“Jerusalén”

Jerusalén es una «ciudad santa» venerada por judíos, cristianos y musulmanes por motivos en parte análogos. Pero a los ojos de los cristianos su papel en el plan divino es cosa del pasado. Sólo subsiste ahora el significado profundo que le ha descubierto el NT.

AT

1. La ciudad cananea de Urusalim («fundación del dios Salem») es conocida por documentos acádicos del siglo xiv (cartas de Tex-el-Amarna). La tradición bíblica la reconoce en la ciudad de Melquisedec, contemporáneo de Abraham Gen 14,18ss, e identifica su emplazamiento con el monte Moriah. donde Abraham ofreció su sacrificio 2Par 3,1. En el tiempo de los jueces era todavía Jerusalén una ciudad pagana Jue 19,11s, pues los israelitas habían fracasado en su primera tentativa de conquista Jue 1,21. David finalmente la tomó a los jebuseos 2Sa 5,6ss. Llamó a su ciudadela «ciudad de David» 5,9, la fortificó e hizo de ella la capital política de su reino. Trasladando allá el arca de la alianza (6), fijó en el mismo lugar el santuario confederal de las doce tribus, que estaba anteriormente en Silo. La promesa de Natán hace entrever que Dios se complacía en aquel lugar de residencia (7), y Salomón acabó en este punto la obra de su padre construyendo el templo y dedicándolo solemnemente 1Re 6-8. Así quedó determinado el destino religioso de la ciudad.

2. En la tierra santa ocupa Jerusalén un lugar aparte. Posesión personal de la dinastía de David, queda fuera del catastro de las tribus. Capital política, representa concretamente la unidad nacional del pueblo de Dios. Capital religiosa, es el centro espiritual de Israel porque Yahveh reside en ella, en el monte Sión, que ha escogido como morada Sal 78,68s 132,13-18. Doble significado que funda su carácter de ciudad santa y le da un papel de primer orden en la fe y en la esperanza de Israel.

II. EL DRAMA

Por razón de este significado se ve Jerusalén implicada en el drama que sacude todas las instituciones del pueblo de Dios en la época de la monarquía: experimenta alternativamente la gracia y la ira de Dios.

1. Después del apogeo del tiempo de Salomón sufre Jerusalén inmediatamente la repercusión del cisma que sigue a su muerte. El libro de los reyes ve aquí el castigo providencial de las infidelidades del monarca 1Re 11. La ciudad, anexionada a Judá, sigue siendo la capital de un reino reducido, cuyo templo también conserva. Pero Jeroboán instala en Israel santuarios oficiales que le hacen competencia 12,26-33 y pronto la fundación de Samaria 16,24 creará frente a ella una capital rival. Así queda rota la unidad del carácter político y la misión religiosa realizada por David.

2. Sin embargo, todavía subsiste el significado de Jerusalén, sobre todo a los ojos de los judíos fieles. Después de la caída de Samaria se vuelven hacia ella las esperanzas, y Ezequías trata de ganarle las tribus del Norte. Realiza aquí una primera reforma religiosa 2Re 18,1-4 2Par 29-31, y la ciudad experimenta bajo su reinado una liberación extraordinaria en tiempos de la invasión de Senaquerib 2Re 18,13-19,36: su recuerdo quedará grabado en los espíritus para gloria de la ciudad santa Sal 48,5-9. Un siglo más tarde Josías intenta de nuevo volver a reunir a todos los israelitas en torno a un santuario, en el que el culto estará en adelante centralizado en forma estricta 2Re 22,1-23,25. Última tentativa de salvar la obra nacional de David.

3. En efecto, «Dios no desistió del ardor de su gran cólera... Dijo: Rechazaré a esta ciudad de Jerusalén, que yo había elegido, y el templo del que dije: Allí estará mi nombre» 2Re 23,26s. En efecto, a pesar de las reformas temporales, Jerusalén es una ciudad infiel a su Dios, lo cual determina su destino. Infiel en sus reyes, que se entregan a la idolatría 2Re 16,2ss 21,3-9 y persiguen a los profetas 2Par 24,21 Jer 36-38. Infiel en su sacerdocio, que desprecia la enseñanza profética Jer 20 y deja que la idolatría se establezca en el templo 2Re 21,4s.7 Ez 8. Infiel en su pueblo, atraído por las alianzas paganas, sin cuidarse de la ley de Dios Is 1,16s Jer 7,Sss. «¿Cómo se ha prostituido la ciudad fiel?» Is 1,21. Así pues, a no ser que se convierta sinceramente, la ira de Dios va a volcarse sobre ella: Isaías no ve salvación posible sino para un resto santo Is 4,2s; Jeremías promete al templo la suerte del de Silo Jer 7,14; Ezequiei, resumiendo las infidelidades de la ciudad, le anuncia su próximo castigo Ez 11,1-12 23 24,1-14 porque Yahveh ha resuelto abandonarla 10,18ss.

