Artículo 1:
¿Deben distinguirse dos modos de recibir el cuerpo de Cristo, a
saber, corporal o espiritualmente?
lat
Objeciones por las que parece que no deben distinguirse dos modos de
recibir el cuerpo de Cristo, a saber, espiritual y
sacramentalmente.
1. El bautismo es una regeneración espiritual, según lo que se dice
en Jn 3,5: El que no renazca del agua y del Espíritu, etc., de
la misma manera que este sacramento es un alimento espiritual, por lo
que el Señor, refiriéndose a este sacramento, afirma en Jn 6,64: Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero acerca del
bautismo no se distingue un doble modo de recibirlo, sacramentalmente
uno, y espiritualmente el otro. Luego tampoco en este sacramento debe
hacerse esta distinción.
2. No deben contraponerse dos cosas entre sí cuando una de
ellas está ordenada a la otra, ya que la primera recibe la especie de
la segunda. Pero la recepción sacramental está ordenada a la
espiritual como a su fin. Luego no deben contraponerse la recepción
sacramental y la espiritual.
3. No deben contraponerse dos cosas cuando una no puede
existir sin la otra. Pero parece que nadie puede comulgar
espiritualmente sin comulgar también sacramentalmente. De otro modo,
los antiguos patriarcas habrían recibido espiritualmente este
sacramento. Además, sería inútil la recepción sacramental si se
pudiese tener sin ella la espiritual. Luego no se debe distinguir la
doble recepción, o sea, la sacramental y la espiritual.
Contra esto: al comentar aquellas palabras de 1 Cor 11,29: Quien
come y bebe indignamente, etc., dice la Glosa: Hay dos modos de comerle: uno sacramental, y otro espiritual.
Respondo: En la recepción de este sacramento
hay que considerar dos cosas, a saber: el mismo sacramento y
su efecto, de las que ya hemos hablado (1.7379). Pues
bien, el modo perfecto de recibirlo es cuando uno lo recibe de tal
manera que recibe también el efecto. Ahora bien, acontece algunas
veces, como se ha dicho más arriba (1.79, a.3.8), que uno es impedido
de recibir el efecto de este sacramento, y tal recepción es
imperfecta. Y, como lo perfecto se contrapone a lo imperfecto, así la
recepción sacramental, en la que sólo se recibe el sacramento sin su
efecto, se contrapone a la recepción espiritual, en la que se recibe
el efecto de este sacramento, efecto por el que el hombre se une a
Cristo por la fe y la caridad.
A las objeciones:
1. También en el bautismo, como en
los otros sacramentos, se da una distinción parecida, porque algunos
reciben solamente el sacramento, mientras que otros reciben el
sacramento y su efecto. Hay aquí, sin embargo, una diferencia, porque,
como los otros sacramentos se realizan con el uso de la materia,
recibir el sacramento equivale a realizarlo. Mientras que este
sacramento se realiza en la consagración de la materia, por lo que
tanto el uso sacramental como el espiritual es posterior al
sacramento. Ahora bien, en el bautismo y en los otros sacramentos que
imprimen carácter, los que reciben el sacramento reciben siempre un
efecto espiritual, que es el carácter, cosa que aquí no sucede. Por
eso, en este sacramento se distingue más el uso sacramental y el
espiritual que en el bautismo.
2. La recepción sacramental que
produce la recepción espiritual no se contrapone a ésta, sino que la
incluye. Pero la recepción sacramental que no produce el efecto
espiritual sí se contrapone a la espiritual, de la misma manera que lo
imperfecto, que no alcanza la perfección de la especie, se contrapone
a lo perfecto.
3. Como se ha afirmado ya (1.68 a.2; 73 a.3), se puede recibir el efecto del sacramento si se desea
recibir el sacramento, aunque no se reciba de hecho. Y, por esto, de
la misma manera que algunos son bautizados con el bautismo de deseo
por el ansia que tienen del bautismo antes de recibir el bautismo de
agua, así también algunos reciben espiritualmente este sacramento
antes de recibirlo sacramentalmente. Pero esto acontece de dos
maneras. Una, por el deseo de recibir el sacramento mismo. Y de este
modo se bautizan y comulgan espiritualmente, y no sacramentalmente,
los que desean recibir estos sacramentos después de su institución.
Otra, figurativamente. Dice, en efecto, el Apóstol en 1 Cor 10,2ss que
los Padres antiguos fueron bautizados en la nube y en el mar y
que comieron la comida espiritual y bebieron la bebida
espiritual. Con todo, no es inútil la comunión sacramental, porque
la recepción del sacramento produce más plenamente el efecto del mismo
que el solo deseo, como se dijo más arriba hablando del bautismo (1.69 a.4 ad2).
Artículo 2:
¿Solamente el hombre puede recibir espiritualmente este sacramento o
pueden recibirlo también los ángeles?
lat
Objeciones por las que parece que no solamente el hombre puede
recibir espiritualmente este sacramento, sino que también pueden
recibirlo los ángeles.
1. Comentando las palabras de Sal 77,25: El hombre comió pan de
ángeles, dice la Glosa: o sea, el cuerpo
de Cristo, que es verdaderamente alimento de los ángeles. Pero
esto sería falso si los ángeles no comiesen espiritualmente a Cristo.
Luego los ángeles comen espiritualmente a Cristo.
2. Dice San Agustín en Super lo.: El Señor quiere darnos a entender que esta comida y esta bebida es la
sociedad del cuerpo y de sus miembros, que es la Iglesia de los
predestinados. Pero a esta sociedad no solamente pertenecen los
hombres, sino también los santos ángeles. Luego también los santos
ángeles comen espiritualmente.
3. En su libro De Verbis Dominiz dice San
Agustín: Tenemos que alimentarnos espiritualmente de Cristo, pues,
como él mismo ha dicho, «quien come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él». Pero esta permanencia se verifica no
sólo con los hombres, sino también con los santos ángeles, en quienes
Cristo está y ellos en él por la caridad. Luego parece que alimentarse
espiritualmente no sólo es cosa de los hombres, sino también de los
ángeles.
Contra esto: dice San Agustín en Super lo.: Comed espiritualmente el pan del altar, aportad inocencia al
altar. Pero no es propio de los ángeles acercarse al altar para
tomar algo de él. Luego los ángeles no se alimentan
espiritualmente.
Respondo: Cristo está contenido en este
sacramento no en estado natural, sino en estado sacramental. Por
tanto, el alimento espiritual puede verificarse de dos modos. Primero,
alimentándose de Cristo en su estado natural. Y así es como los
ángeles se alimentan espiritualmente de Cristo, uniéndose a él con la
fruición de la caridad perfecta y con la clara visión (éste es el pan
que nos espera en la patria) y no por la fe, como nosotros nos unimos
a él aquí en la tierra.
Segundo, es posible alimentarse espiritualmente de Cristo, en cuanto
que está presente bajo las especies de este sacramento, creyendo en él
y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto es no sólo alimentarse
de Cristo espiritualmente, sino también recibir espiritualmente este
sacramento. Cosa que los ángeles no pueden hacer. Por consiguiente,
aunque los ángeles se alimenten espiritualmente de Cristo, ellos no
pueden recibir espiritualmente este sacramento.
A las objeciones:
1. La recepción de Cristo en este
sacramento está destinada, como a su fin, a la fruición de la patria,
en la que los ángeles gozan de él. Y, puesto que las cosas que están
destinadas a un fin están subordinadas a ese fin, se sigue que la
recepción de Cristo, por la que nosotros comulgamos con él en este
sacramento, está subordinada, en cierto modo, a aquella recepción por
la cual gozan de Cristo los ángeles en la patria. Por eso se dice que
el hombre come pan de ángeles, porque primero y principalmente
es de los ángeles que gozan de él en su estado natural, y, después, de
los hombres que reciben a Cristo en este sacramento.
2. A la sociedad del cuerpo
místico pertenecen los hombres por la fe, y los ángeles por la clara
visión. Pero los sacramentos están adecuados a la fe, por la que se ve
la verdad como en un espejo y confusamente (1 Cor 13,12). Por
lo tanto, aquí en la tierra, propiamente hablando, no corresponde a
los ángeles, sino a los hombres, alimentarse con este
sacramento.
3. Aquí en la tierra Cristo está
en los hombres a través de la fe. Pero en los ángeles está por la
clara visión. Luego la comparación no vale, como se ha dicho ya (ad 2).
Artículo 3:
¿Solamente el hombre justo puede recibir a Cristo
sacramentalmente?
lat
Objeciones por las que parece que solamente el hombre justo puede
recibir a Cristo sacramentalmente.
1. Dice San Agustín en su libro
De Remedio Poenitentiaez: ¿Para qué
preparas los dientes y el estómago? Cree y ya habrás comido. Porque
creer en él es comer este pan vivo. Pero el pecador no cree en él,
ya que no tiene una fe formada que consiste en creer en Dios, como se
dijo en la
Segunda Parte (
2-2, q.2 a.2;
q.4 a.5). Luego el
pecador no puede alimentarse con este sacramento, que es
pan
vivo.
