Artículo 1:
¿Cristo fue muerto por otros o por sí mismo?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no fue muerto por otro sino
por sí mismo.
1. Dice él mismo en Jn 10,18: Nadie me quita la vida, sino que la
entrego yo mismo. Ahora bien, se dice que mata a alguien el que le
quita la vida. Luego Cristo no fue muerto por otros, sino por sí
mismo.
2. Los que son muertos por otros desfallecen poco a poco, al
ir debilitándose la naturaleza. Y esto sucede en grado máximo en los
crucificados, pues, como dice Agustín en IV De Trin.: Los colgados del madero sufrían una larga agonía.
Pero en Cristo no aconteció esto, porque, dando un
fuerte grito, exhaló el espíritu, como se dice en Mt 27,50. Luego
Cristo no fue muerto por otros, sino por sí mismo.
3. Los que son muertos por otros mueren violentamente, y
por eso no mueren voluntariamente, porque lo violento se opone a lo
voluntario. Pero Agustín dice, en IV De Trin.,
que el espíritu de Cristo no abandonó forzado el cuerpo, sino
porque quiso, cuando quiso y como quiso. Luego Cristo no recibió
la muerte de otros, sino de sí mismo.
Contra esto: está lo que se dice en Lc 18,33: Después de acotarle, le
matarán.
Respondo: Un sujeto puede ser causa de algún
efecto de dos modos. Primero, actuando directamente sobre el efecto.
Y, en este sentido, los perseguidores de Cristo le mataron, porque le
aplicaron la causa suficiente para morir, con intención de matarle, y
con el efecto consiguiente, esto es, porque de aquella causa se siguió
la muerte.
Segundo, actuando indirectamente, es decir, porque no impide,
pudiendo hacerlo, como si dijésemos que uno moja a otro porque no
cierra la ventana, a través de la cual entra la lluvia. Y, en este
sentido, Cristo fue causa de su pasión y muerte, porque pudo
impedirlas. En primer lugar, conteniendo a sus enemigos, de modo que o
no quisiesen o no pudiesen matarle. En segundo lugar, porque su
espíritu tenía poder para conservar la naturaleza de su cuerpo, de
suerte que no recibiera ningún daño. Tal poder lo tuvo el alma de
Cristo porque estaba unida al Verbo de Dios en unidad de persona, como
dice Agustín en IV De Trin.. Por consiguiente,
al no rechazar el alma de Cristo ningún daño inferido a su cuerpo,
sino queriendo que su naturaleza corporal sucumbiese a tal daño, se
dice que entregó su espíritu o que murió voluntariamente.
A las objeciones:
1. Cuando declara: Nadie
me quita la vida, se entiende, contra mi
voluntad. Lo que uno quita a otro contra su voluntad, porque no
puede hacer resistencia, eso es lo que propiamente se denomina ser
quitado.
2. Cristo, para demostrar que la
pasión que le fue impuesta por la violencia no le quitaba la vida,
conservó la naturaleza corporal en todo su vigor, de modo que, llegado
el último momento, diese un gran grito. Esto se cataloga entre los
otros milagros de su muerte. Por lo cual se dice en Mc 15,39:
Al
ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado gritando
de ese modo, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de
Dios.
Fue también admirable en la muerte de Cristo la rapidez con que murió
en comparación con lo que acaece con los otros crucificados. Por esto
se dice en Jn 19,32-33 que quebraron las piernas de los que
estaban junto a Cristo, a fin de que muriesen pronto; pero, al
llegar a Jesús, le hallaron muerto, por lo que no le quebraron
las piernas. Y en Mc 15,44 se narra que Pilato se admiró de que
ya estuviera muerto. Como por su voluntad la naturaleza corporal
se conservó en su vigor hasta el final, así también, cuando quiso,
cedió presto al daño inferido.
3. Cristo padeció violencia para
morir, y, sin embargo, murió voluntariamente, porque la violencia
inferida a su cuerpo sólo prevaleció sobre éste el tiempo que El
quiso.
Artículo 2:
¿Murió Cristo por obediencia?
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Objeciones por las que parece que Cristo no murió por
obediencia.
1. La obediencia supone el mandato. Pero no se lee que Cristo tuviese
el mandato de padecer. Luego no padeció por obediencia.
2. Se dice que uno obra por obediencia cuando actúa urgido
por un mandato. Ahora bien, Cristo no padeció por necesidad, sino
voluntariamente. Luego no padeció por obediencia.
