Artículo 1:
En los ángeles, ¿puede o no puede haber mal de culpa?
lat
Objeciones por las que parece que en los ángeles no puede haber mal
de culpa:
1. Como se dice en IX Metaphys., sólo puede
haber mal en los seres que están en potencia, pues el sujeto de la
privación es el ser que está en potencia. Pero como los ángeles son
formas subsistentes, en su ser no hay potencia. Por lo tanto, en ellos
no puede haber mal.
2. Los ángeles son más dignos que los cuerpos, celestes.
Pero en éstos, como dicen los filósofos, no cabe el
mal. Por lo tanto, tampoco en los ángeles.
3. Lo que es natural, siempre se conserva. Pero en los
ángeles es natural que se muevan con movimiento de amor a Dios. Por lo
tanto, no pueden perderlo. Pero amando a Dios no pecan. Por lo tanto,
los ángeles no pueden pecar.
4. El apetito no tiende más que a lo bueno o a lo que
parece bueno. Pero es imposible que para los ángeles haya un bien
aparente que no sea verdadero bien, porque en ellos no cabe error
alguno, o por lo menos, no puede preceder a la culpa. Por lo tanto,
los ángeles no pueden apetecer sino lo que es realmente bueno. Pero
por apetecer lo realmente bueno nadie peca. Por lo tanto, el ángel,
apeteciendo, no peca.
Contra esto: está lo que se dice en Job 4,18: En sus ángeles halló
maldad.
Respondo: Tanto el ángel como cualquier otra
criatura racional, si sólo se considera su naturaleza, puede pecar. Si
hay alguno que no pueda pecar, se debe a un don de la gracia y no a la
condición natural. El porqué de esto radica en que pecar, trátese del
pecado de naturaleza, de profesión o de conducta, consiste en que el
acto se desvía de la rectitud que debe tener. El único acto que no
puede desviarse de la debida rectitud es aquel cuya regla es la virtud
de quien obra. Así, si la mano del artesano fuese la regla de cortar
la madera, siempre la cortaría como se debe. Pero si la rectitud del
corte está sujeta a otra regla, a veces cortará derecho, y, otras,
torcido. Sólo la voluntad de Dios es la regla de sus propias acciones,
porque no está ordenado a otro fin superior. En cambio, toda voluntad
de cualquier criatura no obra rectamente a no ser que esté regulada
por la voluntad divina a la que pertenece el último fin. De aquí que
toda voluntad del inferior deba ser regulada por la del superior, como
la del soldado por la del jefe del ejército. Por lo tanto, sólo la
voluntad divina está exenta de pecado; y, en cambio, en toda voluntad
de la criatura puede haber pecado por su condición
natural.
A las objeciones:
1. En los ángeles no hay potencia
para el ser natural. Sin embargo, en su parte intelectiva sí la tienen
para optar por esto o aquello. En cuanto a esto, en ellos puede haber
mal.
2. Los cuerpos celestes no tienen
más operaciones que las naturales. Por lo tanto, así como en su
naturaleza no puede haber mal ni corrupción, tampoco en su acto
natural cabe el mal de insubordinación. En cambio, los ángeles, por
encima de su acción natural, tienen la del libre albedrío, y, por eso,
en ellos puede haber mal.
3. En el ángel es natural que se
vuelva con movimiento de amor natural a Dios, como principio del ser
natural. Pero que se vuelva a Dios en cuanto objeto de la
bienaventuranza sobrenatural, le viene del amor gratuito, del cual
pudo prescindir pecando.
4. En el acto del libre albedrío
puede haber pecado de dos maneras. 1)
Una, porque elija lo
malo. Ejemplo: Peca el hombre cuando elige el adulterio, que en sí
mismo es malo. Estos pecados siempre provienen de algún error o
ignorancia, ya que, de no tenerlo, no se eligiría lo malo como si
fuese bueno. El adúltero, ciertamente, se equivoca en cada caso
concreto eligiendo el placer de un acto desordenado como si fuese un
bien que de momento quiere tener, movido por la pasión o por el
hábito, aunque, por lo general, no se engaña y sí piense correctamente
en esta materia. Pero el ángel no puede pecar de esta manera, porque,
como dijimos (
q.50 a.4), ni en él hay razones que entorpezcan la razón
o el entendimiento, ni a su primer pecado pudo preceder ningún hábito
que le inclinara a pecar. 2)
Otra, consiste en hacer algo que
en sí mismo es bueno, pero no con arreglo a la debida medida, de
suerte que el defecto causante del pecado no viene por parte de lo
elegido, sino de la elección, que no guarda el orden debido. Ejemplo:
Quien determina orar desentendiéndose de lo prescrito por la Iglesia.
Estos pecados no presuponen ignorancia, sino solamente falta de
consideración de aquello que debe ser tenido presente. Así es como
pecaron los ángeles, los cuales, por el libre albedrío, se inclinaron
al propio bien sin someterse a la regla de la voluntad
divina.
