Suma teológica - Parte IIIa - Cuestión 43
Sobre los milagros realizados por Cristo en general
Viene a continuación el tema de los milagros hechos por Cristo. Primero, en general; segundo, en especial sobre cada uno de los géneros de milagros (q.44); tercero, en particular sobre su transfiguración (q.45).

Sobre lo primero se plantean cuatro problemas:

  1. ¿Debió Cristo hacer milagros?
  2. ¿Los hizo con poder divino?
  3. ¿Cuándo comenzó a hacer milagros?
  4. ¿Con los milagros quedó suficientemente demostrada su divinidad?
Artículo 1: ¿Debió Cristo hacer milagros? lat
Objeciones por las que parece que Cristo no debió hacer milagros.
1. Las obras de Cristo debieron estar acordes con sus palabras. Pero él mismo dijo: Esta generación malvada y adúltera reclama una señal, y no se le dará otra que la señal del profeta Jonás (Mt 16,4). Luego no debió hacer milagros.
2. Como Cristo, en su segunda venida, vendrá con gran poder y majestad, según se dice en Mt 24,30, así, en su primera venida, vino con flaqueza, conforme a las palabras de Is 53,3: Varón de dolores y que sabe de enfermedades. Ahora bien, la realización de milagros pertenece más al poder que a la flaqueza. Luego no fue conveniente que hiciera milagros en su primera venida.
3. Cristo vino a salvar a los hombres por la fe, según el pasaje de Heb 12,2: Puesta la mirada en el autor de la fe y consumador de la misma, Jesús. Pero los milagros disminuyen el mérito de la fe, por lo que, en Jn 4,48, dice el Señor: Si no veis señales y prodigios, no creéis. Luego da la impresión de que Cristo no debió hacer milagros.
Contra esto: está que sus enemigos, en Jn 11,47, se preguntan: ¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos milagros.
Respondo: Dios concede al hombre el poder de hacer milagros por dos motivos. Primero, y principalmente, para confirmar la verdad que uno enseña. Porque, al exceder las cosas de la fe la capacidad humana, no pueden probarse con razones humanas, sino que es necesario probarlas con argumentos del poder divino, a fin de que, haciendo uno las obras que solamente puede hacer Dios, crean que viene de Dios lo que se enseña; así como, cuando uno presenta una carta sellada con el sello del rey, se cree que el contenido de la misma ha emanado de la voluntad real.

Segundo, para mostrar la presencia de Dios en el hombre por la gracia del Espíritu Santo, de modo que, al realizar el hombre las obras de Dios, se crea que el propio Dios habita en él por la gracia. Por esto se dice en Gal 3,5: El que os otorga el Espíritu y obra milagros entre vosotros.

Y ambas cosas debían ser manifestadas a los hombres acerca de Cristo, a saber: Que Dios estaba en El por la gracia no de adopción sino de unión, y que su doctrina sobrenatural provenía de Dios. Y por estos motivos fue convenientísimo que hiciera milagros. Por lo cual dice El mismo en Jn 10,38: Si no queréis creerme a mí, creed a las obras. Y en Jn 5,26: Las obras que el Padre me ha concedido hacer, ellas dan testimonio de mí.