3. La caridad es una virtud superior a la obediencia. Pero
leemos que Cristo padeció por amor, según aquellas palabras de Ef
5,2: Caminad en el amor, como Cristo nos amó y se entregó por
nosotros. Luego la pasión de Cristo debe atribuirse más a la
caridad que a la obediencia.
Contra esto: está lo que se dice en Flp 2,8: Se hizo obediente hasta
la muerte.
Respondo: Fue sumamente conveniente que Cristo
padeciese por obediencia. Primero, porque esto convenía a la
justificación de los hombres, a fin de que,
como por la
desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores,
así por la obediencia de un hombre muchos sean constituidos
justos, como se dice en Rom 5,19.
Segundo, eso convino a la reconciliación de Dios con los hombres,
según el pasaje de Rom 5,10: Hemos sido reconciliados con Dios por
la muerte de su Hijo; es a saber, en cuanto que la misma muerte de
Cristo fue sacrificio gratísimo a Dios, de acuerdo con lo que se lee
en Ef 5,2: Se entregó por nosotros como oblacióny víctima de suave
olor. Pero la obediencia se antepone a todos los sacrificios,
según 1 Sam 15,22: Mejor es la obediencia que las víctimas. Y
por eso fue conveniente que el sacrificio de la pasión y muerte de
Cristo brotase de la obediencia.
Tercero, eso convino a su victoria, mediante la cual triunfó de la
muerte y del autor de la muerte. El soldado no puede lograr la
victoria si no obedece a su jefe. Y así Cristo hombre alcanzó la
victoria porque obedeció a Dios, conforme a las palabras de Prov
21,28: El hombre obediente cantará victorias.
A las objeciones:
1. Cristo recibió del Padre el
mandato de padecer, pues en Jn 10,18 se dice:
Tengo poder para dar
la vida, y tengo poder para volver a tomarla; y este mandato he
recibido de mi Padre, a saber, el de dar mi vida y volver a
tomarla. Lo cual no debe entenderse, como dice el Crisóstomo, como si
primero hubiera esperado oír, y hubiera tenido necesidad de aprender, sino que describió un proceso voluntario, y eliminó, ante el Padre,
la sospecha de contrariedad.
Sin embargo, por haber sido consumada en la muerte de Cristo la ley
antigua, de acuerdo con lo que El dijo al morir, en Jn 19,30: Todo
está cumplido, puede interpretarse que, al padecer, cumplió todos
los preceptos de la ley antigua. Cumplió los preceptos morales, que se
fundan en los mandamientos de la caridad, en cuanto que padeció por
amor del Padre, según las palabras de Jn 14,31: Para que sepa el
mundo que amo al Padre, y que obro según el mandato
que el Padre me dio, levantaos, vamonos de aquí, a saber, al lugar
de la pasión; y padeció también por amor del prójimo, según aquellas
palabras de Gal 2,20: Me amó, y se entregó por mí. Cristo
cumplió en su pasión los preceptos ceremoniales de la ley, que se
refieren principalmente a los sacrificios y a las oblaciones, en
cuanto que todos los antiguos sacrificios fueron figuras del verdadero
sacrificio que Cristo ofreció muriendo por nosotros. Por eso se dice
en Col 2,16-17: Nadie os critique por la comida o la bebida, o a
propósito de fiestas o novilunios, cosas que son sombra de las
venideras, siendo la realidad el cuerpo de Cristo, por cuanto que
Cristo se compara a esas cosas como el cuerpo a la sombra. Cristo
cumplió con su pasión los preceptos judiciales de la ley, que se
ordenan especialmente a dar satisfacción a los que padecen injuria,
porque, como se dice en Sal 68,5: pagó lo que no había robado,
permitiendo ser clavado en el madero en compensación por la manzana
que el hombre había robado del árbol en contra del mandato de
Dios.
2. Aunque la obediencia importe
necesidad respecto de lo mandado, incluye, sin embargo, voluntad con
relación al cumplimiento del precepto. Y de esta condición fue la
obediencia de Cristo, pues la pasión y muerte, consideradas en sí
mismas, repugnaban a la voluntad natural; sin embargo, Cristo quería
cumplir la voluntad de Dios respecto a esas cosas, según aquellas
palabras de Sal 39,9: Para hacer tu voluntad, Dios mío, lo he
querido. Por lo cual decía en Mt 26,42: Si este cáliz no puede
pasar de mí sin que lo beba, hágase tu voluntad.