Artículo 2:
En los ángeles, ¿puede haber sólo el pecado de soberbia y de
envidia?
lat
Objeciones por las que parece que en los ángeles puede haber más
que el pecado de soberbia y el de envidia:
1. En quien cabe el deleite de algún pecado, cabe dicho pecado. Pero
los demonios se deleitan en las obscenidades de los pecados carnales,
como dice Agustín en II De Civ. Dei. Por lo
tanto, en los demonios puede haber también pecados
carnales.
2. Si la soberbia y la envidia son pecados espirituales,
también lo son la pereza, la avaricia y la ira. Pero los pecados
espirituales son propios del espíritu, como los carnales son propios
de la carne. Por lo tanto, en los ángeles no solamente puede haber
soberbia y envidia, sino también pereza y avaricia.
3. Gregorio, en Moralibus, dice:
De la soberbia nacen muchos vicios; de la envidia también. Pero,
puesta una causa, se sigue su efecto. Por lo tanto, si en los ángeles
puede haber soberbia y envidia, por lo mismo puede haber también otros
vicios.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XIV De Civ. Dei: El diablo no es fornicador ni borracho ni nada
parecido; y, sin embargo, es soberbio y envidioso.
Respondo: De dos maneras puede haber algún
pecado en alguien:
una, en cuanto al reato;
otra, en
cuanto al efecto. En cuanto al reato, los demonios tienen todos los
pecados, porque al inducir a los hombres a cometer todo género de
pecados incurren en el reato de todos ellos. En cuanto al efecto,
solamente puede haber en los ángeles malos aquellos pecados a los que
puede tender la naturaleza espiritual. Pero la naturaleza espiritual
no tiende a los bienes propios del cuerpo, sino a los que pueden
encontrarse en las cosas espirituales, ya que nada tiende más que a lo
que, de algún modo, puede convenir a su naturaleza. En los bienes
espirituales, cuando alguien se aficiona a ellos, no puede haber
pecado, a no ser que en tal afecto no se observe la regla del
superior. Pero no someterse a la regla del superior en lo debido es
precisamente lo que constituye el pecado de la soberbia. Por lo tanto,
el primer pecado del ángel no pudo ser más que el de
soberbia.
Pero, y como consecuencia, pudo haber en ellos también el de envidia.
En efecto, la misma razón que el apetito tiene para inclinarse a una
cosa, la tiene para rechazar la contraria. Por eso, el envidioso se
duele del bien del otro, pues estima que el bien ajeno es un obstáculo
para el propio. Pero el bien de otro no pudo ser tenido como
obstáculo del bien al que se aficionó el ángel malo, a no ser en
cuanto que apeteció una grandeza que quedaba eclipsada por la grandeza
de otro. Por eso, tras el pecado de soberbia apareció en el ángel
prevaricador el mal de la envidia, porque se dolió del bien del hombre
y también de la grandeza divina, en cuanto que Dios se sirve del
hombre para su gloria en contra de la voluntad del
demonio.
A las objeciones:
1. Los demonios no se deleitan en
las obscenidades carnales en el sentido que aprecien deleite carnal,
sino en el sentido de que, por envidia, se deleitan en cualquier
pecado del hombre, en cuanto que todo pecado es un obstáculo para el
bien del hombre.
2. La avaricia, en cuanto pecado
especial, es un apetito desordenado de toda clase de bienes temporales
que sirvan para la vida humana y puedan estimarse por dinero. Los
demonios no apetecen estas cosas, como tampoco apetecen los deleites
carnales. Por eso, en ellos no puede haber avaricia propiamente tal.
Si llamáramos avaricia al deseo inmoderado de poseer un bien creado
cualquiera, este género de avaricia está contenido en la soberbia que
hay en los demonios. La ira, por su parte, va siempre acompañada de
alguna pasión, lo mismo que la concupiscencia, y, por lo tanto, no
puede hallarse en los demonios más que en sentido metafórico. En
cuanto a la acedía, es una forma de la tristeza que hace al hombre
lento para aquellos ejercicios del espíritu a causa de la fatiga
corporal. Esto no lo pueden experimentar los demonios. Por todo lo
cual resulta claro que sólo la soberbia y la envidia son los pecados
puramente espirituales que le pueden competer a los demonios. Sin
embargo, siempre que la envidia no se tome como pasión, sino como
voluntad reacia al bien ajeno.
3. Bajo la envidia y la soberbia,
tal como se atribuyen a los demonios, están comprendidos todos los
pecados que de ellas se derivan.
Artículo 3:
El diablo, ¿apeteció o no apeteció ser como Dios?
lat
Objeciones por las que parece que el diablo no apeteció ser como
Dios:
1. Lo que no puede ser concebido no puede ser deseado, puesto que el
bien aprehendido es el que mueve todo apetito, sea sensitivo, racional
o intelectual (aunque sólo en este apetito se da el que haya pecado).
Pero es inconcebible que una criatura sea igual a Dios, porque esto
implica contradicción, ya que, si lo finito se igualara con lo
infinito, sería infinito. Por lo tanto, el ángel no pudo apetecer ser
como Dios.
