evangélica fuese ley infusa, no se distinguiría de la ley
natural.
3. La ley evangélica es propia de los que viven bajo el Nuevo
Testamento; pero la ley infusa es común a los que viven bajo el Nuevo
y bajo el Antiguo, pues se dice en Sab 7,27 que la divina
sabiduría, a través de las edades, se derrama en las almas santas,
haciendo amigos de Dios y profetas. Luego la ley nueva no es
infusa.
Contra esto: está el hecho de que la ley nueva es la ley del Nuevo
Testamento y ésta es infundida en el corazón, según dice el Apóstol en
Heb 8,8 y 10, que alega el siguiente testimonio de Jer 31,31.33: Vienen días, palabra de Yahveh, en que yo haré una alianza nueva con
la casa de Israel y con la casa de Judá. Y, declarando luego cuál
será esa alianza, dice: Esta será la alianza que yo haré con la
casa de Israel en aquellos días, palabra de Yahveh: Yo pondré mi ley
en ellos y la escribiré en su corazón, y seré su Dios y ellos serán mi
pueblo. Luego la ley nueva es ley infusa.
Respondo: Dice el Filósofo en IX
Ethic. que
cada cosa se denomina por aquello que
en ella es principal. Ahora bien, lo principal en la ley del Nuevo
Testamento y en lo que está toda su virtud es la gracia del Espíritu
Santo, que se da por la fe en Cristo. Por consiguiente, la ley nueva
principalmente es la misma gracia del Espíritu Santo, que se da a los
fíeles de Cristo. Y esto lo declara bien el Apóstol en Rom 3,27:
¿Dónde está, pues, tu jactancia? Ha quedado excluida. ¿Por qué ley?
¿Por la ley de las obras? No, sino por la ley de la fe. Y llama
ley a la gracia de la fe. Y más explícitamente dice en Rom 8,2:
Porque la ley del espíritu de vida en Cristo
Jesús me libró de la ley del pecado y de la muerte. De donde dice
San Agustín, en
De spiritu et littera, que,
como la ley de las obras fue escrita en tablas de piedra, así la ley
de la fe está escrita en los corazones de los fieles. Y añade en
otro lugar de la misma obra:
¿Cuáles son las leyes
de Dios escritas por El mismo en los corazones, sino la misma
presencia del Espíritu Santo?
Tiene, sin embargo, la ley nueva ciertos preceptos como dispositivos
para recibir la gracia del Espíritu Santo y ordenados al uso de la
misma gracia, que son como secundarios en la ley nueva, de los cuales
ha sido necesario que fueran instruidos los fieles de Cristo, tanto de
palabra como por escrito, ya sobre lo que se ha de creer como sobre lo
que se ha de obrar. Y así conviene decir que la ley nueva es
principalmente ley infusa; secundariamente es ley escrita.
A las objeciones:
1. En el texto del santo Evangelio
no se contiene sino lo que toca a la gracia del Espíritu Santo, bien
sea como disposición, bien como ordenación para el uso de la gracia.
Como disposición del entendimiento para la fe, mediante la cual se nos
da la gracia del Espíritu, se contiene en el Evangelio cuanto
pertenece a la manifestación de la divinidad y humanidad de Cristo;
como disposición del afecto, se contiene en el Evangelio cuanto mira
al desprecio del mundo, por el cual se hace el hombre capaz de la
gracia del Espíritu Santo. Pues el mundo, esto es, los amadores
del mundo, no puede recibir el Espíritu Santo, según se lee en
Jn 14,17. El uso espiritual de la gracia consiste en las obras de las
virtudes, a las que de muchas maneras exhorta a los hombres la
escritura del Nuevo Testamento.
2. De dos maneras se puede
infundir al hombre una cosa: de una, como algo que es de la naturaleza
humana, y así la ley natural es infusa en el hombre; de otra, se
infunde una cosa al hombre como añadida a la naturaleza por un don de
la gracia, y de este modo la ley nueva es ley infusa en el hombre, y
que no sólo indica lo que se debe hacer, sino que ayuda para
ejecutarlo.
