Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Trata de cómo se comunica el Señor al alma por visión
imaginaria, y avisa mucho se guarden de desear
[1] ir por este camino.
Da para ello razones. Es de mucho provecho.
1. Ahora vengamos a las visiones imaginarias, que dicen que son adonde puede
meterse el demonio más que en las dichas
[2], y así debe de
ser; mas cuando son de nuestro Señor, en alguna manera me parecen
más provechosas, porque son más conformes a nuestro natural;
salvo de las que el Señor da a entender en la postrera morada, que
a éstas no llegan ningunas.
2. Pues miremos ahora como os he dicho en el capítulo pasado
[3] que
está este Señor, que es como si en una pieza de oro
tuviésemos una piedra preciosa de grandísimo valor y virtudes;
sabemos certísimo que está allí, aunque nunca la hemos
visto; mas las virtudes de la piedra no nos dejan de aprovechar, si la traemos
con nosotras.
Aunque nunca la hemos visto, no por eso la dejamos de preciar,
porque por experiencia hemos visto que nos ha sanado de algunas enfermedades,
para que es apropiada;
[4] mas no la osamos mirar, ni abrir el relicario,
ni podemos, porque la manera de abrirle sólo la sabe cuya es la joya,
y aunque nos la prestó para que nos aprovechásemos de ella,
él se quedó con la llave y, como cosa suya, abrirá cuando
nos la quisiere mostrar, y aun la tomará cuando le parezca, como lo
hace.
3. Pues digamos ahora que quiere alguna vez abrirla de presto, por hacer
bien a quien la ha prestado: claro está que le será después
muy mayor contento cuando se acuerde del admirable resplandor de la piedra,
y así quedará más esculpida en su memoria.
Pues así
acaece acá: cuando nuestro Señor es servido de regalar más
a esta alma, muéstrale claramente su sacratísima Humanidad
de la manera que quiere, o como andaba en el mundo, o después de
resucitado; y aunque es con tanta presteza que lo podríamos comparar
a la de un relámpago, queda tan esculpido en la imaginación
esta imagen gloriosísima, que tengo por imposible quitarse de ella
hasta que la vea adonde para sin fin la pueda gozar
[5].
4. Aunque digo imagen, entiéndese que no es pintada al parecer de
quien la ve, sino verdaderamente viva
[6], y algunas veces se está
hablando con el alma y aun mostrándole grandes secretos.
Mas habéis
de entender que aunque en esto se detenga algún espacio, no se puede
estar mirando más que estar mirando al sol, y así esta vista
siempre pasa muy de presto; y no porque su resplandor da pena, como el del
sol, a la vista interior
[7], que es la que ve todo esto que cuando es con
la vista exterior no sabré decir de ello ninguna cosa, porque esta
persona que he dicho, de quien tan particularmente yo puedo hablar, no
había pasado por ello;
[8] y de lo que no hay experiencia, mal se
puede dar razón cierta), porque su resplandor es como una luz infusa
y de un sol cubierto de una cosa tan delgada como un diamante, si se puede
labrar; como una holanda parece la vestidura, y casi todas las veces que
Dios hace esta merced al alma, se queda en arrobamiento, que no puede su
bajeza sufrir tan espantosa vista.
5. Digo espantosa, porque con ser la más hermosa y de mayor deleite
que podría una persona imaginar, aunque viviese mil años y
trabajase en pensarlo, porque va muy adelante de cuanto cabe en nuestra
imaginación ni entendimiento), es su presencia de tan grandísima
majestad, que hace gran espanto al alma.
A osadas que no es menester aquí
preguntar cómo sabe quién es sin que se lo hayan dicho, que
se da bien a conocer que es Señor del cielo y de la tierra; lo que
no harán los reyes de ella, que por sí mismos bien en poco
se tendrán, si no va junto con él su acompañamiento,
o lo dicen.
6. ¡Oh Señor, cómo os desconocemos los cristianos!
¿Qué será aquel día cuando nos vengáis a
juzgar, pues viniendo aquí tan de amistad a tratar con vuestra esposa,
pone miraros tanto temor? ¡Oh hijas! ¿y qué será
cuando con tan rigurosa voz dijere: Id malditos de mi Padre?
[9]
7. Quédenos ahora esto en la memoria de esta merced que hace Dios
al alma, que no nos será poco bien, pues San Jerónimo, con
ser santo, no la apartaba de la suya, y así no se nos hará
nada cuanto aquí padeciéremos en el rigor de la religión
que guardamos, pues cuando mucho durare, es un momento, comparado con aquella
eternidad. Yo os digo de verdad que, con cuan ruin soy, nunca he tenido miedo
de los tormentos del infierno, que fuese nada en comparación de cuando
me acordaba que habían los condenados de ver airados estos ojos tan
hermosos y mansos y benignos del Señor, que no parece lo podía
sufrir mi corazón: esto ha sido toda mi vida.
¡Cuánto
más lo temerá la persona a quien así se le ha representado,
pues es tanto el sentimiento, que la deja sin sentir! Esta debe ser la causa
de quedar con suspensión; que ayuda el Señor a su flaqueza
con que se junte con su grandeza en esta tan subida comunicación con
Dios.