A las objeciones:
1. Las palabras: No se le dará otra que la señal del profeta Jonás (Mt 16,4), deben entenderse, como dice el Crisóstomo en el sentido de que entonces no recibieron la señal que deseaban, es decir, del cielo; pero no en el sentido de que no les hubiera dado ninguna señal. O porque hacía señales, no por causa de ellos, que sabía estaban petrificados, sino para purificar a otros. Y por eso las señales no se les daban a ésos, sino a otros.
2. Aunque Cristo vino en la debilidad de la carne, como lo manifiestan sus padecimientos, vino, sin embargo, con el poder de Dios (cf. 2 Cor 13,4), que había de manifestarse con los milagros.
3. Los milagros disminuyen el mérito de la fe en tanto en cuanto que por ellos se pone de manifiesto la dureza de quienes no quieren creer más que a base de milagros lo que prueban las Sagradas Escrituras. Y, sin embargo, es mejor para ellos que se conviertan a la fe, siquiera por los milagros, que permanecer totalmente en la infidelidad. En 1 Cor 14,22 se dice que los milagros se dan a los infieles, es a saber, para que se conviertan a la fe.
Artículo 2: ¿Hizo Cristo los milagros con poder divino? lat
Objeciones por las que parece que Cristo no hizo los milagros con poder divino.
1. El poder divino es omnipotente. Pero parece que Cristo no lo fue al hacer milagros, porque en Mc 6,5 se dice que no pudo alli —es decir, en su patria— hacer ningún milagro. Luego parece que no hacía los milagros con poder divino.
2. Orar no es propio de Dios. Pero Cristo oraba algunas veces para hacer los milagros, como se ve en la resurrección de Lázaro (Jn 11,41-42) y en la multiplicación de los panes (Mt 14,19). Luego da la impresión de que no hizo los milagros con poder divino.
3. Lo que se hace por virtud divina, no puede hacerse con el poder de criatura alguna. Pero las cosas que hacía Cristo podían ser hechas también con el poder de una criatura; por esto decían los fariseos que expulsaba a los demonios por Beelzebul, príncipe de los demonios (Lc 11,15). Luego parece que Cristo no hizo milagros de origen divino.
Contra esto: está lo que dice el Señor en Jn 14,10: El Padre, que permanece en mí, es el que realiza las obras.
Respondo: Como queda expuesto en la Primera Parte (q.110 a.4), los verdaderos milagros no pueden hacerse más que con el poder divino, porque sólo Dios es capaz de alterar el orden natural, requisito que pertenece a la noción de milagro. Por lo cual dice el papa León, en la Epístola ad Flavianum, que, habiendo en Cristo dos naturalezas, una de ellas, es a saber, la divina, es la que resplandece con los milagros; la otra, esto es, la humana, es la que cede al peso de las injurias; y, sin embargo, cada una de ellas obra en comunicación con la otra, en cuanto que la naturaleza humana es instrumento de la acción divina, y la acción humana recibe el poder de la naturaleza divina, como antes se ha explicado (q.19 a.1).
A las objeciones:
1. La frase No podía hacer allí ningún milagro (Mc 6,5), no debe relacionarse con el poder absoluto, sino con lo que es posible hacer de una manera congruente; y no era conveniente hacer milagros entre incrédulos. Por esto se añade (v.6): Y se maravillaba de su falta de fe. En este sentido se dice en Gen 18,17: No podría ocultar a Abrahán lo que voy a hacer; y en Gen 19,22: No podré hacer nada hasta que tú entres allí.
2. Como escribe el Crisóstomo, comentando el pasaje de Mt 14,19: Habiendo tomado los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo, los bendijo y los partió: Era preciso que se creyese que Cristo procede del Padre y que es igual a El y, por este motivo, para mostrar ambas cosas, unas veces hacía los milagros con su poder, y otras mediante la oración. En las cosas de poco relieve, por ejemplo la multiplicación de los panes, mira al cielo; y en las de mayor trascendencia, que sólo dependen de Dios, obra con su poder, v.gr. cuando perdonó los pecados, o resucitó a los muertos.

La expresión Levantó los ojos a lo alto (Jn 11,42), cuando la resurrección de Lázaro, no significa que lo hiciese por la necesidad de la recomendación, sino que lo hizo para nuestro ejemplo. Por eso dijo: Lo he dicho por el pueblo que me rodea, para que crean que tú me has enviado.

