Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Trata de unos deseos tan grandes e impetuosos que da Dios al alma de gozarle,
que ponen en peligro de perder la vida, y con el provecho que se queda de
esta merced que hace el Señor.
1. ¿Si habrán bastado todas estas mercedes que ha hecho el Esposo
al alma para que la palomilla o mariposilla esté satisfecha no
penséis que la tengo olvidada) y haga asiento adonde ha de morir?
No, por cierto; antes está muy peor.
Aunque haya muchos años
que reciba estos favores, siempre gime y anda llorosa, porque de cada uno
de ellos le queda mayor dolor.
Es la causa, que como va conociendo más
y más las grandezas de su Dios y se ve estar tan ausente y apartada
de gozarle, crece mucho más el deseo; porque también crece
el amar mientras más se le descubre lo que merece ser amado este gran
Dios y Señor; y viene en estos años creciendo poco a poco este
deseo de manera que la llega a tan gran pena como ahora diré.
He dicho
años, conformándome con lo que ha pasado por la persona que
he dicho aquí
[1], que bien entiendo que a Dios no hay que poner
término, que en un momento puede llegar a un alma a lo más
subido que se dice aquí.
Poderoso es Su Majestad para todo lo que
quisiere hacer y ganoso de hacer mucho por nosotros.
2. Pues viene veces que estas ansias y lágrimas y suspiros y los grandes
ímpetus que quedan dichos
[2] que todo esto parece procedido de nuestro
amor con gran sentimiento, mas todo no es nada en comparación de estotro,
porque esto parece un fuego que está humeando y puédese sufrir,
aunque con pena), andándose así esta alma, abrasándose
en sí misma, acaece muchas veces por un pensamiento muy ligero, o
por una palabra que oye de que se tarda el morir, venir de otra parte no
se entiende de dónde ni cómo un golpe, o como si viniese
una saeta de fuego
[3].
No digo que es saeta, mas cualquier cosa que sea,
se ve claro que no podía proceder de nuestro natural. Tampoco es golpe,
aunque digo golpe; mas agudamente hiere.
Y no es adonde se sienten acá
las penas, a mi parecer, sino en lo muy hondo e íntimo del alma, adonde
este rayo, que de presto pasa, todo cuanto halla de esta tierra de nuestro
natural y lo deja hecho polvos, que por el tiempo que dura es imposible tener
memoria de cosa de nuestro Señor; porque en un punto ata las potencias
de manera que no quedan con ninguna libertad para cosa, sino para las que
le han de hacer acrecentar este dolor.
3. No querría pareciese encarecimiento, porque verdaderamente voy
viendo que quedo corta, porque no se puede decir. Ello es un arrobamiento
de sentidos y potencias para todo lo que no es, como he dicho, ayudar a sentir
esta aflicción.
Porque el entendimiento está muy vivo para
entender la razón que hay que sentir de estar aquel alma ausente de
Dios; y ayuda Su Majestad con una tan viva noticia de Sí en aquel
tiempo, de manera que hace crecer la pena en tanto grado, que procede quien
la tiene en dar grandes gritos.
Con ser persona sufrida y mostrada a padecer
grandes dolores, no puede hacer entonces más; porque este sentimiento
no es en el cuerpo como queda dicho
[4], sino en lo interior
del alma.
Por esto sacó esta persona cuán más recios
son los sentimientos de ella que los del cuerpo, y se le representó
ser de esta manera los que padecen en purgatorio, que no les impide no tener
cuerpo para dejar de padecer mucho más que todos los que acá,
teniéndole, padecen.
4. Yo vi una persona así
[5], que verdaderamente pensé que
se moría, y no era mucha maravilla, porque, cierto, es gran peligro
de muerte.
Y así, aunque dure poco, deja el cuerpo muy descoyuntado,
y en aquella sazón los pulsos tienen tan abiertos como si el alma
quisiese ya dar a Dios, que no es menos; porque el calor natural falta y
le abrasa de manera que con otro poquito más hubiera cumplídole
Dios sus deseos.
No porque siente poco ni mucho dolor en el cuerpo, aunque
se descoyunta, como he dicho, de manera que queda dos o tres días
después sin poder aún tener fuerza para escribir, y con grandes
dolores; y aun siempre me parece le queda el cuerpo más sin fuerza
que de antes.
El no sentirlo debe ser la causa ser tan mayor el sentimiento
interior del alma, que ninguna cosa hace caso del del cuerpo; como si acá
tenemos un dolor muy agudo en una parte: aunque haya otros muchos, se sienten
poco; esto yo lo he bien probado. Acá, ni poco ni mucho, ni creo
sentiría si la hiciesen pedazos.
5. Diréisme que es imperfección; que por qué no se conforma
con la voluntad de Dios, pues le está tan rendida. Hasta aquí
podía hacer eso, y con eso pasaba la vida. Ahora no, porque su razón
está de suerte, que no es señora de ella, ni de pensar sino
la razón que tiene para penar, pues está ausente de su bien,
que para qué quiere vida.
Siente una soledad extraña, porque
criatura de toda la tierra no la hace compañía, ni creo se
la harían los del cielo como no fuese el que ama, antes todo la atormenta.
Mas vese como una persona colgada, que no asienta en cosa de la tierra, ni
al cielo puede subir; abrasada con esta sed, y no puede llegar al agua; y
no sed que puede sufrir, sino ya en tal término que con ninguna se
le quitaría, ni quiere que se le quite, si no es con la que dijo nuestro
Señor a la Samaritana
[6], y eso no se lo dan.
6. ¡Oh, válgame Dios, Señor, cómo apretáis
a vuestros amadores! Mas todo es poco para lo que les dais después.