2. Aún más: este sacramento es por antonomasia el sacramento
de la caridad, como se dijo más arriba. Pero de la
misma manera que los infieles carecen de la fe, así también todos los
pecadores carecen de la caridad. Ahora bien, no parece que los
infieles puedan recibir sacramentalmente este sacramento, ya que en la
forma de este sacramento se dice que es misterio de fe. Luego,
por la misma razón, tampoco puede un pecador alimentarse con el cuerpo
de Cristo.
3. El pecador es más abominable para Dios que la criatura
irracional. Se dice, en efecto, en Sal 48,21 del hombre pecador: El
hombre en los honores no comprende, se asemeja a la bestia
enmudecida. Pero los animales brutos, como el ratón o el
perro, no pueden recibir este sacramento, como tampoco
pueden recibir el bautismo. Luego parece que, por la misma razón,
tampoco los pecadores podrán recibir este sacramento.
Contra esto: comentando las palabras de Jn 6,50: Para que quien lo
coma no muera, dice San Agustín: Muchos lo
reciben del altar, y recibiéndolo mueren, por lo que dice el Apóstol:
Comen y beben su propia condena. Pero no mueren al comerlo más que
los pecadores. Luego los pecadores reciben sacramentalmente el cuerpo
de Cristo, y no solamente los justos.
Respondo: Acerca de este problema, algunos
antiguos se equivocaron al afirmar que los pecadores no reciben el
cuerpo de Cristo ni siquiera sacramentalmente, sino que, tan pronto
como toma contacto con los labios del pecador, deja de estar el cuerpo
de Cristo en las especies sacramentales. Pero ésta es una opinión
errónea. Porque deroga la verdad de este sacramento según la cual,
como hemos visto (
q.76 a.6 ad 3;
q.77 a.8), mientras permanecen las
especies, el cuerpo de Cristo no deja de estar en ellas. Ahora bien,
las especies permanecen todo el tiempo que permaneciese la sustancia
del pan si estuviese allí, como se ha dicho ya (
q.77 a.4). Pero es
claro que la sustancia del pan que asume el pecador no deja al
instante de existir, sino que permanece hasta que sea digerida por el
calor natural. Por tanto, todo ese tiempo permanece el cuerpo de
Cristo en las especies sacramentales recibidas por el pecador. Por
consiguiente, hay que decir que el pecador puede recibir
sacramentalmente el cuerpo de Cristo, y no solamente los
justos.
A las objeciones:
1. Estas palabras y otras
semejantes han de entenderse como dichas de la comunión espiritual,
que no reciben los pecadores. Y, por eso, el error anteriormente
indicado (c.) parece que procedía de una mala inteligencia de estas
palabras, al no saber distinguir entre la comunión corporal y la
espiritual.
2. Aunque un infiel reciba las
especies sacramentales, recibe el cuerpo de Cristo en el sacramento.
Por tanto, come a Cristo sacramentalmente si la palabra sacramentalmente se refiere a lo comido. Pero si se refiere a
quien lo come, propiamente hablando no lo come sacramentalmente,
porque no lo toma como sacramento, sino como una comida corriente. A
no ser que el infiel intentase recibir lo que ofrece la Iglesia,
aunque no tuviera fe verdadera acerca de los otros artículos, o,
incluso, acerca de este sacramento.
3. Aunque un ratón o un perro se
comiesen una hostia consagrada, la sustancia del cuerpo de Cristo no
dejaría de estar bajo las especies todo el tiempo que esas especies
permanecen, o sea, todo el tiempo que permaneciese la sustancia del
pan. Lo mismo que si se la arrojase al fango. Y esto no merma la
dignidad del cuerpo de Cristo, que quiso ser crucificado por los
pecadores sin que por ello disminuyese en nada su dignidad, tanto más
cuanto que el ratón o el perro no entran en contacto con el cuerpo de
Cristo en su estado natural, sino solamente en las especies
sacramentales.
Algunos, sin embargo, han afirmado que, en el momento
en que el ratón o el perro tocasen el sacramento, el cuerpo de Cristo
dejaría de estar allí. Lo cual también derogaría la verdad de este
sacramento, como se acaba de decir (c.).
Pero tampoco puede decirse que un animal bruto coma el cuerpo de
Cristo sacramentalmente, porque él no puede utilizarle como
sacramento. Por lo que comería el cuerpo de Cristo no
sacramentalmente, sino de modo accidental, como si lo comiese uno que
come una hostia consagrada sin saber que está consagrada. Y puesto que
lo que sucede accidentalmente no se clasifica en ningún género,
resulta que este modo de comer el cuerpo de Cristo no es uno más,
además del sacramental y el espiritual.
Artículo 4:
¿Comete pecado el pecador que recibe el cuerpo de Cristo
sacramentalmente?
lat
Objeciones por las que parece que el pecador que recibe el cuerpo de
Cristo sacramentalmente no comete pecado.
1. No goza Cristo de mayor dignidad bajo las especies sacramentales
que en su estado natural. Pero los pecadores que
tocaban el cuerpo de Cristo en su estado natural no pecaban, antes
bien obtenían el perdón de sus pecados, como se lee en Lc 7,36ss de la
mujer pecadora, y en Mt 4,36, donde se dice que quienes tocaban la
orla de su manto quedaban curados. Luego no sólo no pecan, sino
que alcanzan la salud recibiendo el sacramento del cuerpo de
Cristo.
2. Este sacramento, como los otros, es una medicina
espiritual. Pero la medicina se da a los enfermos para que sanen,
según aquello de Mt 9,12: No tienen necesidad de médico los sanos,
sino los enfermos. Ahora bien, los enfermos o indispuestos
espiritualmente son los pecadores. Luego este sacramento puede
recibirse sin culpa.
3. Puesto que este sacramento contiene en sí al mismo
Cristo, ha de ser enumerado entre los máximos bienes. Ahora bien, los
mayores bienes, como dice San Agustín en su libro De Lib.
Azrb., son aquellos de los que nadie puede usar
mal. Pero nadie peca si no es abusando de alguna cosa. Luego ningún
pecador recibiendo este sacramento comete ningún pecado.
4. De la misma manera que este sacramento es percibido
por el gusto y el tacto, así también es percibido por la vista. Luego
si el pecador comete pecado por percibirlo con el gusto y el tacto,
parece que también pecaría mirándolo. Lo cual, evidentemente, es
falso, puesto que la Iglesia lo propone para ser visto y adorado por
todos. Luego el pecador no comete pecado recibiendo este
sacramento.
5. A veces sucede que el pecador no es consciente de su
pecado. Pero es que parece que este pecador no cometería pecado
recibiendo el cuerpo de Cristo, porque, si pecara, todos los que le
reciben pecarían por exponerse al peligro de tener pecado, ya que dice
el Apóstol en 1 Cor 4,4: Cierto que de nada me arguye la
conciencia, mas no por eso me creo justificado. No parece, pues,
que el pecador caiga en culpa recibiendo este sacramento.
Contra esto: dice el Apóstol en 1 Cor 11,29: Quien lo come y lo bebe
indignamente, come y bebe su propia
condena. Y comenta la Glosa: Lo come y
lo bebe indignamente quien vive en pecado y lo trata de modo
irreverente. Luego quien está en pecado mortal y recibe este
sacramento, merece la condena por pecar mortalmente.
Respondo: En este sacramento, como en los
otros, lo que es sacramento es signo de lo que es la cosa producida
por el sacramento. Ahora bien, la cosa producida por este sacramento
es doble, como se ha dicho ya (q.60 a.3 s.q.;
q.73 a.6). Una,
significada y contenida en el sacramento, y que es el mismo Cristo.
Otra, significada y no contenida, y que es el cuerpo místico de
Cristo: la sociedad de los santos. Por tanto, quienquiera que recibe
este sacramento, por el mero hecho de hacerlo, significa que está
unido a Cristo e incorporado a sus miembros. Pero esto se realiza a
través de una fe formada, fe que nadie que esté en pecado mortal
tiene. Es claro, pues, que quienquiera que reciba este sacramento en
pecado mortal, comete una falsedad con él. Por lo que incurre en
sacrilegio como violador del sacramento y, consiguientemente, peca
mortalmente.
A las objeciones:
1. Cuando Cristo vivía entre los
hombres no se dejaba tocar por ellos como signo de unión espiritual
con él, que es como se ofrece aquí en este sacramento. Por eso, los
pecadores que le tocaban entonces no incurrían en el pecado de
falsedad hacia las cosas divinas, como incurren los pecadores que le
reciben en este sacramento. Además, Cristo presentaba entonces una
carne semejante a la del pecado (Rom 8,3), por lo que era normal
que se dejase tocar de los pecadores. Pero, una vez eliminada la
semejanza del pecado en su carne por la gloria de la resurrección,
prohibió que le tocase la mujer que tenía dudas acerca de él, según se
dice en Jn 20,17: No me toques, que todavía no he subido a mi
Padre, a saber, en tu corazón, como explica San
Agustín. Por consiguiente, los pecadores que no tienen
fe formada acerca de él son excluidos del contacto con este
sacramento.