3. Cristo arrojaba a los demonios de forma distinta a como son expulsados por el poder del demonio. Porque, con el poder de los demonios más altos, los otros demonios son expulsados de los cuerpos de tal manera que continúa su dominio en cuanto al alma, porque el diablo no obra contra su propio imperio. En cambio, Cristo arrojaba los demonios no sólo de los cuerpos, sino mucho más de las almas. Y por estos motivos el Señor reprobó la blasfemia de los judíos, los cuales decían que El expulsaba a los demonios con el poder de los demonios (cf. Mt 12,24; Me 3,22; Lc 11,15): Primero, porque Satanás no se divide contra sí mismo. Segundo, por seguir el ejemplo de otros, que arrojaban a los demonios mediante el Espíritu de Dios. Tercero, porque él mismo no hubiera podido expulsar a los demonios de no haberlos vencido con el poder divino. Cuarto, porque no existía conformidad alguna entre El y Satanás, ni en las obras ni en las consecuencias, porque Satanás trataba de esparcir lo que Cristo recogía.
Artículo 3: ¿Comenzó Cristo a hacer milagros en las bodas, cambiando el agua en vino? lat
Objeciones por las que parece que Cristo no comenzó a hacer milagros en las bodas, cuando cambió el agua en vino (cf. Jn 2,1-11).
1. En el libro De infantia Salvatoris se lee que Cristo hizo muchos milagros siendo niño. Ahora bien, el milagro de la conversión del agua en vino, en las bodas, lo hizo cuando El tenía treinta o treinta y un años. Luego parece que no comenzó a hacer milagros en ese momento.
2. Cristo hacía los milagros con el poder divino. Pero tal poder estuvo en El desde el principio de su concepción, pues desde entonces fue Dios y hombre. Luego parece que hizo milagros desde el principio.
3. Cristo comenzó a reunir discípulos después del bautismo y la tentación, como se lee en Mt 4,18ss y Jn l,35ss. Ahora bien, los discípulos se le juntaron a causa de los milagros; como se dice en Le 5,4-11, llamó a Pedro cuando estaba sobrecogido de espanto por causa del milagro de la pesca milagrosa. Luego parece que hizo otros milagros antes del milagro de las bodas.
Contra esto: está que en Jn 2,11 se dice: Este fue el principio de los milagros de Jesús en Cana de Galilea.
Respondo: Cristo hizo los milagros para confirmar su doctrina y para dar a conocer el poder divino que había en El. Y por eso, en cuanto a lo primero, no debió hacer milagros antes de comenzar a predicar. Y no debió comenzar a predicar antes de la edad perfecta, como queda dicho al hablar de su bautismo (q.39 a.3).

En cuanto a lo segundo, debió dar a conocer su divinidad por medio de los milagros de tal modo que se creyese en la verdad de su humanidad. Y por este motivo, como dice el Crisóstomo In loann., oportunamente no comenzó a hacer milagros desde el principio de su vida, porque hubieran creído que la encarnación era una fantasía, y le hubieran crucificado antes del tiempo oportuno.

A las objeciones:
1. Como escribe el Crisóstomo In loann., comentando la frase de Juan Bautista —Yo he venido a bautizar con agua para que El sea manifestado a Israel (Jn 1,31)—, es evidente que esos milagros que algunos dicen haber hecho Cristo en su niñez son mentiras y ficciones. Si Cristo hubiera hecho milagros en sus primeros años, Juan no lo hubiera ignorado de ningún modo, ni la muchedumbre restante hubiera necesitado de un maestro que se lo manifestase.
2. El poder divino obraba en Cristo según era necesario para la salvación de los hombres, a causa de la cual se había encarnado. Y por eso hizo los milagros con el poder divino, de tal manera que no perjudicase a la fe en la verdad de su carne.
3. Redunda en elogio de los discípulos haber seguido a Cristo sin haberle visto hacer ningún milagro, como dice Gregorio en una Homilía''. Además, como escribe el Crisóstomo, era especialmente necesario hacer milagros cuando los discípulos ya estaban congregados y le eran adictos, y prestaban atención a las cosas que hacía. Por esto añade (el evangelista): Y creyeron en El sus discípulos; y no porque creyeron entonces por primera vez, sino porque entonces creyeron con mayor diligencia y más perfectamente. O, como explica Agustín en el libro De consensu evangelistarum, porque llama discípulos a los que habían de serlo en el futuro.
Artículo 4: ¿Los milagros hechos por Cristo fueron suficientes para mostrar su divinidad? lat
Objeciones por las que parece que los milagros hechos por Cristo no fueron suficientes para dar a conocer su divinidad.
1. Ser Dios y hombre es propio de Cristo. Pero los milagros hechos por Cristo fueron realizados también por otros. Luego parece que no fueron suficientes para dar a conocer su divinidad.
2. Nada existe mayor que el poder de la divinidad. Pero algunos hicieron mayores milagros que los de Cristo, pues en Jn 14,12 se dice: El que cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso mayores que éstas. Luego parece que los milagros hechos por Cristo no fueron suficientes para mostrar su divinidad.
3. Lo particular no es suficiente para demostrar lo universal. Ahora bien, cualquiera de los milagros de Cristo fue una obra particular. Luego por ninguno de ellos pudo manifestarse suficientemente la divinidad de Cristo, a la que compete tener poder universal sobre todos los milagros.
Contra esto: está que el Señor dice en Jn 5,36: Las obras que el Padre me ha encomendado hacer, ellas mismas dan testimonio de mí.
Respondo: Los milagros hechos por Cristo eran suficientes para dar a conocer su divinidad, por tres motivos: Primero, por la calidad de las obras, que superaban todo el alcance del poder creado y, en consecuencia, no podían ser hechas más que por el poder divino. Y por esta causa el ciego curado decía, en Jn 9,32-33: Jamás se ha oído que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.

