31. Al contestar a la pregunta sobre el Apocalipsis habló de los fundamentalistas. Eso me interesa porque me reúno con otras personas interesadas en la Biblia y, aun cuando me encuentro cada vez más gente de la que se dice que es fundamentalista, no tengo muy claro el significado de esta palabra.

Tiene usted mucha razón al reconocer que el contacto con el fundamentalismo es un problema creciente y yo diría que es un problema nuevo especialmente para los católicos. Si se me permite un poco de historia, por lo que yo sé, el origen de la palabra «fundamentalismo» se remonta a principios de este siglo, poco después del año 1910. En aquel tiempo, bajo el impacto de la crítica bíblica —y ya le dije en una pregunta anterior que por crítica bíblica se entiende a menudo la crítica histórica— se produjo una considerable pérdida de fe en el aspecto sobrenatural de las Escrituras. Después de todo, cuando uno empieza a hacerse las mismas preguntas sobre los libros bíblicos que sobre los demás libros, puede quedar oscurecida la Biblia como palabra de Dios, especialmente si no se tiene una fe firme en su origen divino. En esta situación, dos ricos californianos del sur patrocinaron una serie de folletos destinados a defender lo fundamental de la religión cristiana, a saber, las doctrinas que guardan relación con la concepción virginal, los milagros de Jesucristo, la resurrección, la divinidad de Cristo, el infierno y una visión antidarwiniana de la creación.

Esto último lo digo como advertencia. Si bien los católicos compartiríamos la preocupación de los primeros fundamentalistas con respecto a lo esencial de la fe cristiana, podríamos distinguir entre aferramos a la doctrina de la creación y una visión de la creación que rechazara la evolución. Esto último no nos parecería algo fundamental en la fe cristiana. Más aún, como esta reacción se produjo entre los protestantes, no echaron mano, para apoyar estas doctrinas, de los credos y las tradiciones de la Iglesia. Todo el esfuerzo consistía en demostrar las doctrinas a partir de la Biblia, y la única manera era manteniendo el significado literal de la Biblia. El argumento era que cualquier desvío de la historicidad literal de cualquier parte de la Biblia abriría el camino a una pérdida de la fe en lo fundamental.

Como he intentado responder brevemente a esta pregunta, no voy a entrar en las diferencias existentes entre los fundamentalistas y los evangélicos. Desde un punto de vista práctico, lo que su pregunta presupone y también mi respuesta es una lectura literal de la Biblia como apoyo de la doctrina cristiana. Aplaudo, en parte, el empeño doctrinal de los fundamentalistas, pero estoy en total desacuerdo con el método que emplean. En mi opinión, una lectura literal de la Biblia no se puede defender intelectualmente y no es necesaria para preservar la doctrina cristiana básica.

32. Pero ¿por qué los fundamentalistas constituyen actualmente un problema tan notorio? Hasta ahora nunca tuvimos que hacerles frente.

Creo que, en su mayor parte, el fundamentalismo moderno, entendido como una interpretación literal y a la defensiva de la Biblia, es un fenómeno norteamericano. Sé que se ha extendido a otros países; pero el área principal donde se nutre se encuentra en los Estados Unidos, y más concretamente en su mitad meridional. En este país, con anterioridad a los años 60, los católicos vivían en las grandes ciudades del norte, donde a menudo, constituían una mayoría. No entraban en las Iglesias protestantes ni oían sus sermones. Por lo tanto, no se vieron afectados ni geográfica ni existencialmente por el fundamentalismo protestante. Tras la década de los 60, los católicos se trasladaron masivamente al sur, formando parte de las grandes migraciones a los estados del sur y del suroeste y a la costa occidental, y se encontraron allí con los fundamentalistas.

Es más, esto coincidió en el tiempo con la gran expansión de los medios de comunicación y así, aun sin entrar en las Iglesias protestantes, cuando ponían la radio o la televisión, escuchaban los comentarios a la Biblia de los fundamentalistas. Hace unos años vi unas cifras que indicaban que, en el sur, más de mil emisoras de radio y entre 65 y 70 cadenas de televisión, estaban en manos de los fundamentalistas bíblicos. Fue asimismo el momento en el que los católicos irrumpieron plenamente en la vida pública norteamericana. Con anterioridad a 1960, en una situación de aislamiento que los convertía casi en un gueto religioso, los católicos pudieron desarrollar una espiritualidad basada en las vidas de los santos, La imitación de Cristo, y los escritos devotos de san Francisco de Sales y de santa Teresa de Lisieux (por quienes siento el mayor respeto). Pero la Biblia es la única lingua franca de la religión en Norteamérica, la única manera en que se ha expresado tradicionalmente la fe, la doctrina y la espiritualidad. A causa de nuestro legado de la Inglaterra isabelina y puritana, éramos, al fin y al cabo, una república protestante en la que los católicos éramos o inmigrantes o extranjeros residentes.

