Así, pues, el conjuro que se dirige a las criaturas irracionales puede entenderse de dos maneras. Una, en cuanto dirigido a la criatura irracional en sí considerada, y en este sentido sería inútil. Otra, en cuanto referido a aquel que gobierna y mueve a la criatura irracional. Son también dos, según esto, los modos de conjurar a las criaturas irracionales. Uno de ellos, a modo de súplica dirigida a Dios directamente; tal es el caso de aquellos que, invocando a Dios, hacen milagros. El otro, a modo de compulsión, referida al diablo, que se sirve de criaturas irracionales para hacernos daño. Este es el modo de conjurar que emplea la Iglesia en los exorcismos para liberar a las criaturas irracionales del poder diabólico. Téngase en cuenta, sin embargo, que no es lícito conjurar a los demonios solicitando su ayuda.
Suma teológica - Parte II-IIae - Cuestión 90
Sobre el empleo del nombre de Dios a manera de conjuro
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Vamos a tratar ahora del empleo del nombre de Dios a modo de conjuro
(q.89 intr). Y acerca de esta cuestión plantearemos tres
problemas:
Artículo 1:
¿Se puede conjurar licitamente a los hombres?
lat
Objeciones por las que parece que no se puede conjurar lícitamente a
los hombres.
1. Porque dice Orígenes en su comentario Super
Mt.: Mi opinión es que no está bien que el
varón que quiere vivir de acuerdo con el Evangelio conjure a otros.
Pues si, según el mandato de Cristo, el jurar no es lícito, tampoco,
lógicamente, lo es el conjurar a otro. Por lo cual, sin duda
alguna, el Sumo Sacerdote conjuró ilícitamente a Jesús en nombre del
Dios vivo.
2. Quien conjura a alguien, le hace obrar, en cierto modo, a
la fuerza. Pero no es lícito forzar a otro a que haga lo que no
quiere. Luego parece ilícito eso de conjurar a alguien.
3. Conjurar es inducir a uno a jurar. Pero eso de
inducir a otro a jurar es competencia de los superiores, los cuales
pueden obligar a jurar a sus súbditos. Luego los superiores, por sus
súbditos, no pueden ser conjurados.
Contra esto: está el que incluso nuestras súplicas a Dios las hacemos
invocándole por algo sagrado. El mismo Apóstol insta a los fieles invocando la misericordia de Dios, como puede verse en Rom 2,1.
Pero esto tiene todas las apariencias de un conjuro. Luego es cosa
lícita conjurar a otros.
Respondo: Que quien, por respeto al nombre de
Dios, y para confirmar con la invocación del mismo lo que promete,
jura con juramento promisorio, se obliga a cumplir lo prometido, lo
que equivale a comprometerse uno mismo a hacer algo sin posibilidad de
echarse atrás. Pues bien: así como un hombre puede comprometerse a
hacer algo, puede empeñarse también en que hagan alguna cosa otras
personas, ya sea por medio de súplicas, si se trata de superiores, ya
por medio de mandatos, tratándose de inferiores, como nos consta por
lo anteriormente dicho (q.83 a.1). Lógicamente, una y otra
disposición, cuando se la confirma mediante la invocación de algo
divino, es un conjuro. Difieren, sin embargo, en esto: en que el
hombre es dueño de sus propios actos y no de los que otros hombres
habrán de realizar. En consecuencia, puede, por la invocación del
nombre de Dios, imponerse uno a sí mismo una obligación necesaria;
pero no puede imponerla a otras personas, a no ser que se trate de sus
súbditos, a los que puede forzar en virtud del juramento prestado. De
ahí que si alguien, invocando el nombre de Dios o el de cualquier cosa
sagrada, pretende imponer con conjuros la obligación ineludible de
hacer algo a quien no es súbdito suyo, como se la
impone a sí mismo jurando, el tal conjuro es ilícito, porque usurpa un
derecho sobre otra persona que no tiene. En cambio, los superiores, en
caso de cierta necesidad, pueden obligar a sus súbditos con tal clase
de conjuros. Es más, si únicamente se intenta conseguir, por
reverencia al nombre de Dios o alguna otra cosa sagrada, algo de otro,
sin imponerle obligación necesaria, tal conjuro, trátese de quien se
trate, es lícito.
A las objeciones:
1. Orígenes habla del conjuro
con el que se intenta imponer a otro una obligación como la que se
impondría uno a sí mismo jurando. Así es, efectivamente, como el
Príncipe de los Sacerdotes tuvo la osadía de conjurar a nuestro Señor
Jesucristo (Mt 26,63).
2. Semejante razonamiento
sólo es válido si se trata del conjuro que impone necesidad.
3. Conjurar no es inducir a
alguien a jurar, sino incitarle a realizar una acción valiéndose de
una fórmula semejante al juramento que uno hace. Sin embargo, no es lo
mismo el conjuro empleado para con Dios y para con los hombres: pues
con el conjuro intentamos mudar en otra la voluntad humana por el
respeto que se debe a lo sagrado, lo que, indudablemente, no
pretendemos hacer cuando se trata de Dios, cuya voluntad es inmutable.
El hecho, no obstante, de alcanzar alguna cosa de Dios en todo
conforme con su voluntad eterna no se debe a nuestros méritos, sino a
su bondad.
Artículo 2:
¿Es lícito conjurar a los demonios?
lat
Objeciones por las que parece que no es lícito conjurar a los
demonios.
