Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Continúa la misma materia. Dice de otra manera de unión
que puede alcanzar el alma con el favor de Dios, y lo que importa para esto
el amor del prójimo. Es de mucho provecho.
1. Pues tornemos a nuestra palomica
[1] y veamos algo de lo que Dios da en
este estado. Siempre se entiende que ha de procurar ir adelante en el servicio
de nuestro Señor y en el conocimiento propio; que si no hace más
de recibir esta merced y, como cosa ya segura, descuidarse en su vida y torcer
el camino del cielo, que son los mandamientos, acaecerle ha lo que a la que
sale del gusano, que echa la simiente para que produzcan otras y ella queda
muerta para siempre.
Digo que echa la simiente, porque tengo para mí
que quiere Dios que no sea dada en balde una merced tan grande; sino que
ya que no se aproveche de ella para sí, aproveche a otros. Porque
como queda con estos deseos y virtudes dichas, el tiempo que dura en el bien
siempre hace provecho a otras almas y de su calor les pega calor; y aun cuando
le tienen ya perdido, acaece quedar con esa gana de que se aprovechen otros,
y gusta de dar a entender las mercedes que Dios hace a quien le ama y
sirve.
2. Yo he conocido persona que le acaecía así
[2], que, estando
muy perdida, gustaba de que se aprovechasen otras con las mercedes que Dios
le había hecho y mostrarles el camino de oración a las que
no le entendían, e hizo harto provecho, harto. Después le
tornó el Señor a dar luz.
Verdad es que aún no tenía
los efectos que quedan dichos. Mas ¡cuántos debe haber que los
llama el Señor al apostolado, como a Judas, comunicando con ellos,
y los llama para hacer reyes, como a Saúl
[3], y después por
su culpa se pierden! De donde sacaremos, hermanas, que para ir mereciendo
más y más y no perdiéndonos como éstos, la seguridad
que podemos tener es la obediencia y no torcer de la ley de Dios; digo a
quien hiciere semejantes mercedes, y aun a todos.
3. Paréceme que queda algo oscura, con cuanto he dicho, esta morada.
Pues hay tanta ganancia de entrar en ella, bien será que no parezca
quedan sin esperanza a los que el Señor no da cosas tan sobrenaturales;
pues la verdadera unión se puede muy bien alcanzar, con el favor de
nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos a procurarla, con no tener
voluntad sino atada con lo que fuere la voluntad de Dios.
¡Oh, qué
de ellos habrá que digamos esto y nos parezca que no queremos otra
cosa y moriríamos por esta verdad, como creo ya he dicho!
[4] Pues
yo os digo, y lo diré muchas veces, que cuando lo fuere, que habéis
alcanzado esta merced del Señor, y ninguna cosa se os dé de
estotra unión regalada que queda dicha, que lo que hay de mayor precio
en ella es por proceder de ésta que ahora digo y por no poder llegar
a lo que queda dicho si no es muy cierta la unión de estar resignada
nuestra voluntad en la de Dios
[5].
¡Oh, qué unión ésta
para desear! Venturosa el alma que la ha alcanzado, que vivirá en
esta vida con descanso y en la otra también; porque ninguna cosa de
los sucesos de la tierra la afligirá, si no fuere si se ve en algún
peligro de perder a Dios o ver si es ofendido; ni enfermedad, ni pobreza,
ni muertes, si no fuere de quien ha de hacer falta en la Iglesia de Dios;
que ve bien esta alma, que El sabe mejor lo que hace que ella lo que desea.
4. Habéis de notar que hay penas y penas; porque algunas penas hay
producidas de presto de la naturaleza, y contentos lo mismo, y aun de caridad
de apiadarse de los prójimos, como hizo nuestro Señor cuando
resucitó a Lázaro;
[6] y no quitan éstas el estar unidas
con la voluntad de Dios, ni tampoco turban el ánima con una pasión
inquieta, desasosegada, que dura mucho.
Estas penas pasan de presto; que,
como dije
[7], de los gozos en la oración, parece que no llegan a
lo hondo del alma, sino a estos sentidos y potencias. Andan por estas moradas
pasadas, mas no entran en la que está por decir postrera, pues para
esto es menester lo que queda dicho
[8] de suspensión de potencias,
que poderoso es el Señor de enriquecer las almas por muchos caminos
y llegarlas a estas moradas y no por el atajo que queda dicho.
5. Mas advertid mucho, hijas, que es necesario que muera el gusano, y más
a vuestra costa; porque acullá
[9] ayuda mucho para morir el verse
en vida tan nueva; acá es menester que, viviendo en ésta, le
matemos nosotras.
Yo os confieso que será a mucho o más trabajo,
mas su precio se tiene; así será mayor el galardón si
salís con victoria. Mas de ser posible no hay que dudar como lo sea
la unión verdaderamente con la voluntad de Dios
[10].
Esta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es la que
pido siempre a nuestro Señor y la que está más clara
y segura.
6. Mas ¡ay de nosotros, qué pocos debemos de llegar a ella, aunque
a quien se guarda de ofender al Señor y ha entrado en religión
le parezca que todo lo tiene hecho! ¡Oh!, que quedan unos gusanos que
no se dan a entender, hasta que, como el que royó la yedra a Jonás
[11], nos han roído las virtudes, con un amor propio, una propia
estimación, un juzgar los prójimos, aunque sea en pocas cosas,
una falta de caridad con ellos, no los queriendo como a nosotros mismos;
que, aunque arrastrando cumplimos con la obligación para no ser pecado,
no llegamos con mucho a lo que ha de ser para estar del todo unidas con la
voluntad de Dios.
7. ¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos
del todo perfectas; que para ser unos con El y con el Padre, como Su Majestad
le pidió
[12], mirad qué nos falta para llegar a esto.
Yo os
digo que lo estoy escribiendo con harta pena de verme tan lejos, y todo por
mi culpa; que no ha menester el Señor hacernos grandes regalos para
esto; basta lo que nos ha dado en darnos a su Hijo, que nos enseñase
el camino.
No penséis que está la cosa en si se muere mi padre
o hermano, conformarme tanto con la voluntad de Dios que no lo sienta; y
si hay trabajos y enfermedades, sufrirlos con contento.
Bueno es, y a las
veces consiste en discreción, porque no podemos más, y hacemos
de la necesidad virtud.
Cuántas cosas de éstas hacían
los filósofos, o aunque no sea de éstas, de otras, de tener
mucho saber. Acá solas estas dos que nos pide el Señor: amor
de Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar
[13].
Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y así
estaremos unidos con El.
Mas ¡qué lejos estamos de hacer, como
debemos a tan gran Dios, estas dos cosas, como tengo dicho! Plega a Su Majestad
nos dé gracia para que merezcamos llegar a este estado, que en nuestra
mano está, si queremos.
8. La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos
estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque
si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender
que le amamos; mas el amor del prójimo, sí
[14].
Y estad ciertas
que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más
lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad
nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo hará que
crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras. En esto yo no puedo
dudar.
9. Impórtanos mucho andar con gran advertencia cómo andamos
en esto, que si es con mucha perfección, todo lo tenemos hecho; porque
creo yo que según es malo nuestro natural, que si no es naciendo de
raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección
el del prójimo.
Pues tanto nos importa esto, hermanas, procuremos
irnos entendiendo en cosas aun menudas, y no haciendo caso de unas muy grandes,
que así por junto vienen en la oración, de parecer que haremos
y aconteceremos por los prójimos y por sola un alma que se salve;
porque si no vienen después conformes las obras, no hay para qué
creer que lo haremos. Así digo de la humildad también y de
todas las virtudes.
Son grandes los ardides del demonio, que por hacernos
entender que tenemos una, no la teniendo, dará mil vueltas al infierno.
Y tiene razón, porque es muy dañoso, que nunca estas virtudes
fingidas vienen sin alguna vanagloria, como son de tal raíz; así
como las que da Dios están libres de ella ni de soberbia.
10. Yo gusto algunas veces de ver unas almas, que, cuando están en
oración, les parece querrían ser abatidas y públicamente
afrentadas por Dios, y después una falta pequeña encubrirían
si pudiesen, o que si no la han hecho y se la cargan, Dios nos libre. Pues
mírese mucho quien esto no sufre, para no hacer caso de lo que a solas
determinó, a su parecer; que en hecho de verdad no fue determinación
de la voluntad, que cuando ésta hay verdadera es otra cosa; sino alguna
imaginación, que en ésta hace el demonio sus saltos y
engaños;
[15] y a mujeres o gente sin letras, podrá hacer muchos,
porque no sabemos entender las diferencias de potencias e imaginación
y otras mil cosas que hay interiores.
¡Oh hermanas, cómo se ve
claro adónde está de veras el amor del prójimo en algunas
de vosotras, y en las que no está con esta perfección! Si
entendieseis lo que nos importa esta virtud, no traeríais otro estudio
[16].
11. Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen
y muy encapotadas cuando están en ella, que parece no se osan bullir
ni menear el pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y
devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden
del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí
está todo el negocio.
Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor,
y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te
dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y
si tiene algún dolor, te duela a tí; y si fuere menester, lo
ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella, como porque sabes que tu
Señor quiere aquello.
Esta es la verdadera unión con su voluntad,
y que si vieres loar mucho a una persona te alegres más mucho que
si te loasen a tí. Esto, a la verdad, fácil es, que si hay
humildad, antes tendrá pena de verse loar.
Mas esta alegría
de que se entiendan las virtudes de las hermanas es gran cosa, y cuando
viéremos alguna falta en alguna, sentirla como si fuera en nosotras
y encubrirla.
12. Mucho he dicho en otras partes
[17] de esto, porque veo, hermanas, que
si hubiese en ello quiebra vamos perdidas. Plega al Señor nunca la
haya, que como esto sea, yo os digo que no dejéis de alcanzar de Su
Majestad la unión que queda dicha.
Cuando os viéreis faltas
en esto, aunque tengáis devoción y regalos, que os parezca
habéis llegado ahí, y alguna suspensioncilla en la oración
de quietud (que algunas luego les parecerá que está todo hecho),
creedme que no habéis llegado a unión, y pedid a nuestro
Señor que os dé con perfección este amor del prójimo,
y dejad hacer a Su Majestad, que El os dará más que sepáis
desear, como vosotras os esforcéis y procuréis en todo lo que
pudiereis esto; y forzar vuestra voluntad para que se haga en todo la de
las hermanas, aunque perdáis de vuestro derecho, y olvidar vuestro
bien por el suyo, aunque más contradicción os haga el natural;
y procurar tomar trabajo por quitarle al prójimo, cuando se ofreciere.
No penséis que no ha de costar algo y que os lo habéis de hallar
hecho. Mirad lo que costó a nuestro Esposo el amor que nos tuvo, que
por librarnos de la muerte, la murió tan penosa como muerte de cruz.
contacto: hgonzalez@gmail.com