Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Trata de mercedes grandes que hace Dios a las almas que han llegado a entrar
en las séptimas moradas. Dice cómo, a su parecer, hay
diferencia alguna del alma al espíritu, aunque es todo uno.
Hay cosas de notar.
1. Pareceros ha, hermanas, que está dicho tanto en este camino espiritual,
que no es posible quedar nada por decir. Harto desatino sería pensar
esto; pues la grandeza de Dios no tiene término, tampoco le tendrán
sus obras. ¿Quién acabará de contar sus misericordias
y grandezas?
[1] Es imposible, y así no os espantéis de lo
que está dicho y se dijere, porque es una cifra de lo que hay que
contar de Dios.
Harta misericordia nos hace que haya comunicado estas cosas
a persona que las podamos venir a saber, para que mientras más
supiéremos que se comunica con las criaturas, más alabaremos
su grandeza y nos esforzaremos a no tener en poco almas con que tanto se
deleita el Señor, pues cada una de nosotras la tiene, sino que como
no las preciamos como merece criatura hecha a la imagen de Dios, así
no entendemos los grandes secretos que están en ella.
Plega a Su Majestad, si es servido, menee la pluma y me dé a entender
cómo yo os diga algo de lo mucho que hay que decir y da Dios a entender
a quien mete en esta morada.
Harto lo he suplicado a Su Majestad, pues sabe
que mi intento es que no estén ocultas sus misericordias, para que
más sea alabado y glorificado su nombre.
2. Esperanza tengo que, no por mí, sino por nosotras, hermanas, me
ha de hacer esta merced, para que entendáis lo que os importa que
no quede por vosotras el celebrar vuestro Esposo este espiritual matrimonio
con vuestras almas, pues trae tantos bienes consigo como veréis.
¡Oh
gran Dios!, parece que tiembla una criatura tan miserable como yo de tratar
en cosa tan ajena de lo que merezco entender. Y es verdad que he estado en
gran confusión pensando si será mejor acabar con pocas palabras
esta morada; porque me parece que han de pensar que yo lo sé por
experiencia, y háceme grandísima vergüenza, porque,
conociéndome la que soy, es terrible cosa.
Por otra parte, me ha parecido
que es tentación y flaqueza, aunque más juicios de estos
echéis. Sea Dios alabado y entendido un poquito más, y
gríteme todo el mundo; cuánto más que estaré
yo quizá muerta cuando se viniere a ver. Sea bendito el que vive para
siempre y vivirá, amén.
3. Cuando nuestro Señor es servido haber piedad de lo que padece y
ha padecido por su deseo esta alma que ya espiritualmente ha tomado por esposa,
primero que se consuma el matrimonio espiritual métela en su morada,
que es esta séptima; porque así como la tiene en el cielo,
debe tener en el alma una estancia adonde sólo Su Majestad mora, y
digamos otro cielo.
Porque nos importa mucho, hermanas, que no entendamos
es el alma alguna cosa oscura; que como no la vemos, lo más ordinario
debe parecer que no hay otra luz interior sino ésta que vemos, y que
está dentro de nuestra alma alguna oscuridad.
De la que no está
en gracia yo os lo confieso, y no por falta del Sol de Justicia
[2] que
está en ella dándole ser; sino por no ser ella capaz para recibir
la luz, como creo dije en la primera morada, que había entendido una
persona que estas desventuradas almas es así que están como
en una cárcel oscura, atadas de pies y manos para hacer ningún
bien que les aproveche para merecer
[3], y ciegas y mudas.
Con razón
podemos compadecernos de ellas y mirar que algún tiempo nos vimos
así y que también puede el Señor haber misericordia
de ellas.
4. Tomemos, hermanas, particular cuidado de suplicárselo y no nos
descuidar, que es grandísima limosna rogar por los que están
en pecado mortal; muy mayor que sería si viésemos un cristiano
atadas las manos atrás con una fuerte cadena y él amarrado
a un poste y muriendo de hambre, y no por falta de qué coma, que tiene
cabe sí muy extremados manjares, sino que no los puede tomar para
llegarlos a la boca, y aun está con grande hastío, y ve que
va ya a expirar, y no muerte como acá, sino eterna, ¿no sería
gran crueldad estarle mirando y no le llegar a la boca qué comiese?
Pues ¿qué si por vuestra oración le quitasen las cadenas?
Ya lo veis.
Por amor de Dios os pido que siempre tengáis acuerdo
[4]
en vuestras oraciones de almas semejantes.
5. No hablamos ahora con ellas, sino con las que ya, por la misericordia
de Dios, han hecho penitencia por sus pecados y están en gracia, que
podemos considerar no una cosa arrinconada y limitada, sino un mundo interior,
adonde caben tantas y tan lindas moradas como habéis visto; y así
es razón que sea, pues dentro de esta alma hay morada para Dios.
