Artículo 1:
La presunción, ¿se funda en Dios o en el valor personal?
lat
Objeciones por las que parece que la presunción, pecado contra el
Espíritu Santo, no se funda en Dios, sino en el valor personal del
hombre:
1. Cuanto de menos medios se dispone, tanto mayor es el pecado de
quien se apoya en ellos. Pues bien, los medios humanos son de
categoría muy inferior a los divinos. En consecuencia, peca más
gravemente quien presume de medios humanos que quien presume de los
divinos. Ahora bien, el pecado contra el Espíritu Santo es gravísimo.
Por lo tanto, la presunción, considerada como pecado contra al
Espíritu Santo, se basa más en el valor personal que en el
divino.
2. Del pecado contra el Espíritu Santo nacen otros pecados,
ya que se llama pecado contra el Espíritu Santo la malicia que induce
a pecar. Ahora bien, los otros pecados parece que nacen de la
presunción del hombre en sí mismo más que de la presunción en Dios,
porque el amor propio es principio del pecado, como expone San Agustín
en XIV De Civ. Dei. Parece, pues, que la
presunción, pecado contra el Espíritu Santo, se funda principalmente
en el valor humano.
3. El pecado proviene de la conversión desordenada hacia
el bien fugaz. Pues bien, la presunción es pecado.
Luego más proviene de la conversión al valor humano, bien fugaz, que
de la conversión al poder divino, bien inconmutable.
Contra esto: está el hecho de que por la desesperación se desprecia la
misericordia divina, en que se apoya la esperanza; por la presunción,
en cambio, se desprecia la justicia divina, que castiga a los
pecadores. Pues bien, si la misericordia está en Dios, también está la
justicia. En consecuencia, la desesperación se da por aversión de
Dios; la presunción, por la desordenada conversión a El
mismo.
Respondo: La presunción parece entrañar
intemperancia en el esperar. Ahora bien, el objeto de la esperanza es
el bien arduo posible. Mas para el hombre algo es posible de dos
maneras: por el propio esfuerzo o por el poder exclusivo de Dios.
Sobre cada una de esas maneras de esperar se puede incurrir en
presunción por intemperancia. Hay, en efecto, presunción en la
esperanza que induce a uno a confiar en sus propias fuerzas, cuando
tiende a algo como posible, pero que está por encima de su capacidad
personal, como lo expresan estas palabras:
Humillas a quienes
presumen de sí (Jdt 6,15). Esta presunción se opone a la
magnanimidad, que impone la moderación en esta esperanza.
Hay también presunción por intemperancia en la esperanza fundada en
el poder divino cuando se tiende a un bien que se considera posible
mediante el poder y misericordia divinos, pero que no lo es; es el
caso de quien, sin penitencia, quiere obtener el perdón, o la gloria
sin los méritos. Esta presunción es, propiamente hablando, una especie
de pecado contra el Espíritu Santo. Efectivamente, con este tipo de
presunción queda rechazada o despreciada la ayuda de El, por la que el
hombre se aparta del pecado.
A las objeciones:
1. Como ya hemos expuesto (q.20, a.3; 1-2 q.73, a.3) el pecado contra Dios es, por su propio género,
más grave que los demás. De ahí que la presunción, que se apoya
desordenadamente en Dios, es más grave que la que se funda en las
propias fuerzas. En efecto, apoyarse en el poder de Dios para
conseguir lo que no compete a El equivale a aminorar ese mismo poder.
Y es evidente que peca más gravemente quien aminora el poder divino
que quien sobrestima el suyo propio.
2. Incluso la misma presunción por
la que desordenadamente se presume de Dios implica amor de sí que
lleva a desear sin medida el bien propio. Lo que mucho deseamos
consideramos con facilidad que nos lo podrán procurar los demás,
incluso aunque no puedan.
3. La presunción en la
misericordia divina implica dos cosas: la conversión al bien
perecedero, en cuanto procede de un deseo desordenado del bien propio,
y la aversión al bien inconmutable, en cuanto atribuye al poder divino
lo que no le atañe. Por eso precisamente se aparta el hombre de la
verdad divina.