2. No todas las medicinas son
buenas para todas las enfermedades. Porque una medicina que se da a
quienes se han librado de la fiebre para fortalecerles, dañaría a los
que tienen fiebre todavía. Pues así, el bautismo y la penitencia son
como medicinas purgativas, que se suministran para quitar la fiebre
del pecado. Mientras que este sacramento es una medicina reconfortante, que no debe suministrarse más que a los que se han
librado del pecado.
3. Por máximos bienes
entiende ahí San Agustín las virtudes del alma, de las que nadie
usa mal como principios de mal uso, como es evidente en el caso de
quien se ensoberbece de su virtud. Pues así este sacramento, que, de
suyo, no es principio de mal uso, sino objeto. Por lo que dice San
Agustín: El hecho de que muchos reciben
indignamente el cuerpo del Señor nos advierte de cómo debemos evitar
recibir mal el bien. He aquí que el bien se convierte en mal cuando el
bien se recibe mal. Por el contrario, para el Apóstol el mal se
convirtió en bien por recibir bien el mal, o sea, por soportar
pacientemente el estímulo de Satanás.
4. La vista no percibe el cuerpo
mismo de Cristo, sino solamente su sacramento, ya que la vista no
penetra hasta la sustancia del cuerpo de Cristo, sino sólo a las
especies sacramentales, como se ha dicho ya (
q.76 a.7). Pero quien
comulga, no sólo recibe las especies sacramentales, sino también a
Cristo, que está bajo ellas. Por eso, a ninguno que haya recibido el
sacramento de Cristo, o sea, a ningún bautizado, se le prohíbe ver el
cuerpo de Cristo. A los no bautizados, sin embargo, no se les ha de
admitir ni siquiera a la visión de este sacramento, como dice Dionisio
en su obra
Eccles. Hier.. Pero a la comunión
solamente se han de admitir los que están unidos a Cristo no sólo
sacramentalmente, sino también realmente.
5. El no tener conciencia de su
pecado puede acontecerle a uno de dos maneras. Primera, por su culpa,
bien porque ignorando la ley, con una ignorancia que no excusa de la
culpa, piensa que no es pecado lo que es pecado, por
ej., si un fornicador pensase que la simple fornicación no es pecado
mortal, o por negligencia en el examen de sí mismo, contra lo cual
previene el Apóstol, cuando dice en 1 Cor 11,28:
Examínese cada uno
a sí mismo antes de comer este pan y beber este cáliz. En tales
condiciones, el pecador que recibe el cuerpo de Cristo peca aunque no
tenga conciencia de su pecado, porque esa ignorancia es para él un
pecado.
Segunda, sin culpa suya, como cuando uno se arrepiente de su pecado,
pero no está suficientemente contrito. En tal caso, no peca por
recibir el cuerpo de Cristo, pues el hombre nunca sabe con certeza si
está verdaderamente contrito. Le basta, sin embargo, encontrar en sí
mismo los signos de la contrición, como dolerse de los pecados
pasados y proponerse evitar los pecados futuros.
Pero si ignora que lo que hizo es un pecado, con ignorancia de hecho,
la cual excusa (n.13), como quien se acerca a otra mujer pensando
que era la suya, no se le ha de considerar por esto
pecador.
Igualmente, si uno se olvida completamente de su pecado, basta para
que se le perdone la contrición general, como después se dirá
(véase Supl. q.2 a.3 ad 2). En cuyo caso no debe considerarse
pecador.
Artículo 5:
Acercarse a este sacramento con conciencia de pecado, ¿es el más
grave de todos los pecados?
lat
Objeciones por las que parece que acercarse a este sacramento con
conciencia de pecado es el más grave de todos los pecados.
1. Dice el Apóstol en 1 Cor 11,27: Quien comiere el pan y el cáliz
del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del
Señor. Y comenta la Glosa: Será
castigado como si hubiese matado a Cristo. Pero parece que el
pecado de los que mataron a Cristo fue el más grave de todos. Luego
también este pecado, por el que uno se acerca a la mesa del Señor con
conciencia de pecado, será el más grave de todos.
2. Pregunta San Jerónimo en una Carta: ¿Qué tienes tú que ver con las mujeres, tú que hablas con Dios en
el altar? Dime, sacerdote; dime, clérigo, ¿cómo besas al Hijo de Dios
con los mismos labios con que besas a la hija de una meretriz? Oh,
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? Por donde se ve
que el fornicario, acercándose a la mesa de Cristo, peca como Judas
pecó, cuyo pecado fue gravísimo. Pero hay otros muchos pecados más
graves que el pecado de fornicación, especialmente el
pecado de incredulidad. Luego el pecado de cualquier pecador que se
acerca a la mesa de Cristo es gravísimo.
3. Es más abominable para Dios la inmundicia espiritual
que la corporal. Pero si alguien arrojase el cuerpo de Cristo al fango
o al estercolero, su pecado sería considerado como gravísimo. Luego
peca más gravemente recibiéndole en estado de pecado, por ser éste una
inmundicia espiritual.
Contra esto: comentando el texto de Jn 15,22: Si no hubiese venido y
no les hubiese hablado no tendrían pecado, dice San
Agustín que esto hay que entenderlo del pecado de
incredulidad, el cual contiene todos los pecados. Por lo que se
ve que éste no es el pecado más grave, sino que es más grave el de la
incredulidad.
Respondo: Como ya se manifestó en la
Segunda
Parte, un pecado puede ser más grave que otro de
dos maneras. Una, por sí mismo; otra, por las circunstancias. Por sí
mismo, en razón de su especie, especie que viene designada por el
objeto. Y, en este sentido, cuanto más importante es aquello contra lo
cual se peca, tanto más grave es el pecado. Y puesto que la divinidad
de Cristo es más importante que su humanidad, y puesto que la misma
humanidad es más importante también que el sacramento de la humanidad,
los pecados más graves son los que se cometen contra la misma
divinidad, como es el pecado de la incredulidad y el de la blasfemia.
Por orden de gravedad vienen, en segundo lugar, los pecados que se
cometen contra la humanidad de Cristo. Por lo que en Mt 12,32 se
dice:
Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le
perdonará. Pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le
perdonará ni en este mundo ni en el otro. En tercer lugar están
los pecados que se cometen contra los sacramentos que pertenecen a la
humanidad de Cristo. Y, por último, están los pecados contra las
criaturas.
Por las circunstancias, un pecado es más grave que otro por parte de
quien peca: un pecado de ignorancia, por ejemplo, o de debilidad es
más leve que un pecado de desprecio o cometido con pleno conocimiento.
Y dígase lo mismo de otras circunstancias. En este sentido, el pecado
de que hablamos en algunos puede ser más grave: por ej., en aquellos
que por puro desprecio se acercan a este sacramento con conciencia de
pecado. En otros, sin embargo, es menos grave: por ej., en aquellos
que reciben este sacramento con conciencia de pecado por miedo a pasar
ante los demás como pecadores.
Por todo lo cual, es evidente que este pecado es específicamente más
grave que otros muchos, pero no es el más grave de
todos.
A las objeciones:
1. El pecado de quienes reciben
indignamente este sacramento se compara al de los que dieron muerte a
Cristo por una cierta semejanza, porque ambos se cometen contra el
cuerpo de Cristo, pero no porque la gravedad del crimen sea la misma,
pues el pecado de los que mataron a Cristo fue mucho más grave.
Primero, porque ese pecado se cometió contra el cuerpo de Cristo en
estado natural, mientras que éste se comete contra el cuerpo de Cristo
en las especies sacramentales. Segundo, porque aquel pecado se cometió
con la intención de dañar a Cristo, cosa que no se da
aquí.
2. Al fornicario que comulga se le
compara con Judas besando a Cristo por semejanza de los dos pecados,
ya que tanto uno como otro ofenden a Cristo a través del signo del
amor, pero no por la gravedad de los mismos, como acabamos de decir
(ad 1). Pero este tipo de semejanza puede hacerse tanto con los
fornicarios como con los otros pecadores, pues también los otros
pecados mortales se oponen a la caridad de Cristo —de la cual es
signo este sacramento—, y tanto más cuanto más graves son los
pecados. En cierto sentido, sin embargo, el pecado de fornicación hace
al hombre más inepto para recibir este sacramento, ya que este pecado
es el que más somete el espíritu a la carne, con lo que se impide el
fervor de la caridad que se requiere en este sacramento.
Pero pesa más el impedimento que va contra la caridad misma que
contra su fervor. Por eso, el pecado de incredulidad, que separa
radicalmente al hombre de la unidad de la Iglesia, hablando en
absoluto, es el que hace al hombre más inepto para recibir este
sacramento, que es el sacramento de la unidad de la Iglesia, como ya
se dijo. De donde se deduce que peca
más gravemente el infiel que recibe este sacramento que el pecador
fiel; el infiel, además, ultraja más a Cristo, presente en este
sacramento, muy especialmente si no cree que Cristo está
verdaderamente presente en él, porque, en lo que de él depende,
disminuye la santidad de este sacramento y la virtud de Cristo que
opera en él, que es ultrajar el sacramento en sí mismo. Sin embargo,
el fiel que comulga con conciencia de pecado, no ultraja este
sacramento en sí mismo, sino en su uso, por recibirlo indignamente.