8. Cuando pudiere el alma estar con mucho espacio
[10] mirando este Señor,
yo no creo que será visión, sino alguna vehemente
consideración, fabricada en la imaginación alguna figura;
será como cosa muerta en estotra comparación.
9. Acaece a algunas personas y sé que es verdad, que lo han tratado
conmigo, y no tres o cuatro, sino muchas) ser de tan flaca imaginación,
o el entendimiento tan eficaz, o no sé qué es, que se embeben
de manera en la imaginación, que todo lo que piensan claramente les
parece que lo ven; aunque si hubiesen visto la verdadera visión,
entenderían, muy sin quedarles duda, el engaño; porque van
ellas mismas componiendo lo que ven con su imaginación, y no hace
después ningún efecto, sino que se quedan frías, mucho
más que si viesen una imagen devota.
Es cosa muy entendida no ser
para hacer caso de ello, y así se olvida mucho más que cosa
soñada.
10. En lo que tratamos no es así, sino que estando el alma muy lejos
de que ha de ver cosa, ni pasarle por pensamiento, de presto se le representa
muy por junto y revuelve todas las potencias y sentidos con un gran temor
y alboroto, para ponerlas luego en aquella dichosa paz.
Así como cuando
fue derrocado San Pablo, vino aquella tempestad y alboroto en el cielo
[11],
así acá en este mundo interior se hace gran movimiento, y en
un punto como he dicho
[12] queda todo sosegado, y esta alma
tan enseñada de unas tan grandes verdades, que no ha menester otro
maestro; que la verdadera sabiduría sin trabajo suyo la ha quitado
la torpeza, y dura con una certidumbre el alma de que esta merced es de Dios,
algún espacio de tiempo, que aunque más le dijesen lo contrario,
entonces no la podrían poner temor de que puede haber engaño.
Después, poniéndosele el confesor, la deja Dios para que ande
vacilando en que por sus pecados sería posible; mas no creyendo, sino
como he dicho
[13] en estotras cosas a manera de tentaciones
en cosas de la fe, que puede el demonio alborotar, mas no dejar el alma de
estar firme en ella; antes mientras más la combate, más queda
con certidumbre de que el demonio no la podría dejar con tantos bienes,
como ello es así, que no puede tanto en lo interior del alma; podrá
él representarlo, mas no con esta verdad y majestad y operaciones.
11. Como los confesores no pueden ver esto ni, por ventura, a quien Dios
hace esta merced, sabérselo decir, temen y con mucha razón.
Y así es menester ir con aviso, hasta aguardar tiempo del fruto que
hacen estas apariciones, e ir poco a poco mirando la humildad con que dejan
al alma y la fortaleza en la virtud; que si es de demonio, presto dará
señal y le cogerán en mil mentiras.
Si el confesor tiene
experiencia y ha pasado por estas cosas, poco tiempo ha menester para entenderlo,
que luego en la relación verá si es Dios, o imaginación,
o demonio, en especial si le ha dado Su Majestad don de conocer espíritus,
que si éste tiene y letras, aunque no tenga experiencia, lo conocerá
muy bien.
12. Lo que es mucho menester, hermanas, es que andéis con gran llaneza
y verdad con el confesor, no digo en decir los pecados, que eso claro está,
sino en contar la oración; porque si no hay esto, no aseguro que vais
bien, ni que es Dios el que os enseña; que es muy amigo que al que
está en su lugar se trate con la verdad y claridad que consigo mismo,
deseando entienda todos sus pensamientos, cuánto más las obras,
por pequeñas que sean.
Y con esto no andéis turbadas ni inquietas,
que aunque no fuese de Dios, si tenéis humildad y buena conciencia
no os dañará; que sabe Su Majestad sacar de los males bienes,
y que por el camino que el demonio os quería hacer perder, ganaréis
más.
Pensando que os hace tan grandes mercedes, os esforzaréis
a contentarle mejor y andar siempre ocupada en la memoria su figura, que
como decía un gran letrado
[14], que el demonio es gran pintor, y
si le mostrase muy al vivo una imagen del Señor, que no le pesaría,
para con ella avivar la devoción y hacer al demonio guerra con sus
mismas maldades; que aunque un pintor sea muy malo, no por eso se ha de dejar
de reverenciar la imagen que hace, si es de todo nuestro Bien.
13. Parecíale muy mal lo que algunos aconsejan, que den higas cuando
así viesen alguna visión;
[15] porque decía que adondequiera
que veamos pintado a nuestro Rey, le hemos de reverenciar; y veo que tiene
razón, porque aun acá se sentiría: si supiese una persona
que quiere bien a otra que hacía semejantes vituperios a su retrato,
no gustaría de ello.
Pues ¿cuánto más es razón
que siempre se tenga respeto adonde viéremos un crucifijo o cualquier
retrato de nuestro Emperador? Aunque he escrito en otra parte esto
[16],
me holgué de ponerlo aquí, porque vi que una persona anduvo
afligida, que la mandaban tomar este remedio.
