Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Trata de la manera que es la pena que sienten de sus pecados las almas a
quien Dios hace las mercedes dichas. Dice cuán gran yerro es
no ejercitarse, por muy espirituales que sean, en traer presente la Humanidad
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y su sacratísima
Pasión y vida, y su gloriosa Madre y santos. Es de mucho
provecho.
1. Pareceros ha hermanas, que a estas almas que el Señor se comunica
tan particularmente en especial podrán pensar esto que diré
las que no hubieren llegado a estas mercedes, porque si lo han gozado, y
es de Dios, verán lo que yo diré), que estarán ya tan
seguras de que han de gozarle para siempre, que no tendrán que temer
ni que llorar sus pecados; y será muy gran engaño, porque el
dolor de los pecados crece más, mientras más se recibe de nuestro
Dios. Y tengo yo para mí que hasta que estemos adonde ninguna cosa
puede dar pena, que ésta no se quitará.
2. Verdad es que unas veces aprieta más que otras, y también
es de diferente manera; porque no se acuerda de la pena que ha de tener por
ellos, sino de cómo fue tan ingrata a quien tanto debe y a quien tanto
merece ser servido; porque en estas grandezas que le comunica, entiende mucho
más la de Dios.
Espántase cómo fue tan atrevida; llora
su poco respeto; parécele una cosa tan desatinada su desatino, que
no acaba de lastimar jamás, cuando se acuerda por las cosas tan bajas
que dejaba una tan gran Majestad.
Mucho más se acuerda de esto que
de las mercedes que recibe, siendo tan grandes como las dichas y las que
están por decir; parece que las lleva un río caudaloso y las
trae a sus tiempos; esto de los pecados está como un cieno, que siempre
parece se avivan en la memoria y es harto gran cruz.
3. Yo sé de una persona
[1] que, dejado de querer morirse por ver
a Dios, lo deseaba por no sentir tan ordinariamente pena de cuán
desagradecida había sido a quien tanto debió siempre y había
de deber; y así no le parecía podían llegar maldades
de ninguno a las suyas, porque entendía que no le habría a
quien tanto hubiese sufrido Dios y tantas mercedes hubiese hecho.
En lo que
toca a miedo del infierno, ninguno tienen. De si han de perder a Dios, a
veces aprieta mucho; mas es pocas veces.
Todo su temor es no las deje Dios
de su mano para ofenderle y se vean en estado tan miserable como se vieron
[2] en algún tiempo; que de pena ni gloria suya propia, no tienen
cuidado, y si desean no estar mucho en purgatorio, es más por no estar
ausentes de Dios, lo que allí estuvieren, que por las penas que han
de pasar.
4. Yo no tendría por seguro, por favorecida que un alma esté
de Dios, que se olvidase de que en algún tiempo se vio en miserable
estado; porque, aunque es cosa penosa, aprovecha para muchas. Quizá
como yo he sido tan ruin, me parece esto, y ésta es la causa de traerlo
siempre en la memoria.
Las que han sido buenas, no tendrán que sentir,
aunque siempre hay quiebras mientras vivimos en este cuerpo mortal. Para
esta pena ningún alivio es pensar que tiene nuestro Señor ya
perdonados los pecados y olvidados; antes añade a la pena ver tanta
bondad y que se hacen mercedes a quien no merecía sino infierno.
Yo
pienso que fue éste un gran martirio en San Pedro y la Magdalena;
porque, como tenían el amor tan crecido y habían recibido tantas
mercedes y tenían entendida la grandeza y majestad de Dios, sería
harto recio de sufrir, y con muy tierno sentimiento.
5. También os parecerá que quien goza de cosas tan altas no
tendrá meditación en los misterios de la sacratísima
Humanidad de nuestro Señor Jesucristo, porque se ejercitará
ya toda en amor.