2. Lo que es el fin de la naturaleza puede ser apetecido sin
pecado. Pero la semejanza con Dios es el fin al que naturalmente
tiende toda criatura. Si, pues, el ángel apeteció ser como Dios, no
por igualdad, sino por semejanza, parece que en esto no
pecó.
3. El ángel fue creado con mayor caudal de sabiduría que
el hombre. Pero ningún hombre, a no ser que esté perturbado, elige ser
igual a un ángel, y mucho menos a Dios, porque la elección solamente
recae sobre aquellas cosas posibles acerca de las que cabe
deliberación. Por lo tanto, mucho menos pecó el ángel apeteciendo ser
igual a Dios.
Contra esto: está lo que dice Is 14,13-14 de la persona del diablo: Subiré al cielo y seré semejante al Altísimo, Y Agustín, en el
libro De quaestionibus Vet. Test. dice:
Inflamado de orgullo, quiso ser llamado Dios.
Respondo: Sin duda, el ángel pecó apeteciendo
ser como Dios. Pero esto puede entenderse de dos maneras: Como
equiparación o como semejanza. Del primer modo no pudo apetecer ser
igual a Dios, porque, por conocimiento natural, sabía que esto es
imposible, y, además, porque a su primer acto pecaminoso no precedió
en él ningún hábito ni pasión que entorpeciese su capacidad
cognoscitiva, de forma que errase en aquel caso concreto eligiendo lo
imposible, como a veces nos ocurre a nosotros. Y aun cuando esto fuera
posible, hubiera sido contrario al deseo natural de conservar su ser,
pues desaparecería si se convirtiera en otra naturaleza. De aquí que
ningún ser perteneciente a un grado inferior de la naturaleza puede
apetecer el grado de otra naturaleza superior, como el asno no desea
ser caballo porque, pasando a una naturaleza superior, ya no sería él
mismo. Pero aquí nos engaña la imaginación, porque, debido a que el
hombre apetece elevarse a un grado superior en cuanto a sus
condiciones accidentales, que pueden crecer sin que se destruya el
sujeto, imaginamos que puede apetecer un grado superior de naturaleza
al que no podría llegar a no ser dejando de ser lo que es. Es evidente
que Dios supera al ángel, no en condiciones accidentales, sino en el
grado de la naturaleza, que es también como un ángel supera a otro.
Por lo tanto, es imposible que el ángel inferior, lejos de apetecer
ser igual a Dios, apetezca ni siquiera, ser igual al ángel
superior.
Apetecer ser como Dios por semejanza se puede entender también de dos
maneras. 1) La primera, en cuanto a aquello en que es capaz una
criatura de asemejarse a Dios. Quien así apetece ser semejante a Dios
no peca, con tal que aspire a la semejanza con Dios según el orden
debido, esto es, a recibirla de Dios. Pero peca si aspira a ello
exigiéndola en nombre de la justicia, como si fuera debida a su
esfuerzo y no a la acción de Dios. 2) La segunda, si alguien
apeteciera ser semejante a Dios en lo que no es apto para asemejarse a
Dios, como, por ejemplo, el que apeteciera crear el cielo y la tierra,
cosa que sólo pertenece a Dios, pues en este apetito hay pecado. De
esta manera es como el diablo apeteció ser como Dios. Y no porque
apeteciera ser semejante a Dios en cuanto a no estar sometido
absolutamente a nadie, porque, de ser así, hubiera querido su propio
no ser, pues ninguna criatura puede existir a no ser en cuanto que
participa del ser que Dios le comunica. Su deseo de ser semejante a
Dios consistió en apetecer como fin último de la bienaventuranza las
cosas que podía conseguir por la capacidad de su naturaleza, desviando
por ello su apetito de la bienaventuranza sobrenatural, que proviene
de la gracia de Dios. O si deseó como último fin la semejanza con Dios
que tiene por causa la gracia, quiso alcanzarla por la capacidad de su
naturaleza, y no con la ayuda divina, según la disposición de Dios.
Esto concuerda con la opinión de Anselmo cuando dice que
apeteció aquello a que habría llegado si hubiera perseverado. De
cualquier modo, estas dos explicaciones coinciden, porque lo que una y
otra dicen es que apeteció obtener la bienaventuranza final por su
capacidad, lo cual sólo es propio de Dios.
No obstante, porque lo que existe por sí mismo es causa y principio
de lo que es por otro, de aquel apetecer se siguió que quisiera
dominar todo lo demás. En esto también perversamente quiso asemejarse
a Dios.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.
Artículo 4:
Algunos demonios, ¿son o no son malos por naturaleza?
lat
Objeciones por las que parece que algunos demonios son por naturaleza
malos:
1. Agustín en X De civ. Dei cita un texto de
Porfirio: Hay un género de demonios de naturaleza falaz, fingiendo
ser dioses o almas de los difuntos. Pero ser falaz es ser malo.
Por lo tanto, algunos demonios son malos por naturaleza.