3. Nunca tuvo nadie la gracia del
Espíritu Santo si no es por la fe de Cristo, o explícita o implícita.
Pues por esta fe pertenece el hombre al Nuevo Testamento, de manera
que cuantos recibieron esta ley de gracia infusa, por ésta pertenecen
al Nuevo Testamento.
Artículo 2:
¿Justifica la ley nueva?
lat
Objeciones por las que no parece que la ley nueva
justifique.
1. Nadie está justificado sino el que obedece a la ley de Dios, según
la sentencia de Heb 5,9: Cristo vino a ser para todos los que le
obedecen causa de salud eterna. Pero el Evangelio no siempre hace
que los hombres le obedezcan, pues se dice en Rom 10,16: No todos
obedecen al Evangelio. Luego la ley nueva no justifica.
2. El Apóstol prueba a los Romanos que la ley antigua no justificaba,
puesto que con su venida creció la prevaricación. En efecto, se dice
en la epístola a los Rom 4,15: La ley trae consigo la ira,ya que
donde no hay ley, no hay transgresión. Pero mucho más agravó la
ley nueva la prevaricación, pues mayor pena merece el que peca después
de promulgada la ley nueva, conforme la sentencia de Heb 10,28s: Si
el que menosprecia la ley de Moisés irremisiblemente es condenado a
muerte sobre la palabra de dos o tres testigos, ¿de cuánto mayor
castigo pensáis que será digno el que pisotea al Hijo de Dios?
Luego la ley nueva, igual que la antigua, no justifica.
3. Justificar es efecto propio de Dios, según aquello de Rom 8,33: Dios es quien justifica. Pero la ley antigua procedió de Dios lo
mismo que la nueva; luego la ley nueva no justifica más que la
antigua.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rom 1,16: No me
avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salud de todo
el que cree. Pero no hay salud sino para los justificados; luego
la ley evangélica justifica.
Respondo: Según queda dicho en
el artículo precedente, dos cosas abarca la ley nueva: una, la
principal, es la gracia del Espíritu Santo, comunicada interiormente,
y en cuanto tal justifica la ley nueva. Por donde dice San Agustín
en De spiritu et littera: Allí, es decir, en el
Viejo Testamento, fue dada por defuera una ley que infundía terror a
los injustos; aquí, en el Nuevo Testamento, fue dada interiormente
otra ley que nos justifica. Como elementos secundarios de la ley
evangélica están los documentos de la fe y los preceptos, que ordenan
los afectos y actos humanos, y en cuanto a esto, la ley nueva no
justifica. Por esto dice el Apóstol en 2 Cor 3,6: La letra mata, el
espíritu es el que da vida. Y San Agustín, exponiendo esta
sentencia en la misma obra, dice que por letra se
entiende cualquiera escritura que está fuera del hombre, aunque sea de
preceptos morales, cuales se contienen en el Evangelio, por donde
también la letra del Evangelio mataría si no tuviera la gracia
interior de la fe, que sana.
A las objeciones:
1. Esa objeción procede de la ley
nueva, considerada no según lo principal que hay, en ella, sino según
lo que es en ella secundario, a saber, los documentos y preceptos, que
de fuera se imponen al hombre, sea por escrito, sea de
palabra.
2. La gracia del Nuevo Testamento,
aunque ayuda al hombre para evitar el pecado, pero no le confirma en
el bien, de modo que el hombre no pueda pecar; esto es propio del
estado de la gloria. De suerte que si alguno, después de recibida la
gracia del Nuevo Testamento, pecase, es digno de mayor pena, como
ingrato a mayores beneficios y despreciador de los auxilios que se le
ofrecen. Ni por esto se ha de decir que la ley nueva acarrea la
ira, pues, cuanto es de suyo, nos ofrece un auxilio suficiente
para evitar el pecado.
3. Un mismo Dios es el que nos ha
dado la ley antigua y la nueva; pero de diverso modo, pues dio la ley
antigua escrita en tablas de piedra, y la nueva escrita en las
tablas de carne del corazón, según dice el Apóstol en 2 Cor 3,3.
