Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Trata cómo en comenzando el Señor a hacer mayores mercedes
hay más grandes trabajos. Dice algunos y cómo se han
en ellos los que están ya en esta morada. Es bueno para quien
los pasa interiores.
1. Pues vengamos con el favor del Espíritu Santo a hablar en las sextas
moradas, adonde el alma ya queda herida del amor del Esposo y procura más
lugar para estar sola y quitar todo lo que puede, conforme a su estado, que
la puede estorbar de esta soledad.
Está tan esculpida en el alma aquella vista
[1], que todo su deseo
es tornarla a gozar. Ya he dicho, que en esta oración no se ve nada,
que se pueda decir ver, ni con la imaginación; digo vista, por la
comparación que puse
[2].
Ya el alma bien determinada queda a no tomar
otro esposo; mas el Esposo no mira a los grandes deseos que tiene de que
se haga ya el desposorio, que aun quiere que lo desee más y que le
cueste algo bien que es el mayor de los bienes.
Y aunque todo es poco para
tan grandísima ganancia, yo os digo, hijas, que no deja de ser menester
la muestra y señal que ya se tiene de ella, para poderse llevar.
¡Oh, válgame Dios, y qué son los trabajos interiores y
exteriores que padece hasta que entra en la séptima morada!
2. Por cierto que algunas veces lo considero y que temo que si se entendiesen
antes, sería dificultosísimo determinarse la flaqueza natural
para poderlo sufrir, ni determinarse a pasarlo, por bienes que se le
representasen, salvo si no hubiese llegado a la séptima morada, que
ya allí nada no se teme de arte que no se arroje muy de raíz
el alma a pasarlo por Dios
[3].
Y es la causa que está casi siempre
tan junta a Su Majestad, que de allí le viene la fortaleza.
Creo
será bien contaros algunos de los que yo sé que se pasan con
certidumbre. Quizá no serán todas las almas llevadas por este
camino, aunque dudo mucho que vivan libres de trabajos de la tierra de una
manera o de otra las almas que a tiempos gozan tan de veras de cosas del
cielo.
3. Aunque no tenía por mí de tratar de esto, he pensado que
algún alma que se vea en ello le será gran consuelo saber qué
pasa en las que Dios hace semejantes mercedes, porque verdaderamente parece
entonces que está todo perdido. No llevaré por concierto como
suceden, sino como se me ofreciere a la memoria.
Y quiero comenzar de los
más pequeños, que es una grita de las personas con quien se
trata, y aun con las que no trata sino que en su vida le pareció se
podían acordar de ella: «que se hace santa»;
[4] «que
hace extremos para engañar el mundo y para hacer a los otros ruines;
que son mejores cristianos sin esas ceremonias»; y hase de notar que
no hay ninguna, sino procurar guardar bien su estado.
Los que tenía
por amigos, se apartan de ella y son los que le dan mejor bocado, y es de
los que mucho se sienten: «que va perdida aquel alma y notablemente
engañada»; «que son cosas del demonio»; «que ha
de ser como aquella y la otra persona que se perdió, y ocasión
de que caiga la virtud»; «que trae engañados los
confesores», e ir a ellos y decírselo, poniéndole ejemplos
de lo que acaeció a algunos que se perdieron por aquí; mil
maneras de mofas y de dichos de estos.
4. Yo sé de una persona
[5] que tuvo harto miedo no había de
haber quien la confesase, según andaban las cosas, que por ser muchas
no hay para qué me detener. Y es lo peor que no pasan de presto, sino
que es toda la vida, y el avisarse unos a otros que se guarden de tratar
personas semejantes.
Diréisme que también hay quien diga bien.
¡Oh hijas,
y qué pocos hay que crean ese bien, en comparación de los muchos
que abominan! ¡Cuánto más que ese es otro trabajo mayor
que los dichos! Porque, como el alma ve claro que si tiene algún bien
es dado de Dios y en ninguna manera no suyo, porque poco antes se vio muy
pobre y metida en grandes pecados, esle un tormento intolerable, al menos
a los principios, que después no tanto, por algunas razones: la primera,
porque la experiencia le hace claro ver que tan presto dicen bien como mal,
y así no hace más caso de lo uno que de lo otro; la segunda,
porque le ha dado el Señor mayor luz de que ninguna cosa es buena
suya, sino dada de Su Majestad, y como si la viese en tercera persona, olvidada
de que tiene allí ninguna parte, se vuelve a alabar a Dios; la tercera,
si ha visto algunas almas aprovechadas de ver las mercedes que Dios la hace,
piensa que tomó Su Majestad este medio de que la tuviesen por buena
no lo siendo, para que a ellas les viniese bien; la cuarta, porque como tiene
más delante la honra y gloria de Dios que la suya, quítase
una tentación que da a los principios de que esas alabanzas han de
ser para destruirla, como ha visto algunas, y dásele poco de ser
deshonrada a trueco de que siquiera una vez sea Dios alabado por su medio;
después, venga lo que viniere
[6].
