Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Trata de cuán fea cosa es un alma que está en pecado mortal
y cómo quiso Dios dar a entender algo de esto a una persona.
Trata también algo sobre el propio conocimiento. Es de provecho,
porque hay algunos puntos de notar. Dice cómo se han de entender
estas moradas.
1. Antes que pase adelante, os quiero decir que consideréis qué
será ver este castillo tan resplandeciente y hermoso, esta perla oriental,
este árbol de vida que está plantado en las mismas aguas vivas
de la vida, que es Dios, cuando cae en un pecado mortal: no hay tinieblas
más tenebrosas, ni cosa tan oscura y negra, que no lo esté
mucho más
[1]. No queráis más saber de que, con estarse
el mismo sol que le daba tanto resplandor y hermosura todavía en el
centro de su alma
[2], es como si allí no estuviese para participar
de El, con ser tan capaz para gozar de Su Majestad como el cristal para
resplandecer en él el sol. Ninguna cosa le aprovecha; y de aquí
viene que todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado
mortal, son de ningún fruto
[3] para alcanzar gloria; porque no
procediendo de aquel principio, que es Dios, de donde nuestra virtud es virtud,
y apartándonos de El, no puede ser agradable a sus ojos; pues, en
fin, el intento de quien hace un pecado mortal no es contentarle, sino hacer
placer al demonio, que como es las mismas tinieblas, así la pobre
alma queda hecha una misma tiniebla.
2. Yo sé de una persona
[4] a quien quiso nuestro Señor mostrar
cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona
que le parece si lo entendiesen no sería posible ninguno pecar, aunque
se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones.
Y así le dio mucha gana que todos lo entendieran; y así os
la dé a vosotras, hijas, de rogar mucho a Dios por los que están
en este estado, todos hechos una oscuridad, y así son sus obras; porque
así como de una fuente muy clara lo son todos los arroyicos que salen
de ella, como es un alma que está en gracia, que de aquí le
viene ser sus obras tan agradables a los ojos de Dios y de los hombres, porque
proceden de esta fuente de vida, adonde el alma está como un árbol
plantado en ella
[5], que la frescura y fruto no tuviera si no le procediere
de allí, que esto le sustenta y hace no secarse y que dé buen
fruto; así el alma que por su culpa se aparta de esta fuente y se
planta en otra de muy negrísima agua y de muy mal olor, todo lo que
corre de ella es la misma desventura y suciedad.
3. Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente
que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura
que siempre está dentro de ella, y cosa no puede quitar su hermosura.
Mas si sobre un cristal que está al sol se pusiese un paño
muy negro, claro está que, aunque el sol dé en él, no
hará su claridad operación en el cristal
[6].
4. ¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo! ¡Entendeos
y habed lástima de vosotras!
¿Cómo es posible que entendiendo
esto no procuráis quitar esta pez de este cristal? Mirad que, si se
os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz.
¡Oh
Jesús, qué es ver a un alma apartada de ella! ¡Cuáles
quedan los pobres aposentos del castillo! ¡qué turbados andan
los sentidos, que es la gente que vive en ellos! Y las potencias, que son
los alcaides y mayordomos y maestresalas, ¡con qué ceguedad,
con qué mal gobierno! En fin, como adonde está plantado el
árbol que es el demonio, ¿qué fruto puede dar?
5. Oí una vez a un hombre espiritual que no se espantaba de cosas
que hiciese uno que está en pecado mortal, sino de lo que no hacía.
Dios por su misericordia nos libre de tan gran mal, que no hay cosa mientras
vivimos que merezca este nombre de mal, sino ésta, pues acarrea males
eternos para sin fin.
Esto es, hijas, de lo que hemos de andar temerosas
y lo que hemos de pedir a Dios en nuestras oraciones; porque, si El no guarda
la ciudad, en vano trabajaremos
[7], pues somos la misma vanidad.
Decía aquella persona
[8] que había sacado dos cosas de la
merced que Dios le hizo: la una, un temor grandísimo de ofenderle,
y así siempre le andaba suplicando no la dejase caer, viendo tan terribles
daños; la segunda, un espejo para la humildad,mirando cómo
cosa buena que hagamos no viene su principio de nosotros, sino de esta fuente
adonde está plantado este árbol de nuestras almas, y de este
sol que da calor a nuestras obras. Dice que se le representó esto
tan claro, que en haciendo alguna cosa buena o viéndola hacer,
acudía a su principio y entendía cómo sin esta ayuda
no podíamos nada; y de aquí le procedía ir luego a alabar
a Dios y, lo más ordinario, no se acordar de sí en cosa buena
que hiciese.