Por lo cual dice San Agustín en De spiritu et littera: Esa letra escrita fuera del hombre la llama el Apóstol instrumento de muerte y de condenación; pero la otra, esto es, la ley del Nuevo Testamento, la llama instrumento del espíritu y de la justicia, pues por el don del Espíritu Santo obramos la justicia y quedamos libres de la condena que trae consigo la prevaricación.
Artículo 3:
¿Debió ser dada la ley nueva desde el principio del
mundo?
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Objeciones por las que parece que la ley nueva debió ser dada desde
el principio del mundo.
1. En Dios no hay acepción de personas, según se dice en Rom
2,11; pero todos los hombres pecaron y están privados de la gloria
de Dios, conforme se dice en Rom 3,23. Luego desde el principio
del mundo debió ser dada la ley evangélica para socorrer a todos con
ella.
2. Como los hombres son diversos según los lugares, así lo son según
los tiempos; pero Dios, que quiere que todos los hombres sean
salvos, como se lee en 1 Tim 2,4, mandó predicar el Evangelio en
todos los lugares, como consta por Mt 28,19 y Mt 16,15; luego en todos
los tiempos debió ser conocida la ley evangélica, y así debió ser dada
desde el principio del mundo.
3. Más necesaria es al hombre la salud espiritual, que es eterna, que
la salud corporal, que es temporal; pero desde el principio proveyó
Dios al hombre de cuanto era necesario para la salud corporal, dándole
poder sobre todas las cosas que había creado por amor del hombre,
según consta por Gen 1,26 y 28; luego también la ley nueva, que es
sobremanera necesaria para la salud espiritual, debió ser dada a los
hombres desde el principio.
Contra esto: está lo que se dice en 1 Cor 15,46: No es primero lo
espiritual, sino lo animal; pero la ley nueva es sobremanera
espiritual; luego no debió ser dada desde el principio del
mundo.
Respondo: Tres razones se pueden alegar de por
qué la ley nueva no debió ser dada desde el principio del mundo. La
primera es que, según atrás se dijo (
a.1), la ley nueva consiste
principalmente en la gracia del Espíritu Santo, la cual no debió darse
a todos con abundancia antes que, consumada la redención por Cristo,
fuese quitado al género humano el impedimento del pecado. Por eso se
dice en Jn 7,39:
No había sido dado el Espíritu Santo, porque Jesús
no había sido glorificado. Esta razón la aduce bien claramente el
Apóstol en Rom 8,2s, cuando, después de hablar de
la ley del
Espíritu de vida, añade;
Dios, enviando a su propio Hijo en
carne semejante a la del pecado, y por el pecado, condenó al pecado en
la carne, para que la justicia de la ley se cumpliese en
nosotros.
Una segunda razón se puede tomar de la perfección de la ley nueva,
pues nada alcanza desde el principio su perfección, sino con cierto
orden de sucesión, como acontece en el hombre, que nace niño y poco a
poco llega a ser varón. Esta razón aduce el Apóstol en Gál 3,24s: De suerte que la ley fue nuestro ayo para llevarnos a Cristo, a fin de
que fuéramos justificados por la fe; pero, llegada la fe, ya no
estamos bajo el ayo.
La tercera razón se toma de que la ley nueva es ley de gracia. Era
preciso que primero fuera dejado el hombre en el estado de la ley
antigua, para que, caído en el pecado, reconociese su flaqueza y la
necesidad que tenía de la gracia. Y esta razón la da también el
Apóstol en Rom 5,20, diciendo: Se introdujo la ley para que
abundase el pecado; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia.
A las objeciones:
1. Por el pecado del primer padre
había merecido el género humano ser privado del auxilio de la gracia,
y por eso a quienes éste no se da, por justicia se le niega, y a
quienes se otorga, se otorga por gracia, como dice San Agustín
en De perfect. iustit. De manera que no es
acepción de personas el no dar Dios a todos, desde el principio del
mundo, la ley de gracia, que debía ser dada con el debido orden, como
se dijo.
