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Apéndice
Exposición de aspectos de la fe católica
frente a las malas interpretaciones de los fundamentalistas bíblicos.

En las preguntas 31-33 contesté a las preguntas sobre el fundamentalismo bíblico, y aquellas respuestas abarcaban la temática de los orígenes del fundamentalismo, el porqué ahora los católicos se están encontrando con el mismo, y se apuntaban algunas sugerencias para hacerle frente. Ultimamente, en mis conferencias, las preguntas sobre el fundamentalismo han ido apareciendo con más frecuencia, indicando así que se trata de un tema que interesa cada vez más. Personalmente me impresiona la cantidad de católicos y de protestantes en general que acuden a mí finalizada una serie de preguntas relacionadas con el fundamentalismo para contarme que algún miembro de su entorno familiar ha dejado de ir a la iglesia y se ha apuntado a un grupo fundamentalista.

Más allá de lo que se dice en las respuestas, hay un tipo de ayuda que no acaba de encajar bien en ese estereotipo a base de preguntas y respuestas, y del que, de hecho, jamás me he servido para dar una contestación, sino sólo como formando parte de una conferencia sobre el fundamentalismo. Los católicos se sienten, a menudo, como cortados cuando se cuestionan y ponen en duda algunos puntos de su fe por parte de los fundamentalistas bíblicos, a veces de forma polémica, y, por lo general, en conversaciones normales. Muchos católicos han aprendido el contenido de su fe —la misa, los sacramentos, el papa, la Virgen María, los santos— mediante las formulaciones del catecismo, pero no hay nada en ese tipo de formación que les prepare para saber hacer frente a las objeciones que se les hacen diciéndoles que todas esas creencias no se ajustan a la Biblia. Su primera reacción ante tal acusación fundamentalista tal vez sea la de responder de acuerdo con los términos recibidos en la enseñanza de la Iglesia, respuesta que confirma al fundamentalista en su opinión de que las creencias católicas son completamente ajenas a la Biblia. Sería una buena ayuda para los católicos que estuvieran preparados para hablar sobre estas cuestiones empleando un lenguaje bíblico que pudieran entender los fundamentalistas. En la pregunta 33 ya puse en guardia contra un intercambio de textos demostrativos o de ataque a los fundamentalistas o un intento de lograr su conversión con demasiadas prisas o una excesiva simpleza, pero aquí se trata de un tema distinto. Los católicos se sentirían más seguros de sí mismos si conocieran cómo aquella doctrina por la que le preguntan guarda una estrecha relación con la Biblia y así, con sólo que esa misma doctrina se comentara de manera inteligible dentro de una atmósfera bíblica, los fundamentalistas bíblicos podrían llegar a darse cuenta de que su interpretación de la doctrina católica es demasiado simplista.

De ahí que haya redactado a continuación en diez puntos los temas que más frecuentemente son objeto de discusión por parte de los fundamentalistas, y dé una explicación de cómo se puede presentar la interpretación católica de los mismos de acuerdo con la fe de la Biblia. Inicio cada uno de los puntos destacando en negrita el tema de su fe bíblica, la que los fundamentalistas están dispuestos a defender y, precedido de la expresión frente a, incluyo el tema de la fe católica que escandaliza a los fundamentalistas tal como ellos lo interpretan. Quiero dejar claro que los comentarios que hago en cada uno de los puntos sólo son mi personal intento por aclarar la fe católica con respecto a estos puntos bíblicos, y a pesar de haber comentado con otras personas mis comentarios para estar seguro de no haber malinterpretado la doctrina católica, estoy seguro que todavía podrían mejorarse. Y también confío en que mis pobres esfuerzos puedan animar a otros a seguir este mismo camino. Tal como dije ya anteriormente, de ninguna manera estoy expresando la totalidad de la fe católica sobre cada uno de los puntos comentados; sólo estoy tratando algunos de los aspectos de aquellos temas que más llaman la atención de los fundamentalistas bíblicos.

1. La suficiencia de la Biblia frente al Magisterio de la iglesia.
La Iglesia católica se considera una Iglesia bíblica, en el sentido de que reconoce y proclama que la Biblia es la palabra de Dios. En las enseñanzas de Moisés y de los profetas y en las enseñanzas de Jesús proclamadas por los apóstoles, de las que las Escrituras dan testimonio, la Iglesia católica confiesa que Dios se ha revelado a la humanidad de manera única. Reconoce la suficiencia de esa revelación, atestiguada por la Biblia, en el sentido de que ni hombres ni mujeres tienen necesidad de ningún nuevo revelante ni de ninguna nueva revelación para descubrir la voluntad de Dios y la gracia de la salvación. Si se ha prestado gran atención a la enseñanza de la Iglesia actual en el catolicismo, esa enseñanza no ha sido presentada en términos de una nueva revelación, sino como el resultado de la constante tarea de la Iglesia en proclamar la revelación bíblica a la luz de los nuevos problemas de las nuevas generaciones. Al llevar a cabo esa tarea, la Iglesia se considera a sí misma como el instrumento del Espíritu defensor prometido por Cristo que tomaría lo que le había dado y guiaría a los cristianos por el camino de la verdad en los tiempos venideros (Jn 16, 13).

