El semblante de los demonios, seres espirituales maléficos, no se esclareció sino lentamente en la revelación. En un principio los textos bíblicos utilizaron ciertos elementos tomados de las creencias populares, sin ponerlos todavía en relación con el misterio de Satán. Al final todo adquirió sentido a la luz de Cristo, venido al mundo para liberar al hombre de Satán y de sus satélites.
1. En los orígenes de la creencia. El antiguo Oriente daba un rostro personal a las mil fuerzas oscuras, cuya presencia se sospecha por detrás de los males que asaltan al hombre. La religión babilónica tenía una demonología complicada y en ella se practicaban numerosos exorcismos para librar a las personas, a las cosas, a los lugares hechizados; estos ritos esencialmente mágicos constituían una parte impor tante de la medicina, ya que toda enfermedad se atribuía a la acción de algún espíritu maligno.
El AT, en sus principios, no niega la existencia y la acción de seres de este género. Utiliza el folklore, que puebla las ruinas y los lugares desiertos con presencias oscuras, mezcladas con las bestias salvajes: sátiros velludos Is 13,21 34,12, Lilit, el demonio de las noches Is 34,14... Les entrega lugares malditos, como Babilonia Is 13 o el país de Edom Is 34. El ritual de la expiación ordena que se abandone al demonio Azazel el buco cargado con los pecados de Israel Lev 16,10. En torno al hombre enfermo se interroga también a las fuerzas malignas que lo atormentan. Primitivamente, males tales como la peste Sal 91,6 Hab 3,5 o la fiebre Dt 32,24 Hab 3,5 son considerados como azotes de Dios, que los envía a los hombres culpables, como envía su mal espíritu a Saúl 1Sa 16,14s.23 18,10 19,9 y el ángel exterminador a Egipto, a Jerusalén o al ejército asirio Ex 12,23 2Sa 24,16 2Re 19,35.
Pero después del exilio se establece mejor la separación entre el mundo angélico y el mundo diabólico. El libro de Tobías sabe que son los demonios los que atormentan al hombre Tob 6,8 y que los ángeles tienen la misión de combatirlos Tob 8,3.
Sin embargo, para presentar al peor de ellos, al que mata, el autor no tiene reparo en recurrir todavía al folklore persa, dándole así el nombre de Asmodeo Tob 3,8 6,14. Se ve que el AT, tan tajante acerca de la existencia y la acción de los espíritus malignos como de la de los ángeles, no tuvo durante mucho tiempo sino una idea bastante flotante de su naturaleza y de sus relaciones con Dios.
2. Los demonios divinizados.
Ahora bien, para los paganos era una tentación constante tratar de granjearse a estos espíritus elementales tributándoles un culto sacrificial, en una palabra, haciendo de ellos dioses. Israel no estaba al abrigo de la tentación. Abandonando a su creador, se volvía también hacia los «otros dioses» Dt 13,3.7.14 o, dicho con otras palabras, hacia demonios Dt 32,17, llegando hasta a ofrecerles sacrificios humanos Sal 106,37. Se prostituía a los sátiros Lev 17,7, que merodeaban sus altos lugares ilegales 2Par 11,15. Los traductores griegos de la Biblia sistematizaron esta interpretación demoníaca de la idolatría, identificando formalmente con los demonios a los dioses paganos Sal 96,5 Bar 4,7, introduciéndolos incluso en los contextos en que el original hebreo no hablaba de ellos Sal 91,6 Is 13,21 65,3. Así el mundo de los demonios se convertía en un universo rival de Dios.
3. El ejército satánico.
En el pensamiento del judaísmo tardío se organiza este mundo en forma más sistemática. Se considera a los demonios como ángeles caídos, cómplices de Satán, venidos a ser sus auxiliares. Para evocar su caída se utiliza unas veces la imaginería mítica de la guerra de los astros Is 14,12 o del combate primordial entre Yahveh y las bestias que personifican al mar, otras veces se recurre a la vieja tradición de los hijos de Dios enamorados de las mujeres Gen 6,1ss 2Pe 2,4, otras se los representa en sacrílega rebelión contra Dios Is 14,13s Ez 28,2. De todos modos los demonios son considerados como espíritus impuros caracterizados por la soberbia y la lujuria. Atormentan a los hombres y se esfuerzan por arrastrarlos al mal. Para combatirlos se recurre a exorcismos Tob 6,8 8,2s Mt 12,27. Éstos no son, como en otro tiempo en Babilonia, de orden mágico, sino de orden deprecatorio: se espera, en efecto, que Dios reprima a Satán y a sus aliados, si se invoca el poder de su nombre Zac 3,2 Jds 1,9. Se sabe, además, que Miguel y sus ejércitos celestes están en lucha perpetua con ellos y que vienen en ayuda de los hombres Dan 10,13.