6. No sería tiempo perdido, hermanas, el que gastaseis en leer esto
ni yo en escribirlo, si quedásemos con estas dos cosas, que los letrados
y entendidos muy bien las saben, mas nuestra torpeza de las mujeres todo
lo ha menester; y así por ventura quiere el Señor que vengan
a nuestra noticia semejantes comparaciones. Plega a su bondad nos dé
gracia para ello.
7. Son tan oscuras de entender estas cosas interiores, que a quien tan poco
sabe como yo, forzado habrá de decir muchas cosas superfluas y aun
desatinadas para decir alguna que acierte. Es menester tenga paciencia quien
lo leyere, pues yo la tengo para escribir lo que no sé; que, cierto
algunas veces tomo el papel como una cosa boba, que ni sé qué
decir ni cómo comenzar.
Bien entiendo que es cosa importante para
vosotras declarar algunas interiores, como pudiere; porque siempre oímos
cuán buena es la oración, y tenemos de constitución
tenerla tantas horas
[9], y no se nos declara más de lo que podemos
nosotras; y de cosas que obra el Señor en un alma declárase
poco, digo sobrenatural
[10]. Diciéndose y dándose a entender
de muchas maneras, sernos ha mucho consuelo considerar este artificio celestial
interior tan poco entendido de los mortales aunque vayan muchos por él.
Y aunque en otras cosas que he escrito
[11] ha dado el Señor algo
a entender, entiendo que algunas no las había entendido como después
acá, en especial de las más dificultosas.
El trabajo es que
para llegar a ellas como he dicho
[12] se habrán de decir
muchas muy sabidas porque no puede ser menos para mi rudo ingenio.
8. Pues tornemos ahora a nuestro castillo de muchas moradas.
No habéis
de entender estas moradas una en pos de otra, como cosa en hilada
[13], sino
poned los ojos en el centro, que es la pieza o palacio adonde está
el rey, y considerar como un palmito
[14], que para llegar a lo que es de
comer tiene muchas coberturas que todo lo sabroso cercan. Así acá,
enrededor de esta pieza están muchas, y encima lo mismo.
Porque las
cosas del alma siempre se han de considerar con plenitud y anchura y grandeza,
pues no le levantan nada, que capaz es de mucho más que podremos
considerar, y a todas partes de ella se comunica este sol que está
en este palacio.
Esto importa mucho a cualquier alma que tenga oración,
poca o mucha, que no la arrincone ni apriete. Déjela andar por estas
moradas, arriba y abajo y a los lados, pues Dios la dio tan gran dignidad;
no se estruje en estar mucho tiempo en una pieza sola.
¡Oh que si es
en el propio conocimiento! Que con cuán necesario es esto (miren que
me entiendan), aun a las que las tiene el Señor en la misma morada
que El está, que jamás por encumbrada que esté
le cumple otra cosa ni podrá aunque quiera; que la humildad siempre
labra como la abeja en la colmena la miel, que sin esto todo va perdido.
Mas consideremos que la abeja no deja de salir a volar para traer flores;
así el alma en el propio conocimiento, créame y vuele algunas
veces a considerar la grandeza y majestad de su Dios. Aquí hallará
su bajeza mejor que en sí misma, y más libre de las sabandijas
adonde entran en las primeras piezas, que es el propio conocimiento; que
aunque, como digo, es harta misericordia de Dios que se ejercite en esto,
tanto es lo de más como lo de menos suelen decir
[15].
Y créanme, que con la virtud de Dios obraremos muy mejor virtud
[16]
que muy atadas a nuestra tierra.
9. No sé si queda dado bien a entender, porque es cosa tan importante
este conocernos que no querría en ello hubiese jamás
relajación, por subidas que estéis en los cielos; pues mientras
estamos en esta tierra no hay cosa que más nos importe que la humildad.
Y así torno a decir que es muy bueno y muy rebueno tratar de entrar
primero en el aposento adonde se trata de esto, que volar a los demás;
porque éste es el camino, y si podemos ir por lo seguro y llano,
¿para qué hemos de querer alas para volar?; mas que busque cómo
aprovechar más en esto; y a mi parecer jamás nos acabamos de
conocer si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a
nuestra bajeza; y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando
su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes
[17].
