Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Prosigue en lo mismo. Declara la oración de unión por
una comparación delicada. Dice los efectos con que queda el
alma. Es muy de notar.
1. Pareceros ha que ya está todo dicho lo que hay que ver en esta
morada, y falta mucho, porque como dije hay más y menos
[1].
Cuanto a lo que es unión, no creo sabré decir más;
mas cuando el alma a quien Dios hace estas mercedes se dispone, hay muchas
cosas que decir de lo que el Señor obra en ellas. Algunas diré
y de la manera que queda.
Para darlo mejor a entender, me quiero aprovechar
de una comparación que es buena para este fin, y también para
que veamos cómo, aunque en esta obra que hace el Señor no podemos
hacer nada, mas para que Su Majestad nos haga esta merced, podemos hacer
mucho disponiéndonos
[2].
2. Ya habréis oído sus maravillas en cómo se cría
la seda, que sólo El pudo hacer semejante invención, y cómo
de una simiente, que dicen que es a manera de granos de pimienta pequeños
(que yo nunca la he visto, sino oído, y así si algo fuere torcido
no es mía la culpa)
[3], con el calor, en comenzando a haber hoja
en los morales, comienza esta simiente a vivir; que hasta que hay este
mantenimiento de que se sustentan, se está muerta; y con hojas de
moral se crían, hasta que, después de grandes, les ponen unas
ramillas y allí con las boquillas van de sí mismos hilando
la seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se encierran; y acaba
este gusano que es grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposica
blanca, muy graciosa.
Mas si esto no se viese, sino que nos lo contaran de
otros tiempos, ¿quién lo pudiera creer? ¿Ni con qué
razones pudiéramos sacar que una cosa tan sin razón como es
un gusano y una abeja, sean tan diligentes en trabajar para nuestro provecho
y con tanta industria, y el pobre gusanillo pierda la vida en la demanda?
Para un rato de meditación basta esto, hermanas, aunque no os diga
más, que en ello podéis considerar las maravillas y sabiduría
de nuestro Dios. Pues ¿qué será si supiésemos la
propiedad de todas las cosas? De gran provecho es ocuparnos en pensar estas
grandezas y regalarnos en ser esposas de Rey tan sabio y poderoso.
3. Tornemos a lo que decía. Entonces comienza a tener vida este gusano,
cuando con el calor del Espíritu Santo se comienza a aprovechar del
auxilio general
[4] que a todos nos da Dios y cuando comienza a aprovecharse
de los remedios que dejó en su Iglesia, así de continuar las
confesiones, como con buenas lecciones y sermones, que es el remedio que
un alma que está muerta en su descuido y pecados y metida en ocasiones
puede tener.
Entonces comienza a vivir y vase sustentando en esto y en buenas
meditaciones, hasta que está crecida, que es lo que a mí me
hace al caso, que estotro poco importa.
4. Pues crecido este gusano que es lo que en los principios queda dicho
de esto que he escrito
[5], comienza a labrar la seda y edificar la
casa adonde ha de morir. Esta casa querría dar a entender aquí,
que es Cristo.
En una parte me parece he leído u oído que nuestra
vida está escondida en Cristo, o en Dios, que todo es uno, o que nuestra
vida es Cristo. En que esto sea o no, poco va para mi propósito
[6].
5. Pues veis aquí, hijas, lo que podemos con el favor de Dios hacer:
que Su Majestad mismo sea nuestra morada, como lo es en esta oración
de unión, labrándola nosotras.
Parece que quiero decir que
podemos quitar y poner en Dios, pues digo que El es la morada y la podemos
nosotras fabricar para meternos en ella. Y ¡cómo si podemos!,
no quitar de Dios ni poner, sino quitar de nosotros y poner, como hacen estos
gusanitos; que no habremos acabado de hacer en esto todo lo que podemos,
cuando este trabajillo, que no es nada, junte Dios con su grandeza y le dé
tan gran valor que el mismo Señor sea el premio de esta obra.
Y así
como ha sido el que ha puesto la mayor costa, así quiere juntar nuestros
trabajillos con los grandes que padeció Su Majestad y que todo sea
una cosa.
6. Pues ¡ea, hijas mías!, prisa a hacer esta labor y tejer este
capuchillo, quitando nuestro amor propio y nuestra voluntad, el estar asidas
a ninguna cosa de la tierra, poniendo obras de penitencia, oración,
mortificación, obediencia, todo lo demás que sabéis;
que ¡así obrásemos como sabemos y somos enseñadas
de lo que hemos de hacer! ¡Muera, muera este gusano, como lo hace en
acabando de hacer para lo que fue criado!, y veréis cómo vemos
a Dios
[7] y nos vemos tan metidas en su grandeza como lo está este
gusanillo en este capucho.