Bien es que lo mucho cueste mucho. Cuánto más que, si es purificar
esta alma para que entre en la séptima morada, como los que han de
entrar en el cielo se limpian en el purgatorio, es tan poco este padecer,
como sería una gota de agua en la mar.
Cuánto más que
con todo este tormento y aflicción, que no puede ser mayor, a lo que
yo creo, de todas las que hay en la tierra
[7] que esta persona había
pasado muchas, así corporales, como espirituales, mas todo le parece
nada en esta comparación), siente el alma que es de tanto precio esta
pena, que entiende muy bien no la podía ella merecer; sino que no
es este sentimiento de manera que la alivia ninguna cosa, mas con esto la
sufre de muy buena gana y sufriría toda su vida, si Dios fuese de
ello servido; aunque no sería morir de una vez, sino estar siempre
muriendo, que verdaderamente no es menos.
7. Pues consideremos, hermanas, aquellos que están en el infierno,
que no están con esta conformidad, ni con este contento y gusto que
pone Dios en el alma, ni viendo ser ganancioso este padecer, sino que siempre
padecen más y más, digo más y más, cuanto a las
penas accidentales)
[8].
Siendo el tormento del alma tan más recio
que los del cuerpo y los que ellos pasan mayores sin comparación que
éste que aquí hemos dicho, y éstos ver que han de ser
para siempre jamás, ¿qué será de estas desventuradas
almas? Y ¿qué podemos hacer en vida tan corta, ni padecer, que
sea nada para librarnos de tan terribles y eternales tormentos? Yo os digo
que será imposible dar a entender cuán sentible cosa es el
padecer del alma, y cuán diferente al del cuerpo, si no se pasa por
ello; y quiere el mismo Señor que lo entendamos, para que más
conozcamos lo mucho que le debemos en traernos a estado, que, por su
misericordia, tenemos esperanza de que nos ha de librar y perdonar nuestros
pecados.
8. Pues tornando a lo que tratábamos
[9] que dejamos esta alma con
mucha pena), en este rigor es poco lo que le dura; será, cuando más,
tres o cuatro horas, a mi parecer, porque si mucho durase, si no fuese por
milagro, sería imposible sufrirlo la flaqueza natural.
Acaecido ha
no durar más que un cuarto de hora y quedar hecha pedazos. Verdad
es que esta vez del todo perdió el sentido, según vino con
rigor y estando en conversación, Pascua de Resurrección, el
postrer día, y habiendo estado toda la Pascua con tanta sequedad,
que casi no entendía lo era), de sólo oír una palabra
de no acabarse la vida
[10].
¡Pues pensar que se puede resistir!, no más
que si, metida en un fuego, quisiese hacer a la llama que no tuviese calor
para quemarle.
No es el sentimiento que se puede pasar en disimulación,
sin que las que están presentes entiendan el gran peligro en que
está, aunque de lo interior no pueden ser testigos; es verdad que
le son alguna compañía, como si fuesen sombras, y así
le parecen todas las cosas de la tierra.
9. Y porque veáis que es posible, si alguna vez os viereis en esto,
acudir aquí nuestra flaqueza y natural, acaece alguna vez que estando
el alma como habéis visto, que se muere por morir cuando aprieta tanto
que ya parece que para salir del cuerpo no le falta casi nada, verdaderamente
teme y querría aflojase la pena por no acabar de morir.
Bien se deja
entender ser este temor de flaqueza natural que por otra parte no se quita
su deseo ni es posible haber remedio que se quite esta pena hasta que la
quita el mismo Señor, que casi es lo ordinario con un arrobamiento
grande, o con alguna visión, adonde el verdadero Consolador la consuela
y fortalece, para que quiera vivir todo lo que fuere su voluntad.
10. Cosa penosa es ésta, mas queda el alma con grandísimos
efectos y perdido el miedo a los trabajos que le pueden suceder; porque en
comparación del sentimiento tan penoso que sintió su alma,
no le parece son nada.
De manera queda aprovechada, que gustaría padecerle
muchas veces. Mas tampoco puede eso en ninguna manera, ni hay ningún
remedio para tornarle a tener hasta que quiere el Señor, como no le
hay para resistirle ni quitarle cuando le viene.
Queda con muy mayor desprecio
del mundo que antes, porque ve que cosa de él no le valió en
aquel tormento, y muy más desasida de las criaturas, porque ya ve
que sólo el Criador es el que puede consolar y hartar su alma, y con
mayor temor y cuidado de no ofenderle, porque ve que también puede
atormentar como consolar.
11. Dos cosas me parece a mí que hay en este camino espiritual que
son peligro de muerte: la una ésta, que verdaderamente lo es y no
pequeño; la otra, de muy excesivo gozo y deleite, que es en tan
grandísimo extremo, que verdaderamente parece que desfallece el alma
de suerte que no le falta tantito para acabar de salir del cuerpo: a la verdad,
no sería poca dicha la suya.
Aquí veréis, hermanas, si he tenido razón en decir que
es menester ánimo y que tendrá razón el Señor,
cuando le pidiéreis estas cosas, de deciros lo que respondió
a los hijos del Zebedeo: Si podrían beber el cáliz
[11].
12. Todas creo, hermanas, que responderemos que sí, y con mucha razón;
porque Su Majestad da esfuerzo a quien ve que le ha menester, y en todo defiende
a estas almas, y responde por ellas en las persecuciones y murmuraciones,
como hacía por la Magdalena
[12], aunque no sea por palabras, por
obras; y en fin, en fin, antes que se mueran se lo paga todo junto, como
ahora veréis. Sea por siempre bendito y alábenle todas las
criaturas, amén.
contacto: hgonzalez@gmail.com