Artículo 2:
¿Es pecado la presunción?
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Objeciones por las que parece que la presunción no es
pecado:
1. Ningún pecado es causa de que el hombre sea escuchado por Dios.
Pues bien, la Escritura nos ofrece el testimonio de quienes, por la
presunción, son escuchados de Dios, ya que se dice: Escucha a este
pobre suplicante que presume de tu misericordia (Jdt 9,17). La
presunción, pues, en la misericordia divina no es pecado.
2. La presunción entraña sobrexceso de esperanza. Mas en la
esperanza que se tiene de Dios no cabe demasía, ya que su potencia y
misericordia son infinitas. No parece, pues, que la presunción sea
pecado.
3. Lo que es pecado no excusa de pecado. Pero la
presunción excusa de pecado, dado que, según el
Maestro, Adán pecó menos porque lo hizo con esperanza
de perdón, y esto parece pertenecer a la presunción. Por lo tanto, la
presunción no es pecado.
Contra esto: está el hecho de colocar la presunción entre las especies
de pecado contra el Espíritu Santo.
Respondo: Como ya quedó expuesto (
q.20 a.1),
todo movimiento apetitivo acorde con una apreciación falsa es de suyo
malo y pecado. Pues bien, la presunción es un movimiento apetitivo
porque entraña una esperanza desordenada. Pero está acorde con una
apreciación falsa del entendimiento, lo mismo que la desesperación,
pues como es falso que Dios no perdone a los penitentes o que no
traiga a los pecadores a penitencia, también lo es que conceda perdón
a quienes perseveran en el pecado y dé la gloria a quienes desisten
de obrar bien. Es, por lo tanto, pecado. Resulta, sin
embargo, menos pecado que la desesperación, pues más propio de Dios es
compadecerse y perdonar, por su infinita bondad, que castigar: lo
primero le compete a Dios por sí mismo; lo segundo, a causa de
nuestros pecados.
A las objeciones:
1. El término presunción
designa, a veces, simplemente esperar. En verdad, la recta
esperanza que se tiene en Dios parece presunción si se mide con la
estrechez humana; no lo es, en cambio, si se tiene en cuenta la
inmensidad de la bondad divina.
2. La presunción no entraña
superexceso de esperanza porque uno espere demasiado en Dios, sino
porque espera de El algo que no le compete. Y esto es también esperar
menos de El porque es aminorar de algún modo su poder, como queda
expuesto (
a.1 ad 1).
3. Pecar con propósito de
permanecer en el pecado con esperanza de perdón es presunción, y esto
aumenta, no disminuye el pecado. Pero pecar con esperanza de alcanzar
a su tiempo el perdón, con propósito de abstenerse de pecar y de
dolerse del pecado, no es presunción, sino que aminora el pecado.
Evidentemente, con ello el pecador da muestras de tener la voluntad
menos firme en el pecado.
Artículo 3:
La presunción, ¿se opone más al temor que a la esperanza?
lat
Objeciones por las que parece que la presunción se opone más al temor
que a la esperanza:
1. El desorden del temor se opone al temor recto. Ahora bien, la
presunción parece que corresponde al desorden del temor, según el
texto de la Escritura: Siempre presume lo más grave la perturbadora
conciencia (Sab 17,10), y se dice también allí mismo: El temor
es la ayuda de la presunción (v.11). La presunción, pues, se opone
al temor más que a la esperanza.
2. Los contrarios son los que más distan entre sí. Pues
bien, la presunción dista más del temor que de la esperanza, ya que
implica un movimiento hacia la cosa esperada; el temor, en cambio,
movimiento de huida. Parece, por lo tanto, más contraria al temor que
a la esperanza.
3. La presunción excluye del todo al temor, pero no la
esperanza, sino solamente su rectitud. Ahora bien, como los opuestos
se excluyen entre sí, parece que la presunción se opone más al temor
que a la esperanza.
Contra esto: está el hecho de que dos vicios opuestos entre sí
contrarían a una sola virtud; por ejemplo, la timidez y la audacia, a
la fortaleza. Pero el pecado de presunción contraría al de
desesperación, que se opone directamente a la esperanza. Luego parece
que la presunción se opone de manera más directa a la
esperanza.