2. Así como los ángeles fueron creados por Dios, también lo
fueron los hombres. Pero hay hombres malos por naturaleza. De éstos se
dice en Sab 12,10: Su malicia les era natural. Por lo tanto,
también algunos ángeles pueden ser malos por naturaleza.
3. Algunos animales irracionales tienen cierta
perversidad natural. Ejemplo: La zorra es astuta; el lobo, rapaz. Sin
embargo, son criaturas de Dios. Por lo tanto, también los demonios,
aun cuando sean criaturas de Dios, pueden ser malos por
naturaleza.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De div. nom.: Los demonios no son malos por naturaleza.
Respondo: Todo lo que existe, por el simple
hecho de existir, tiende naturalmente a algún bien, ya que procede de
un principio bueno. El efecto se reduce a su principio. Sin embargo,
es posible que a los bienes particulares se una algún mal, como al
fuego se le une el mal de consumir lo que toca. Pero el bien universal
no puede llevar anexo ningún mal. Por lo tanto, si hay algún ser cuya
naturaleza está ordenada a un bien particular, por naturaleza puede
tender a un mal, pero no en cuanto mal, sino accidentalmente, esto es,
en cuanto que está unido a un bien. Pero si existe algo cuya
naturaleza esté ordenada a algún bien bajo la razón de bien, por
naturaleza nunca puede tender a algún mal. Es evidente que toda
naturaleza intelectual está ordenada al bien universal que puede
conocer y que es objeto de la voluntad. Por lo tanto, como los
demonios son sustancias intelectuales, no pueden tener tendencia
natural al mal. Por lo tanto, por naturaleza no pueden ser
malos.
A las objeciones:
1. Agustín allí mismo refuta el
texto de Porfirio en el que sostiene que los demonios son falaces por
naturaleza. Lo hace diciendo que no son falaces por naturaleza, sino
por propia voluntad. La opinión de Porfirio se debe a que suponía que
los demonios son animales de naturaleza sensitiva. La naturaleza
sensitiva está ordenada a algún bien particular al que puede ir unido
algún mal. Por eso puede tener alguna tendencia natural al mal, aunque
siempre accidentalmente y sólo en cuanto que aquel mal va unido al
bien.
2. La malicia de algunos hombres
puede ser llamada natural, a causa de la costumbre, que es otra
naturaleza; o porque en su naturaleza sensitiva hay alguna inclinación
natural a alguna pasión desordenada. También algunos son llamados por
naturaleza iracundos y lascivos. Pero esto no puede decirse por parte
de la naturaleza intelectual.
3. Los animales, debido a su
naturaleza sensitiva, tienden naturalmente a determinados bienes
particulares que llevan unido algún mal. Así, la zorra tiende a
buscarse la vida sagazmente uniendo a ello la astucia. Pero la astucia
no es un mal en la zorra, ya que en ella es natural. Tampoco es un mal
en el perro ser furioso, como observa Dionisio en el c.4 De Div.
Nom.
Artículo 5:
El diablo, ¿fue o no fue malo en el mismo instante de su creación por
culpa de su propia voluntad?
lat
Objeciones por las que parece que el diablo fue malo
en el mismo instante de su creación por culpa de su propia
voluntad:
1. Hablando del diablo, se dice en Jn 8,44: Este era homicida
desde el principio.
2. Más aún. Según Agustín en I Super Gen. ad
litt., el estado informe de la criatura no
precedió temporalmente a su formación, sino sólo en el origen. Pero,
como él mismo dice en el segundo libro, por cielo, que, según se lee (Gen 1,1) fue lo creado primero, se
entiende la naturaleza angélica en estado informe. Y cuando se lee
(Gen 1,3) que Dios dijo: Hágase la luz, y la luz fue hecha, se
entiende su formación por su conversión a la Palabra. Por lo tanto, la
naturaleza del ángel a la vez fue creada y hecha luz. Pero en el
instante en que fue hecha luz, también fue separada de las tinieblas (v.4), en las que hay que entender a los ángeles malos.
Por lo tanto, fue en el mismo instante de su creación cuando unos
ángeles fueron bienaventurados y otros pecaron.
3. El pecado se opone al mérito. Pero alguna naturaleza
intelectual puede ya merecer en el instante de su creación, como el
alma de Cristo o los mismos ángeles buenos. Por lo tanto, los demonios
también pudieron pecar en el primer instante de su
creación.
4. La naturaleza angélica está más capacitada que la
corpórea. Pero el ser corpóreo desde el mismo instante de su creación
empieza a ejercer sus operaciones, como el fuego se mueve hacia arriba
en el mismo momento en que es producido. Por lo tanto, también el
ángel pudo ejecutar sus operaciones desde el mismo instante de su
creación. Su acción fue recta o no lo fue. Si fue recta, por poseer la
gracia mereció la bienaventuranza. Pero, como dijimos anteriormente
(
q.62 a.5), en los ángeles el premio sigue inmediatamente al mérito.
Por lo tanto, inmediatamente hubieran sido bienaventurados, y,
siéndolo, nunca hubieran pecado. Esto es falso. Por lo tanto, hay que
concluir: En el primer instante, por no obrar rectamente,
pecaron.