3. Por una misma razón padeció
Cristo por caridad y por obediencia, porque también por obediencia
cumplió los preceptos de la caridad; y por caridad obedeció al Padre
que lo mandaba.
Artículo 3:
¿Cristo fue entregado por Dios Padre a la pasión?
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Objeciones por las que parece que Cristo no fue entregado por Dios
Padre a la pasión.
1. Parece inicuo y cruel que un inocente sea entregado a la pasión y
a la muerte. Ahora bien, como se dice en Dt 32,4: Dios es fiel y
está exento de toda iniquidad. Luego no entregó a la pasión y
muerte a Cristo, que era inocente.
2. No parece posible que uno sea entregado a la muerte por
sí mismo y por otro. Pero Cristo se entregó a sí mismo por
nosotros (cf. Ef 5,2), según lo enunciado en Is 53,12: Entregó
su vida a la muerte. Luego no parece que lo entregase Dios
Padre.
3. A Judas se le censura porque entregó a Cristo a los
judíos, según aquellas palabras de Jn 6,71-72: Uno de vosotros es
un diablo; lo decía por Judas, que había de entregarle. Del mismo
modo son vituperados los judíos, que lo entregaron a Pilato, como éste
mismo dice en Jn 18,35: Tu nación y tus pontífices te han entregado
a mí. Y Pilato lo entregó para que fuese crucificado, como
se lee en Jn 19,16. Pero no hay consorcio entre la justicia y la
iniquidad, como se dice en 2 Cor 6,14. Luego parece que Cristo no
fue entregado por Dios Padre a la pasión.
Contra esto: está lo que se dice en Rom 8,32: Dios no perdonó a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.
Respondo: Como acabamos de exponer (
a.2),
Cristo padeció voluntariamente por obediencia al Padre. De donde Dios
Padre entregó a Cristo a la pasión de tres modos: Primero, en cuanto
que, por su eterna voluntad, dispuso de antemano la pasión de Cristo
para liberación del género humano, conforme a lo que se dice en Is
53,6:
El Señor cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros; y
de nuevo (v.10):
El Señor quiso quebrantarlo con la flaqueza.
Segundo, en cuanto que le inspiró la voluntad de padecer por nosotros,
infundiéndole la caridad. Por lo que, en el mismo lugar, se añade
(v.7):
Se ofreció porque quiso. Tercero, no poniéndole a
cubierto de la pasión, sino exponiéndole a los perseguidores. Por eso,
como se lee en Mt 27,46, Cristo, colgado de la cruz, decía:
Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, porque efectivamente
lo abandonó en poder de sus perseguidores, como dice
Agustín.
A las objeciones:
1. Es impío y cruel entregar un
hombre inocente a la pasión y a la muerte contra su voluntad. Pero
Dios Padre no entregó a Cristo de ese modo, sino inspirándole la
voluntad de padecer por nosotros. En lo cual se manifiesta no
sólo la severidad de Dios, que no quiso
perdonar el pecado sin castigo, como lo da a conocer el Apóstol cuando
dice: No perdonó a su propio Hijo (Rom 8,32); sino también su bondad, porque, no pudiendo el hombre satisfacer
suficientemente mediante cualquier pena que sufriese, le dio uno que
satisficiese (por él), como lo indicó el Apóstol al decir: Le
entregó por todos nosotros (Rom 8,32). Y en Rom 3,25 dice: A
quien, esto es, Cristo, propuso Dios como sacrificio de
propiciación por la fe en su sangre.
2. Cristo, en cuanto Dios, se
entregó a sí mismo a la muerte con la misma voluntad y acción con que
le entregó el Padre. Pero, en cuanto hombre, se entregó a sí mismo con
la voluntad inspirada por el Padre. Por lo cual no existe
contradicción cuando se dice que el Padre entregó a Cristo y que éste
se entregó a sí mismo.
3. La bondad o maldad de una
acción se enjuicia de diverso modo de acuerdo con las distintas causas
de donde procede. Ahora bien, el Padre entregó a Cristo, y éste se
entregó a sí mismo, por amor; y debido a eso son alabados. En cambio,
Judas lo entregó por avaricia; los judíos por envidia; Pilato por
temor mundano a perder el favor del César; y por este motivo son
vituperados (cf. Mt 26,14; 27,15; Jn 19,12).
Artículo 4:
¿Fue conveniente que Cristo padeciera por parte de los
gentiles?
lat
Objeciones por las que parece no haber sido conveniente que Cristo
padeciese por parte de los gentiles.