10. Hay dos ganancias de esto: la primera, está claro que parece una
cosa blanca muy más blanca cabe la negra, y al contrario la negra
cabe la blanca; la segunda es, porque nuestro entendimiento y voluntad se
hace más noble y más aparejado para todo bien tratando a vueltas
de sí con Dios; y si nunca salimos de nuestro cieno de miserias, es
mucho inconveniente.
Así como decíamos de los que están
en pecado mortal cuán negras y de mal olor son sus corrientes, así
acá (aunque no son como aquéllas, Dios nos libre, que esto
es comparación), metidos siempre en la miseria de nuestra tierra,
nunca la corriente saldrá de cieno de temores, de pusilanimidad y
cobardía: de mirar si me miran, no me miran; si, yendo por este camino,
me sucederá mal; si osaré comenzar aquella obra, si será
soberbia; si es bien que una persona tan miserable trate de cosa tan alta
como la oración; si me tendrán por mejor si no voy por el camino
de todos; que no son buenos los extremos, aunque sea en virtud; que, como
soy tan pecadora, será caer de más alto; quizá no iré
adelante y haré daño a los buenos; que una como yo no ha menester
particularidades
[18].
11. ¡Oh válgame Dios, hijas, qué de almas debe el demonio
de haber hecho perder mucho por aquí! Que todo esto les parece humildad,
y otras muchas cosas que pudiera decir, y viene de no acabar de entendernos;
tuerce el propio conocimiento y, si nunca salimos de nosotros mismos, no
me espanto, que esto y más se puede temer.
Por eso digo, hijas, que
pongamos los ojos en Cristo, nuestro bien, y allí deprenderemos la
verdadera humildad, y en sus santos, y ennoblecerse ha el entendimiento
como he dicho y no hará el propio conocimiento ratero
[19] y cobarde; que, aunque ésta es la primera morada, es muy rica
y de tan gran precio, que si se descabulle de las sabandijas de ella, no
se quedará sin pasar adelante.
Terribles son los ardides y mañas
del demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos.
12. De estas moradas primeras podré yo dar muy buenas señas
de experiencia. Por eso digo
[20] que no consideren pocas piezas, sino un
millón; porque de muchas maneras entran almas aquí, unas y
otras con buena intención.
Mas, como el demonio siempre la tiene tan
mala, debe tener en cada una muchas legiones de demonios para combatir que
no pasen de unas a otras y, como la pobre alma no lo entiende, por mil maneras
nos hace trampantojos, lo que no puede tanto a las que están más
cerca de donde está el rey, que aquí, como aún se
están embebidas en el mundo y engolfadas en sus contentos y desvanecidas
en sus honras y pretensiones, no tienen la fuerza los vasallos del alma (que
son los sentidos y potencias) que Dios les dio de su natural, y fácilmente
estas almas son vencidas, aunque anden con deseos de no ofender a Dios, y
hagan buenas obras.
Las que se vieren en este estado han menester acudir
a menudo, como pudieren, a Su Majestad, tomar a su bendita Madre por intercesora,
y a sus Santos, para que ellos peleen por ellas, que sus criados poca fuerza
tienenpara se defender.
A la verdad, en todos estados es menester que nos
venga de Dios. Su Majestad nos la dé por su misericordia,
amén.
13. ¡Qué miserable es la vida en que vivimos! Porque en otra
parte dije mucho del daño que nos hace, hijas, no entender bien esto
de la humildad y propio conocimiento, no os digo más aquí,
aunque es lo que más nos importa y aun plega al Señor haya
dicho algo que os aproveche
[21].
14. Habéis de notar que en estas moradas primeras aún no llega
casi nada la luz que sale del palacio donde está el Rey;
[22] porque,
aunque no están oscurecidas y negras como cuando el alma está
en pecado, está oscurecida en alguna manera para que no la pueda ver
el que está en ella digo y no por culpa de la pieza que
no sé darme a entender, sino porque con tantas cosas malas de
culebras y víboras y cosas emponzoñosas que entraron con él,
no le dejan advertir a la luz.
Como si uno entrase en una parte adonde entra
mucho sol y llevase tierra en los ojos, que casi no los pudiese abrir.
Clara
está la pieza, mas él no lo goza por el impedimento o cosas
de esas fieras y bestias que le hacen cerrar los ojos para no ver sino a
ellas. Así me parece debe ser un alma que, aunque no está en
mal estado, está tan metida en cosas del mundo y tan empapada en la
hacienda u honra o negocios como tengo dicho que, aunque en hecho
de verdad se querría ver y gozar de su hermosura, no le dejan, ni
parece que puede descabullirse de tantos impedimentos.