Contra esto: está lo que se dice en Gen 1,13: Vio Dios todo lo que
había hecho, y era bueno. Entre el todo estaban también los
demonios. Por lo tanto, en algún tiempo los demonios fueron
buenos.
Respondo: Algunos sostuvieron
que los demonios en el primer instante de su creación fueron malos, no
por naturaleza, sino por el pecado debido a su propia voluntad,
porque el diablo rechazó la justicia desde el momento en que fue
hecho. Agustín en XI
De Civ. Dei dice:
Quien piensa así, no incurre en aquella herejía, la de los maniqueos,
consistente en decir que el demonio tiene la naturaleza del mal.
Pero esta opinión contradice a la Escritura (pues bajo la figura del
príncipe de Babilonia, del diablo dice Is 14,12:
¿Cómo caíste,
Lucifer, que nacías por la mañana? Y en Ez 28,13 se dice del
diablo en la persona del rey de Tiro:
Estuviste entre las delicias
del paraíso de Dios). Por eso, razonablemente y por errónea esta
opinión es rechazada por los maestros.
Algunos dijeron que los ángeles pudieron pecar en el
primer momento de su creación, pero que no pecaron.
Algunos rechazan esta opinión por lo siguiente: Puesto
que hay dos operaciones y una sigue a la otra, es imposible que las
dos acaben en el mismo instante. Es evidente que el pecado del ángel
fue una operación posterior a la creación. El final de la creación es
el mismo ser del ángel; el final de la acción pecaminosa, que el ángel
sea malo. Por lo tanto, parece imposible que el ángel hubiese sido
malo en el primer instante que empezó a existir.
Este argumento no parece suficiente. Pues sólo es aplicable a los
movimientos corporales, que se realizan sucesivamente. Por eso, si a
un movimiento de alteración sigue uno local, no es posible que la
alteración y el movimiento local terminen en el mismo instante. Pero
si las alteraciones son instantáneas, las primeras y las segundas
pueden terminar en el mismo instante. Ejemplos: En el mismo instante
en que la luna es iluminada por el sol, el aire es iluminado por la
luna. Es evidente que la creación es instantánea y que en los ángeles
lo es también el movimiento del libre albedrío, pues no necesitan
ningún proceso discursivo, como dijimos (q.58 a.3). Por lo tanto, nada
impide que en un mismo instante se dé el final de la creación y el
final del movimiento del libre albedrío.
Puestos en otra dimensión, hay que decir: Fue imposible que el ángel
pecara en el primer instante por un acto desordenado de su libre
albedrío. El porqué de esto radica en que, si bien algunas cosas desde
que empiezan a ser pueden comenzar también a obrar, la operación que
empieza al mismo tiempo que el ser la reciben de quien reciben el ser,
como el moverse del fuego hacia arriba lo recibe de quien lo genera.
Por eso, si algo recibe el ser de un agente defectuoso que puede ser
causa de una acción defectuosa, desde el primer instante en que
empieza a existir, puede realizar acciones defectuosas. Ejemplo: La
pierna que nace rota por la debilidad del principio generante,
inmediatamente empieza a cojear. Pero quien produce a los ángeles,
Dios, no puede ser causa del pecado. Por eso no puede decirse que el
diablo fuera malo desde el primer instante de su creación.
A las objeciones:
1. Agustín, en XI De civ.
Dei, dice que en la frase el diablo peca desde
el principio (Jn 3,8), no hay que entender desde el principio
de su creación, sino desde el principio de su pecado. Esto es,
porque nunca abandonó su pecado.
2. La distinción entre luz y
tinieblas, en cuanto que por tinieblas se indican los pecados de los
demonios, ha de ser entendida conforme a la presciencia de Dios. Por
eso Agustín en XI De civ. Dei dice: Sólo pudo
separar la luz de las tinieblas quien pudo saber, antes de que
cayeran, quiénes eran los que iban a caer.
3. Todo lo que hay en el mérito
viene de Dios; así, el ángel pudo merecer en el primer instante de su
creación. En cambio, y como dijimos, en el pecado no pasa lo
mismo.
4. Como dice Agustín en XI De
civ. Dei, Dios no hizo ninguna distinción entre
los ángeles antes de la aversión de unos y la conversión de otros.
Así, todos, creados en gracia, merecieron ya en el primer instante.
Algunos se opusieron inmediatamente a su bienaventuranza, anulando el
mérito precedente. Por eso fueron privados de la bienaventuranza que
habían merecido.
Artículo 6:
¿Medió o no medió algún tiempo entre la creación del ángel y su
caída?
lat
Objeciones por las que parece que medió algún tiempo entre la
creación del ángel y su caída:
1. En Ez 28,14-15 se dice: Anduviste rectamente en tus caminos
desde el día en que fuiste concebido hasta el día en que fue
encontrada en ti la iniquidad. Pero andar es un movimiento
continuo que requiere algún tiempo. Por lo tanto, entre la creación y
la caída del diablo transcurrió algún tiempo.