Por eso el Apóstol en 1 Cor 11,29, dando la razón de ese pecado,
dice: No discerniendo el cuerpo del Señor, o sea, no
distinguiéndole de los otros alimentos. Y esto
hace, sobre todo, quien no cree que Cristo está presente en este
sacramento.
3. Quien tirase al lodo este
sacramento pecaría más gravemente que quien se acercase a él con
conciencia de pecado mortal. En primer lugar, porque lo haría con la
intención de ultrajar este sacramento, cosa que no pretende quien
recibe indignamente el cuerpo del Señor. Segundo, porque el hombre
pecador es capaz de la gracia, por lo que también es más apto para
recibir este sacramento que cualquier criatura irracional. Por eso
abusaría al máximo de este sacramento quien se lo echase a los perros
o lo tirase al fango para ser pisoteado.
Artículo 6:
¿Debe el sacerdote negar la comunión al pecador que se la
pide?
lat
Objeciones por las que parece que el sacerdote debe negar la comunión
al pecador que se la pide.
1. No se puede violar un precepto de Cristo para evitar el escándalo
o la infamia de nadie. Pero el Señor nos ha dado este precepto en Mt
7,6: No echéis lo santo a los perros. Ahora bien, se echa lo
santo a los perros sobre todo cuando se da este sacramento a los
pecadores. Luego, ni para evitar el escándalo ni para evitar la
infamia de nadie debe darse este sacramento al pecador que lo
pide.
2. De dos males hay que escoger el menor. Pero la infamia
del pecador o la entrega de una hostia no consagrada parece que es
menos malo que el pecado mortal que cometería el pecador recibiendo el
cuerpo de Cristo. Luego parece que se ha de elegir o la infamia del
pecador que pide el cuerpo de Cristo o darle una hostia sin
consagrar.
3. A veces se da el cuerpo de Cristo a los que son
sospechosos de un delito para desenmascararlos. Se lee, en efecto,
en Decretis, II q.4: Acontece con frecuencia
que en los monasterios de monjes se cometen robos. Por consiguiente,
establecemos que, debiendo librarse los mismos monjes de tales
imputaciones, celebre una misa el abad o uno de los hermanos presentes
y, terminada la misa, comulguen todos diciéndoles estas palabras: El
cuerpo de Cristo te sirva hoy de prueba. Y más
adelante: Si se imputare algún maleficio a un
obispo o sacerdote, por cada imputación debe celebrar misa y comulgar
y declararse inocente por cada una de las imputaciones. Pero no
conviene descubrir a los pecadores ocultos, porque, como dice San
Agustín en su libro De Verbis Domini, si
arrojan la máscara de la vergüenza, pecarán con más descaro. Luego no
hay que dar el cuerpo de Cristo a los pecadores ocultos aunque lo
pidan.
Contra esto: comentando aquellas palabras de Sal 21,30: Comieron y
adoraron todos los opulentos de la tierra, dice San
Agustín: El que distribuye el sacramento no excluya
de la mesa del Señor a los opulentos, o sea, a los
pecadores.
Respondo: Al hablar de pecadores hay que
distinguir. Algunos, en efecto, son ocultos, mientras que otros son
manifiestos, o por la evidencia de los hechos, como son los usureros
públicos y los rateros públicos, o por sentencia de un tribunal
eclesiástico o civil. Pues bien, a los pecadores públicos no se les
debe dar la sagrada comunión aunque la pidan. Por lo que San
Cipriano escribe:
Por la estima en que me tienes has
querido pedirme mi parecer sobre los cómicos y sobre ese gran mago
que, afincado entre vosotros, continúa todavía ejerciendo su
vergonzoso arte: si debe darse a éstos la sagrada comunión, como a los demás cristianos. Pienso que desdice de la majestad divina y de la doctrina evangélica el dejar contaminar la santidad y el honor de la Iglesia con esa peste tan torpe y tan infame.
Pero si los pecadores no son notorios, sino ocultos, no se les puede
negar la sagrada comunión cuando la piden. Puesto que a todo
cristiano, por el mero hecho de estar bautizado, se le admite a la
mesa del Señor, no se le puede privar de su derecho si no es por una
causa manifiesta. Por lo que, comentando aquello de 1 Cor 5,11: Si
uno entre vosotros, llamándose hermano, etc., dice la Glosa
agustiniana: No podemos prohibir la comunión a nadie a
no ser que espontáneamente haya confesado su culpa o haya sido
procesado o condenado por un tribunal eclesiástico o
civil.
Puede, sin embargo, el sacerdote que está al corriente de la culpa
amonestar privadamente al pecador oculto, o advertir genéricamente a
todos en público de que no deben acercarse a la mesa del Señor antes
de arrepentirse de sus pecados y de reconciliarse con la Iglesia.
Porque después de la penitencia y de la reconciliación no se puede
negar la comunión tampoco a los pecadores públicos, especialmente en
trance de morir. Por eso se lee en el Concilio de
Cartago: No se niegue la reconciliación con
Dios a las gentes del teatro, a los cómicos, ni a otras personas
semejantes, ni a los apóstatas que se han convertido a
Dios.
A las objeciones:
1. Está prohibido echar lo santo a
los perros, o sea, a los pecadores públicos. Pero las culpas
ocultas no pueden ser castigadas públicamente, sino que han de ser
relegadas al juicio divino.
2. Aunque sea peor para un
pecador oculto pecar mortalmente comulgando que ser difamado, sin
embargo para el sacerdote que da la comunión es peor pecar mortalmente
difamando injustamente a un pecador oculto que dejar que éste peque
mortalmente. Porque nadie puede cometer un pecado mortal para librar a
otro de pecar. Por lo que San Agustín dice en el libro
Quaestionum
Super Gen.:
Es una compensación sumamente
peligrosa cometer nosotros un mal para evitar que otro haga una cosa
peor. Sin embargo, el pecador oculto debería elegir antes la
infamia que acercarse indignamente a la mesa del Señor.
Pero en ningún caso debe darse una hostia no consagrada por una
consagrada, porque el sacerdote que hiciese esto se haría responsable,
por su parte, de la idolatría cometida por cuantos creerían consagrada
aquella hostia, ya fueran las personas presentes o el mismo que la
recibiera, ya que, como dice San Agustín: Que nadie
tome la carne de Cristo sin antes adorarla. A propósito de lo cual
se dice en Extra, De celebratione missarum, cap. 7: De
hominez: Aunque peque gravemente quien, teniendo conciencia de pecado
y, juzgándose indigno, se acerca a comulgar, pecaría más gravemente
quien de manera fraudulenta osase simular el sacramento.
3. Esos decretos han sido
abrogados por documentos emanados de los romanos Pontífices en sentido
contrario. Dice, efectivamente, el papa Esteban: Los sagrados cánones no permiten arrancar una confesión valiéndose de
la prueba del hierro candente o del agua hirviendo. En nuestro derecho
hemos de juzgar los delitos, admitidos por confesión espontánea o
hechos públicos por la acreditación de testigos. Esos delitos ocultos o
ignotos han de ser relegados a quien conoce el corazón de los hijos de
los hombres. Y las mismas normas se encuentran en Extra, De
purgationibus, cap. 8: Ex tuarumz. En todos estos casos,
efectivamente, parece que se tienta a Dios, por lo que no se puede
hacer sin pecado. Y más grave sería, al parecer, que en este
sacramento, instituido como remedio de salvación, alguien encontrase
un juicio de muerte. Por eso, en ningún caso debe darse este
sacramento a nadie que sea sospechoso de crimen como medio de
inquisición.
Artículo 7:
¿Impide recibir el cuerpo de Cristo la polución nocturna?
lat
Objeciones por las que parece que la polución nocturna no impide
recibir el cuerpo de Cristo.
1. A nadie le está prohibida la recepción del cuerpo de Cristo si no
es porque está en pecado. Dice, en efecto, San Agustín en XII Super
Gen. ad Litt.: La imagen que se produce en la
mente de quien habla se hace tan viva en la visión del que sueña, que
no se distingue entre la cópula carnal soñada y la verdadera. La carne
se excita, y, a tal excitación, sigue lo que suele seguir. Todo esto
acaece tan sin pecado como sin pecado se cuenta al despertar, aunque
para decirlo tenga que pensarse en ello. Luego la polución
nocturna no impide que el hombre reciba el sacramento.
2. Dice San Gregorio en su carta Ad Augustinum episcopum
anglorum: Si alguien se llega a su mujer no por el deseo del placer,
sino solamente por la procreación de los hijos, debemos dejarle libre
para que su conciencia juzgue si es digno de entrar en la Iglesia o de
recibir el misterio del cuerpo del Señor, porque no debemos prohibir
que lo reciba quien, estando en contacto con el fuego, no tiene
conciencia de quemarse. Por donde se ve que la polución carnal,
aun durante la vigilia, si tiene lugar sin pecado, no es obstáculo
para que el hombre reciba el cuerpo de Cristo. Luego mucho menos será
obstáculo la polución nocturna del que duerme.