1. Dice Orígenes en su comentario Super Mt.: Es una práctica judía, no un poder dado por el Señor, eso de
conjurar a los demonios. Pero no debemos imitar los ritos judíos, sino
servirnos más bien del poder que Cristo nos ha dado. Luego no es
lícito conjurar a los demonios.
2. Muchos, con encantamientos nigrománticos, invocan a los
demonios en nombre de algo divino, y esto y no otra cosa es lo que
entendemos por conjuro. Si, pues, es lícito conjurar a los demonios,
también lo es el empleo de encantamientos nigrománticos. Pero esto
último es evidentemente falso. Luego también lo primero.
3. Todo el que conjura a alguien se asocia por esto
mismo, en cierto modo, con él. Pero es ilícita la asociación con los
demonios, según aquello de 1 Cor 10,20: No quiero que os asociéis
con los demonios. Luego no es lícito conjurar a los
demonios.
Contra esto: está lo que leemos en Me, últ., 17: En mi nombre
arrojarán los demonios. Pero el conjuro consiste en inducir a otro
a hacer una cosa en nombre de Dios. Luego es lícito conjurar a los
demonios.
Respondo: Que, conforme a lo que expusimos
(a.1), son dos las clases de conjuro: una, la que se emplea a modo de
súplica o de instigación por respeto a alguna cosa sagrada; otra, la
empleada a modo de compulsión. Pues bien: del primer modo no es lícito
conjurar a los demonios, porque tal conjuro es, según parece, indicio
de cierta benevolencia o amistad, con la que lícitamente no se les
puede tratar. Del segundo modo, en cambio, esto es, por compulsión,
nos es lícito usar del conjuro para unas cosas; pero para otras, no.
La razón de esto es que los demonios son, en el curso de la vida
presente, nuestros enemigos. Y que sus actos no están sometidos a lo
que nosotros disponemos, sino a la disposición de Dios
y de los santos ángeles, porque, como dice San Agustín en III de
Trinit.: El espíritu desertor es regido por el
espíritu justo. Podemos, según esto, conjurándolos por el nombre
de Dios, expulsarlos como a enemigos, para que ni espiritual ni
corporalmente nos dañen. Obramos así de acuerdo con el poder que nos
dio Cristo, como leemos en Lc 10,19: He aquí que yo os he dado
virtud para andar sobre serpientes y escorpiones y sobre toda potencia
enemiga, y nada os dañará. No es lícito, sin
embargo, conjurarlos para aprender algo o para obtener por su medio
alguna cosa, porque esto equivaldría a mantener relaciones con ellos,
a no ser, tal vez, que, por especial inspiración o revelación divina,
algunos santos se sirvan de la obra de los demonios para algunos
efectos. Así, se cuenta del bienaventurado Jacobo que
hizo traer a su presencia a Hermógenes por medio de los
demonios.
A las objeciones:
1. Orígenes no habla del
conjuro que se hace imperativamente, por compulsión, sino más bien del
que se hace a modo de súplica benévola.
2. Los nigromantes utilizan
los conjuros e invocan a los demonios para alcanzar algo de ellos, lo
cual es ilícito, como acabamos de decir. Por eso dice el
Crisóstomo, comentando aquellas palabras del Señor (Mc
1,25): Cállate y sal de este hombre. Se nos da aquí una norma
saludable: la de no creer jamás a los demonios, por grande que sea la
verdad que nos anuncian.
3. Tal razonamiento es válido
tratándose del conjuro con que se pide ayuda a los demonios para hacer
o conseguir alguna cosa, lo que, según parece, es mantener alguna
clase de relaciones con ellos. En cambio, el expulsar a los demonios,
conjurándolos, es desechar toda asociación con ellos.
Artículo 3:
¿Es lícito conjurar a las criaturas irracionales?
lat
Objeciones por las que parece que no es lícito conjurar a las
criaturas irracionales.
1. Porque el conjuro se hace por medio de palabras. Pero en vano se
dirige la palabra al que no entiende, cual es, pongamos por caso, la
criatura irracional. Luego es vano e ilícito conjurar a las criaturas
irracionales.
2. Parece que el conjuro compete al mismo a quien pertenece
el juramento. Pero el juramento no pertenece a las criaturas
irracionales. Luego tampoco es licito, según parece, valerse para con
ellas de conjuros.
3. Como consta por lo dicho (a.1.2), hay dos clases de
conjuros. Uno es el conjuro a manera de súplica, del que no podemos
servirnos para con la criatura irracional, que no es dueña de sus
actos. Otro es el conjuro a modo de compulsión, que tampoco, según
parece, podemos emplear para con ella, porque el mandar a las
criaturas irracionales no es cosa nuestra, sino de aquel de quien se
dice (Mt 8,27): He aquí que los vientos y el mar le obedecen.
Luego de ninguna manera, al parecer, es lícito conjurar a las
criaturas irracionales.
Contra esto: está el que San Simón y San Judas, según se cuenta,
conjuraron a los dragones y les mandaron
retirarse a lugares desiertos.
Respondo: Que las criaturas irracionales son
gobernadas por otro en sus propias operaciones. Ahora bien, una misma
es la acción del ser que es gobernado o movido y la de quien lo
gobierna y mueve, lo mismo que el movimiento de la saeta es igualmente
operación del arquero. De ahí el que la acción de las criaturas
irracionales no se atribuya sólo a ellas, sino que principalmente se
atribuye a Dios, por cuya disposición se mueven todas las cosas.
Interviene también en esto el diablo, el cual, por permisión divina,
se vale de algunas criaturas irracionales para hacer daño a los
hombres.
A las objeciones: es evidente por lo expuesto.