Artículo 1:
En el estado de inocencia, ¿habría habido, o no, generación?
lat
Objeciones por las que parece que en el estado de inocencia no habría
habido generación:
1. Se dice en V Physic.: La generación es contraria
a la corrupción. Lo contrario lo es sobre lo mismo. En el estado
de inocencia no habría habido corrupción. Por lo tanto, tampoco
generación.
2. La generación está ordenada a conservar en la especie lo
que individualmente no puede conservarse. Así, en los seres eternos no
hay generación. Pero en el estado de inocencia el hombre hubiese
vivido perpetuamente. Por lo tanto, en el estado de inocencia no hacía
falta generación.
3. Por la generación se multiplican los hombres.
Multiplicados los dueños, es necesario dividir las posesiones para
distinguir lo que es propio de cada uno. Por lo tanto, habiendo sido
constituido el hombre como señor de los animales, una vez
multiplicados los hombres, se seguiría la división del dominio. Pero
esto parece ir en contra del derecho natural por el que todas las
cosas son comunes, como dice Isidoro. Por lo tanto, en
el estado de inocencia no habría generación.
Contra esto: está lo que se dice en Gén 1,28: Creced, multiplicaos,
llenad la tierra. Esta multiplicación no puede hacerse más que por
generación, supuesto que en un principio sólo fueran
creados dos. Por lo tanto, en el primer estado habría
generación.
Respondo: En el estado de inocencia habría
generación que multiplicase los hombres. De no ser así, el pecado del
hombre hubiera sido muy necesario como medio para alcanzar un gran
bien. Hay que tener en cuenta que el hombre, por naturaleza, es algo
intermedio entre lo corruptible y lo incorruptible, ya que su alma,
por naturaleza, es incorruptible, y el cuerpo corruptible. La
naturaleza tiende siempre a lo que continuamente es algo esencial a
ella. Pero a lo que sólo tiende durante cierto tiempo no es algo
primario en la naturaleza sino subordinado a otro. En caso contrario,
su desaparición supondría la desaparición de la intención de la
naturaleza. Y porque en los seres corruptibles sólo la especie perdura
siempre y continuamente, en éstos el bien de la especie, a cuya
conservación se ordena la generación, es el fin principal de la
naturaleza. Por el contrario, las sustancias incorruptibles permanecen
siempre específica e individualmente. Por lo cual, en ellas, la
conservación de los individuos constituye también el fin principal de
la naturaleza.
Así, pues, al hombre le corresponde la generación en su parte
corporal, que, en cuanto tal, es corruptible. Por parte del alma, que
es incorruptible, corresponde a su naturaleza —o mejor, al Autor de
la naturaleza, único creador de las almas— el intento de multiplicar
los individuos. Así, estableció la generación, incluso en el estado de
inocencia, para multiplicar el género humano.
A las objeciones:
1. El cuerpo del hombre en el
estado de inocencia era corruptible. El alma lo preservaba de la
corrupción. Por lo tanto, al hombre no había por qué quitarle la
generación, propia de lo que es corruptible.
2. Aun cuando la generación en el
estado de inocencia no tuviera por fin la conservación de la especie,
tendría la multiplicación del individuo.
3. En nuestro estado, al aumentar
los dueños se dividen las posesiones, pues la comunidad de posesión
origina la discordia, como dice el Filósofo en II Politic. Pero en el estado de inocencia estaban de
tal modo armonizadas las voluntades de los hombres, que cada uno
hubiese tomado del bien común lo que le correspondía sin peligro
alguno de discordia. Y esto también se puede ver ahora entre
hombres honestos.
Artículo 2:
En el estado de inocencia, ¿habría habido, o no, generación por
coito?
lat
Objeciones por las que parece que en el estado de inocencia no habría
habido generación por coito:
1. El Damasceno pinta al primer hombre en el Paraíso como otro ángel. Pero en el estado futuro de la resurrección,
cuando los hombres serán semejantes a los ángeles, ni se casarán ni
se darán en casamiento, como se dice en Mt 22,30. Por lo tanto,
tampoco en el Paraíso habría habido generación por
coito.
2. Los primeros padres fueron creados en edad adulta. Así,
pues, si la generación antes del pecado hubiera sido por coito,
hubiesen estado unidos carnalmente en el Paraíso. Esto es falso, por
la misma Escritura (Gén 4,1).
3. Debido al alto grado de placer que hay en este acto,
el hombre es comparado a los animales; por eso se alaba la
continencia. Pero el hombre es comparado a los animales por el pecado,
según aquello del Sal 48,21: El hombre, aun puesto en suma
dignidad, no entiende. Es semejante a los animales. Por lo tanto,
antes del pecado no habría habido unión carnal del hombre y la
mujer.
4. En el estado de inocencia no había corrupción. Por el
coito se corrompe la integridad virginal. Por lo tanto, el coito no
habría existido en el estado de inocencia.