2. Dice Orígenes: La antigua serpiente no
anduvo inmediatamente sobre su pecho y su vientre; aquí se
significa el pecado. Por lo tanto, el diablo no pecó inmediatamente
después del primer instante de su creación.
3. Poder pecar es común al hombre y al ángel. Pero entre
la creación del hombre y su pecado medió algún tiempo. Por lo tanto, y
por lo mismo, medió también entre la formación del ángel y su
pecado.
4. El instante en que el ángel pecó fue distinto del
momento en que fue creado. Pero entre dos instantes cualesquiera hay
un tiempo intermedio. Por lo tanto, entre la tentación del diablo y su
caída transcurrió algún tiempo.
Contra esto: está lo que se dice en Jn 8,44 sobre el diablo: No se
mantuvo en la verdad. Y Agustín en XI De civ..
Dei dice: Es necesario admitir que estuvo en la
verdad, pero que no se mantuvo en ella.
Respondo: Sobre esta cuestión hay dos
opiniones, pero la más probable y más conforme con la doctrina de los
Santos es que el diablo pecó inmediatamente después del primer
instante de su creación. Es preciso que afirmemos esto si admitimos
que ejecutó un acto del libre albedrío en el mismo momento en que fue
creado, y que fue creado en gracia, como dijimos (
a.5;
q.62 a.3).
Pues, como los ángeles alcanzaron la bienaventuranza por un solo acto
meritorio, como también dijimos (
q.62 a.5), si el diablo, creado en
gracia, mereció en el primer instante, habría recibido la
bienaventuranza inmediatamente después del primer instante, si,
pecando, no hubiera puesto, también inmediatamente, el
impedimento.
En cambio, si se admite que el ángel no fue creado en gracia; o que
en el primer instante no pudo realizar un acto de libre albedrío, nada
impide que hubiera intervalo entre su creación y su
caída.
A las objeciones:
1. En la Sagrada Escritura es
frecuente que los movimientos corporales medidos por el tiempo
indiquen metafóricamente los movimientos espirituales instantáneos.
Así, por andar se entiende el movimiento del libre albedrío que
tiende al bien.
2. Orígenes dice que la antigua
serpiente no anduvo arrastrándose inmediatamente y desde el
principo, atendiendo al primer instante en el que no fue
mala.
3. El ángel tiene libre albedrío
inflexible después de la elección. Por lo tanto, si inmediatamente
después del primer instante, en el que tuvo tendencia natural al bien,
no hubiera interpuesto ningún obstáculo a su bienaventuranza, hubiera
sido confirmado en el bien. En cambio, en el hombre no sucede lo
mismo. Por lo tanto, no hay paridad.
4. Entre dos instantes
cualesquiera haya un tiempo intermedio, es verdad si se demuestra que
se trata del tiempo continuo, según VI Physic.
Pero como los ángeles no están sometidos al movimiento de los cuerpos
celestes, que es la primera medida del tiempo continuo, en ellos por
tiempo se entiende la sucesión de operaciones intelectuales y
afectivas. Así, pues, el primer instante en los ángeles corresponde a
la operación con la que la mente angélica se volvió a sí misma por el
conocimiento vespertino. Por esto, en el primer día se habla de la
tarde y no de la mañana (Gen 1). Esta operación fue buena en todos.
Pero a partir de dicha operación, por el conocimiento matutino, unos
se volvieron al conocimiento y alabanza de la Palabra; y otros, en
cambio, se encerraron en sí mismos e, hinchados de soberbia, se
hicieron noche, como dice Agustín en IV Super Gen. ad
litt. Por lo tanto, la primera
operación fue la misma en todos; pero en la segunda son distintos. Por
lo tanto, en el primer instante todos fueron buenos; en el segundo se
separaron los buenos de los malos.
Artículo 7:
El ángel supremo entre los que pecaron, ¿era o no era el supremo de
todos?
lat
Objeciones por las que parece que el ángel supremo entre los que
pecaron no era el supremo de todos:
1. Del ángel se dice en Ez 28,14: Eras un querubín protector, de
alas desplegadas. Yo te puse en el santo monte de Dios. Pero el
orden de los querubines es inferior al de los serafines, como dice
Dionisio en c.7 Ang. hier. Por lo tanto, el
ángel supremo entre los que pecaron, no era el supremo entre
todos.
2. Dios hizo la naturaleza intelectual para que alcanzara la
bienaventuranza. Así, pues, si el ángel supremo entre todos fue el que
pecó, hay que concluir que la ordenación divina quedó sin efecto en la
más noble de las criaturas. Esto es inaceptable.
3. Cuanto mayor es la tendencia de alguien a algo, tanto
menos puede prescindir de ello. Pero cuanto más elevado es un ángel,
más tiende a Dios. Por lo tanto, menos puede apartarse de El pecando.
Parece, así, que el ángel que pecó no fue el supremo de todos, sino
uno de los inferiores.
Contra esto: está lo que dice Gregorio en la homilía De centum ovibus: El primer ángel pecó porque, debido a su categoría de
príncipe de las multitudes de ángeles, a todos los superaba en
resplandor, y, comparándose con ellos, todavía se vio más
resplandeciente.