3. La polución nocturna parece que comporta solamente una
inmundicia corporal. Pero otras inmundicias corporales que impedían
—según la ley-la entrada al santuario (Lev 12 y 15), en la nueva ley
no impiden la recepción del cuerpo de Cristo, como es el caso de la
mujer puérpera, menstruante o que padece flujo de sangre, como
recuerda San Gregorio a San Agustín, obispo de los
anglos. Luego parece que la polución nocturna tampoco
impide al hombre la recepción de este sacramento.
4. El pecado venial no impide al hombre recibir este
sacramento, ni tampoco el pecado mortal después de la penitencia. Pero
aun en el caso de que la polución nocturna proviniese de un pecado
precedente, o de crápula, o de malos pensamientos, este pecado la
mayor parte de las veces es venial, y si eventualmente fuese mortal,
puede suceder que a la mañana siguiente uno se arrepienta y se
confiese. Luego parece que no impide recibir este sacramento.
5. Es más grave el pecado de homicidio que el de
fornicación. Pero si uno sueña por la noche que ha cometido un
homicidio, un robo o cualquier otro pecado, no es obstáculo para que
reciba el cuerpo de Cristo. Luego parece que mucho menos una
fornicación soñada, seguida de polución, sea impedimento para recibir
este sacramento.
En cambio se dice en Lev 15,16: El varón que haya tenido emisión
de esperma será inmundo hasta la tarde. Pero el inmundo no tiene
acceso libre a los sacramentos. Luego parece que la polución nocturna
impide la recepción de éste, que es el máximo sacramento.
Respondo: Acerca de la polución nocturna hay
que afirmar dos cosas. Una, por razón de la cual el hombre queda
impedido necesariamente de recibir este sacramento. Otra, por razón de
la cual el hombre queda impedido no necesariamente, sino por una
cierta congruencia, de recibir este sacramento.
Necesariamente impide al hombre recibir este sacramento sólo el
pecado mortal. Y aunque la polución nocturna, considerada en sí misma,
no puede ser pecado mortal, no obstante, por razón de la causa, tiene,
a veces, conexión con el pecado mortal. Por lo que es preciso
considerar la causa de la polución nocturna. Algunas veces proviene de
una causa espiritual exterior, como los demonios, quienes, como se
dijo en la Primera Parte (q.111 a.3), pueden influir en la
fantasía y suscitar imágenes, de las que se sigue en ocasiones la
polución. En otras ocasiones, la polución proviene de una causa
intrínseca espiritual, como los pensamientos precedentes. Y otras
veces proviene de una causa intrínseca corporal, como es la
sobreabundancia de semen, la debilidad de la naturaleza, el exceso de
comida o el exceso de bebida. Pues bien, cada una de estas tres causas
puede darse sin pecado, con pecado venial o con pecado mortal. Y si se
da sin pecado o con pecado venial, no impide necesariamente la
comunión eucarística, de tal manera que el hombre, acercándose a ese
sacramento, sea reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1 Cor
11,21). Pero si se da con pecado mortal, sí que impide
necesariamente la recepción de este sacramento.
La sugestión del demonio proviene, a veces, de la negligencia en
disponerse para la devoción, una negligencia que puede ser pecado
mortal o venial. Algunas veces, sin embargo, proviene de la sola
malicia del demonio, interesado en impedir que el hombre reciba este
sacramento. Por lo que se lee en Collationibus Patrum que, padeciendo un monje polución siempre en coincidencia con las fiestas en que comulgaba, los más ancianos, dándose cuenta de que él no tenía ninguna responsabilidad en la cosa, decidieron que por eso no se abstuviera de la comunión, y así cesó la sugestión del demonio.
Del mismo modo, también los pensamientos precedentes lascivos
pudieran tenerse sin ningún pecado, como, por ej., cuando uno se ve
obligado a tenerlos por motivos de estudio o de controversia. Y si
esto se hace sin concupiscencia ni complacencia, ésos no serán
pensamientos inmundos, sino honestos, de los que, no obstante, puede
seguirse la polución, como se ve por el texto antes citado de San
Agustín. Algunas veces, sin embargo, los pensamientos
precedentes tienen lugar con concupiscencia y complacencia. Pues bien,
si en este caso hay consentimiento, hay pecado mortal, pero si no lo
hay, será venial.
Igualmente, la causa corporal algunas veces se da sin pecado, como
sucede, por ej., con la debilidad de la naturaleza, por la que, aun
durante la vigilia y sin pecado, algunos padecen flujo seminal; o
también cuando proviene de la abundancia de semen: de la misma manera
que se da una sobreabundancia de sangre sin pecado, así también se da
una sobreabundancia de semen, la cual, según el Filósofo, depende de la sobreabundancia de la sangre. En otras ocasiones, sin embargo, esta causa corporal se da con pecado, como cuando la cosa depende, por ej., de un exceso en la comida o en la bebida. Y esto, a su vez, puede ser también pecado venial o mortal, si bien el pecado mortal se da con más frecuencia en los pensamientos torpes, por la facilidad de consentir, que en el curso de la comida y la bebida. Por eso San Gregorio, escribiendo a San Agustín, obispo de los anglos, dice que uno se debe abstener de la comunión cuando la polución proviene de pensamientos lascivos, pero no cuando proviene del exceso de comer y beber, muy especialmente si se hace con necesidad.
Por consiguiente, se ha de tener en cuenta la causa de la polución,
para juzgar si la polución nocturna impide necesariamente recibir el
sacramento.
Por razón de una cierta congruencia, la polución nocturna impide la
recepción de este sacramento por dos cosas. La primera, que siempre
acompaña, es una cierta suciedad corporal, con la que, por respeto al
sacramento, no es decente acercarse al altar, como lo demuestra el
hecho de que quien quiere tocar algo sagrado primeramente se lava las
manos, a no ser que dicha inmundicia sea perpetua o constante, como es
la lepra o la hemorragia o algo parecido. La segunda es la divagación
mental que sigue a la polución nocturna, sobre todo cuando acontece
con imaginaciones obscenas.
Con todo, este argumento, tomado de la congruencia, puede posponerse
a razones de necesidad, conforme a lo que dice San
Gregorio: Cuando lo exija la fiesta del día o haya
que ejercer un ministerio porque falta un sacerdote, la necesidad se
impone.
A las objeciones:
1. Nadie está necesariamente
impedido de recibir este sacramento si no es por estar en pecado
mortal. Pero, por una cierta congruencia, como se acaba de decir (c.),
sí son varias las causas que a uno se lo pueden impedir.
2. El coito conyugal, cuando se
realiza sin pecado, por ejemplo para engendrar prole o para cumplir
con el débito, no impide la comunión eucarística más que en la medida
en que la impida, como se acaba de decir, la polución nocturna
tenida sin pecado, o sea, por inmundicia corporal y por distracción de
la mente. Por cuya razón dice San Jerónimo en Super
Mt.: Si no podían comer los panes de la
proposición quienes habían tenido contacto con sus mujeres, cuánto
menos podrá ser violado y tocado el pan que ha descendido del cielo,
por los que poco antes han estado unidos en abrazos conyugales. Y no
es que condenemos el matrimonio, sino que debemos
abstenernos de las obras de la carne en el tiempo en que nos
disponemos para comer la carne del cordero. Pero como esto se ha
de entender por razones de congruencia, y no de necesidad, dice San
Gregorio que a cada cual se le deje con su
criterio. Mas si en el acto prevalece el deleite, y no el amor de
la procreación, como ahí mismo añade San Gregorio, entonces debe
prohibirse el acceso a este sacramento.
3. Como afirma San Gregorio en la
carta anteriormente citada Ad Augustinum anglorum episcopum, en el Antiguo Testamento algunos eran
declarados impuros de modo figurativo, y el pueblo de la nueva alianza
lo entendió de modo espiritual. Por lo que estas inmundicias
corporales, si son perpetuas o continuas, no impiden la recepción de
este sacramento de salvación, como impedían el acceso a los
sacramentos figurativos. Pero si son pasajeras, como las inmundicias
de la polución nocturna, impiden la comunión por una cierta
congruencia en el día en que ha tenido lugar la polución. Por eso se
lee en Dt 23,10-11: Si hubiese entre vosotros un hombre que haya
tenido polución durante el sueño, que salga del campamento y no vuelva
basta la tarde, después de haberse lavado con agua.
4. Aunque la contrición y la
confesión borren el reato de la culpa, no desaparecen, sin embargo, la
inmundicia corporal y la distracción de la mente que acompañan a la
polución.
5. El sueño de un homicidio no
comporta una impureza corporal ni proporciona tanta distracción de la
mente como un sueño fornicario, dada la intensidad del placer. Pero si
el sueño de un homicidio tiene como causa un pecado, especialmente
mortal, sí que impide la recepción de este sacramento en razón de su
causa.
Artículo 8:
La comida y la bebida tomadas anteriormente, ¿impiden la recepción de
este sacramento?
lat
Objeciones por las que parece que la comida o la bebida, tomadas
anteriormente, no impiden la recepción del sacramento.
1. Este sacramento fue instituido por el Señor en la cena. Pero el
Señor se lo dio a los discípulos después de la cena, como se
dice en Lc 22,20 y en 1 Cor 11,25. Luego parece que también nosotros
deberíamos tomar este sacramento después de tomar otros
alimentos.