5. Estas razones y otras aplacan la mucha pena que dan estas alabanzas, aunque
casi siempre se siente alguna, si no es cuando poco ni mucho se advierte;
mas sin comparación es mayor trabajo verse así en público
tener por buena sin razón, que no los dichos;
[7] y cuando ya viene
a no le tener mucho de esto, muy mucho menos le tiene de esotro, antes se
huelga y le es como una música muy suave.
Esto es gran verdad, y antes
fortalece el alma que la acobarda; porque ya la experiencia la tiene
enseñada la gran ganancia que le viene por este camino, y parécele
que no ofenden a Dios los que la persiguen; antes, que lo permite Su Majestad
para gran ganancia suya; y como la siente claramente, tómales un amor
particular muy tierno, que le parece aquellos son más amigos y que
la dan más a ganar que los que dicen bien.
6. También suele dar el Señor enfermedades grandísimas.
Este es muy mayor trabajo, en especial cuando son dolores agudos, que en
parte, si ellos son recios, me parece el mayor que hay en la tierra digo
exterior aunque entren cuantos quisieren;
[8] si es de los muy recios
dolores, digo, porque descompone lo interior y exterior de manera que aprieta
un alma que no sabe qué hacer de sí; y de muy buena gana
tomaría cualquier martirio de presto, que estos dolores; aunque en
grandísimo extremo no duran tanto, que en fin no da Dios más
de lo que se puede sufrir, y da Su Majestad primero la paciencia; mas de
otros grandes en lo ordinario y enfermedades de muchas maneras.
7. Yo conozco
una persona
[9] que desde que comenzó el Señor a hacerla esta
merced que queda dicha, que ha cuarenta años, no puede decir con verdad
que ha estado día sin tener dolores y otras maneras de padecer, de
falta de salud corporal, digo, sin otros grandes trabajos.
Verdad es que
había sido muy ruin, y para el infierno que merecía todo se
le hace poco. Otras, que no hayan ofendido tanto a nuestro Señor,
las llevará por otro camino; mas yo siempre escogería el del
padecer, siquiera por imitar a nuestro Señor Jesucristo, aunque no
hubiese otra ganancia; en especial, que siempre hay muchas.
¡Oh!, pues si tratamos de los interiores
[10], estotros parecerían
pequeños, si estos se acertasen a decir, sino que es imposible darse
a entender de la manera que pasan.
8. Comencemos por el tormento que da topar con un confesor tan cuerdo
[11]
y poco experimentado, que no hay cosa que tenga por segura: todo lo teme,
en todo pone duda, como ve cosas no ordinarias; en especial, si en el alma
que las tiene ve alguna imperfección (que les parece han de ser
ángeles a quien Dios hiciere estas mercedes, y es imposible mientras
estuvieren en este cuerpo), luego es todo condenado a demonio o melancolía.
Y de ésta está el mundo tan lleno, que no me espanto; que hay
tanta ahora en el mundo y hace el demonio tantos males por este camino, que
tienen muy mucha razón de temerlo y mirarlo muy bien los confesores.
Mas la pobre alma que anda con el mismo temor y va al confesor como a juez,
y ése la condena, no puede dejar de recibir tan gran tormento y
turbación, que sólo entenderá cuán gran trabajo
es quien hubiere pasado por ello.
Porque éste es otro de los grandes
trabajos que estas almas padecen, en especial si han sido ruines, pensar
que por sus pecados ha Dios de permitir que sean engañadas; y aunque
cuando Su Majestad les hace la merced están seguros y no pueden creer
ser otro espíritu sino de Dios, como es cosa que pasa de presto y
el acuerdo de los pecados se está siempre y ve en sí faltas
que éstas nunca faltan, luego viene este tormento.
Cuando
el confesor la asegura, aplácase, aunque torna; mas cuando él
ayuda con más temor, es cosa casi insufrible; en especial, cuando
tras estos vienen unas sequedades, que no parece que jamás se ha acordado
de Dios ni se ha de acordar, y que como una persona de quien oyó decir
desde lejos, es cuando oye hablar de Su Majestad.
9. Todo no es nada, si no es que sobre esto venga el parecer que no sabe
informar a los confesores y que los trae engañados; y aunque más
piensa y ve que no hay primer movimiento que no los diga, no aprovecha; que
está el entendimiento tan oscuro que no es capaz de ver la verdad,
sino creer lo que la imaginación le representa que entonces ella es
la señora), y los desatinos que el demonio la quiere representar,
a quien debe nuestro Señor de dar licencia para que la pruebe y aun
para que la haga entender que está reprobada de Dios.
Porque son muchas
las cosas que la combaten con un apretamiento interior de manera tan sentible
e intolerable, que yo no sé a qué se pueda comparar, sino a
los que padecen en el infierno; porque ningún consuelo se admite en
esta tempestad.