Respondo: Según San Agustín en IV Contra
Iulian., no sólo son vicios los contrarios a las virtudes con clara
oposición, como la temeridad a la prudencia, sino también los que
están cercanos a ellas, y que son semejantes no en la realidad, sino
en una semejanza engañosa, como se parece la astucia a la
prudencia. El Filósofo, por su parte, afirma
también en II Ethic., que la virtud parece que
armoniza mejor con uno de los vicios opuestos que con el otro; es el
caso de la templanza con la insensibilidad y la fortaleza con la
audacia. En consecuencia, la presunción parece oponerse abiertamente
al temor, sobre todo al servil, que centra su atención en la pena
infligida por la justicia de Dios y cuya remisión espera la
presunción. Mas en cuanto a su falsa semejanza, contraría más a la
esperanza, porque entraña una desordenada esperanza en Dios. Pero dado
que es más directa la oposición entre las cosas que son del mismo
género que entre las que son de género diferentes, pues los contrarios
están en el mismo género, la presunción se opone más directamente a la
esperanza que al temor; ciertamente, una y otra centran su atención en
el mismo objeto en que se apoyan; pero la esperanza, ordenadamente, y la
presunción, con desorden.
A las objeciones:
1. Así como la esperanza se refiere
con propiedad al bien, y por extensión abusiva al mal, así también la
presunción. En ese sentido, al desorden del temor se llama
presunción.
2. Los contrarios son los que más
distan entre sí en el mismo género. Pero la presunción y la esperanza
implican un movimiento del mismo género que puede ser ordenado y
desordenado. Por eso, la presunción contraría más directamente a la
esperanza que al temor; contraría a la esperanza por la propia
diferencia, como lo desordenado a lo ordenado; al temor, en cambio,
por la diferencia de su género, es decir, el movimiento de la
esperanza.
3. Dado que la presunción
contraría al temor con contrariedad de género, y a la virtud de la
esperanza, en cambio, con contrariedad de diferencia, la presunción
excluye totalmente el temor incluso en su género; a la esperanza, en
cambio, la excluye solamente por razón de la diferencia, al excluir el
orden que implica.
Artículo 4:
¿Se origina la presunción de la vanagloria?
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Objeciones por las que parece que la presunción no se origina de la
vanagloria:
1. La presunción parece que se apoya fuertemente en la misericordia
divina. Pues bien, la misericordia se refiere a la
miseria, la cual se opone a la gloria. Luego la presunción no se
origina de la vanagloria.
2. La presunción se opone a la desesperación, y la
desesperación viene de la tristeza, como queda dicho (
q.20 a.4). Dado,
pues, que los opuestos tienen causas opuestas, parece que deberá nacer
del placer. Por eso parece que procede de los vicios carnales, cuyos
deleites son más vehementes.
3. El vicio de la presunción consiste en tender como
posible a un bien que no lo es en realidad. Pues bien, creer como
posible lo que es imposible procede de la ignorancia. En consecuencia,
la presunción se origina más de la ignorancia que de la
vanagloria.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio, quien afirma en XXXI Moral. que la presunción de novedades es hija de la
vanagloria.
Respondo: Como ya hemos expuesto (
a.1), la
presunción es doble. Una se funda en el propio poder, intentando como
posible lo que excede la propia capacidad. Esta presunción es evidente
que procede de la vanagloria, pues quien desea ardientemente la gloria
acomete para conseguirla lo que sobrepuja su capacidad. Y entre las
cosas que persigue está sobre todo lo que reviste novedad, por causar
mayor admiración. Por eso hizo expresamente San Gregorio a
la
presunción de novedades hija de la vanagloria.
Hay otra presunción que se apoya de manera desordenada en la
misericordia o en el poder divino, por el cual se espera obtener la
gloria sin mérito y el perdón sin arrepentimiento. Esta presunción
parece proceder directamente de la soberbia: el hombre se tiene en
tanto, que llega a pensar que, aun pecando, Dios no le ha de castigar
ni le ha de excluir de la gloria.
A las objeciones: Queda dada en lo expuesto.