2. En 1 Cor 11,33-34 se dice lo siguiente: Cuando os
reunís para comer, o sea, el cuerpo del Señor, esperaos unos a
otros. Pero si alguno tiene hambre, que coma en su casa. De lo
cual se deduce que, después de haber comido en su casa, uno puede
recibir en la Iglesia el cuerpo de Cristo.
3. Se lee en el Concilio de Cartago, y que se encuentra en De Consecr. dist.1: El sacramento del altar debe celebrarse en ayunas, excepto el día
aniversario en que se celebra la cena del Señor. Luego, al menos
ese día, se puede recibir el cuerpo de Cristo después de tomar otros
alimentos.
4. Tomar agua o medicina u otra comida o bebida en
insignificante cantidad, o un resto de comida quedado en la boca, ni
quebranta el ayuno eclesiástico ni hace desaparecer la sobriedad
requerida para recibir este sacramento. Luego ninguna de estas cosas
impide la recepción de este sacramento.
5. Algunos comen o beben bien entrada la noche, y, habiendo
pasado, tal vez, una noche de insomnio, por la mañana temprano reciben
los sagrados misterios sin haber hecho todavía la digestión. Pues
bien, quedaría a salvo mejor la sobriedad requerida si estas personas
comiesen un poco por la mañana temprano y comulgasen después sobre las
tres de la tarde, teniendo en cuenta que, a veces, la distancia de
tiempo es mayor. Luego parece que una comida así no impediría recibir
este sacramento.
6. No se debe menor respeto a este sacramento antes que
después de haberlo recibido. Pero, una vez recibido, se puede comer y
beber. Luego también antes de recibirlo.
Contra esto: dice San Agustín en su libro Responsionum adjanuarium: Plugo al Espíritu Santo que, como honor a un sacramento tan grande,
entrase en la boca de un cristiano el cuerpo del Señor antes que
cualquier otro alimento.
Respondo: Una cosa puede impedir la recepción
de este sacramento de dos maneras. Una, por su misma
naturaleza, como es el pecado mortal, que está en oposición con el
significado de este sacramento, como se ha dicho antes (
a.4). Otra,
por la prohibición de la Iglesia. Y la Iglesia prohibe recibir este
sacramento después de haber comido o bebido por tres razones.
Primera,
por respeto a este sacramento, según dice San
Agustín, para que entre en la boca del hombre antes
que ésta se contamine con la comida o la bebida. Segunda, por su
significado, dando a entender que Cristo, que es la realidad contenida
en este sacramento, y su caridad deben fundamentarse en primer lugar
en nuestros corazones, según aquello de Mt 6,33:
Buscad ante todo
el reino de Dios. Tercera, para evitar el peligro del vómito y de
la embriaguez, cosas que a veces suceden por no comer los hombres con
moderación, según la observación del Apóstol en 1 Cor 11,21:
Mientras que uno pasa hambre, el otro se emborracha.
Quedan exceptuados, sin embargo, de esta regla general los enfermos,
a los que se ha de dar la comunión seguidamente, incluso después de la
comida, cuando su vida corre peligro, para que no mueran sin la
comunión, porque la necesidad no tiene leyes. De ahí que se
diga en De Consecr. dist.II: Que el
presbítero dé la comunión seguidamente al enfermo, para que no muera
sin comulgar.
A las objeciones:
1. Como manifiesta San Agustín en
el mismo libro: El hecho de que el Señor les diese la eucaristía
después de la cena no quiere decir que los hermanos deban reunirse
para recibir este sacramento después de haber comido o cenado, o que
deban mezclarlo con la comida ordinaria, como lo hacían aquellos a
quienes el Apóstol desaprueba y condena. Porque el Salvador, para
encarecer la importancia de este misterio, quiso grabarlo en el
corazón y en la memoria de los discípulos en último lugar. Pero no
mandó que en adelante se guardase ese orden, sino que dejó esta
decisión en manos de los Apóstoles, por quienes había de organizar las
Iglesias.
2. Ese texto de San Pablo lo
explica la Glosa de la manera siguiente: Si
alguno tiene tanta hambre que no quiere esperar a los demás, que coma
en su casa sus propios alimentos, o sea, que se alimente de pan
terreno, y no tome después la eucaristía.
3. Esa norma se refiere a la
costumbre que en algún tiempo se observaba en algún sitio, según la
cual se recibía el cuerpo de Cristo sin estar en ayunas en el día en
que se conmemoraba la cena del Señor. Pero esa misma norma ya ha sido
abrogada. Porque, como dice San Agustín en el libro anteriormente
citado, en todo el mundo se ha introducido este
uso, es decir, de recibir el cuerpo de Cristo en
ayunas.
4. Como ya se demostró en la
Segunda Parte (
q.147 a.6 ad 2), hay dos clases de ayuno: el
primero es un ayuno natural, que lleva consigo la exclusión de todo lo
que pueda tomarse como comida o bebida. Y este ayuno es el que se
requiere para recibir este sacramento, según lo dicho (c.). Y por eso
no se permite recibirlo después de tomar agua, comida, bebida o
medicina ni siquiera en pequeña cantidad. Y no importa el hecho de que
las cosas que se toman alimenten o no alimenten, o que se tomen solas
o con otra cosa más, mientras se tomen como alimento o bebida. Sin
embargo, los restos de comida que quedan en la boca, en el caso de que
se ingieran, no impiden la recepción de este sacramento, pues no se
ingieren como comida, sino como saliva. Y dígase lo mismo acerca de
los restos de agua o de vino con los que uno se enjuaga la boca,
mientras no se ingieran en cantidad apreciable, sino mezclados con la
saliva, lo cual es imposible evitar.
El otro es el ayuno eclesiástico, instituido para mortificación de la
carne. Y este ayuno no se quebranta con las cosas que acabamos de
decir porque no son nutritivas, y se toman sólo para favorecer la
digestión.
5. Cuando se afirma:
Este
sacramento ha de entrar en la boca del cristiano antes que otro
alimento, no se ha de entender en absoluto y
respecto de todo tiempo. De otra manera, el que comiese y bebiese una
vez, nunca podría recibir ya este sacramento. La frase debe entenderse
dentro del mismo día. Y, aunque el principio del día sea distinto para
unos y otros pueblos —para unos es el mediodía; para otros, el ocaso;
para otros, la medianoche; para otros, la salida del sol—, la
Iglesia, sin embargo, siguiendo el uso romano, lo hace
coincidir con la medianoche. Por tanto, si después de la medianoche
uno tomase como alimento algo de comida o bebida, no
podría recibir este sacramento en el mismo día. Pero sí que podría si
lo tomase antes de la medianoche.
Y no importa, en lo que concierne al precepto, que, después de haber
comido o bebido, uno haya dormido y hecho la digestión. Pero sí que
importa la perturbación mental que algunos hombres padecen a causa del
insomnio o de la indigestión. Por lo que si la perturbación es muy
notoria, el hombre se incapacita para recibir el sacramento.
6. En el momento de recibir este
sacramento se requiere la máxima devoción, porque es entonces cuando
se recibe el efecto del sacramento. Ahora bien, esta devoción es
obstaculizada más por cuanto precede a la comunión que por lo que
sigue. Y ésta es la razón de que se haya establecido que los hombres
ayunen antes de la comunión mejor que después. Sin embargo, debe
existir un intervalo de tiempo entre la comunión y la ingestión de
otros alimentos. Por eso se dice en la misa la oración de acción de
gracias después de la comunión, y los que comulgan dicen sus oraciones
privadas.
Sin embargo, se estableció en los antiguos cánones por el papa
Clemente, y que se encuentra en De Consecr.
dist.II, que si se recibe la porción del Señor por
la mañana temprano, los ministros que la recibieren deben ayunar hasta
la hora sexta. Y si la reciben en la tercia o cuarta hora, que ayunen
hasta la hora de vísperas. Antiguamente, no obstante, era más rara
la celebración de la misa, y se hacía con mayor preparación. Pero
ahora, por tener que celebrar con más frecuencia los sagrados
misterios, no es fácil observar la antigua disciplina. Por eso ha
quedado abrogada por la costumbre contraria.
Artículo 9:
¿Deben recibir este sacramento los que no tienen uso de
razón?
lat
Objeciones por las que parece que no deben recibir este sacramento
los que no tienen uso de razón.
1. Para acercarse uno a este sacramento se requiere la devoción y
haberse examinado a sí mismo, de acuerdo con el texto de 1 Cor
11,28: Examínese el hombre a sí mismo y coma entonces de este pan y
beba de este cáliz. Pero esto no pueden hacerlo los que no tienen
uso de razón. Luego a éstos no se les debe dar este
sacramento.
2. Entre los que no tienen uso de razón se encuentran los
obsesos, llamados también energúmenos. Pero a éstos se les priva,
incluso, de mirar este sacramento, según atestigua Dionisio en su
libro De Eccl. Hier.. Luego a los que carecen
del uso de la razón no se les puede dar este sacramento.
3. Entre los que carecen del uso de la razón parece que
los niños son los más inocentes. Pero a los niños no se les da este
sacramento. Luego mucho menos a otros que carecen del uso de la
razón.