Se ha de tener en cuenta, también, que una esmerada presentación de la Biblia no ha constituido realmente un elemento importante en la formación de la vida religiosa de los católicos. Sé que a partir de la renovación litúrgica y de la revisión del leccionario empleado los domingos en las iglesias se está dando mayor importancia a la predicación a partir de la Biblia. Sin embargo, sigo creyendo que la predicación y la enseñanza catequética, en su mayor parte, siguen sin ser profundamente bíblicas. La Biblia, cuando puede oírse, resulta interesante, fascinante y cautivadora. Por tanto, cuando a principios de la década de los 60, los católicos oían, en los medios de comunicación fundamentalistas, comentarios sobre la Biblia, aun cuando se explicara de una manera literal, captaban su atención. Y empezaron a preguntarse: ¿Y cómo es que nunca jamás oí nada de esto? Y ésa es una pregunta sincera a la que debemos enfrentarnos. El hecho de que en el sur sus vecinos asistieran algunas veces a clases sobre la Biblia o la leyeran en sus hogares, les resultaba algo atractivo y era un buen medio para integrarse en su barrio. Y por supuesto, allí donde la mayoría de la población está constituida por personas que entienden la Biblia al pie de la letra, estas lecturas bíblicas eran fundamentalistas.

Hemos contado con muy pocos medios para contrarrestar estos contactos masivos, y en realidad, tampoco los tuvieron las grandes Iglesias protestantes, que vieron cómo un gran número de sus fieles se pasaban a los grupos fundamentalistas. Muy a menudo, la presencia de la Iglesia católica en esta zona sureña es minoritaria: el clero y los educadores no tienen una buena formación bíblica; no se ha realizado ningún esfuerzo masivo para presentar la Biblia adecuadamente en los medios de comunicación. (Podemos asistir a misas transmitidas por televisión pero se echa de menos una presentación bíblica inteligente y moderna, con una finalidad pastoral. No estoy hablando de comentarios piadosos sobre pasajes bíblicos). Probablemente podrían añadirse muchos otros factores de carácter social e incluso político, pero por lo menos he intentado explicarle por qué el atractivo que ejercen quienes se toman la Biblia al pie de la letra se ha convertido repentinamente en un factor importante en la vida de los católicos.

33. ¿Cómo se opondría al fundamentalismo bíblico?

Se podrían decir muchas cosas sobre el particular. Pero me limitaré a presentar unas cuantas sugerencias.

1. No perdáis el tiempo discutiendo con los fundamentalistas sobre algunos textos bíblicos en particular. El problema es mucho más amplio, implica una visión global de la religión, del cristianismo y de la naturaleza de la Biblia.

2. No ataquéis a los fundamentalistas como si fueran tontos e ignorantes. A menudo, la interpretación literal de la Biblia es una actitud de autodefensa incluso para gente extraordinariamente inteligente que se ha visto atrapada. Quieren preservar su fe en Dios y ésta les parece la única manera. Interpretarán vuestros ataques como un ataque a su fe. Algunos fundamentalistas están muy bien informados en arqueología y en lenguas bíblicas. Habrán elaborado argumentaciones apologéticas contra cualquier interpretación que no sea literal. Por ejemplo, si uno es contrario a la evolución, puede discutir que Dios ya creó al mundo con la existencia de fósiles en él, y que, por tanto, ¡la prueba de los fósiles en la evolución puede descartarse!

3. Si os encontráis con un fundamentalista convencido, cuidado con querer alejarle demasiado pronto del fundamentalismo. El resultado podría ser la pérdida absoluta de la fe en lugar de la aceptación de un punto de vista más equilibrado. El objetivo más importante no es destrozar a los fundamentalistas, sino ofrecer a quienes aún no han sido absorbidos por el fundamentalismo una fe más rica y una presentación más inteligente de la Biblia.

