Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Prosigue en lo mismo y trata de las sequedades en la oración y de
lo que podría suceder a su parecer, y cómo es menester probarnos
y prueba el Señor a los que están en estas moradas.
1. Yo he conocido algunas almas, y aun creo puedo decir hartas, de las que
han llegado a este estado, y estado y vivido muchos años en esta rectitud
y concierto, alma y cuerpo, a lo que se puede entender, y después
de ellos que ya parece habían de estar señores del mundo, al
menos bien desengañados de él, probarlos Su Majestad en cosas
no muy grandes, y andar con tanta inquietud y apretamiento de corazón,
que a mí me traían tonta y aun temerosa harto.
Pues darles
consejo no hay remedio, porque, como ha tanto que tratan de virtud,
paréceles que pueden enseñar a otros y que les sobra razón
en sentir aquellas cosas.
2. En fin, que yo no he hallado remedio ni le hallo para consolar a semejantes
personas, si no es mostrar gran sentimiento de su pena (y a la verdad se
tiene de verlos sujetos a tanta miseria), y no contradecir su razón;
porque todas las conciertan en su pensamiento que por Dios las sienten, y
así no acaban de entender que es imperfección; que es otro
engaño para gente tan aprovechada; que de que lo sientan, no hay que
espantar, aunque a mi parecer, había de pasar presto el sentimiento
de cosas semejantes.
Porque muchas veces quiere Dios que sus escogidos sientan
su miseria, y aparta un poco su favor, que no es menester más, que
a osadas
[1] que nos conozcamos bien presto.
Y luego se entiende esta manera
de probarlos, porque entienden ellos su falta muy claramente, y a las veces
les da más pena ésta de ver que, sin poder más, sienten
cosas de la tierra y no muy pesadas, que lo mismo de que tienen pena. Esto
téngolo yo por gran misericordia de Dios; y aunque es falta, muy
gananciosa para la humildad.
3. En las personas que digo, no es así sino que canonizan como
he dicho
[2] en sus pensamientos estas cosas, y así querrían
que otros las canonizasen.
Quiero decir alguna de ellas, porque nos entendamos
y nos probemos a nosotras mismas antes que nos pruebe el Señor, que
sería muy gran cosa estar apercibidas y habernos entendido primero.
4. Viene a una persona rica, sin hijos ni para quién querer la hacienda,
una falta de ella, mas no es de manera que en lo que le queda le puede faltar
lo necesario para sí y para su casa, y sobrado. Si éste anduviese
con tanto desasosiego e inquietud como si no le quedara un pan que comer,
¿cómo ha de pedirle nuestro Señor que lo deje todo por
El?
[3] Aquí entra el que lo siente porque lo quiere para los pobres.
Yo creo que quiere Dios más que yo me conforme con lo que Su
Majestad hace y, aunque lo procure, tenga quieta mi alma, que no esta caridad.
Y ya que no lo hace, porque no ha llegádole el Señor a tanto,
enhorabuena; mas entienda que le falta esta libertad de espíritu,
y con esto se dispondrá para que el Señor se la dé,
porque se la pedirá.
Tiene una persona bien de comer, y aun sobrado; ofrécesele poder adquirir
más hacienda: tomarlo, si se lo dan, enhorabuena, pase; mas procurarlo
y, después de tenerlo, procurar más y más, tenga cuan
buena intención quisiere (que sí debe tener, porque como
he dicho
[4] son estas personas de oración y virtuosas), que
no hayan miedo que suban a las moradas más juntas al Rey.
5. De esta manera es si se les ofrece algo de que los desprecien o quiten
un poco de honra; que, aunque les hace Dios merced de que lo sufran bien
muchas veces (porque es muy amigo de favorecer la virtud en público
porque no padezca la misma virtud en que están tenidos, y aun será
porque le han servido, que es muy bueno este Bien nuestro), allá les
queda una inquietud que no se pueden valer, ni acaba de acabarse tan presto.
¡Válgame Dios! ¿No son éstos los que ha tanto que
consideran cómo padeció el Señor y cuán bueno
es padecer y aún lo desean? Querrían a todos tan concertados
como ellos traen sus vidas, y plega a Dios que no piensen que la pena que
tienen es de la culpa ajena y la hagan en su pensamiento meritoria.