Contra esto: se lee en el Concilio de Orange, y
que se encuentra en Decretis XXVI q.6: Debe
darse a los dementes todo lo que se orienta a la piedad. Por eso
se les ha de dar la eucaristía, que es sacramento de la
piedad.
Respondo: Hay dos modos de no tener uso de
razón. Uno, porque se tiene débil el uso de la razón, como de quien ve
mal se dice que no ve. Y puesto que éstos pueden percibir una cierta
devoción hacia la eucaristía, no se les ha de negar. Otro, el de
aquellos que carecen totalmente del uso de la razón, o porque nunca
tuvieron uso de razón, sino que están así desde su nacimiento —en
cuyo caso a éstos no se les puede dar la eucaristía, porque nunca se
ha despertado en ellos la devoción a este sacramento—, o no siempre
carecieron de la razón. Pues bien, si éstos, anteriormente, cuando se
encontraban en estado de lucidez, dieron signos de devoción a este
sacramento, debe dárseles la eucaristía en el trance de la muerte, a
no ser que se tema un acceso de vómito o de expectoración. Por lo que
se lee en el Concilio IV de Cartago, y que se
encuentra en Decretis XXVI q.6: El enfermo
que pide la penitencia, si, acaso, mientras llega el sacerdote a quien
llamó, vencido por la enfermedad, perdiese el habla y la razón, den
testimonio quienes le oyeron, y reciba la penitencia, y si se teme su
muerte, reconcilíesele con la imposición de las manos
e introdúzcasele en la boca la eucaristía.
A las objeciones:
1. Entre los que carecen del uso de
la razón, unos pueden tener devoción actual al sacramento de la
eucaristía; otros pueden haberla tenido en el pasado.
2. Dionisio habla así de los
energúmenos no bautizados todavía, de quienes no ha desaparecido aún
el poder del demonio, presente todavía en ellos por el pecado
original. Pero los bautizados, que son vejados corporalmente por los
espíritus inmundos, están en el mismo caso que los demás dementes. Por
lo cual Casiano dice: No recordamos que nuestros
mayores hayan negado nunca la comunión sacrosanta a éstos, o sea,
a los vejados por los espíritus inmundos.
3. Los niños recién nacidos se
encuentran en la misma situación de los dementes que nunca tuvieron
uso de razón. Por eso no se les han de dar los sagrados misterios,
aunque algunos griegos hagan lo contrario, por decir Dionisio, en
II
De Eccl. Hier., que a los bautizados se les
ha de dar la sagrada comunión, por no entender que Dionisio ahí
hablaba de los adultos. Pero no por esta recusación sufre detrimento
la vida de los niños. Es cierto que el Señor dice en Jn 6,54:
Si no
comiereis la carne del Hijo del hombre y no bebiereis su sangre, no
tendréis vida en vosotros. Pero dice San Agustín escribiendo a
Bonifacio:
Cada uno de los fieles se hace
partícipe, o sea, espiritualmente,
del cuerpo y de la sangre
del Señor, cuando en el bautismo se convirtió en miembro de
Cristo.
Pero cuando los niños comienzan a tener algún uso de razón, de tal
manera que puedan concebir devoción a este sacramento, entonces se les
puede dar la eucaristía.
Artículo 10:
¿Está permitido recibir diariamente este sacramento?
lat
Objeciones por las que parece que no está permitido recibir
diariamente este sacramento.
1. Este sacramento, lo mismo que el bautismo, representa la pasión
del Señor. Pero no está permitido bautizar varias veces, sino
solamente una, porque Cristo, como se dice en 1 Pe 3,18, murió por nuestros pecados una sola vez. Luego parece que no está
permitido recibir este sacramento diariamente.
2. La verdad debe corresponder a la figura. Pero el cordero
pascual, que fue la figura principal de este sacramento, como se dijo
ya (
q.73 a.6), no se comía más que una vez al año. Y la Iglesia misma
celebra la pasión de Cristo, de la que este sacramento es memorial,
una vez al año. Luego parece que no está permitido recibir este
sacramento diariamente, sino una vez al año.
3. A este sacramento, en que Cristo está contenido por
entero, se le debe la máxima reverencia. Ahora bien, pertenece a la
reverencia el que uno se abstenga de este sacramento, por lo que el
Centurión es alabado cuando dijo, según Mt 8,8: Señor, no soy digno
de que entres en mi casa; e, igualmente, Pedro cuando dijo, según
Lc 5,8: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Luego
no es laudable que el hombre reciba este sacramento todos los
días.
4. Si fuese cosa laudable recibir frecuentemente este
sacramento, cuanto más frecuentemente se reciba, tanto más laudable
será. Pero la frecuencia sería mayor si se recibiera varias veces al
día. Luego sería de alabar quien comulgase varias veces al día. Pero
esto no lo admite la costumbre de la Iglesia. Luego no parece que sea
de alabar el que uno reciba diariamente este sacramento.
5. La Iglesia busca con sus leyes la utilidad de los
fieles. Pero las leyes de la Iglesia obligan a comulgar una sola vez
al año, por lo que se dice en los Cánones, De
Poenit. et Remiss.: Todo fiel, de uno y otro sexo, reciba con
reverencia el sacramento de la eucaristía por lo menos en Pascua, a no
ser que, por consejo del sacerdote o por una causa razonable, se
creyera oportuno abstenerse de ella temporalmente. Por tanto, no
es laudable recibir este sacramento todos los días.
Contra esto: dice San Agustín en su libro De Verbis Domini: Este es el pan cotidiano, recibe diariamente lo que
diariamente te aprovecha.
Respondo: En el uso de este sacramento pueden
considerarse dos cosas. Una, por parte del sacramento mismo, cuya
virtud es saludable para los hombres, por lo que es útil acercarse a
él diariamente para recibir diariamente su fruto. Por eso dice San
Ambrosio en su libro De Sacramentis: Si cada
vez que se derrama la sangre de Cristo, se derrama para la remisión de
los pecados, yo, que peco continuamente, debo recibirla siempre,
siempre debo recibir la medicina. Otra, por parte de quien lo
recibe, del cual se requiere que se acerque a este sacramento con gran
devoción y reverencia. Por lo que si uno se encuentra preparado para
recibirle todos los días, es laudable que diariamente lo reciba. Por
eso San Agustín, después de decir: Recibe lo que
diariamente te aprovecha, añade: Vive de tal suerte que
merezcas recibirlo todos los días. Pero, como en muchos hombres se
presentan muchos obstáculos para esta devoción en muchas ocasiones,
por indisposición del cuerpo o del alma, no es provechoso para todos
los hombres acercarse todos los días a este sacramento, sino cuantas
veces se encuentre uno preparado para ello. Por eso se dice en el
libro De ecclesiasticis dogmatibus: Ni alabo
ni vitupero el recibir todos los días la comunión de la eucaristía.
A las objeciones:
1. Por el sacramento del bautismo
el hombre se configura a la muerte de Cristo recibiendo su carácter.
Por lo tanto, como Cristo
murió una sola vez una sola vez
también debe bautizarse el hombre. Pero en este sacramento no se
recibe el carácter de Cristo, sino al mismo Cristo, cuyo poder
permanece eternamente. Y así se dice en Heb 10,14:
Con una sola
oblación ha llevado a la perfección para siempre a los
santificados. Y como el hombre tiene necesidad todos los días de
la virtud salvífica de Cristo, puede recibir laudablemente este
sacramento todos los días.
Y, puesto que el bautismo es principalmente una regeneración
espiritual, de la misma manera que el hombre nace carnalmente una sola
vez, así también espiritualmente debe renacer con el bautismo una sola
vez, tal y como lo dice San Agustín comentando el texto
de Jn 3,4: Cómo puede el hombre nacer siendo viejo. Pero este
sacramento es una comida espiritual. Por lo que, de la misma manera
que se toma el alimento corporal todos los días, así también es
laudable recibir este sacramento todos los días. Por eso el Señor nos
enseña a pedir en Lc 11,3: Danos hoy nuestro pan de cada día,
para lo cual San Agustín, en su libro De Verbis
Domini, tiene el siguiente comentario: Si le
recibes, o sea, este sacramento, cada día, cada día es para ti
hoy, cada día Cristo resucita para ti, pues es hoy cuando Cristo
resucita.
2. El cordero pascual fue la
figura principal de la eucaristía en cuanto a la pasión de Cristo,
representada por este sacramento. Por eso se comía una sola vez al
año, porque Cristo ha muerto una sola vez (1 Pe 3,18). Y, por
eso, también la Iglesia celebra la memoria de la pasión de Cristo una
sola vez al año. Pero en este sacramento se nos da el memorial de la
pasión de Cristo en forma de comida, la cual se toma todos los días.
Por tanto, en este aspecto está mejor prefigurado por el maná que se
daba todos los días al pueblo en el desierto (Ex 16,12).
3. La reverencia hacia este
sacramento lleva el temor unido al amor. Por eso el temor reverencial
a Dios se llama temor filial, como se dijo en la Segunda
Parte. De hecho, del amor nace el deseo de
recibirle, mientras que del temor surge la humildad de reverenciarlo.