4. Estos oráculos conminatorios iluminan el sentido de su destrucción final bajo los golpes de Nabucodonosor. Es el juicio de Dios que se cumple Ez 9,1-10,7. Una vez sobrevenido el acontecimiento, a la «hija de Sión» no le queda sino confesar su larga culpabilidad Lam 1-2; sus hijos ruegan a Dios que haga recaer sobre los paganos el mal que han hecho a Jerusalén, su herencia Sal 79. El problema que se plantea al final de este drama es algo que concierne ya al futuro.

1. Los profetas, paralelamente al desarrollo del drama y a medida que anunciaban su desenlace, volvían sus miradas hacia otra Jerusalén. Isaías la veía, después de la prueba, hecha de nuevo «ciudad de justicia, ciudad fiel» Is 1,26s. Jeremías columbraba el día en que el pueblo de Israel restaurado volvería a adorar a Dios en Sión Jer 31,6.12. Ezequiel describía minuciosamente la ciudad futura, reconstruida alrededor de su templo Ez 40-46, centro de un país paradisíaco 47,1-48,29, ampliamente abierta a las doce tribus 48,30-35 y que lleva por nombre «Yahveh está aquí» 48,35. Durante el tiempo del exilio estas visiones del futuro se desarrollan en promesas grandiosas: Jerusalén, una vez vaciada la copa de la ira divina, recobrará sus vestidos de fiesta Is 51,17-52,2. Magníficamente reconstruida 54,11s y vuelta a ser la esposa de Yahveh 54,4-10, verá a sus hijos multiplicarse maravillosamente 54,1ss 49,14-26.

2. La restauración que siguió al edicto de Ciro Esd 1-3 y luego la reconstrucción del templo 5-6 parecen poner al alcance de la mano la realización de estos oráculos. Los profetas contemporáneos anuncian la gloria de la nueva ciudad y de su templo, llamados a ser el centro religioso del universo Ag 2,6-9 Is 60 62. E incluso pronto se despoja el cuadro de las realidades prosaicas y se confunde con la imagen del paraíso nuevamente hallado Is 65,18: Sión va a engendrar al nuevo pueblo para un gozo sin igual 66,6-14. La situación concreta es, sin embargo, menos brillante y la ciudad sigue experimentando no pocas pruebas: las murallas permanecen largo tiempo en ruinas Sal 51,20 102,14-18 y hace falta toda la energía de Nehemías para reconstruirlas Neh 1-12. Bajo el impulso de sus restauradores se convierte en la «fortaleza de la Torah», lo más aislada posible de influencias extranjeras Neh 13. Pero esta capital de una provincia diminuta ha quedado ya despojada de todo carácter político importante.

3. En el plano religioso es donde Jerusalén cumple ahora lo esencial de su misión. De todas partes se dirigen hacia ella los judíos Dan 6,11. Se sube a Jerusalén en peregrinación Sal 122 y se goza de moral en ella Sal 84. Es la época de las bellas liturgias en el templo Eclo 50,1-21. Los salmos celebran la residencia de Yahveh Sal 46 48, llamada a ser la madre de todas las naciones Sal 87. Jugando con el sentido de su nombre, se le desea la «paz» Sal 122,6-9 y se la invita a alabar a Dios Sal 147,12ss. Los últimos textos proféticos hacen de ella el teatro del juicio escatológico Jl 4,9-17 y del festín de alegría ofrecido a la humanidad entera Is 25,6ss; evocan la liberación y la transfiguración final Zac 12 14. Describiendo anticipadamente en términos líricos la felicidad que Dios le reserva Tob 13, invitan a la confianza Bar 4,30-5,9. Jerusalén conocerá todavía la prueba, bajo el rey Antíoco que la profanará 1Mac 1,36-40. Pero, las apocalipsis judías, en contraste con esta realidad histórica con frecuencia poco halagüeña, presentarán una imagen cada vez más fantástica de la ciudad futura. Para ellas existe ya desde ahora una Jerusalén celestial, de la que la ciudad davídica no es más que una reproducción imperfecta. En los últimos tiempos dicha Jerusalén será revelada por Dios y descenderá a la tierra. ¿Se hubiera podido expresar mejor la trascendencia del orden futuro en relación con una experiencia histórica que contenía ya su figura llena de sentido?