4. Esta última observación me lleva a la medida clave que debemos adoptar. La Biblia debe presentarse de manera inteligente y no al pie de la letra en los medios de comunicación, en las Iglesias, en las clases sobre la Biblia, etc. Si la gente quiere conocer la Biblia y los únicos que le ofrecen tal oportunidad son los fundamentalistas, acudirá a ellos. Por muy rica que sea la liturgia, y muy sólido el catecismo y una maravilla las devociones personales, si se prescinde de la Biblia, se corre un peligro. Se corre un peligro especialmente en el contexto norteamericano donde, como ya expliqué, la Biblia es la lingua franca de la religión. Aquí sólo se podrá hablar religiosamente si se emplea un lenguaje bíblico. Esto resulta peligroso a nivel personal dado que la Biblia ejerce un atractivo tan grande que nada debe ni podría reemplazarla.

5. Los sacerdotes católicos son pocos y no abundan entre ellos quienes sepan hacer una buena presentación de la Biblia. Al mismo tiempo, existe un verdadero interés entre los laicos y se habría de recurrir a ellos para que prestaran este servicio. Pero se les debe informar, y este cometido requiere personas instruidas para que proporcionen algunas de las ideas iniciales básicas. Si como Iglesia reconocemos que se trata de un problema de primer orden, entonces debemos movilizar nuestras fuerzas a fin de proporcionar un liderazgo bíblico inteligente entre los católicos. Así se evitará que se conviertan en fundamentalistas. Como Iglesia, en mi opinión, esto está todavía por hacer. Tenemos conciencia de que hemos de enfrentarnos al reto del liberalismo excesivo o del laicismo. No vemos suficientemente el peligro a la derecha.

6. Este no es un peligro que afecte sólo a los católicos. No existe ningún motivo que impida que las grandes Iglesias protestantes y los católicos se unan en un esfuerzo común para presentar la Biblia inteligentemente. Algunas Iglesias protestantes ya han desarrollado excelentes medios para la lectura de la Biblia. El miedo a perder la doctrina católica si cooperamos con los protestantes es muy exagerado. Si fueran los dirigentes de distintas Iglesias quienes patrocinaran la colaboración en los medios de comunicación se vería simplemente que se trata básicamente de transmitir una visión fundamental e inteligente de la Biblia que respeta unas doctrinas cristianas en las que todos estamos de acuerdo.

7. En el fundamentalismo se encuentran algunos elementos que lo hacen atractivo. A menudo, los fundamentalistas tienen un gran sentido de comunidad y cuidan cariñosamente de sus miembros o de quienes asisten a sus grupos. Deberíamos darnos cuenta de que en nuestras grandes parroquias católicas, que a menudo reúnen a varios miles de personas los domingos, no tenemos ese mismo sentido de comunidad. Tendríamos que formar grupos más pequeños. Esto no era tan necesario en las ciudades del norte donde el estilo de vida era mucho más impersonal a todos los niveles. Pero en el ambiente mucho más campechano y abiertamente cordial de las ciudades del sur y del suroeste nos va a faltar poder de convicción si los fundamentalistas nos superan en este ambiente de fraternidad. El sentido de comunidad es un valor y tal vez tengamos que aprenderlo de ellos.

8. Los fundamentalistas proclaman a menudo un gran amor por Jesús. Hubo un tiempo en que los católicos también hacíamos esto muy bien en nuestras devociones populares. Tal vez hayamos perdido algo de ese estilo con la laudable adquisición de un lenguaje litúrgico que es menos emotivo. No obstante, el amor por Jesús ejerce un gran atractivo sobre los cristianos. Cuando la gente lo descubre y se siente atrapada por él emocionalmente, ya no se puede resistir. No existe ningún motivo que impida a las grandes Iglesias proclamar con la misma fuerza ese amor por Jesús. No fue a un fundamentalista sino a Pedro a quien Jesús planteó por tres veces la pregunta: «¿Me amas?» (Jn 21). Si para conferir los ministerios y especialmente el de la predicación, convirtiéramos esto en una exigencia, tal como hizo Jesús antes de confiar a Pedro sus ovejas, tal vez estaríamos al mismo nivel que los fundamentalistas y haríamos que la gente se diese cuenta de que para ofrecer una imagen completa del cristiano hace falta, además de las obras y de la fe, el amor por Jesús.

(Véase también, más adelante, el Apéndice en el que se retoma la cuestión de la fe católica y el fundamentalismo).