Pues cuando Su Majestad es servido de hacerle la merced dicha
[5] de este
divino matrimonio, primero la mete en su morada, y quiere Su Majestad que
no sea como otras veces que la ha metido en estos arrobamientos, que yo bien
creo que la une consigo entonces y en la oración que queda dicha de
unión
[6], aunque no le parece al alma que es tan llamada para entrar
en su centro, como aquí en esta morada, sino a la parte superior.
En esto va poco: sea de una manera o de otra, el Señor la junta consigo;
mas es haciéndola ciega y muda, como lo quedó San Pablo en
su conversión
[7], y quitándola el sentir cómo o de
qué manera es aquella merced que goza; porque el gran deleite que
entonces siente el alma, es de verse cerca de Dios. Mas cuando la junta consigo,
ninguna cosa entiende, que las potencias todas se pierden.
6. Aquí es de otra manera: quiere ya nuestro buen Dios quitarla las
escamas de los ojos y que vea y entienda algo de la merced que le hace, aunque
es por una manera extraña; y metida en aquella morada, por visión
intelectual
[8], por cierta manera de representación de la verdad,
se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres personas, con una
inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una
nube de grandísima claridad, y estas Personas distintas, y por una
noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad
ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios;
de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos
decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo
[9], porque
no es visión imaginaria.
Aquí se le comunican todas tres Personas,
y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio
que dijo el Señor: que vendría El y el Padre y el Espíritu
Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos
[10].
7. ¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente cosa es oír
estas palabras y creerlas
[11], a entender por esta manera cuán verdaderas
son! Y cada día se espanta más esta alma, porque nunca más
le parece se fueron de con ella, sino que notoriamente ve, de la manera que
queda dicho
[12], que están en lo interior de su alma, en lo muy muy
interior, en una cosa muy honda, que no sabe decir cómo es, porque
no tiene letras, siente en sí esta divina compañía.
8. Pareceros ha que, según esto, no andará en sí, sino
tan embebida que no pueda entender en nada. Mucho más que antes,
en todo lo que es servicio de Dios, y en faltando las ocupaciones, se queda
con aquella agradable compañía; y si no falta a Dios el alma,
jamás El la faltará, a mi parecer, de darse a conocer tan
conocidamente su presencia; y tiene gran confianza que no la dejará
Dios, pues la ha hecho esta merced, para que la pierda; y así se puede
pensar, aunque no deja de andar con más cuidado que nunca, para no
le desagradar en nada.
9. El traer esta presencia entiéndese que no es tan enteramente, digo
tan claramente, como se le manifiesta la primera vez y otras algunas que
quiere Dios hacerle este regalo; porque si esto fuese, era imposible entender
en otra cosa, ni aun vivir entre la gente; mas aunque no es con esta tan
clara luz siempre que advierte se halla con esta compañía.
Digamos ahora como una persona que estuviese en una muy clara pieza con otras
y cerrasen las ventanas y se quedase a oscuras; no porque se quitó
la luz para verlas y que hasta tornar la luz no las ve, deja de entender
que están allí. Es de preguntar si cuando torna la luz y las
quiere tornar a ver, si puede.
Esto no está en su mano, sino cuando
quiere nuestro Señor que se abra la ventana del entendimiento; harta
misericordia la hace en nunca se ir de con ella y querer que ella lo entienda
tan entendido.
10. Parece que quiere aquí la divina Majestad disponer el alma para
más con esta admirable compañía; porque está
claro que será bien ayudada para en todo ir adelante en la
perfección y perder el temor que traía algunas veces de las
demás mercedes que la hacía, como queda dicho
[13].
Y así
fue, que en todo se hallaba mejorada, y le parecía que por trabajos
y negocios que tuviese, lo esencial de su alma jamás se movía
de aquel aposento, de manera que en alguna manera le parecía había
división en su alma, y andando con grandes trabajos, que poco
después que Dios le hizo esta merced tuvo, se quejaba de ella, a manera
de Marta
[14] cuando se quejó de María, y algunas veces la
decía que se estaba ella siempre gozando de aquella quietud a su placer,
y la deja a ella en tantos trabajos y ocupaciones, que no la puede tener
compañía.
11. Esto os parecerá, hijas, desatino, mas verdaderamente pasa así;
que aunque se entiende que el alma está toda junta, no es antojo lo
que he dicho, que es muy ordinario.
Por donde decía yo
[15] que se
ven cosas interiores, de manera que cierto se entiende hay diferencia en
alguna manera, y muy conocida, del alma al espíritu, aunque más
sea todo uno. Conócese una división tan delicada, que algunas
veces parece obra de diferente manera lo uno de lo otro, como el sabor que
les quiere dar el Señor.
También me parece que el alma es diferente
cosa de las potencias y que no es todo una cosa. Hay tantas y tan delicadas
en lo interior, que sería atrevimiento ponerme yo a declararlas.
Allá lo veremos, si el Señor nos hace merced de llevarnos por
su misericordia, adonde entendamos estos secretos.
contacto: hgonzalez@gmail.com