1. Como los hombres habían de ser liberados del pecado por la pasión
de Cristo, parecería conveniente que fuesen muy pocos los que pecasen
dándole muerte. Pero pecaron con su muerte los judíos, en nombre de
los cuales se dice en Mt 21,38: Este es el heredero; venid,
matémosle. Luego parece haber sido conveniente que los gentiles no
se enredasen en el pecado de la muerte de Cristo.
2. La verdad debe corresponder a la figura. Pero los
sacrificios figurativos de la ley antigua no eran ofrecidos por los
gentiles, sino por los judíos. Luego la pasión de Cristo, que fue un
verdadero sacrificio, tampoco debió ser realizada por mano de los
gentiles.
3. Como se dice en Jn 5,18, los judíos buscaban matar a
Cristo, no sólo porque quebrantaba el sábado, sino también porque
decía que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios. Ahora bien,
estas afirmaciones parece que sólo iban contra la ley de los judíos;
por lo cual ellos mismos dicen también en Jn 19,7: Según la ley
debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios. Luego parece haber
sido conveniente que Cristo no padeciese por parte de los gentiles,
sino por parte de los judíos; y que mintieron al decir (Jn 18,31): A nosotros no nos está permitido matar a nadie, porque muchos
pecados eran castigados con la muerte según su ley, como es manifiesto
por Lev 20.
Contra esto: está que el mismo Señor dice en Mt 20,19: Lo entregarán
a los gentiles para ser escarnecido, flagelado y crucificado.
Respondo: En la misma forma de la pasión de
Cristo estuvo prefigurado su efecto. La pasión de Cristo ejerció
primeramente su efecto salvador en los judíos, muchísimos de los
cuales fueron bautizados en la muerte de Cristo, como es notorio por
Act 2,41 y 4,4. Pero después, mediante la predicación de los judíos,
el efecto de la pasión de Cristo llegó a los gentiles. Y por tal
motivo, fue conveniente que Cristo comenzase a padecer por parte de
los judíos, y después, al entregarle los judíos, se concluyese su
pasión a manos de los gentiles.
A las objeciones:
1. Como Cristo, para demostrar la
abundancia de su amor, por el que padecía, puesto en la cruz, pidió el
perdón para sus perseguidores (cf. Lc 23,34), a fin de que el fruto de
su petición llegase a los judíos y a los gentiles, quiso padecer de
unos y de otros.
2. La pasión de Cristo fue la
oblación de un sacrificio en cuanto que Cristo, por propia voluntad,
soportó la muerte por amor. Pero en cuanto padeció por parte de los
perseguidores, su pasión no fue un sacrificio, sino un gravísimo
pecado.
3. Como escribe
Agustín, cuando los judíos gritaron:
A nosotros no
nos está permitido matar a nadie, quisieron decir que
no les
estaba permitido matar a nadie debido a la santidad del día festivo,
que ya habían comenzado a celebrar.
O decían esto, como expone el Crisóstomo, porque
querían matarle no en cuanto transgresor de la ley, sino en cuanto
enemigo público, porque se hacía rey, sobre lo cual no les tocaba a
ellos juzgar. O porque a ellos no les estaba permitido crucificarle,
como deseaban, sino apedrearle, como hicieron con Esteban (cf. Act
7,57).
O, con más exactitud, debe decirse que los romanos, bajo cuyo poder
se encontraban, les habían quitado la potestad de aplicar la pena de
muerte.
Artículo 5:
¿Conocieron a Cristo sus perseguidores?
lat
Objeciones por las que parece que los perseguidores de Cristo le
conocieron.
1. En Mt 21,38 se dice que los labradores, al ver al hijo, se
dijeron: Este es el heredero; venid, matémosle. Por lo que comenta
Jerónimo: Con estas palabras demuestra
clarísimamente el Señor que los príncipes de los judíos no
crucificaron al Hijo de Dios por ignorancia, sino por envidia. Se
dieron cuenta de que El era aquel a quien el Padre dice, por medio del
profeta: Pídemelo, y te daré en herencia las naciones (Sal 2,8).
Luego parece que conocieron que era el Cristo, o el Hijo de
Dios.
2. En Jn 15,24 dijo el Señor: Pero ahora han visto
(mis obras) y me han odiado a mí y a mi Padre. Pero lo que se
ve es claramente conocido. Luego los judíos, conociendo a Cristo, le
martirizaron movidos por el odio.
