En la Biblia la locura se opone a la sabiduría (p. e., Prov 10,1.14) y como ella se define en relación con la conducta de la vida y con el conocimiento de Dios. El loco es el tonto y el imprudente, es también el impío Prov 1,22-32 Eclo 22,9-18.
Los sabios ponen en guardia al joven sin experiencia, contra las seducciones que podrían inducirlo a una conducta loca: la de las mujeres perversas Prov 7,5-27, la de la dama locura, personificación de la impiedad Prov 9,13-18. Hacen el retrato de los locos para mostrar a sus discípulos lo que vendrían a ser por falta de disciplina Eclo 21,14-20: ¿no vendrían a pensar que el Señor no hace justicia o que no ve nada Eclo 16,17-23, o incluso que no existe Sal 14,1? Consiguientemente, tendrían a los justos por locos Sab 5,4 y su muerte por una desgracia irreparable Sab 3,2.
Frente al reino de Dios, presente en la persona de Cristo, la locura consiste no sólo en la impiedad que rechaza la ley de Dios, sino también en una sabiduría que se cierra a su gracia. Todos tienen necesidad de una conversión radical para acoger las palabras de Cristo y ponerlas en práctica, a falta de lo cual es uno un insensato Mt 7,26. Es locura apoyarse en la propia riqueza Lc 12,20; locura, no responder a las exigencias de Dios, como las vírgenes locas Mt 25,1-13, o tratar de falsearlas, como los fariseos Mt 23,17. Locura, sobre todo, no creer en la sabiduría de Dios que se revela en Cristo crucificado y en la locura de su predicación 1Cor 1,18-29. Pero el creyente debe consentir en pasar como Cristo mismo Mc 3,21 por insensato a los ojos del mundo 1Cor 3,18ss; Pablo pasó así por loco 1Cor 4,10 Act 26,24; y todo apóstol de Cristo crucificado tendrá la misma suerte, pues anuncia una salvación que es obra de la locura de Dios, locura de amor, que es suprema sabiduría 1Cor 1,25.