Esto es una cosa que escribí largo en otra
parte
[3], y aunque me han contradecido en ella y dicho que no lo entiendo,
porque son caminos por donde lleva nuestro Señor, y que cuando ya
han pasado de los principios es mejor tratar en cosas de la divinidad y huir
de las corpóreas, a mí no me harán confesar que es buen
camino. Yo puede ser que me engañe y que digamos todos una cosa; mas
vi yo que me quería engañar el demonio por ahí, y así
estoy tan escarmentada que pienso, aunque lo haya dicho más veces
[4], decíroslo otra vez aquí, porque vayáis en esto
con mucha advertencia; y mirad que oso decir que no creáis a quien
os dijere otra cosa.
Y procuraré darme más a entender, que
hice en otra parte; porque por ventura si alguno lo ha escrito, como él
lo dijo
[5], si más se alargara en declararlo, decía bien;
y decirlo así por junto a las que no entendemos tanto, puede hacer
mucho mal.
6. También les parecerá a algunas almas que no pueden pensar
en la Pasión; pues menos podrán en la sacratísima Virgen,
ni en la vida de los Santos, que tan gran provecho y aliento nos da su memoria.
Yo no puedo pensar en qué piensan; porque, apartados de todo lo
corpóreo, para espíritus angélicos es estar siempre
abrasados en amor, que no para los que vivimos en cuerpo mortal, que es menester
trate y piense y se acompañe de los que, teniéndole, hicieron
tan grandes hazañas por Dios; cuánto más apartarse de
industria de todo nuestro bien y remedio que es la sacratísima Humanidad
de nuestro Señor Jesucristo.
Y no puedo creer que lo hacen, sino que
no se entienden, y así harán daño a sí y a los
otros. Al menos yo les aseguro que no entren a estas dos moradas postreras;
porque si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán
el camino; harto será si se están en las demás con
seguridad.
Porque el mismo Señor dice que es camino; también
dice el Señor que es luz, y que no puede ninguno ir al Padre sino
por El; y «quien me ve a mí ve a mi Padre»
[6].
Dirán
que se da otro sentido a estas palabras. Yo no sé esotros sentidos;
con éste que siempre siente mi alma ser verdad, me ha ido muy bien.
7. Hay algunas almas y son hartas las que lo han tratado conmigo
que como nuestro Señor las llega a dar contemplación perfecta,
querríanse siempre estar allí, y no puede ser; mas quedan con
esta merced del Señor de manera que después no pueden discurrir
en los misterios de la Pasión y de la vida de Cristo como antes.
Y
no sé qué es la causa, mas es esto muy ordinario, que queda
el entendimiento más inhabilitado para la meditación.
Creo
debe ser la causa, que como en la meditación es todo buscar a Dios,
como una vez se halla y queda el alma acostumbrada por obra de la voluntad
a tornarle a buscar, no quiere cansarse con el entendimiento.
Y también
me parece que, como la voluntad esté ya encendida, no quiere esta
potencia generosa aprovecharse de estotra si pudiese; y no hace mal, mas
será imposible, en especial hasta que llegue a estas postreras moradas,
y perderá tiempo, porque muchas veces ha menester ser ayudada del
entendimiento para encender la voluntad.
8. Y notad, hermanas, este punto, que es importante, y así le quiero
declarar más: está el alma deseando emplearse toda en amor
y querría no entender en otra cosa, mas no podrá aunque quiera;
porque, aunque la voluntad no esté muerta, está mortecino el
fuego que la suele hacer quemar, y es menester quien le sople para echar
calor de sí.
¿Sería bueno que se estuviese el alma con
esta sequedad, esperando fuego del cielo que queme este sacrificio que está
haciendo de sí a Dios, como hizo nuestro Padre Elías?
[7] No,
por cierto, ni es bien esperar milagros. El Señor los hace cuando
es servido, por esta alma, como queda dicho y se dirá adelante; mas
quiere Su Majestad que nos tengamos por tan ruines que no merecemos los haga,
sino que nos ayudemos en todo lo que pudiéremos.