Contra esto: está el hecho de que Dios antes del pecado hizo al hombre y
a la mujer, como se dice en Gén 1,27 y 2,22. Dios no hace nada en
vano. Por lo tanto, si el hombre no hubiese pecado,
también habría habido coito al que se ordena la diferencia de
sexos.
Más aún, en Gén 2,18-20 se dice que la mujer ha sido creada para
ayuda del varón, y no podría serlo más que para la generación, porque
para cualquier otra cosa le sería más útil la ayuda de un hombre que
la de la mujer. Por lo tanto, también en el estado de inocencia hubo
generación por coito.
Respondo: Algunos antiguos doctores, atendiendo a la fealdad de concupiscencia que conlleva este acto en la vida terrena, dijeron que en el estado de inocencia no habría generación por coito. Por eso Gregorio de Nisa, en el libro titulado
De Homine, dice que en el Paraíso el género humano se hubiese multiplicado sin unión carnal, como los ángeles se multiplicaron por obra del poder divino. Añade que Dios creó macho y hembra en el primer estado previendo el modo de generación que habría de darse después del pecado.
Pero esto no es razonable. Lo que es natural en el hombre ni se le
añade ni se le retira por el pecado. Como dijimos anteriormente (q.97 a.3), es evidente que el engendrar por coito es propio de la
naturaleza animal del hombre, como lo es de los demás animales
perfectos. Esto lo dejan al descubierto los miembros naturales
destinados para tal efecto, que no hay por qué afirmar que no tuviesen
su función propia antes del pecado, como la tenían los demás
miembros.
En el coito en el estado actual terreno hay dos aspectos. 1) Uno, propio, que es la unión del hombre y de la mujer para
engendrar. En toda generación se requiere un principio activo y otro
pasivo. Ya que en todos los seres con distinción de sexos el principio
activo está en el macho y el pasivo en la hembra, la misma naturaleza
exige la unión de ambos para engendrar. 2) El otro aspecto que
se puede considerar es la deformidad de una concupiscencia
desenfrenada, que no existiría en el estado de inocencia, por estar
allí sometidas, las facultades inferiores a las superiores. Por eso
Agustín, en XIV De Civ. Dei, dice: Lejos de
nosotros sospechar que no pudieran engendrar sus hijos sin
intervención libidinosa. Pero esos miembros, como los demás, se movían
sometidos en todo a la voluntad: sin ardor, sin provocación, con el
espíritu sosegado, con el cuerpo relajado.
A las objeciones:
1. El hombre en el Paraíso se
asemejaba a los ángeles en su inteligencia espiritual, pero tenía
además un cuerpo material con vida animal. Sólo después de la
resurrección el hombre será semejante al ángel en alma y en cuerpo.
Por lo tanto, no hay paridad.
2. Como dice Agustín en IX Super Gen. ad litt., los primeros padres en el
Paraíso no tuvieron unión sexual, porque después de ser formada la
mujer fueron arrojados del Paraíso por su pecado; o también porque
esperaban la fijación del tiempo para la unión, cuyo mandato general
ya tenían.
3. Los animales carecen de razón.
Y el hombre en el coito se compara a los animales en que no puede
moderar el deleite del acto ni el impulso de la concupiscencia. Pero
en el estado de inocencia no habría nada que no estuviese moderado
según la recta razón, lo cual no quiere decir, como afirman
algunos, que no hubiese deleite sensible, pues la
intensidad de éste es tanto mayor cuanto lo es la condición natural y
la sensibilidad corporal; sino que el apetito no produciría de un
modo tan desordenado el deleite. Esto estaría regulado
por la razón, la cual no lo disminuye, pero sí impide que el deleite
esté sólo a merced de un inmoderado apetito. Entiendo por inmoderado lo que se escapa al control de la razón. Ejemplo: El
sobrio no percibe un deleite menor que el goloso al comer
moderadamente; pero su concupiscencia no se detiene en este deleite.
Esto es lo que indican las palabras de Agustín, quien
no excluye los placeres en el estado de inocencia, pero sí el ardor de
la sensualidad y el desasosiego de ánimo. Por eso la continencia en el
estado de inocencia no sería virtud, pues, si ahora se la alaba, no es
como abstinencia, sino como liberación de una libido desordenada. Pero
entonces la fecundación se hacía sin libido.
4. Dice Agustín en XIV De Civ.
Dei: En aquel estado, la unión sexual no
corrompería la integridad corporal. La introducción del semen en el
útero podría hacerse sin romper el himen de la mujer, como también
ahora la mujer, durante la menstruación, echa sangre sin corromper su
integridad genital. Así, el parto no iría acompañado de gemidos
dolorosos, sino por una relajación de las vísceras femeninas. Tampoco
impulsaría a concebir el apetito libidinoso, sino el uso voluntario de
unir ambas naturalezas.