NT

I. LA JERUSALÉN TERRENAL Y LA REALIZACIÓN DE LA SALVACIÓN

De Marcos a Juan ocupa Jerusalén un puesto cada vez mayor en los evangelios. Pero en san Lucas es donde mejor se subraya su papel, en el punto de sutura del Evangelio y Act.

1. Según el evangelio de Marcos, el eco de la predicación de Juan Bautista llega hasta Jerusalén Mc 1,5. Pero en Galilea es donde debuta y se confina en un principio el evangelio del reino anunciado por Jesús 1,28.39. Jesús no se dirige a Jerusalén sino después de haber tropezado con la incredulidad de las ciudades galileas 6,1-6 8,11s 9,30 y haber anunciado por tres veces su pasión: sólo sube para consumar su sacrificio 10,32ss. A partir de este momento se desenvuelve el drama: Jesús entra triunfalmente en la ciudad en conformidad con la Escritura 11,1-11 y allí hace un acto de profeta purificando el templo 11,15-19. Éxito efímero, pues tropieza con la oposición de las autoridades judías 11,27-12,40. Por eso, en la perspectiva de su muerte próxima 12,6-9, profetiza el castigo de la ciudad y la profanación de su templo 13,14-20, fin de una economía religiosa caducada y preludio de la consumación final 13,24-27. Efectivamente, desechado por el pueblo 15,6-15, condenado por sus jefes 14,53-64, Jesús es crucificado fuera de la ciudad 15,20ss. En el momento de su muerte, el velo del templo se rasga, para significar que el antiguo santuario ha perdido su carácter sagrado 15,33-38. Jerusalén es aquí el lugar de la gran repulsa.

2. A este esquema añade Mateo varios rasgos. El drama futuro se proyecta en la infancia de Jesús: mientras que paganos guiados por un astro Num 24,17 van a Belén a adorar al Mesías Mt 2,1s.9ss, los escribas no saben reconocer en Jesús al que anuncian sus Escrituras 2,4ss y el rey Herodes maquina ya su muerte 2,16ss. Así pues, la emoción completamente humana de Jerusalén 2,3 no desemboca en un acto de fe. La capital queda postergada en favor de Belén y de Nazaret. Jesús, Hijo de David, no llevará el nombre de Jerusalén, ciudad de su antepasado, sino el de Nazaret 2,23. En el transcurso del ministerio público los peores adversarios de Jesús proceden de Jerusalén 15,1. Por eso se lamenta de la suerte que aguarda a la ciudad, que da muerte a los enviados divinos 23,37ss. Consiguientemente, en Galilea tienen lugar por fin las apariciones durante las cuales Jesús resucitado envía a sus apóstoles a todas las naciones 28,7.16-20.

3. En este plan un tanto convencional introduce Juan notaciones históricas más complejas. Conoce, en efecto, varios viajes de Jesús a Jerusalén, y allí es donde se desarrolla la mayor parte del drama. Fresenta extensamente la incredulidad de supueblo Jn 2,13-25, la dificultad que tienen para creer sus mejores doctores 3,1-12, los milagros que Jesús realiza allí y las contradicciones que tiene que sufrir 5 7-10. Su último milagro tiene lugar a las puertas de Jerusalén, como último testimonio de su obra de salvación; pero Jesús se retira cuando se entera de que se conspira contra él 11,1-54. Ya no vuelve sino para realizar su hora 12,27 17,1. Aquí, todavía más que en Mc, se subraya la gran repulsa.

4. Lucas, añadiendo al relato evangélico un esbozo de los orígenes cristianos, pone en evidencia otra faceta de este drama sagrado, cuyo centro es Jerusalén. En la vida de Jesús es Jerusalén el lugar donde todo desemboca. Allí es presentado el niño Jesús, y almas fieles, saben reconocerlo Lc 2,22-38; allá sube a la edad de doce años y allí manifiesta su sabiduría en medio de los doctores 2,41-50: anuncios velados de su manifestación y de su sacrificio venideros. Es que Jerusalén es el objetivo de su vida: «no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalén» 13,33. Así Lucas da gran relieve a la subida de Jesús a la ciudad donde ha de efectuar su partida 9,31 9,51 13,22 17,11 18,31 19,11. Ante la repulsa definitiva opuesta a su misión, anuncia la ruina de Jerusalén en términos más precisos que en Marcos y Mateo 19,41-44 21,20-24. Pero la perspectiva de un tiempo intermedio, el «tiempo de los paganos», separa netamente este acontecimiento de la consumación final 21,24-28.