6. Pareceros ha, hermanas, que hablo fuera de propósito y no con vosotras,
porque estas cosas no las hay acá, que ni tenemos hacienda ni la queremos
ni procuramos, ni tampoco nos injuria nadie. Por eso las comparaciones
no es lo que pasa; mas sácase de ellas otras muchas cosas que pueden
pasar, que ni sería bien señalarlas ni hay para qué.
Por éstas entenderéis si estáis bien desnudas de lo
que dejasteis; porque cosillas se ofrecen, aunque no de esta suerte, en que
os podéis muy bien probar y entender si estáis señoras
de vuestras pasiones.
Y creedme que no está el negocio en tener
hábito de religión o no, sino en procurar ejercitar las virtudes
y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo, y que el concierto de nuestra
vida sea lo que Su Majestad ordenare de ella, y no queramos nosotras que
se haga nuestra voluntad, sino la suya
[5].
Ya que no hayamos llegado aquí
como he dicho
[6] humildad, que es el ungüento de nuestras
heridas; porque, si la hay de veras, aunque tarde algún tiempo,
vendrá el cirujano, que es Dios, a sanarnos.
7. Las penitencias que hacen estas almas son tan concertadas como su vida;
quiérenla mucho para servir a nuestro Señor con ella, que todo
esto no es malo, y así tienen gran discreción en hacerlas porque
no dañen a la salud.
No hayáis miedo que se maten, porque su
razón está muy en sí; no está aún el amor
para sacar de razón; mas querría yo que la tuviésemos
para no nos contentar con esta manera de servir a Dios, siempre a un paso
paso, que nunca acabaremos de andar este camino.
Y como a nuestro parecer
siempre andamos y nos cansamos (porque creed que es un camino abrumador),
harto bien será que no nos perdamos.
Mas ¿paréceos, hijas,
si yendo a una tierra desde otra pudiésemos llegar en ocho días,
que sería bueno andarlo en un año por ventas y nieves y aguas
y malos caminos? ¿No valdría más pasarlo de una vez? Porque
todo esto hay y peligros de serpientes.
¡Oh, qué buenas señas
podré yo dar de esto! Y plega a Dios que haya pasado de aquí,
que hartas veces me parece que no.
8. Como vamos con tanto seso, todo nos ofende, porque todo lo tememos; y
así no osamos pasar adelante, como si pudiésemos nosotras llegar
a estas moradas y que otros anduviesen el camino.
Pues no es esto posible,
esforcémonos, hermanas mías, por amor del Señor; dejemos
nuestra razón y temores en sus manos; olvidemos esta flaqueza natural,
que nos puede ocupar mucho. El cuidado de estos cuerpos ténganle los
prelados; allá se avengan; nosotras de sólo caminar a prisa
para ver este Señor; que, aunque el regalo que tenéis es poco
o ninguno, el cuidado de la salud nos podría engañar; cuánto
más que no se tendrá más por esto, yo lo sé;
y también sé que no está el negocio en lo que toca al
cuerpo, que esto es lo menos; que el caminar que digo es con una grande humildad;
que si habéis entendido, aquí creo está el daño
de las que no van adelante; sino que nos parezca que hemos andado pocos pasos
y lo creamos así, y los que andan nuestras hermanas nos parezcan muy
presurosos, y no sólo deseemos sino que procuremos nos tengan por
la más ruin de todas.
9. Y con esto este estado es excelentísimo; y si no, toda nuestra
vida nos estaremos en él y con mil penas y miserias. Porque, como
no hemos dejado a nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos
muy cargadas de esta tierra de nuestra miseria, lo que no van los que suben
a los aposentos que faltan.
En éstos no deja el Señor de pagar
como justo, y aun como misericordioso, que siempre da mucho más que
merecemos, con darnos «contentos» harto mayores que los podemos
[7] tener en los que dan los regalos y distraimientos de la vida; mas no
pienso que da muchos «gustos»
[8] si no es alguna vez, para convidarlos
con ver lo que pasa en las demás moradas, porque se dispongan para
entrar en ellas.
10. Pareceros ha que contentos y gustos todo es uno, que para qué
hago esta diferencia en los nombres. A mí paréceme que
la hay muy grande; ya me puedo engañar.
Diré lo que en esto
entendiere en las moradas cuartas que vienen tras éstas;
[9] porque
como se habrá de declarar algo de los gustos que allí da el
Señor, viene mejor, y aunque parece sin provecho, podrá ser
de alguno, para que, entendiendo lo que es cada cosa, podáis esforzaros
a seguir lo mejor; y es mucho consuelo para las almas que Dios llega allí
y confusión para las que les parece que lo tienen todo, y si son humildes
moverse han a hacimiento de gracias; si hay alguna falta de esto, darles
ha un desabrimiento interior y sin propósito; pues no está
la perfección en los gustos, sino en quien ama más, y el premio
lo mismo, y en quien mejor obrare con justicia y verdad.