Si le quieren tomar con el confesor, parece han acudido los
demonios a él para que la atormente más; y así, tratando
uno con un alma que estaba en este tormento, después de pasado que
parece apretamiento peligroso por ser de tantas cosas juntas), la decía
le avisase cuando estuviese así, y siempre era tan peor, que vino
él a entender que no era más en su mano
[12].
Pues si se quiere
tomar un libro de romance, persona que le sabía bien leer, le
acaecía no entender más de él que si no supiera letra,
porque no estaba el entendimiento capaz.
10. En fin, que ningún remedio hay en esta tempestad, sino aguardar
a la misericordia de Dios, que a deshora, con una palabra sola suya o una
ocasión que acaso sucedió, lo quita todo tan de presto, que
parece no hubo nublado en aquel alma, según queda llena de sol y de
mucho más consuelo; y como quien se ha escapado de una batalla peligrosa
con haber ganado la victoria, queda alabando a nuestro Señor, que
fue el que peleó para el vencimiento; porque conoce muy claro que
ella no peleó; que todas las armas con que se podía defender
le parece que las ve en manos de su contrario, y así conoce claramente
su miseria y lo poquísimo que podemos de nosotros si nos desamparase
el Señor.
11. Parece que ya no ha menester consideración para entender esto,
porque la experiencia de pasar por ello, habiéndose visto del todo
inhabilitada, le hacía entender nuestra nonada, y cuán miserable
cosa somos; porque la gracia aunque no debe estar sin ella, pues con toda
esta tormenta no ofende a Dios ni le ofendería por cosa de la tierra),
está tan escondida, que ni aun una centella muy pequeña le
parece no ve de que tiene amor de Dios ni que le tuvo jamás; porque
si ha hecho algún bien o Su Majestad le ha hecho alguna merced, todo
le parece cosa soñada y que fue antojo. Los pecados ve cierto que
los hizo.
12. ¡Oh Jesús, y qué es ver un alma desamparada de esta
suerte, y como he dicho
[13] cuán poco le aprovecha
ningún consuelo de la tierra! Por eso no penséis, hermanas,
si alguna vez os viereis así, que los ricos y los que están
con libertad tendrán para estos tiempos más remedio.
No, no,
que me parece a mí es como si a los condenados les pusiesen cuantos
deleites hay en el mundo delante, no bastarían para darles alivio,
antes les acrecentaría el tormento; así acá viene de
arriba, y no valen aquí nada cosas de la tierra.
Quiere este gran
Dios que conozcamos rey
[14] y nuestra miseria, e importa mucho para lo de
adelante.
13. Pues ¿qué hará esta pobre alma cuando muchos días
le durare así? Porque si reza, es como si no rezase, para su consuelo,
digo; que no se admite en lo interior, ni aun se entiende lo que reza ella
misma a sí, aunque sea vocal, que para mental no es este tiempo en
ninguna manera, porque no están las potencias para ello, antes hace
mayor daño la soledad, con que es otro tormento por sí estar
con nadie ni que la hablen.
Y así, por muy mucho que se esfuerce,
anda con un desabrimiento y mala condición en lo exterior, que se
le echa mucho de ver.
¿Es verdad que sabrá decir lo que ha? Es indecible; porque
son apretamientos y penas espirituales, que no se saben poner nombre.
El
mejor remedio no digo para que se quite, que yo no le hallo, sino para
que se pueda sufrir es entender en obras de caridad y exteriores, y
esperar en la misericordia de Dios, que nunca falta a los que en El esperan
[15]. Sea por siempre bendito, amén.
14. Otros trabajos que dan los demonios, exteriores, no deben ser tan ordinarios,
y así no hay para qué hablar en ellos, ni son tan penosos con
gran parte; porque, por mucho que hagan, no llegan a inhabilitar así
las potencias, a mi parecer, ni a turbar el alma de esta manera; que, en
fin, queda razón para pensar que no pueden hacer más de lo
que el Señor les diere licencia, y cuando ésta
[16] no está
perdida, todo es poco en comparación de lo que queda dicho.
15. Otras penas interiores iremos diciendo en esta morada, tratando diferencias
de oración y mercedes del Señor; que aunque algunas son aun
más recio que lo dicho en el padecer, como se verá por cuál
deja el cuerpo, no merecen nombre de trabajos, ni es razón que se
le pongamos, por ser tan grandes mercedes del Señor, y que en medio
de ellos entiende el alma que lo son y muy fuera de sus merecimientos.
Viene
ya esta pena grande para entrar en la séptima morada, con otros hartos,
que algunos diré
[17], porque todos será imposible, ni aun
declarar cómo son, porque vienen de otro linaje que los dichos, muy
más alto; y si en ellos, con ser de más baja casta, no he podido
declarar más de lo dicho, menos podré en estotro.
El Señor
dé para todo su favor por los méritos de su Hijo, amén.
contacto: hgonzalez@gmail.com