2. La diversidad de los lugares no
constituye diversidad en los estados del género humano, que varían
según la sucesión de los tiempos. Por eso, la ley nueva se propone en
todos los lugares, pero no en todos los tiempos, aunque en todos ellos
hubiera algunos justos pertenecientes al Nuevo Testamento, como queda
declarado atrás (
a.1 ad 3).
3. Lo que toca a la salud corporal
sirve al hombre en las cosas naturales, que no son destruidas por el
pecado; pero lo que toca a la salud espiritual se ordena a la gracia,
y ésta se pierde por el pecado, y así no es una misma razón para una
que para otra.
Artículo 4:
¿La ley nueva ha de durar hasta el fin del mundo?
lat
Objeciones por las que parece que no ha de durar hasta el fin del
mundo la ley nueva.
1. Dice el Apóstol en 1 Cor 13,10: Cuando llegue lo perfecto,
desaparecerá lo imperfecto; pero la ley nueva es imperfecta, pues
dice el mismo Apóstol en el mismo lugar (v.9): Al presente, nuestro
conocimiento es imperfecto, y lo mismo la profecía. Luego la ley
nueva tiene que desaparecer para que otra más perfecta le
suceda.
2. El Señor prometió a los discípulos, en la venida del Espíritu
Santo, el conocimiento de toda verdad, como consta por Jn 16,
pero la Iglesia no ha alcanzado todavía el conocimiento de toda verdad
en el estado del Nuevo Testamento; luego habrá que esperar otro estado
en que nos sea manifestada toda la verdad por el Espíritu
Santo.
3. Como el Padre se distingue del Hijo, y el Hijo del Padre, así el
Espíritu se distingue del Padre y del Hijo. Pero hubo un estado que
convenía a la persona del Padre, a saber, el estado
de la ley antigua, en el cual todos los hombres se aplicaban
enteramente a la generación; igualmente hay otro que conviene a la
persona del Hijo, a saber, el estado de la ley nueva, en el que
predominan los clérigos, dados a la adquisición de la sabiduría, que
se atribuye al Hijo; luego tiene que haber un tercer estado, el del
Espíritu Santo, en el que predominen los varones espirituales.
4. Dice el Señor en Mt 24,14: Será predicado este Evangelio del
reino en todo el mundo, y entonces vendrá el fin. Pero el
Evangelio de Cristo ha sido predicado ya en todo el orbe, y aún no ha
llegado el fin; luego el Evangelio de Cristo no es el Evangelio del
reino. Y habrá de venir otro Evangelio del Espíritu Santo y otra
especie de ley.
Contra esto: está la palabra del Señor que dice en Mt 24,34: Os digo
que no pasará esta generación sin que todo esto sea cumplido. Lo
que San Juan Crisóstomo expone de la generación de
los fieles de Cristo. Luego el estado de los fieles de Cristo
permanecerá hasta el fin del mundo.
Respondo: De dos maneras pueden variar los
estados del mundo: la una, según la diversidad de la ley. De este modo
no sucederá al estado de la ley nueva ningún otro estado. Sucedió al
estado de la ley antigua el de la ley nueva, como un estado más
perfecto a otro imperfecto. Pero ningún estado de la presente vida
puede ser más perfecto que el estado de la ley nueva,
pues nada puede haber más cercano al fin que lo que inmediatamente
introduce en el último fin. Y esto hace la ley nueva, por lo que dice
el Apóstol a los Hebreos 10,19s:
Teniendo, pues, hermanos, en
virtud de la sangre de Cristo, firme confianza de entrar en el
santuario, que El nos abrió como camino nuevo y vivo..., acerquémonos
con sincero corazón. De manera que no puede darse estado más
perfecto de la presente vida que el estado de la ley nueva, pues tanto
una cosa es más perfecta cuanto más se acerca a su último
fin.