Por consiguiente, ambas cosas pertenecen a la reverencia de este
sacramento: el recibirle todos los días y el abstenerse de él alguna
vez. Por eso dice San Agustín: Si alguno dice que
no hay que recibir diariamente la eucaristía, y otro afirma que se
la ha de recibir todos los días, que cada uno obre según lo que su
buena fe le aconseje. Porque no litigaron entre sí Zaqueo y el
Centurión, recibiendo uno guasamente al Señor, y diciendo el atrojo no
soy digno de que entres en mi morada. Uno y otro honraron al Señor,
aunque cada cual a su manera. Con todo, el amor y la esperanza, a
los cuales nos llama la Escritura, son preferibles al temor.
Por eso al decir Pedro: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre
pecador, Jesús le respondió: No temas.
4. Porque el Señor afirme: Danos
hoy nuestro pan de cada día (Lc 11,3), no hay que comulgar varias
veces al día. Comulgando una sola vez al día se representa la unidad
de la pasión de Cristo.
5. De acuerdo con las diversas
situaciones, la Iglesia ha establecido diversas normas. Porque en la
Iglesia primitiva, cuando más fuerte era el fervor de la fe cristiana,
se estableció que los fieles comulgaran diariamente. Y así dice el
papa Anacleto: Realizada la consagración, comulguen
todos los que no quieran mantenerse fuera de la Iglesia. Pues así lo
establecieron los Apóstoles, y así lo observa la santa Iglesia
romana. Pero, mermado con el tiempo el fervor de la fe, el papa
Fabián permitió que todos comulgasen, si no tan
frecuentemente, al menos tres veces al año, a saber, en Pascua,
en Pentecostés y en la Natividad del Señor. El papa
Otero dice que también se ha de comulgar en la Cena
del Señor, tal y como se dispone en Decretis, De Consecr.
dist.II. Pero después, al crecer cada vez más la
iniquidad y enfriarse la caridad de la mayoría (Mt 24,12),
Inocencio III determinó que los fieles comulgasen
una vez al año al menos, o sea, en tiempo de Pascua. Sin
embargo, en el libro De ecclesiasticis dogmatibus
se aconseja que se comulgue todos los
domingos.
Artículo 11:
¿Está permitido abstenerse por completo de la comunión?
lat
Objeciones por las que parece que está permitido abstenerse por
completo de la comunión.
1. El Centurión es alabado por decir, según Mt 8,8:
Señor,yo no
soy digno de que entres en mi casa. Y con él se compara a quien
cree que debe abstenerse de la comunión, como acabamos de decir (
a.10 ad 3). Ahora bien, como en ninguna parte se lee que Cristo haya
entrado en su casa, parece que a uno le pueda estar permitido
abstenerse de la comunión durante toda la vida.
2. A cualquiera le está permitido abstenerse de lo que no es
necesario para la salvación. Pero este sacramento no es necesario para
la salvación, como se dijo (
q.73 a.3). Luego es lícito abstenerse de
la comunión de por vida.
3. Los pecadores no están obligados a comulgar, por lo que
el papa Fabián, al decir que todos comulguen tres
veces al año, añadió: a no ser que uno esté impedido por
delitos graves. Luego, si los que no están en pecado tienen la
obligación de comulgar, parece que los pecadores se encuentran en
condiciones más favorables que los justos, lo cual no es razonable.
Por tanto, parece que también a los justos les está permitido dejar de
comulgar.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,54: Si no comiereis la carne del
Hijo del hombre y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en
vosotros.
Respondo: Como se ha manifestado antes (
a.1),
hay dos modos de recibir este sacramento: uno espiritual y otro
sacramental. Ahora bien, es claro que todos están obligados a
recibirlo al menos espiritualmente, porque esto es incorporarse a
Cristo, según las explicaciones dadas (
a.9 ad 3;
q.73 a.3 ad 1). Pero
la comunión espiritual incluye el voto o deseo de recibir este
sacramento, como se ha dicho ya (
a.1 ad 3;
a.2). Por tanto, sin el
deseo de recibirlo no puede salvarse el hombre. Pero un deseo sería
vano si no se cumpliese cuando se presenta la oportunidad de ello. Por
consiguiente, es claro que hay obligación de recibirlo, no sólo porque
lo manda la Iglesia, sino también porque lo manda el Señor cuando dice
en Mt 26:
Haced esto en conmemoración mía. La
ley de la Iglesia no hace más que determinar los tiempos en que se
debe cumplir este precepto de Cristo.
A las objeciones:
1. Es verdadera humildad, comenta
San Gregorio en Pastoral, la que no se obstina en rechazar lo que
útilmente está mandado. No puede ser, por tanto, laudable humildad
la que se obstina en no comulgar, en contra del precepto de Cristo y
de la Iglesia. Porque al Centurión no se le había mandado que
recibiese a Cristo en su casa.
2. Se afirma que este
sacramento no es necesario, como el bautismo, para los niños, los
cuales pueden conseguir la salvación sin este sacramento, pero no sin
el bautismo. Pero en lo que se refiere a los adultos son necesarios
los dos.
3. Los pecadores sufren un gran
daño por el hecho de ser excluidos de este sacramento, por lo que no
puede decirse que se encuentren en condiciones más favorables. Y
aunque los que persisten en el pecado no queden excusados de incumplir
el precepto, quedan eximidos, sin embargo, de él los penitentes que,
como dice Inocencio III, se abstienen por consejo del
sacerdote.
Artículo 12:
¿Es lícito tomar el cuerpo de Cristo sin la sangre?
lat
Objeciones por las que parece que no es lícito tomar el cuerpo de
Cristo sin la sangre.
1. Dice el papa Gelasio, tal y como se contiene en De Consecr. dist.II: Nos hemos enterado de que
algunos, recibida solemnemente la porción del cuerpo sagrado, se
abstienen del cáliz de la sangre consagrada. Estos, conducidos, sin
duda, por quién sabe qué superstición, deben recibir íntegramente el
sacramento o abstenerse enteramente de él. Luego no está permitido
recibir el cuerpo de Cristo sin la sangre.
2. Como hemos visto ya (
q.73 a.2), a dar término cumplido a
este sacramento concurren el comer el cuerpo y el beber la sangre.
Luego si se toma el cuerpo sin la sangre, el sacramento quedará
incompleto, lo cual puede considerarse como un sacrilegio. Por eso
añade el papa Gelasio en el mismo lugar:
Porque la
división de un solo y único misterio no puede acontecer sin un enorme
sacrilegio.
3. Este sacramento se celebra, como se ha dicho
ya, en memoria de la pasión del Señor, y se recibe
para la salvación del alma. Pero la pasión de Cristo se representa
mejor con la sangre que con el cuerpo, además de que la sangre se
ofrece por la salvación del alma, como anteriormente se
dijo. Por tanto, habría que abstenerse más bien de
tomar el cuerpo que de tomar la sangre. Luego quienes se acercan a
este sacramento no deben tomar el cuerpo sin la sangre.
Contra esto: está el uso de muchas Iglesias en las que se da al que
comulga el cuerpo de Cristo sin la sangre.
Respondo: Acerca del uso de este sacramento
pueden considerarse dos cosas: una, por parte del mismo sacramento;
otra, por parte de quienes lo reciben. Por parte del sacramento es
conveniente que se reciban los dos elementos, o sea, el cuerpo y la
sangre, porque la integridad del sacramento implica el uno y el otro.
Y, por eso, porque pertenece al sacerdote consagrar y dar término
cumplido a este sacramento, nunca debe éste asumir el cuerpo sin la
sangre.
Ahora bien, por parte de quienes lo reciben se requiere una gran
reverencia y cautela para que no suceda nada que pueda ultrajar tan
gran misterio. Pues bien, esto podría acontecer principalmente en la
distribución de la sangre, ya que, si no se toman bien las
precauciones, podría fácilmente derramarse. Y, puesto que en el pueblo
cristiano hay ancianos, jóvenes y niños, algunos de los cuales no
tienen tanta discreción que utilicen siempre las necesarias cautelas
al recibir este sacramento, prudentemente en algunas Iglesias se tiene
la norma de no dar al pueblo la comunión con la sangre, y la asume
solamente el sacerdote.
A las objeciones:
1. El papa Gelasio habla
refiriéndose a los sacerdotes, quienes, de la misma manera que
consagran el sacramento por entero, así también deben asumirle por
entero. Porque, como se lee en el Concilio de Toledo: ¿Qué clase de sacrificio será aquel en el que ni siquiera el mismo sacrificador participa?
2. Este sacramento tiene término
cumplido no en el uso por parte de los fieles, sino en la consagración
de la materia. Por tanto, no queda incompleto por el hecho de que el
pueblo tome el cuerpo sin la sangre, con tal de que el sacerdote
consagrante asuma uno y otro elemento.
3. La representación de la pasión
del Señor se realiza en la misma consagración de este sacramento, en
la que no se puede consagrar el cuerpo sin la sangre. El pueblo, sin
embargo, puede recibir el cuerpo sin la sangre sin que por ello se
derive ningún inconveniente. Porque el sacerdote ofrece y asume la
sangre en nombre de todos, además de que, como queda dicho (
q.76 a.2),
Cristo está por entero bajo una y otra especie.