Mirad que digo ver a Dios, como dejo dicho que
se da a sentir en esta manera de unión.
7. Pues veamos qué se hace este gusano, que es para lo que he dicho
todo lo demás, que cuando está en esta oración bien
muerto está al mundo: sale una mariposita blanca
[8].
¡Oh grandeza
de Dios, y cuál sale una alma de aquí, de haber estado un poquito
metida en la grandeza de Dios y tan junta con El; que a mi parecer nunca
llega a media hora! Yo os digo de verdad que la misma alma no se conoce a
sí; porque, mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica
blanca, que la misma hay acá. No sabe de dónde pudo merecer
tanto bien de dónde le pudo venir, quise decir, que bien sabe
que no le merece; vese con un deseo de alabar al Señor, que
se querría deshacer, y de morir por El mil muertes.
Luego le comienza
a tener de padecer grandes trabajos, sin poder hacer otra cosa. Los deseos
de penitencia grandísimos, el de soledad, el de que todos conociesen
a Dios; y de aquí le viene una pena grande de ver que es ofendido.
Y aunque en la morada que viene se tratará más de estas cosas
en particular
[9], porque aunque casi lo que hay en esta morada y en la que
viene después es todo uno, es muy diferente la fuerza de los efectos;
porque como he dicho
[10] si después que Dios llega a
un alma aquí se esfuerza a ir adelante, verá grandes cosas.
8. ¡Oh, pues ver el desasosiego de esta mariposita, con no haber estado
más quieta y sosegada en su vida, es cosa para alabar a Dios! Y es
que no sabe adónde posar y hacer su asiento, que como le ha tenido
tal, todo lo que ve en la tierra le descontenta, en especial cuando son muchas
las veces que la da Dios de este vino;
[11] casi de cada una queda con nuevas
ganancias. Ya no tiene en nada las obras que hacía siendo gusano,
que era poco a poco tejer el capucho; hanle nacido alas, ¿cómo
se ha de contentar, pudiendo volar, de andar paso a paso? Todo se le hace
poco cuanto puede hacer por Dios, según son sus deseos.
No tiene en
mucho lo que pasaron los santos, entendiendo ya por experiencia cómo
ayuda el Señor y transforma un alma, que no parece ella ni su figura.
Porque la flaqueza que antes le parecía tener para hacer penitencia,
ya la halla fuerte; el atamiento con deudos o amigos o hacienda (que ni le
bastaban actos, ni determinaciones, ni quererse apartar, que entonces le
parecía se hallaba más junta), ya se ve de manera que le pesa
estar obligada a lo que, para no ir contra Dios, es menester hacer.
Todo
le cansa, porque ha probado que el verdadero descanso no le pueden dar las
criaturas.
9. Parece que me alargo, y mucho más podría decir, y a quien
Dios hubiere hecho esta merced verá que quedo corta; y así
no hay que espantar que esta mariposilla busque asiento de nuevo, así
como se halla nueva de las cosas de la tierra.
Pues ¿adónde irá
la pobrecica? Que tornar adonde salió no puede, que como está
dicho
[12] no es en nuestra mano, aunque más hagamos, hasta
que es Dios servido de tornarnos a hacer esta merced. ¡Oh Señor!,
y ¡qué nuevos trabajos comienzan a esta alma! ¿Quién
dijera tal después de merced tan subida? En fin, fin, de una manera
o de otra ha de haber cruz mientras vivimos, y quien dijere que, después
que llegó aquí, siempre está con descanso y regalo,
diría yo que nunca llegó, sino que por ventura fue algún
gusto, si entró en la morada pasada, y ayudado de flaqueza natural,
y aun, por ventura, del demonio, que le da paz para hacerle después
mucha mayor guerra.
10. No quiero decir que no tienen paz los que llegan aquí, que sí
tienen y muy grande; porque los mismos trabajos son de tanto valor y de tan
buena raíz, que, con serlo muy grandes, de ellos mismos sale la paz
y el contento.
Del mismo descontento que dan las cosas del mundo nace un
deseo de salir de él tan penoso, que si algún alivio tiene
es pensar que quiere Dios viva en este destierro, y aun no basta, porque
aun el alma con todas estas ganancias no está tan rendida en la voluntad
de Dios, como se verá adelante
[13], aunque no deja de conformarse;
mas es con un gran sentimiento, que no puede más, porque no le han
dado más, y con muchas lágrimas. Cada vez que tiene oración
es ésta su pena.