Segundo, por el modo de hacer los milagros, puesto que los realizaba como con poder propio, y no orando, como los otros.

Por esto se dice en Lc 6,19 que salía de él una fuerza que sanaba a todos. Con lo cual se demuestra, como dice Cirilo, que no recibía ningún poder ajeno, sino que, al ser Dios por naturaleza, manifestaba su propia virtud sobre los enfermos. Y también por tal motivo hacía milagros innumerables. A lo mismo se debe que, comentando el pasaje de Mt 8,16 —Expulsaba con su palabra los espíritus, y curó a todos los enfermos —, diga el Crisóstomo: Fíjate en la multitud de curados que los Evangelistas pasan de corrida, sin hablar de cada uno de los curados, sino presentando en pocas palabras un piélago inefable de milagros. Y con esto quedaba demostrado que tenía un poder igual al de Dios Padre, según aquellas palabras de Jn 5,19: Lo que hace el Padre, eso también lo hace igualmente el Hijo; y a continuación (v.21): Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere.

Tercero, por la misma doctrina con la que se declaraba Dios, la cual, de no ser verdadera, no hubiera sido confirmada por milagros hechos con el poder divino. Y por esto se escribe en Mt 1,27: ¿Qué nueva doctrina es ésta? Porque manda con poder a los espíritus inmundos, y le obedecen.

A las objeciones:
1. Esta era la objeción de los gentiles. Por esto dice Agustín en la Epístola Ad Volusianum: Ninguno de esos indicios de una majestad tan grande queda claro, dicen, mediante los correspondientes milagros. Porque esa terrible purificación mediante la cual expulsaba a los demonios, esto es, la curación de los débiles, la vuelta de la vida a los muertos y otras semejantes, bien consideradas, son poca cosa para Dios. Y a esto responde Agustín: También nosotros confesamos que los profetas hicieron cosas semejantes. Pero el mismo Moisés y los demás profetas anunciaron al Señor Jesús y le tributaron gran gloria. El cual quiso hacer obras semejantes para que no resultase el absurdo de no hacer El por sí mismo lo que había hecho por medio de otros. Sin embargo, también El debió hacer algo propio (como fue): Nacer de una Virgen, resucitar de entre los muertos, subir a los cielos. El que piense que esto es poco para Dios, no sé qué más puede reclamar de El. ¿Acaso, después de haberse encarnado, debió crear un mundo diferente, afín de que creyésemos que fue El mismo quien creó el mundo presente? Pero, bajo este aspecto, no era posible hacer un mundo mayor ni tampoco igual a éste;y si lo hubiera hecho menor que éste, hubiera sido juzgado, de igual modo, como poca cosa.