En efecto, si la historia de Jesús acaba en Jerusalén con su sacrificio, sus apariciones y su ascensión 24,36-53 Act 1,4-13, de allí arranca luego la historia del testimonio dado por los apóstoles. En Jerusalén reciben el Espíritu Act 2. Y así tienen la misión de llevar el Evangelio, de Jerusalén a Judea, a Samaria y hasta las extremidades de la tierra 1,8 Lc 24,47s. Efectivamente, anuncian primero la buena nueva en la ciudad y en ella fundan la comunidad cristiana Act 2-7. Allí renueva el sanedrín contra ellos la hostilidad que había causado la muerte de Jesús 4,1-31 5,17-41. Así anuncia Diospor la boca de Esteban la destrucción del templo hecho de manos de hombres, en castigo de la resistencia de Israel al Espíritu Santo y de su repudio de Jesús 7,44-53. La persecución suscitada por estas palabras acarrea la dispersión de parte de la comunidad 8,1; y por el hecho mismo, como una consecuencia paradójica, tiene lugar una nueva expansión del Evangelio en Samaria 8,2-40, en Cesarea 10, luego hasta Antioquía 11,19-26, donde son recibidos en la Iglesia los primeros paganos. Igualmente la muerte del primer testigo del Evangelio tiene como fruto la conversión de Saulo, el perseguidor, que será un instrumento escogido en manos de Dios 7,58-8,1ss 9,1-30. En consecuencia, abandona Saulo Jerusalén para comenzar su papel de misionero 9,30 11,25s: Pedro la abandona también después de su encarcelamiento 12,17; Jerusalén cesa así de ser el centro de la evangelización para encaminarse al destino que le había predicho Jesús, mientras que el Evangelio alcanzará «las extremidades de la tierra».

1. San Pablo, el «instrumento escogido» convertido en el camino de Damasco Act 9, es el primero que subraya la superación de la Jerusalén antigua por una Jerusalén nueva que está enraizada en el cielo. A los Gálatas presenta esta Jerusalén de lo alto, nuestra madre, heredera de las promesas divinas, a la que persigue la Jerusalén de la tierra, llamada a desaparecer ante ella Gal 4,24-31.

2. La epístola a los Hebreos vuelve a la misma imagen. Esta Jerusalén celestial, ciudad del Dios vivo Heb 12,21 ss, a la que los cristianos se han acercado ya en el bautismo, es la residencia divina, donde se halla el templo «no hecho de manos de hombres», término de la misión de Cristo 9,24 9,11s. Este templo era el modelo (typos: 8,5) del que el templo de la tierra no era sino la copia, la sombra, la reproducción, la figura 8,5 10,1: realidad trascendente que las apocalipsis judías evocaban en términos magníficos.

3. El apocalipsis joánico reitera su descripción para contemplar en su perfección final a la Iglesia, esposa del cordero Ap 21,1-22,5, maravilla fulgurante y ciudad de ensueño. Los textos proféticos que describían a la nueva Jerusalén, particularmente los de Ezequiel y del libro de Isaías, se reasumen aquí y se reinterpretan de tal manera que se pierde de vista a la ciudad terrenal. Sólo se tiene presente su modelo celestial; pero la Iglesia de la tierra lleva ya en sí misma su imagen, puesto que participa de su misterio: es esa ciudad santa que los paganospisotean con la persecución 11,2. Al final del NT la capital de Israel, el antiguo lugar de residencia de Yahveh en la tierra, no tiene ya más valor que el de figura. En el momento mismo en que se realiza para ella la nueva tragedia anunciada por Jesús, las promesas de que había sido provisionalmente depositaria pasan a otra Jerusalén, a la vez actual y orientada hacia su perfección final, patria definitiva de todos los rescatados: Caelestis urbs ierusalem, beata pacis visio (Himno de la dedicación de las iglesias).

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hjg.com.ar - Última actualización: 14-junio-2009
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