La sencillez que caracteriza al niño (hebr. peti; gr. nepios; vulg. parvu lus, innocens) tiene aspectos diversos: falta de experiencia y de prudencia, docilidad, ausencia de cálculo, rectitud de corazón que lleva consigo la sinceridad del lenguaje y excluye la malevolencia de la mirada y de la acción. Se opone así al discernimiento o a la doblez.
1. Sencillez y sabiduría.
La sencillez puede por tanto ser un defecto; si consiste en una ignorancia Prov 14,18 que hace obrar imprudentemente Prov 22,3, creer al primero que se presenta Prov 14,15, ceder a las seducciones del placer de mala ley Prov 7,7 9,16 Rom 16,18, es una ligereza mortal Prov 1,32, indigna de un cristiano 1Cor 14,20. La sabiduría libra de ella a los que, a su llamamiento Prov 1,22 8,5 9,4ss, escuchan sus palabras Prov 1,4. Los hace sabios Sal 19,8 si se abren a la luz de la palabra de Dios Sal 119,130s con la sencillez que faltó a Eva 2Cor 1,3 y que falta a los que se fían de su propia sabiduría Mt 11,25. Esta fe humilde, condición de la salvación Mc 10,15 1Pe 2,2, es el primer aspecto de la sencillez de los hijos de Dios, que no es infantilismo; implica por el contrario una rectitud e integridad Flp 2,15. cuyo modelo es Job Job 1,8 2,3.
2. Sencillez y rectitud.
El que busca a Dios debe evitar toda doblez Sab 1,1: nada debe dividir su corazón Sal 119,113 Sant 4,8, falsear su intención 1Re 9,4 Eclo 1,28ss, frenar una generosidad que llega hasta a arriesgar la vida 1Par 29,17 1Mac 2,37.60, hacer vacilar la confianza Sant 1,8. No hay subterfugios en su conducta Prov 10,9 28,6 Eclo 2,12 ni en sus palabras Eclo 5,9.
Acoge sencillamente los dones de Dios Act 2,46 y da sin calcular, con amor sincero Rom 12,8s 1Pe 1,22. Es que su mirada es sencilla; incapaz de hacer mal, sólo pone la mira en la voluntad de Dios y de Cristo cuando debe obedecer a los hombres Col 3,22s Ef 6,5ss.
Esta intención única ilumina su vida Mt 6,22 Lc 11,34; le hace más prudente que la serpiente; esta pureza de intención está simbolizada por la sencillez de la paloma Mt 10,16.