No sé quién le
inventó tan para atormentar a quien no pudiere hacer menos de obedecer,
si el confesor le da este consejo, pareciéndole va perdida si no lo
hace, y el mío es que, aunque os le dé, le digáis esta
razón con humildad y no le toméis. En extremo me cuadró
mucho las buenas
[17] que me dio quien me lo dijo en este caso.
14. Una gran ganancia saca el alma de esta merced del Señor, que es,
cuando piensa en El o en su vida y Pasión, acordarse de su mansísimo
y hermoso rostro, que es grandísimo consuelo, como acá nos
le daría mayor haber visto a una persona que nos hace mucho bien que
si nunca la hubiésemos conocido. Yo os digo que hace harto consuelo
y provecho tan sabrosa memoria.
Otros bienes trae consigo hartos, mas como queda dicho tanto de los efectos
que hacen estas cosas y se ha de decir más, no me quiero cansar ni
cansaros, sino avisaros mucho que cuando sabéis u oís que Dios
hace estas mercedes a las almas, jamás le supliquéis ni
deseéis que os lleve por este camino.
15. Aunque os parezca muy bueno,
y se ha de tener en mucho y reverenciar, no conviene por algunas razones:
la primera, porque es falta de humildad querer vos se os dé lo que
nunca habéis merecido, y así creo que no tendrá mucha
quien lo deseare; porque así como un bajo labrador está lejos
de desear ser rey, pareciéndole imposible, porque no lo merece, así
lo está el humilde de cosas semejantes; y creo yo que nunca se
darán, porque primero da el Señor un gran conocimiento propio
que hace estas mercedes. Pues ¿cómo entenderá con verdad
que se la hace muy grande en no tenerla en el infierno, quien tiene tales
pensamientos?
La segunda, porque está muy cierto ser
engañado, o muy a peligro, porque no ha menester el demonio más
de ver una puerta pequeña abierta para hacernos mil trampantojos.
La tercera, la misma imaginación, cuando hay un gran deseo,
y la misma persona se hace entender que ve aquello que desea, y lo oye, como
los que andan con gana de una cosa entre día y mucho pensando en ella,
que acaece venirla a soñar.
La cuarta, es muy gran atrevimiento
que quiera yo escoger camino no sabiendo el que me conviene más, sino
dejar al Señor, que me conoce, que me lleve por el que conviene, para
que en todo haga su voluntad.
La quinta, ¿pensáis que
son pocos los trabajos que padecen los que el Señor hace estas mercedes?
No, sino grandísimos y de muchas maneras. ¿Qué sabéis
vos si seríais para sufrirlos?
La sexta, si por lo mismo que
pensáis ganar, perderéis, como hizo Saúl por ser rey
[18].
16. En fin, hermanas, sin éstas hay otras;
[19] y creedme que es lo
más seguro no querer sino lo que quiere Dios, que nos conoce más
que nosotros mismos y nos ama. Pongámonos en sus manos, para que sea
hecha su voluntad en nosotras, y no podemos errar, si con determinada voluntad
nos estamos siempre en esto.
Y habéis de advertir, que por recibir
muchas mercedes de éstas no se merece más gloria, porque antes
quedan más obligadas a servir, pues es recibir más.
En lo que
es más merecer, no nos lo quita el Señor, pues está
en nuestra mano; y así hay muchas personas santas que jamás
supieron qué cosa es recibir una de aquestas mercedes; y otras que
las reciben, que no lo son.
Y no penséis que es continuo, antes por
una vez que las hace el Señor son muy muchos los trabajos; y así
el alma no se acuerda si las ha de recibir más, sino cómo las
servir.
17. Verdad es que debe ser grandísima ayuda para tener las virtudes
en más subida perfección; mas el que las tuviere con haberlas
ganado a costa de su trabajo, mucho más merecerá.
Yo sé
de una persona, a quien el Señor había hecho algunas de estas
mercedes y aun de dos, la una era hombre
[20], que estaban tan
deseosas de servir a Su Majestad a su costa, sin estos grandes regalos, y
tan ansiosas por padecer, que se quejaban a nuestro Señor porque se
los daba, y si pudieran no recibirlos, lo excusaran.
Digo regalos, no de
estas visiones, que, en fin, ven la gran ganancia y son mucho de estimar,
sino los que da el Señor en la contemplación.
18. Verdad es que también son estos deseos sobrenaturales, a mi parecer,
y de almas muy enamoradas, que querrían viese el Señor que
no le sirven por sueldo; y así como he dicho
[21] jamás
se les acuerda que han de recibir gloria por cosa, para esforzarse más
por eso a servir, sino de contentar al amor, que es su natural obrar siempre
de mil maneras.
Si pudiese, querría buscar invenciones para consumirse
el alma en él; y si fuese menester quedar para siempre aniquilada
para la mayor honra de Dios lo haría de muy buena gana. Sea alabado
para siempre, amén, que abajándose a comunicar con tan miserables
criaturas, quiere mostrar su grandeza.
contacto: hgonzalez@gmail.com