2. Jesucristo el único mediador y la fe en él frente a las buenas obras y las oraciones a los santos.
La Iglesia católica proclama a sus fieles que la justificación y la redención llegaron a través de la gracia otorgada por Dios a causa de la muerte y resurrección de Jesús. Los hombres no pueden ganarse su redención o salvación que tampoco se pueden ganar mediante las buenas obras. Las buenas obras se realizan por la gracia de Dios en respuesta a la obra redentora de Dios en Cristo. Por consiguiente, Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Si el catolicismo acepta la intercesión de los santos, ello forma parte del mandato bíblico, según el cual nosotros debemos rogar unos por otros, y ese «nosotros» no sólo incluye a los creyentes de la tierra, sino también a quienes, antes que nosotros, como santos, han comparecido ante la presencia de Dios en el cielo. Tal intercesión es útil y saludable, pero de ninguna manera necesaria en el sentido en que es necesaria la mediación de Jesús. Cualquier intercesión por parte de los santos debe ser aceptada por Dios y unirse a la suprema intercesión del único sumo sacerdote Jesucristo. No existe ningún otro nombre por el que podamos salvarnos, tal como se afirma en los Hech 4, 12.

3. Jesucristo, Salvador personal, frente a la salvación por la pertenencia a una Iglesia.
Mientras la Iglesia católica proclama la suficiencia absoluta de la muerte y de la resurrección redentoras de Jesucristo, reconoce que los cristianos deben responder con fe y comprometidos con Cristo, de modo que la gracia redentora de Dios pueda transformarlos en hijos suyos. Por consiguiente, el encuentro con Cristo y la creencia personal en él constituye una parte importantísima del pensamiento católico. Jesucristo redimió al pueblo —he ahí por qué pertenecemos a una Iglesia— y uno entra a formar parte de ese pueblo por su adhesión a Cristo. El bautismo de los niños, que los introduce en la familia cristiana de Dios, de ninguna manera viene a reemplazar su posterior opción personal cristiana, que es, en sí, una exigencia cristiana. Bautismo y compromiso personal deben ir acompañándose el uno al otro en el conjunto de la vida cristiana.

4. El sacrificio de Cristo en la cruz, de una vez por todas, frente a las misas católicas como sacrificios ofrecidos por los sacerdotes.
Siguiendo el mandato de Jesús en el nuevo testamento: «Haced esto en conmemoración mía», la Iglesia católica, en su liturgia, parte regularmente el pan, que es el cuerpo de Cristo, y ofrece la copa de vino, que es la comunión en su sangre. Acepta plenamente la enseñanza de la Carta a los hebreos según la cual el sacrificio de Jesucristo en la cruz es de una vez por todas, ya no hacen falta más sacrificios. La liturgia de la última cena, la misa, es sacrificio en el sentido de que vuelve a hacer presente para los cristianos de distintas épocas y lugares, la posibilidad de participar del cuerpo y de la sangre de Cristo, en conmemoración suya, proclamando la muerte del Señor hasta que venga. La misa de ningún modo es un sacrificio separado del sacrificio de la cruz, tampoco es un nuevo sacrificio que reemplace el sacrificio de la cruz, o le añada algo, como si aquel sacrificio fuera insuficiente. Jesús, según la enseñanza de la Iglesia católica, es el único sumo sacerdote de la nueva alianza. Si los católicos nos referimos a nuestros clérigos como sacerdotes, tal terminología reconoce que cuando un cristiano, designado por su ordenación, preside la eucaristía que recuerda la muerte del Señor hasta que vuelva, esa persona representa a Jesús, el sumo sacerdote, y no simplemente a la comunidad. Nuestra doctrina de la misa, en cuanto representación del único sacrificio sacerdotal de Jesús, concuerda plenamente con la Biblia.

5. Cristo como Salvador frente a la Iglesia y sus sacramentos.
Cristo salva a los cristianos en y a través de la Iglesia. La Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, a la que se entregó a sí mismo, tiene una gran dignidad e importancia, pero no salva. Nosotros creemos que Cristo actúa a través de los sacramentos de la Iglesia, y que es Cristo quien otorga la gracia que alcanza a nuestras vidas. La enseñanza católica de que los sacramentos operan ex opere operato nunca debería entenderse como si el sacramento fuera eficiente por sí mismo, independientemente de Cristo. El significado de esa expresión es que la eficacia de los sacramentos no depende de la persona del sacerdote o de quien administra los sacramentos, sino más bien que, para quienes están dispuestos a recibir su gracia, Cristo actúa a través de los sacramentos.