Respondo: En el pecado hay que considerar lo
siguiente: la propensión al pecado y el motivo de pecar. Si el ángel
es considerado desde la propensión al pecado, más bien parece que
pecaron los inferiores y no los superiores. Por eso el Damasceno
dice que el mayor de los que pecaron fue
el que
presidía el orden terrestre. Con esta opinión parece concordar la
postura de los platónicos, como nos relata Agustín en
VIII y X
De civ. Dei. Pues
algunos decían que los dioses son todos buenos, y los demonios, en
cambio, unos son buenos y otros malos, advirtiendo que llamaban dioses
a las sustancias intelectuales que están por encima de la esfera
lunar, y demonios a las sustancias intelectuales que están debajo,
aunque superiores a los hombres en el orden de la naturaleza. No hay
motivo para rechazar esta opinión como contraria a la fe, ya que Dios
administra las criaturas corporales por medio de los ángeles, como
dice Agustín en III
De Trin. Por lo tanto, nada
impide decir que los ángeles inferiores están destinados, por
disposición divina, a administrar los cuerpos superiores; y los
supremos están destinados a asistir delante de Dios. Por eso el
Damasceno dice que los que pecaron fueron los inferiores, aunque en
aquel orden inferior algunos ángeles buenos se mantuvieron
fieles.
En cambio, si se considera el motivo de pecar, encontramos que es
mayor en los superiores que en los inferiores. Hemos visto ya (a.2)
que el pecado de los demonios fue la soberbia, cuyo motivo es la
grandeza, y que poseyeron en mayor grado los superiores que los
inferiores. Por eso Gregorio dice: El que pecó fue el
supremo entre todos.
Esto parece lo más probable. Porque el pecado del ángel no provino de
ninguna propensión, sino sólo del libre albedrío, y por lo tanto,
parece que preferentemente se ha de tener en cuenta el motivo de
pecar. Sin embargo, no hay que desechar la otra opinión, ya que
también en el más elevado de los inferiores pudo haber motivo para
pecar.
A las objeciones:
1. El nombre querubín
significa plenitud de ciencia. Serafín significa el que arde o
el que incendia. Por lo tanto, es evidente que el
querubín toma su nombre de la ciencia, compatible con el pecado
mortal; y el serafín lo toma del ardor del amor, que no puede darse
con el pecado. Por eso, al primer ángel pecador no se le llama
serafín, sino querubín.
2. La intención divina no queda
sin efecto ni en los que pecan ni en los que se salvan, puesto que
Dios conoce de antemano la suerte de unos y de otros; y de todos
obtiene gloria: de unos cuando, por su bondad, los salva; de otros
cuando, por su justicia, los castiga. Así, pues, cuando la criatura
intelectual peca, fracasa con respecto a su fin. No queda exenta de
esto ninguna criatura, por sublime que sea, ya que la criatura
intelectual fue instituida por Dios de forma que, en su albedrío, puso
el poder obrar por el fin.
3. Por grande que fuera la
tendencia al bien que tuvo el ángel superior, no le impuso necesidad;
y, por lo tanto, por el libre albedrío, pudo dejar de seguir su
tendencia natural.
Artículo 8:
El pecado del primer ángel, ¿fue o no fue causa del pecado de los
demás?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado del primer ángel no fue
la causa de pecar de los demás:
1. La causa es anterior al efecto. Pero los ángeles pecaron todos a
la vez, como dice el Damasceno. Por lo tanto, el
pecado de uno no fue causa del pecado de los demás.
2. Como dijimos (
a.2), el primer pecado de los ángeles no
pudo ser más que el de soberbia. Pero la soberbia busca la grandeza. Y
la grandeza rechaza más someterse a un inferior que a un superior. Por
lo tanto, no parece que los demonios hayan pecado por haberse querido
someter a los ángeles superiores más que a Dios. Pero la manera de que
el pecado de un ángel haya sido la causa del pecado de los demás es
que los hubiera inducido a que se le sometieran. Por lo tanto, no
parece que el pecado del primer ángel haya sido la causa del pecado de
los demás.
3. Mayor pecado es someterse a alguno en contra de Dios
que, en contra de Dios, querer dominar en otro, ya que hay menos
motivos para pecar. Así, pues, si el motivo de que el pecado del
primer ángel sea la causa del pecado de los demás consiste en que los
persuadió para que se sometieran a él, el pecado de los inferiores
habría sido más grave que el del superior. Esto se opone a lo que,
comentando aquello del Sal 103,26: Este dragón que hiciste para que
allí retozase, dice la Glosa: El que superaba a
todos por el ser, los superó a todos en maldad. Por lo tanto, el
pecado del primer ángel no fue la causa del pecado de los
demás.
Contra esto: está lo que se dice en Apoc. 12,4: El dragón arrastró
tras de sí la tercera parte de las estrellas.