3. En un Sermón del Concilio de Efeso
se dice: Así como el que rasga un rescripto imperial es condenado a
muerte, lo mismo que si hiciera pedáis una orden del Emperador, así
los judíos, al crucificar a Cristo, a quien habían visto, pagarán las
penas como si hubiesen llevado su tenacidad contra el mismo Verbo de
Dios. No hubiera sucedido tal si no hubiesen conocido que El era
el Hijo de Dios, porque les hubiera excusado la ignorancia. Luego
parece que los judíos, al crucificar a Cristo, se dieron cuenta de que
era el Hijo de Dios.
Contra esto: está que en 1 Cor 2,8 se dice: Si lo hubieran conocido,
nunca hubiesen crucificado al Señor de la gloria. Y en Act 3,17
dice Pedro, hablando a judíos: Sé que lo hicisteis por ignorancia,
como también vuestros príncipes. Y el Señor, colgado en la cruz,
exclamó: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lc
23,34).
Respondo: Entre los judíos existía el senado y
la plebe. El senado, llamado entre ellos los
príncipes,
conoció, como se dice en el libro
Quaest. Nov. et Vet.
Test., lo mismo que lo conocieron los demonios,
que El era el Mesías prometido en la Ley,
pues veían en él todas
las señales futuras que anunciaron los profetas. Sin embargo,
ignoraban el misterio de su divinidad, y por este motivo dijo el
Apóstol:
Si lo hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al
Señor de la gloria (1 Cor 2,8).
No obstante, debe tenerse en cuenta que la ignorancia de estos
príncipes no les eximía del crimen, porque, en cierto modo, era una
ignorancia afectada. Veían, efectivamente, las señales evidentes de su
divinidad; pero, por odio y envidia de Cristo, las tergiversaban, y
rehusaban dar fe a sus palabras, con las que declaraba que era el Hijo
de Dios. Por lo cual él mismo dice de ellos en Jn 15,22: Si yo no
hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero
ahora no tienen excusa de su pecado. Y, de este modo, puede
tomarse como dicho en nombre de ellos lo que se lee en Job 21,14: Dijeron a Dios: Apártate de nosotros; no nos interesa la ciencia de
tus caminos.
La plebe, es decir, las multitudes, que no habían conocido los
misterios de la Escritura, no se dieron cuenta plenamente de que él
era el Mesías ni el Hijo de Dios, aunque algunos de ellos creyeron en
él. Pero la multitud no creyó. Y si alguna vez abrigaron la duda de
que fuese el Mesías por la abundancia de los milagros y la eficacia de
su doctrina, como consta por Jn 7,31-41ss, luego, sin embargo, fueron
engañados por sus príncipes para que no creyesen que
él era el Hijo de Dios ni el Mesías. Por lo que también Pedro les
dijo: Sé que habéis hecho esto por ignorancia, como también
vuestros príncipes (Act 3,17), es a saber, porque habían sido
engañados por éstos.
A las objeciones:
1. Las palabras citadas están
dichas en nombre de los labradores de la viña, en los que están
representados los jefes del pueblo aquel, los cuales conocieron que él
era el heredero, en cuanto que se dieron cuenta de que él era el
Mesías prometido en la ley.
Pero contra esta respuesta parece militar el que las palabras de Sal
2,8, Pídemelo, y te daré las naciones en heredad tuya, están
dirigidas al mismo a quien se dice: Tú eres mi hijo, yo te he
engendrado hoy (Sal 2,7). Por consiguiente, si conocieron que él
era aquel a quien se dice: Pídemelo, y te daré las naciones en
heredad tuya, se sigue que asimismo se dieron cuenta de que él era
el Hijo de Dios. También el Crisóstomo, a propósito de
ese mismo lugar, dice que conocieron que él era el Hijo de
Dios. Y asimismo Beda comenta acerca de Lc 23,34
—Porque no saben lo que hacen —: Es preciso observar que no ruega
por aquellos que, habiendo entendido que era el Hijo de Dios,
prefirieron crucificarle que confesarle por tal.
Sin embargo, cabe responder a esto que conocieron que él era el Hijo
de Dios, no por naturaleza, sino por la excelencia de un favor
singular.
No obstante, podemos decir también que se afirma que conocieron al
verdadero Hijo de Dios porque tenían signos evidentes de ello, a los
que no quisieron asentir a causa del odio y de la envidia, de modo que
reconociesen que él era el Hijo de Dios.