Y conviene mucho,
para haber de entrar a las segundas moradas, que procure dar de mano a las
cosas y negocios no necesarios, cada uno conforme a su estado; que es cosa
que le importa tanto para llegar a la morada principal, que si no comienza
a hacer esto lo tengo por imposible; y aun estar sin mucho peligro en la
que está, aunque haya entrado en el castillo, porque entre cosas tan
ponzoñosas, una vez u otra es imposible dejarle de morder.
15. Pues ¿qué sería, hijas, si a las que ya están
libres de estos tropiezos como nosotras y hemos ya entrado muy más
dentro a otras moradas secretas del castillo, si por nuestra culpa
tornásemos a salir a estas baraúndas, como por nuestros pecados
debe haber muchas personas, que las ha hecho Dios mercedes y por su culpa
las echan a esta miseria? Acá libres estamos en lo exterior; en lo
interior plega al Señor que lo estemos y nos libre.
Guardaos, hijas
mías, de cuidados ajenos. Mirad que en pocas moradas de este castillo
dejan de combatir los demonios.
Verdad es que en algunas tienenfuerza las
guardas para pelear como creo he dicho que son las potencias
[23], mas es mucho menester no nos descuidar para entender sus ardides y
que no nos engañe, hecho ángel de luz;
[24] que hay una multitud
de cosas con que nos puede hacer daño entrando poco a poco, y hasta
haberle hecho no le entendemos.
16. Ya os dije otra vez
[25] que es como una lima sorda, que hemos menester
entenderle a los principios. Quiero decir alguna cosa para dároslo
mejor a entender.
Pone en una hermana unos ímpetus de penitencia, que le parece no tiene
descanso sino cuando se está atormentando. Este principio bueno es;
mas si la priora ha mandado que no hagan penitencia sin licencia, y le hace
parecer que en cosa tan buena bien se puede atrever, y escondidamente se
da tal vida que viene a perder la salud y no hacer lo que manda su Regla,
ya veis en qué paró este bien.
Pone a otra un celo de la perfección muy grande. Esto muy bueno es;
mas podría venir de aquí que cualquier faltita de las hermanas
le pareciese una gran quiebra, y un cuidado de mirar si las hacen, y acudir
a la priora; y aun a las veces podría ser no ver las suyas por el
gran celo que tiene de la religión. Como las otras no entienden lo
interior y ven el cuidado, podría ser no lo tomar tan bien.
17. Lo que aquí pretende el demonio no es poco, que es enfriar la
caridad y el amor de unas con otras, que sería gran daño.
Entendamos, hijas mías, que la perfección verdadera es amor
de Dios y del prójimo, y mientras con más perfección
guardáremos estos dos mandamientos, seremos más perfectas.
Toda nuestra Regla y Constituciones no sirven de otra cosa sino de medios
para guardar esto con más perfección. Dejémonos de celos
indiscretos, que nos pueden hacer mucho daño. Cada una se mire a sí.
Porque en otra parte os he dicho harto sobre esto
[26], no me
alargaré.
18. Importa tanto este amor de unas con otras, que nunca querría que
se os olvidase; porque de andar mirando en las otras unas naderías,
que a las veces no será imperfección, sino, como sabemos poco,
quizá lo echaremos a la peor parte, puede el alma perder la paz y
aun inquietar la de las otras: mirad si costaría caro la perfección.
También podría el demonio poner esta tentación con la
priora, y sería más peligrosa. Para esto es menester mucha
discreción; porque, si fuesen cosas que van contra la Regla y
Constitución, es menester que no todas veces se eche a buena parte,
sino avisarla, y si no se enmendare, al prelado
[27]. Esto es caridad.
Y
también con las hermanas, si fuese alguna cosa grave; y dejarlo todo
por miedo si es tentación, sería la misma tentación.
Mas hase de advertir mucho (porque no nos engañe el demonio) no lo
tratar una con otra, que de aquí puede sacar el demonio gran ganancia
y comenzar costumbre de murmuración; sino con quien ha de aprovechar,
como tengo dicho
[28].
Aquí, gloria a Dios, no hay tanto lugar, como
se guarda tan continuo silencio; mas bien es que estemos sobre aviso.
contacto: hgonzalez@gmail.com