De otro modo puede variar el estado de los hombres, según la diversa
actitud más o menos perfecta de éstos para con la misma ley. Conforme
a esto, el estado de la ley antigua se mudó frecuentemente, pues a
veces eran observadas las leyes perfectamente; otras veces eran totalmente desatendidas. Del mismo modo se diferencia el estado de la ley
nueva conforme a los diversos lugares, tiempos y personas, en cuanto
la gracia del Espíritu Santo la poseen algunos con mayor o menor
perfección. Sin embargo, no es de esperar un estado en el que la
gracia del Espíritu Santo sea poseída con más perfección que hasta
aquí, sobre todo por los apóstoles, que recibieron las primicias
del Espíritu, esto es, primero que los otros y con más
abundancia que ellos, según dice la Glosa sobre Rom
8,23.
A las objeciones:
1. Cuenta Dionisio en De eccl.
hier. tres estados de los hombres: el primero, el
de la ley antigua; el segundo, el de la ley nueva: a éste sucederá un
tercero, pero no en la vida presente, sino en la futura, esto es, en
la patria. Y como el primero era figurativo e imperfecto respecto del
estado evangélico, así éste es figurativo e imperfecto respecto del
estado de la patria. Cuando éste llegue, desaparecerá aquél, como allí
se dice (v.12): Ahora vemos por un espejo y oscuramente; entonces
veremos cara a cara.
2. Según San Agustín en
Contra
Faustum, Montano y Priscila
afirmaron que la promesa del Señor sobre el Espíritu
Santo no se cumplió perfectamente en los apóstoles, sino en ellos.
Otro tanto afirmaron los maniqueos, que esta promesa se
realizó en Maniqueo, a quien llamaban el Paráclito.
Por esto, ni unos ni otros recibían los Actos de los Apóstoles, en los
que manifiestamente se declara que aquella promesa se cumplió en los
apóstoles, como el Señor reiteradamente lo había prometido en Act
1,5:
Seréis bautizados en el Espíritu Santo antes de muchos
días. Esto se cumplió el día de Pentecostés, como se lee en Act 2.
Todas las vanidades de los herejes quedan excluidas por lo que se dice
en Jn 7,39:
Aún no había sido dado el Espíritu Santo, porque
Jesús no había sido glorificado. De donde se entiende que,
glorificado el Señor por la resurrección y la ascensión, luego fue
dado el Espíritu Santo. Por aquí también queda excluida la vana
ilusión de algunos, los cuales querrían decir que se
debe esperar otro tiempo del Espíritu Santo.
Enseñó el Espíritu Santo a los apóstoles toda verdad necesaria para
la salvación, sea de las cosas que hay que creer, sea de las que hay
que practicar; pero no les enseñó de los sucesos futuros; esto no les
tocaba a ellos, como se dice en Act 1,7: No os toca a vosotros
conocer los tiempos y los momentos que el Padre ha fijado en virtud de
su poder soberano.
3. La ley antigua no sólo fue del
Padre, sino también del Hijo, pues Cristo era en ella figurado; por
donde dice el Señor en Jn 5,46: Si creyerais en Moisés, creeríais
en mí, pues de mí escribió él. Asimismo, la ley nueva no es sólo
de Cristo, sino también del Espíritu Santo, según aquella sentencia de
Rom 8,2: La ley del Espíritu de vida en Cristo jesús. No hay,
pues, lugar a esperar otra ley del Espíritu Santo.
4. Habiendo dicho Cristo desde el
Principio de la predicación evangélica: El reino de los cielos está
cercano (Mt 4,17), es una grandísima necedad afirmar
que el Evangelio de Cristo no es el Evangelio del reino. Pero la
predicación de Cristo se puede entender de dos maneras: la una, en
cuanto a la divulgación de la noticia de Cristo, y de este modo el
Evangelio fue predicado en todo el orbe aun ya en tiempo de los
apóstoles, como dice San Juan Crisóstomo. Según esto,
lo que se añade: Y entonces será el fin, se
entiende de la destrucción de Jerusalén, de la que entonces hablaba a
la letra. De otro modo se puede entender la predicación evangélica en
todo el orbe plenamente eficaz, de manera que en todas las gentes se
establezca la Iglesia. De esta suerte, dice San Agustín, en la
carta Ad Hesych. todavía no fue predicado el
Evangelio en todo el mundo; pero, cuando esto suceda, vendrá el
fin.