Respondo: El pecado del primer ángel fue para
los otros causa de pecar, no coactiva, pero sí como exhortación
persuasiva. Un indicio de esto lo tenemos en que todos los demonios
están sometidos a aquel primer rebelde, como resulta claro por lo que
dice el Señor en Mt 25,41: Id, malditos, al fuego eterno que está
preparado para el diablo y para sus ángeles. En el orden de la
justicia divina está dispuesto que, si alguno consiente en la culpa
sugestionado por otro, en castigo quede sometido a su poder. Dice 2 Pe
2,19: Cada cual es esclavo de quien le venció.
A las objeciones:
1. Aun cuando todos los ángeles
pecaron a la vez, sin embargo, el pecado de uno pudo ser causa de que
pecasen los demás. Esto es así porque el ángel no necesita tiempo para
elegir, exhortar o consentir, como sucede en el hombre, que para
elegir y consentir necesita deliberar, y para exhortar necesita
hablar; y todo esto requiere tiempo. Más aún: en el mismo hombre
sucede que, como todos saben, apenas concibe algo en el corazón, al
momento empieza a hablar. Y si cuando deja de hablar alguien comprende
lo dicho, puede asentirlo. Esto es así sobre todo
cuando se trata de los primeros principios, que, apenas oídos, son
asentidos. Por lo tanto, suprimido el tiempo que
en nosotros resulta necesario para hablar y deliberar, en el mismo
instante en que el primer ángel expresó con lenguaje espiritual sus
designios, fue posible que los otros los hicieran también
propios.
2. En igualdad de circunstancias,
el soberbio prefiere someterse a un superior más que a un inferior.
Pero si del inferior consigue alguna grandeza que no puede conseguir
del superior, prefiere someterse al inferior más que al superior. Por
lo tanto, no se oponía al orgullo de los demonios que quisieran
someterse a un inferior, aceptando su dominio, ya que, si quisieron
tenerle como jefe y caudillo, fue con el objetivo de conseguir la
bienaventuranza por sus propias fuerzas; y, sobre todo, porque, en el
orden natural, estaban ya sometidos al ángel supremo.
3. Como dijimos (
q.62 a.6), en el
ángel no hay nada que retarde su acción. Por eso se lanza a su
objetivo, sea bueno o malo, con toda la fuerza de la que es capaz.
Así, pues, debido a que el ángel supremo poseía mayor capacidad
natural que los inferiores, más impetuosa fue su caída en el pecado.
Por eso su maldad es mayor.
Artículo 9:
Los que cayeron, ¿son o no son tantos como los que
permanecieron?
lat
Objeciones por las que parece que son más los que pecaron que los que
permanecieron:
1. El Filósofo dice: El mal se encuentra en
muchos; el bien, en pocos.
2. Más aún. La justicia y el pecado se encuentran en los
ángeles por los mismos motivos que en los hombres. Pero entre los
hombres son más los malos que los buenos. Dice Ecl 1,15: Infinito
es el número de los insensatos. Por lo tanto, lo mismo debe
suceder entre los ángeles.
3. Los ángeles se distinguen en personas y en órdenes.
Así, pues, si las personas angélicas que perseveraron fueron las más,
parece que no pecaron individuos de todos los órdenes.
Contra esto: está lo que se dice en 4 Re 6,16: Los que están con
nosotros son más de los que están con ellos. Esto va referido a
los ángeles buenos, que están con nosotros para protegernos, y de los
malos que nos acechan.
Respondo: Los ángeles que perseveraron son más
que los que pecaron, porque el pecado es contrario a la tendencia
natural; y lo que va contra la naturaleza tiene lugar en los menos, pues la naturaleza logra su efecto siempre, o por
lo menos en la mayoría de los casos.
A las objeciones:
1. El Filósofo se está refiriendo a
los hombres, en los que el mal proviene de su búsqueda de bienes
sensibles, que son los más conocidos, abandonando el bien de la razón,
que pocos conocen. Pero en los ángeles no hay más naturaleza que la
intelectual. Por lo tanto, no hay paridad.
2. La respuesta está incluida en lo expuesto.
3. Para los que
opinan que el diablo fue el mayor de los ángeles
pertenecientes al orden inferior, no cabe duda que no cayeron ángeles
de todos los órdenes, sino solamente del orden inferior. En cambio,
quienes sostienen que el diablo superior pertenece al
orden supremo, admiten la probabilidad de que cayeran de todos los
órdenes; como también que, para suplir la pérdida de los ángeles, son
elevados a todos los órdenes hombres de todas las clases, con lo cual
se confirma más la libertad del libre albedrío, que puede tender al
mal, cualquiera que sea la categoría de las criaturas. Sin embargo, en
la Sagrada Escritura a los demonios no se les atribuyen los nombres de
algunos órdenes, como el de Serafines o
Tronos, porque estos nombres están tomados del ardor del amor y
de la inhabitación de Dios, que no pueden darse junto con el pecado.
En cambio, sí se les atribuyen los de Querubines, Potestades y
Principados, porque éstos se toman de la ciencia y del poder,
pudiendo ser comunes a los buenos y a los malos.