2. Antes de las palabras citadas,
se anteponen estas otras: Si no hubiera hecho entre ellos obras que
ninguno otro hizo, no tendrían pecado (Jn 15,24); y luego
añade: Pero ahora han visto, y me han odiado a mí y a mi Padre
(Jn 15,24). Por lo cual se demuestra que, viendo las obras admirables
de Cristo, debido a su odio no le reconocieron por el Hijo de
Dios.
3. La ignorancia afectada no
excusa de pecado, sino que más bien parece agravarle, porque demuestra
que el hombre es tan vehementemente sensible al pecado que quiere caer
en la ignorancia para no evitar el pecado. Y por esto pecaron los
judíos, por ser los que crucificaron no sólo a Cristo hombre, sino a
Dios.
Artículo 6:
¿Fue gravísimo el pecado de los que crucificaron a
Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado de los que crucificaron a
Cristo no fue gravísimo.
1. No es gravísimo el pecado que tiene excusa. Ahora bien, el mismo
Señor excusó el pecado de quienes le crucificaban, cuando dijo (Lc
23,34): Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Luego
el pecado de aquéllos no fue gravísimo.
2. El Señor dijo a Pilato (Jn 19,11): El que me ha
entregado a ti tiene mayor pecado. Pero Pilato hizo crucificar a
Cristo por medio de sus ministros. Luego parece haber sido mayor el
pecado de Judas el traidor que el de quienes crucificaron a
Cristo.
3. Según el Filósofo, en V
Ethic.,
nadie, queriendo, padece injusticia, y como él mismo añade
allí,
cuando nadie padece injusticia, nadie hace
injusticia. Luego nadie hace injusticia a quien quiere padecerla.
Ahora bien, Cristo padeció voluntariamente, como antes se ha dicho
(
a.1;
a.2 ad 2;
q.46 a.6). Por consiguiente, los que crucificaron a
Cristo no cometieron injusticia contra él. Y de esta manera, su pecado
no fue gravísimo.
Contra esto: está lo que, sobre Mt 23,32 —-y vosotros colmad la
medida de vuestros padres—, dice el Crisóstomo: En verdad, excedieron la medida de sus padres. Aquéllos mataron a
hombres; éstos, en cambio, crucificaron a Dios.
Respondo: Como se ha expuesto (
a.5), los
príncipes de los judíos conocieron a Cristo; y si existió en ellos
alguna ignorancia, fue la ignorancia afectada que no podía excusarles.
Y, por este motivo, su pecado fue gravísimo, lo mismo por el género
del pecado que por la malicia de la voluntad.
Las clases inferiores de los judíos pecaron gravísimamente en cuanto
al género del pecado; pero su pecado quedaba aminorado por la
ignorancia. Por lo cual, a propósito de Lc 23,34 —no saben lo que
hacen-comenta Beda: Ruega por aquellos que no
supieron lo que hicieron, impulsados por el celo de Dios, pero no
conforme a la ciencia.
Mucho más excusable fue el pecado de los gentiles por cuyas manos fue
crucificado Cristo, porque no tenían la ciencia de la
ley.
A las objeciones:
1. La excusa del Señor no se
refiere a los príncipes de los judíos, sino a las clases inferiores
del pueblo, como acabamos de decir (en la sol.).
2. Cristo no fue entregado por
Judas a Pilato, sino a los príncipes de los sacerdotes, quienes le
entregaron a Pilato, según el pasaje de Jn 18,35: Tu pueblo y tus
pontífices te han entregado a mí. Sin embargo, el pecado de todos
éstos fue mayor que el de Pilato, que condenó a muerte a Cristo por
temor del César. Y también que el pecado de los soldados, los cuales
crucificaron a Cristo por mandato del gobernador; no por codicia, como
Judas, ni por envidia y odio, como los príncipes y
sacerdotes.
3. Cristo quiso su pasión, como
también la quiso Dios; pero no quiso la acción inicua de los judíos.
Y, por este motivo, no quedan excusados de la injusticia los que
mataron a Cristo. Y, sin embargo, el que mata a un hombre comete una
injuria no sólo contra el hombre, sino también contra Dios y contra la
república; como la comete igualmente el que se suicida, según dice el
Filósofo en V Ethic.. Por esto David condenó a
muerte al que no había temido poner sus manos para matar al ungido
del Señor, a pesar de que aquél lo pedía, como se lee en 2 Sam
l,6ss.