11. Pareceros ha que de qué sirve tratar de estas mercedes interiores
y dar a entender cómo son, si es esto verdad, como lo es. Yo
no lo sé; pregúntese a quien me lo manda escribir, que yo no
soy obligada a disputar con los superiores, sino a obedecer, ni sería
bien hecho.
Lo que os puedo decir con verdad es que, cuando yo no tenía
ni aún sabía por experiencia ni pensaba saberlo en mi vida
(y con razón, que harto contento fuera para mí saber o por
conjeturas entender que agradaba a Dios en algo), cuando leía en los
libros de estas mercedes y consuelos que hace el Señor a las almas
que le sirven, me le daba grandísimo y era motivo para que mi alma
diese grandes alabanzas a Dios.
Pues si la mía, con ser tan ruin,
hacía esto, las que son buenas y humildes le alabarán mucho
más; y por sola una que le alabe una vez, es muy bien que se diga,
a mi parecer, y que entendamos el contento y deleites que perdemos por nuestra
culpa.
Cuánto más que si son de Dios, vienen cargados de amor
y fortaleza, con que se puede caminar más sin trabajo e ir creciendo
en las obras y virtudes. No penséis que importa poco que no quede
por nosotros, que cuando no es nuestra la falta, justo es el Señor
[10], y Su Majestad os dará por otros caminos lo que os quita por
éste por lo que Su Majestad sabe, que son muy ocultos sus secretos;
[11] al menos será lo que más nos conviene, sin duda ninguna.
12. Lo que me parece nos haría mucho provecho a las que por la bondad
del Señor están en este estado (que, como he dicho
[12], no
les hace poca misericordia, porque están muy cerca de subir a más),
es estudiar mucho en la prontitud de la obediencia; y aunque no sean religiosos,
seria gran cosa como lo hacen muchas personas tener a quien acudir
para no hacer en nada su voluntad, que es lo ordinario en que nos dañamos;
y no buscar otro de su humor
[13], como dicen, que vaya con tanto tiento
en todo, sino procurar quien esté con mucho desengaño de las
cosas del mundo, que en gran manera aprovecha tratar con quien ya le conoce
para conocernos
[14], y porque algunas cosas que nos parecen imposibles,
viéndolas en otros tan posibles y con la suavidad que las llevan,
anima mucho y parece que con su vuelo nos atrevemos a volar, como hacen los
hijos de las aves cuando se enseñan, que aunque no es de presto dar
un gran vuelo, poco a poco imitan a sus padres.
En gran manera aprovecha
esto, yo lo sé.
Acertarán, por determinadas que estén en no ofender al Señor
personas semejantes, no se meter en ocasiones de ofenderle; porque como
están cerca de las primeras moradas, con facilidad se podrán
tornar a ellas; porque su fortaleza no está fundada en tierra firme,
como los que están ya ejercitados en padecer, que conocen las tempestades
del mundo, cuán poco hay que temerlas ni que desear sus contentos
y sería posible con una persecución grande volverse a ellos,
que sabe bien urdirlas el demonio para hacernos mal, y que yendo con buen
celo, queriendo quitar pecados ajenos, no pudiese resistir lo que sobre esto
se le podría suceder.
13. Miremos nuestras faltas y dejemos las ajenas, que es mucho de personas
tan concertadas espantarse de todo; y por ventura de quien nos espantamos,
podríamos bien deprender en lo principal; y en la compostura exterior
y en su manera de trato le hacemos ventajas; y no es esto lo de más
importancia, aunque es bueno, ni hay para qué querer luego que todos
vayan por nuestro camino, ni ponerse a enseñar el del espíritu
quien por ventura no sabe qué cosa es; que con estos deseos que nos
da Dios, hermanas, del bien de las almas podemos hacer muchos yerros; y así
es mejor llegarnos a lo que dice nuestra Regla: «en silencio y esperanza
procurar vivir siempre»
[15], que el Señor tendrá cuidado
de sus almas
[16].
Como no nos descuidemos nosotras en suplicarlo a Su Majestad,
haremos harto provecho con su favor. Sea por siempre bendito.
contacto: hgonzalez@gmail.com