Y tengo para mí
que hasta que muramos, por subida oración que haya, es menester
esto.
9. Verdad es que a quien mete ya el Señor en la séptima morada,
es muy pocas veces, o casi nunca, las que ha menester hacer esta diligencia,
por la razón que en ella diré
[8], si se me acordare; mas es
muy continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro Señor por una
manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su
compañía.
Así que, cuando no hay encendido el fuego
que queda dicho
[9] en la voluntad ni se siente la presencia de Dios, es
menester que la busquemos; que esto quiere Su Majestad, como lo hacía
la Esposa en los Cantares
[10], y que preguntemos a las criaturas quién
las hizo como dice San Agustín, creo, en sus Meditaciones o
Confesiones
[11], y no nos estemos bobos perdiendo tiempo por esperar
lo que una vez se nos dio, que a los principios podrá ser que no lo
dé el Señor en un año, y aun en muchos; Su Majestad
sabe el porqué; nosotras no hemos de querer saberlo, ni hay para
qué.
Pues sabemos el camino como hemos de contentar a Dios por los
mandamientos y consejos, en esto andemos muy diligentes, y en pensar su vida
y muerte, y lo mucho que le debemos; lo demás venga cuando el Señor
quisiere.
10. Aquí viene el responder que no pueden detenerse en estas cosas
[12], y por lo que queda dicho, quizá tendrán razón
en alguna manera. Ya sabéis que discurrir con el entendimiento es
uno, y representar la memoria al entendimiento verdades es otro.
Decís,
quizá, que no me entendéis, y verdaderamente podrá ser
que no lo entienda yo para saberlo decir; mas dirélo como supiere.
Llamo yo meditación a discurrir mucho con el entendimiento de esta
manera: comenzamos a pensar en la merced que no hizo Dios en darnos a su
único Hijo, y no paramos allí, sino vamos adelante a los misterios
de toda su gloriosa vida; o comenzamos en la oración del Huerto y
no para el entendimiento hasta que está puesto en la cruz; o tomamos
un paso de la Pasión, digamos como el prendimiento, y andamos en este
misterio, considerando por menudo las cosas que hay que pensar en él
y que sentir, así de la traición de Judas, como de la huida
de los apóstoles y todo lo demás; y es admirable y muy meritoria
oración.
11. Esta es la que digo que tendrán razón
[13] quien ha llegado
a llevarla Dios a cosas sobrenaturales y a perfecta contemplación;
porque como he dicho
[14] no sé la causa, mas lo más
ordinario no podrá. Mas no la tendrá, digo razón, si
dice que no se detiene en estos misterios y los trae presentes muchas veces,
en especial cuando los celebra la Iglesia Católica; ni es posible
que pierda memoria el alma que ha recibido tanto de Dios, de muestras de
amor tan preciosas, porque son vivas centellas para encenderla más
en el que tiene a nuestro Señor; sino que no se entiende, porque entiende
el alma estos misterios por manera más perfecta: y es que se los
representa el entendimiento, y estámpanse en la memoria de manera
que de sólo ver al señor caído con aquel espantoso sudor
en el Huerto, aquello le basta para no sólo una hora, sino muchos
días, mirando con una sencilla vista quién es y cuán
ingratos hemos sido a tan gran pena; luego acude la voluntad, aunque no sea
con ternura, a desear servir en algo tan gran merced y a desear padecer algo
por quien tanto padeció y a otras cosas semejantes, en que ocupa la
memoria y el entendimiento.
Y creo que por esta razón no puede pasar
a discurrir más en la Pasión, y esto le hace parecer que no
puede pensar en ella.
12. Y si esto no hace, es bien que lo procure hacer, que yo sé que
no lo impedirá la muy subida oración, y no tengo por bueno
que no se ejercite en esto muchas veces. Si de aquí la suspendiere
el Señor, muy enhorabuena, que aunque no quiera la hará dejar
en lo que está
[15].