En alguna manera quizá procede de la muy grande
que le da de ver que es ofendido Dios y poco estimado en este mundo y de
las muchas almas que se pierden, así de herejes, como de moros; aunque
las que más la lastiman son las de los cristianos, que aunque ve es
grande la misericordia de Dios, que por mal que vivan se pueden enmendar
y salvarse, teme que se condenan muchos.
11. ¡Oh grandeza de Dios!, que pocos años antes estaba esta alma,
y aun quizá días, que no se acordaba sino de sí,
¿quién la ha metido en tan penosos cuidados? Que, aunque queramos
tener muchos años de meditación, tan penosamente como ahora
esta alma lo siente no lo podremos sentir.
Pues ¡válgame Dios!,
si muchos días y años yo me procuro ejercitar en el gran mal
que es ser Dios ofendido y pensar que estos que se condenan son hijos suyos
y hermanos míos, y los peligros en que vivimos, cuán bien nos
está salir de esta miserable vida, ¿no bastará? Que
no, hijas, no es la pena que se siente aquí como las de acá;
que eso bien podríamos con el favor del Señor tenerla, pensando
mucho esto; mas no llega a lo íntimo de las entrañas como
aquí, que parece desmenuza un alma y la muele, sin procurarlo ella
y aun a veces sin quererlo. Pues ¿qué es esto? ¿De dónde
procede? Yo os lo diré.
12. ¿No habéis oído que ya aquí lo he dicho
[14] otra vez, aunque no a este propósito de la Esposa, que
la metió Dios a la bodega del vino y ordenó en ella la caridad?
Pues esto es; que como aquel alma ya se entrega en sus manos y el gran amor
la tiene tan rendida que no sabe ni quiere más de que haga Dios lo
que quisiere de ella (que jamás hará Dios, a lo que yo pienso,
esta merced sino a alma que ya toma muy por suya), quiere que, sin que ella
entienda cómo, salga de allí sellada con su sello.
Porque
verdaderamente el alma allí no hace más que la cera cuando
imprime otro el sello, que la cera no se le imprime a sí, sólo
está dispuesta, digo blanda; y aun para esta disposición tampoco
se ablanda ella, sino que se está queda y lo consiente.
¡Oh bondad
de Dios, que todo ha de ser a vuestra costa! Sólo queréis nuestra
voluntad y que no haya impedimento en la cera.
13. Pues veis aquí, hermanas, lo que nuestro Dios hace aquí
para que esta alma ya se conozca por suya; da de lo que tiene, que es lo
que tuvo su Hijo en esta vida; no nos puede hacer mayor merced.
¿Quién más debía querer salir de esta vida? Y así
lo dijo Su Majestad en la Cena: Con deseo he deseado
[15].
Pues ¿cómo, Señor, no se os puso delante la trabajosa
muerte que habéis de morir tan penosa y espantosa? No; porque
el grande amor que tengo y deseo de que se salven las almas sobrepuja sin
comparación a esas penas; y las muy grandísimas que he padecido
y padezco, después que estoy en el mundo, son bastantes para no tener
esas en nada en su comparación.
14. Es así que muchas veces he considerado en esto, y sabiendo yo
el tormento que pasa y ha pasado cierta alma que conozco
[16] de ver ofender
a nuestro Señor, tan insufridero que se quisiera mucho más
morir que sufrirla, y pensando si una alma con tan poquísima caridad,
comparada a la de Cristo, que se puede decir casi ninguna en esta
comparación, sentía este tormento tan insufridero, ¿qué
sería el sentimiento de nuestro Señor Jesucristo, y qué
vida debía pasar, pues todas las cosas le eran presentes y estaba
siempre viendo las grandes ofensas que se hacían a su Padre? Sin duda
creo yo que fueron muy mayores que las de su sacratísima Pasión;
porque entonces ya veía el fin de estos trabajos, y con esto y con
el contento de ver nuestro remedio con su muerte y de mostrar el amor que
tenía a su Padre en padecer tanto por El, moderaría los dolores,
como acaece acá a los que con fuerza de amor hacen grandes penitencias,
que no las sienten casi, antes querrían hacer más y más,
y todo se le hace poco. Pues ¿qué sería a Su Majestad,
viéndose en tan gran ocasión, para mostrar a su Padre cuán
cumplidamente cumplía el obedecerle, y con el amor del prójimo?
¡Oh gran deleite, padecer en hacer la voluntad de Dios! Mas en ver tan
continuo tantas ofensas a Su Majestad hechas, e ir tantas almas al infierno,
téngolo por cosa tan recia, que creo, si no fuera más de hombre,
un día de aquella pena bastaba para acabar muchas vidas,
¡cuánto más una!
contacto: hgonzalez@gmail.com