Sin embargo, las cosas que otros realizaron, las hizo Cristo de modo más perfecto. Por lo que, comentando el pasaje de Jn 15,24 —si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro —, dice Agustín: Ninguna de las obras de Cristo parece ser mayor que la resurrección de los muertos, acción que sabemos haber hecho también los antiguos profetas. Sin embargo, Cristo hizo algunas cosas que ningún otro realizó. Pero se nos contesta que también otros hicieron cosas que ni El ni otro realizaron. No obstante, jamás se lee de ninguno de los antiguos que haya curado tantos vicios, tantos achaques y tantos sufrimientos con un poder tan excepcional. Y sin contar que, con su mandato, sanó a cuantos le eran presentados, en Mc 6,56 se dice: Dondequiera que entraba, en aldeas, pueblos o ciudades, colocaban a los enfermos en las placas y le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos lo tocaban, quedaban curados. Esto no lo hizo en ellos ningún otro. Y así hay que entender la expresión «en ellos»; no «entre ellos» o «en presencia de ellos», sino absolutamente «en ellos», porque a ellos los sanó. Y no lo hizo (así) ningún otro de los que hicieron en ellos tales obras, porque cualquier otro hombre que las haya hecho, lo hizo obrando El; en cambio, El hizo esas cosas sin el concurso de ellos.

2. Agustín, exponiendo ese texto de Jn 14,12, pregunta: ¿Cuáles son esas obras mayores, que habrán de hacer los que crean en El? ¿Acaso que, cuando éstos pasan, su sombra sana a los enfermos? Sin duda que es más sanar con la sombra que con la orla del manto. No obstante, cuando Cristo decía esto, hacía más estimables los hechos y las obras de sus palabras. Pues cuando dijo (Jn 14,10): «El Padre que permanece en mí es el que realiza las obras», ¿a qué obras se refería sino a las palabras que estaba pronunciando? Y el fruto de tales palabras era la fe de quienes le escuchaban. Sin embargo, cuando los discípulos anunciaron el Evangelio, no fueron tan pocos como ellos los que creyeron, sino que fueron naciones. ¿No es verdad que, habiéndose marchado triste de su presencia el rico aquel, lo que éste no hizo, oyendo a Cristo, lo hicieron, sin embargo, muchos cuando El hablaba por medio de sus discípulos? He aquí cómo hizo más cuando le predicaron los creyentes que cuando habló El a los oyentes.

Todavía se plantea esta dificultad: Las obras mayores aludidas las realizó por medio de los Apóstoles, y, en cambio, sin referirse sólo a ellos, añade: «El que cree en mí». Oye, pues: «El que cree en mí, hará también él las obras que yo hago». Primero las hago yo, después también las hará él, porque yo las hago para que las haga él. ¿Qué obras son éstas sino las de hacer un justo de un impío? Esto, ciertamente, lo realiza Cristo en él, pero no sin él. Yo diría sin duda de ninguna clase que esto es mayor que crear el cielo y la tierra, porque «el cielo y la tierra pasarán» (cf. Mt 24,35), pero la salvación y la justificación de los predestinados permanecerán. Pero los ángeles del cielo son obra de Cristo. ¿Hace acaso obras mayores que ésta el que coopera con Cristo para su justificación? Juzgue quien pueda si es mayor obra crear a los justos que justificar a los impíos. Ciertamente, si una y otra suponen igual poder, la última es obra de mayor misericordia.

Pero nada nos obliga a pensar que la frase «hará obras mayores que éstas» abarque todas las obras de Cristo. Tal vez lo dijo refiriéndose a las obras que entonces hacía. Y entonces realizaba palabras de fe, y sin duda que predicar palabras de justicia —cosa que El hizo sin nosotros es menos que justificar al impío, cosa que El hace en nosotros de tal modo que también nosotros lo hagamos.

3. Cuando una obra particular es propia de un agente, entonces, a través de tal obra, queda probado el poder total de ese agente. Por ejemplo, siendo propio del hombre el razonar, queda demostrado que un hombre es racional por el hecho de razonar acerca de una cuestión particular. E igualmente, siendo exclusivo de Dios hacer milagros con su propio poder, quedó suficientemente probado que Cristo es Dios con cualquiera de los milagros que hizo por su propio poder.