Y tengo por muy cierto que no es estorbo esta
manera de proceder, sino gran ayuda para todo bien, lo que sería si
mucho trabajase en el discurrir que dije al principio, y tengo para mí
que no podrá quien ha llegado a más.
Ya puede ser que sí,
que por muchos caminos lleva Dios las almas; mas no se condenen las que no
pudieren ir por él, ni las juzguen inhabilitadas para gozar de tan
grandes bienes como están encerrados en los misterios de nuestro bien
Jesucristo; ni nadie me hará entender, sea cuan espiritual quisiere,
que irá bien por aquí.
13. Hay unos principios, y aun medios, que tienen algunas almas, que como
comienzan a llegar a oración de quietud y a gustar de los regalos
y gustos que da el Señor, paréceles que es muy gran cosa estarse
allí siempre gustando.
Pues créanme y no se embeban tanto
como ya he dicho en otra parte
[16] que es larga la vida, y hay
en ella muchos trabajos, y hemos menester mirar a nuestro dechado Cristo,
cómo los pasó, y aun a sus apóstoles y Santos, para
llevarlos con perfección.
Es muy buena compañía el buen
Jesús para no nos apartar de ella, y su Sacratísima Madre,
y gustar mucho de que nos dolamos de sus penas, aunque dejemos nuestro contento
y gusto algunas veces. Cuánto más, hijas, que no es tan ordinario
el regalo en la oración que no haya tiempo para todo;
[17] y la que
dijere que es en un ser, tendríalo yo por sospechoso, digo que nunca
puede hacer lo que queda dicho; y así lo tened y procurad salir de
ese engaño y desembeberos con todas vuestras fuerzas; y si no bastaren,
decirlo a la priora, para que os dé un oficio de tanto cuidado que
se quite ese peligro; que al menos para el seso y cabeza es muy grande, si
durase mucho tiempo.
14. Creo queda dado a entender lo que conviene, por espirituales que sean,
no huir tanto de cosas corpóreas que les parezca aún hace
daño la Humanidad sacratísima.
Alegan lo que el Señor
dijo a sus discípulos, que convenía que El se fuese
[18].
Yo
no puedo sufrir esto.
A osadas que no lo dijo a su Madre Sacratísima,
porque estaba firme en la fe, que sabía que era Dios y hombre, y aunque
le amaba más que ellos, era con tanta perfección, que antes
la ayudaba.
No debían estar entonces los apóstoles tan firmes
en la fe como después estuvieron, y tenemos razón de estar
nosotros ahora. Yo os digo, hijas, que le tengo por peligroso camino y que
podría el demonio venir a hacer perder la devoción con el
Santísimo Sacramento.
15. El engaño que me pareció a mí que llevaba no llegó
a tanto como esto, sino a no gustar de pensar en nuestro Señor Jesucristo
tanto, sino andarme en aquel embebecimiento, aguardando aquel regalo.
Y vi
claramente que iba mal; porque como no podía ser tenerle siempre,
andaba el pensamiento de aquí para allí, y el alma, me parece,
como un ave revolando que no halla adonde parar, y perdiendo harto tiempo,
y no aprovechando en las virtudes ni medrando en la oración.
Y no
entendía la causa, ni la entendiera, a mi parecer, porque me parecía
que era aquello muy acertado, hasta que, tratando la oración que llevaba
con una persona sierva de Dios, me avisó.
Después vi claro
cuán errada iba, y nunca me acaba de pesar de que haya habido ningún
tiempo que yo careciese de entender que se podía malganar con tan
gran pérdida; y cuando pudiera, no quiero ningún bien, sino
adquirido por quien nos vinieron todos los bienes. Sea para siempre alabado,
amén.
contacto: hgonzalez@gmail.com