1. Jesús, vencedor de Satán.
La vida y la acción de Jesús se sitúa en la perspectiva de este duelo entre dos mundos, cuyo objeto es en definitiva la salvación del hombre. Jesús afronta personalmente a Satán y reporta contra él la victoria Mt 4,11 p Jn 12,31. Afronta también a los espíritus malignos que tienen poder sobre la humanidad pecadora y los vence en su terreno.
Tal es el sentido de los numerosos episodios en que entran en escena posesos: el endemoniado de la sinagoga de Cafarnaúm Mc 1,23-27 p y el de Gádara Mc 5,1-20 p, la hija de la sirofenicia Mc 7,25-30 p y el muchacho epiléptico Mc 9,14-29 p, el endemoniado mudo Mt 12,22ss p y María de Magdala Lc 8,2. Las más de las veces se entremezclan posesión diabólica y enfermedad Mt 17,15.18; así, unas veces se dice que Jesús cura a los posesos Lc 6,18 7,21 y otras que expulsa a los demonios Mc 1,34-39. Sin poner en duda casos muy claros de posesión Mc 1,23s 5,6, hay que tener en cuenta la opinión de la época, que atribuía directamente al demonio fenómenos que hoy son de la esfera de la psiquiatría Mc 9,20ss. Sobre todo, hay que recordar que toda enfermedad es signo del poder de Satán sobre los hombres Lc 13,11.
Al afrontar a la enfermedad, afronta Jesús a Satán; otorgando la curación, triunfa de Satán. Los demonios se creían instalados en el mundo como dueños y señores; Jesús vino para perderlos Mc 1,24. Ante la autoridad que manifiesta frente a ellos quedan las turbas estupefactas Mt 12,23 Lc 4,35ss. Sus enemigos le acusan: «Por Beelzebub, príncipe de los demonios, expulsa a los demonios» Mc 3,22 p; «¿no estará él mismo poseído por el demonio?» Mc 3,30 Jn 7,20 8,48s.52 10,20s. Pero Jesús da la verdadera explicación: expulsa a los demonios por el espíritu de Dios, lo cual prueba que el reino de Dios ha llegado ya a los hombres Mt 12,25-28 p. Satán se creía fuerte, pero es desalojado por otro más fuerte Mt 12,29 p.
En adelante los exorcismos se efectuarán, pues, en el nombre de Jesús Mt 7,22 Mc 9,38s. Jesús, al enviar en misión a sus discípulos les comunica su poder sobre los demonios Mc 6,7.13 p. De hecho los discípulos comprueban que les están sumisos los demonios, prueba evidente de la caída de Satán Lc 10,17-20. Tal será en todos los siglos uno de los signos que acompañarán a la predicación del Evangelio, juntamente con los milagros Mc 16,17.
2. El combate de la Iglesia.
Efectivamente, las liberaciones de posesos reaparecen en los Hechos de los apóstoles Act 8,7 19,11-17. Sin embargo, el duelo de los enviados de Jesús con los demonios adopta también otras formas: lucha contra la magia, contra las supersticiones de todas clases Act 13,8ss 19,18s y contra la creencia en los espíritus adivinatorios Act 16,16; lucha contra la idolatría, en que se hacen adorar los demonios Ap 9,20 e invitan a los hombres a su mesa 1Cor 10,20s; lucha contra la falsa sabiduría Sant 3,15, contra las doctrinas demoníacas que en todo tiempo se esforzarán por engañar a los hombres 1Tim 4,1, contra los que ejecutan prodigios engañosos, puestos al servicio de la bestia Ap 16,13s. Satán y sus auxiliares están en acción por detrás de todos estos hechos humanos que se oponen al progreso del Evangelio. Incluso las pruebas del Apóstol se pueden atribuir a un ángel de Satán 2Cor 12,7. Pero gracias al Espíritu Santo se sabe ahora discernir los espíritus 1Cor 12,10, sin dejarse embaucar por los falsos prestigios del mundo diabólico 1Cor 12,1ss. La Iglesia que, como Jesús, está empeñada en una guerra a muerte, conserva una esperanza invencible: Satán, ya vencido, sólo tiene ahora un poder limitado; el final de los tiempos verá su derrota definitiva y la de todos sus auxiliares Ap 20,1ss.7-10.