6. Cristo como cabeza de la Iglesia frente al papa.
Los católicos creen que Jesucristo es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Ningún hombre puede ocupar su sitio, prescindiendo de su dirección. El papa no tiene ninguna autoridad con independencia de Cristo o en competencia con él. De la misma manera que en el nuevo testamento se habla de los supervisores u obispos que dirigen unas Iglesias particulares, el papa es un supervisor mediante el cual Cristo dirige a toda la Iglesia y la mantiene en la verdad del evangelio.

7. Todos los hombres necesitan la redención frente a la exaltación de María.
Según la fe católica, María, al igual que todos los descendientes de Adán, hubo de ser redimida por Cristo. Dos son las motivaciones bíblicas por las que la honramos de manera especial, a) Ella es la madre de Jesús que es el Señor y Dios; b) Según Lucas 1, 26-38, ella es la primera en escuchar la buena nueva de la identidad de Jesús y en decir: «Hágase en mí según tu palabra», convirtiéndose así en la primera discípula que realiza el plan de Jesús de escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica. Creemos que Dios le otorgó privilegios especiales, si bien éstos están relacionados con las gracias dadas a sus discípulos por Cristo, sin que, de ninguna manera, se la divinice. Todos los creyentes en Cristo se ven libres por su gracia del pecado de Adán; todos los creyentes en Cristo resucitarán corporalmente de entre los muertos. Los católicos creen que María, la primera en profesar su fe en Cristo en la revelación del ángel, fue mediante la gracia de Cristo, la primera en verse totalmente libre del pecado de Adán (concebida sin pecado) y la primera en ser elevada corporalmente (asunta al cielo). Al tiempo que reconocemos que estas doctrinas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción no se encuentran en el nuevo testamento, consideramos que están en consonancia con la descripción que Lucas hace de María como la primera creyente, e igualmente con la de Juan, cuando la madre de Jesús es honrada de manera especial mientras su hijo pende de la cruz.

8. La segunda venida de Cristo frente a las buenas obras de los hombres que establecen el reino.
Los católicos creemos en la segunda venida de Cristo. Para nosotros eso significa que Dios todavía tiene que establecer su reino en plenitud para juzgar al mundo. Todo esto se llevará a cabo a través de Cristo y queda fuera del alcance del esfuerzo humano. Y en lo referente al momento en el que Dios, por la venida de Cristo, establecerá su reino, creemos en la enseñanza de Jesús que leemos en Hech 1, 7: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha reservado a su autoridad». Todas las conjeturas en cuanto al tiempo de la segunda venida deben quedar supeditadas a esa enseñanza bíblica.

9. La interpretación personal de la Biblia frente al control de la Iglesia.
Nosotros los católicos no exageramos el principio de que la Iglesia es la intérprete de las Escrituras. La Iglesia católica apenas ha definido —si es que lo ha hecho alguna vez— el significado que tenía el texto para la persona que lo escribió. La Iglesia anima a los intérpretes de las Escrituras a que descubran, con todos los medios profesionales de que dispongan, cuál era el significado de cada una de sus partes cuando fueron escritas, y anima también a todos sus miembros a la lectura de la Biblia como alimento espiritual. La interpretación de la Iglesia para los católicos trata primordialmente no de lo que significaba un texto bíblico cuando fue escrito sino de su significado para la vida de la comunidad cristiana en épocas sucesivas. En cuestiones esenciales mantiene que el Espíritu que inspiró las Escrituras no va a permitir que toda la comunidad de creyentes se vea inducida a error en todo lo concerniente a la fe y a las costumbres. Algunos individuos pueden llegar, tras su lectura de la Biblia, a conclusiones radicales; algunos incluso han llegado a negar la divinidad de Cristo, la resurrección, la creación y los diez mandamientos. La Iglesia católica se dejará guiar en tales materias bíblicas por la prolongada tradición de la enseñanza cristiana derivada de su reflexión sobre la Biblia.

10. Inerrancia literal de la Biblia frente a la inerrancia limitada por el propósito salvífico.
La Iglesia católica enseña que la Biblia transmite sin error aquella verdad mediante la cual Dios intentaba nuestra salvación. El afirmar la inerrancia bíblica en ese sentido, hace que supere también los modernos intentos por hacer que la Biblia resuelva unos problemas en los que los autores bíblicos jamás pensaron. Hace que supere los intentos por utilizar aquellos textos bíblicos en los que eran otras las situaciones descritas para aplicarlos sin matizaciones a los tiempos actuales. Algunos de los conflictos entre los hábitos católicos y la interpretación «literal» de la Biblia, tienen precisamente su origen en este punto. La Iglesia católica cree que ninguna de sus tomas de postura entra en conflicto con la interpretación literal de las Escrituras, si por «literal» se entiende lo que el autor intentaba en su tiempo como transmisión de la verdad que Dios quería para nuestra salvación. Se opone a una interpretación bíblica en apoyo de unas manifestaciones científicas o históricas que van más allá de la competencia de los autores bíblicos en su tiempo.