Artículo 1:
¿Es pecado la soberbia?
lat
Objeciones por las que parece que la soberbia no es
pecado.
1. Ningún pecado puede ser objeto de promesa por parte de Dios, pues
promete lo que piensa hacer y no es autor del pecado. Pero la soberbia
es una de las promesas divinas, pues en Is 60,15 se dice: Te haré
el orgullo de los siglos, alegría de todas las generaciones. Luego
la soberbia no es pecado.
2. No es pecado apetecer la semejanza con Dios, porque lo
desea toda criatura, y en esto consiste su bien supremo. Esto conviene
sobre todo a la criatura racional, que fue creada a imagen y
semejanza de Dios. Pero, como se dice en el libro Sententiarum, de Próspero, la soberbia es el
amor de la propia excelencia, mediante la cual el hombre se
asemeja a Dios, que es el más excelente. Por eso dice San Agustín en
II Confess.: La soberbia quiere imitar tu
grandeza, siendo Tú, Dios, el único excelso sobre todo. Por tanto,
la soberbia no es pecado.
3. El pecado se opone no sólo a la virtud, sino también al
vicio opuesto, como nos dice el Filósofo en II Ethic.. Pero no se encuentra ningún vicio que se
oponga a la soberbia. Por consiguiente, la soberbia no es
pecado.
Contra esto: está lo que se dice en Tob 4,15: No permitas que la
soberbia domine nunca sobre tus sentimientos ni sobre tus
palabras.
Respondo: La soberbia recibe este nombre del
hecho de que alguien, por su voluntad, aspira a algo que está sobre sus posibilidades. Por eso dice San Isidoro en sus Etymolog.: Se la llama soberbia porque quiere
aparentar más de lo que es, y a quien desea sobrepasar lo que es,
soberbio. Y es propio de la recta razón el que la voluntad de cada
cual busque lo que le es proporcionado. Por eso es claro que la
soberbia lleva consigo algo que se opone a la recta razón, y esto
constituye pecado, ya que, según Dionisio en De Div.
Nom., el mal del alma consiste en apartarse de
la recta razón. Es, pues, evidente que la soberbia es
pecado.
A las objeciones:
1. Podemos tomar la soberbia bajo
dos aspectos. Primeramente, en cuanto que sobrepasa la regla de la
razón, y así es pecado. En segundo lugar puede significar exceso; en
este sentido, todo exceso puede llamarse soberbia. Así tomada, es
prometida por Dios la soberbia, es decir, un exceso de bienes. Por eso
la Glosa de San Jerónimo habla de soberbia buena
y mala. No obstante, puede decirse también que la soberbia en este
texto se toma materialmente, como abundancia de cosas de las que los
hombres pueden ensoberbecerse.
2. La razón es la que ordena las
cosas que el hombre apetece naturalmente. Así, si alguien se desvía de
la norma, por exceso o por defecto, será vicioso tal apetito, como
sucede en el deseo de alimento, que se desea naturalmente. Por su
parte, la soberbia busca la excelencia en exceso con
respecto a la recta razón. Por eso dice San Agustín, en XIV De
Civ. Dei, que la soberbia es un deseo de
excelencia desmedida. Y es también San Agustín quien escribe en
XIX De Civ. Dei: La soberbia imita a Dios
desordenadamente, puesto que odia ser igual que los demás y trata de
imponer su dominio en vez del de Dios.
3. La soberbia se opone
directamente a la virtud de la humildad, que se ocupa más o menos del
mismo objeto que la magnanimidad, como ya dijimos antes (
q.161 a.1 ad 3). Por eso el vicio opuesto a la soberbia, por defecto, está próximo
al vicio de la pusilanimidad, que se opone a la magnanimidad por
defecto. Efectivamente, así como es propio de la magnanimidad el
empujar el ánimo contra la desesperación, así es propio de la humildad
retraer el ánimo de su desordenado deseo de cosas grandes contra la
presunción. Por su parte, la pusilanimidad, si lleva consigo defecto
en la búsqueda de las cosas grandes, se opone propiamente a la
magnanimidad por defecto; pero si lleva consigo la aplicación del
ánimo a cosas más viles que las que convienen al hombre, se opondría
a la humildad por defecto, ya que en ambos casos se da pequeñez de
espíritu. De igual modo, la soberbia puede oponerse por exceso a la
magnanimidad y a la humildad por motivos distintos: a la humildad, en
cuanto que desprecia la sumisión, y a la magnanimidad, en cuanto que
desea las cosas grandes de manera desordenada. Pero como la soberbia
lleva consigo cierta superioridad, se opone más directamente a la
humildad, de igual modo que la pusilanimidad, que indica pequeñez de
espíritu al desear las cosas grandes, se opone más directamente a la
magnanimidad.
Artículo 2:
¿Es la soberbia un pecado especial?
lat
Objeciones por las que parece que la soberbia no es un pecado
especial.
1. Dice San Agustín en su obra De Nat. et Gratia: No se encontrará ningún pecado que no lleve el nombre de soberbia. Y Próspero dice, en su obra De Vita Contemplat.: No se puede, ni se pudo, ni se podrá encontrar ningún pecado sin soberbia. Luego la soberbia es un pecado general.
2. A propósito del pasaje de Job 33,17: para retraer al
hombre del mal, dice la Glosa: Ensoberbecerse contra el Creador es transgredir sus preceptos por el
pecado. Pero, según San Ambrosio, todo pecado
es una transgresión de la ley divina y de los mandatos de Dios por la
desobediencia. Luego todo pecado es soberbia.
3. Todo pecado especial se opone a alguna virtud especial.
Pero la soberbia se opone a todas las virtudes, porque dice San
Gregorio en XXXVI Moral.: La soberbia no
se contenta con extinguir una virtud; se yergue sobre todas las partes
del alma y, como enfermedad pestífera, corrompe todo el cuerpo. Y
San Isidoro, en sus Etymol., dice que es
la ruina de todas las virtudes. Luego la soberbia no es pecado
especial.
4. Todo pecado especial tiene una materia especial. Pero
la soberbia tiene una materia general, puesto que dice San Gregorio en
XXXIV Moral.: Unos se enorgullecen por el
dinero, otros por las alabanzas, otros por las más viles cosas
terrenas, otros por las virtudes más divinas. Luego la soberbia no
es un pecado especial, sino general.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en su obra De Nat. et
Gratia: Busque y encontrará
que, según la ley de Dios, la soberbia es un pecado muy distinto de
los otros vicios. Luego la soberbia es un pecado especial, no
general.
Respondo: El pecado de soberbia puede ser
considerado bajo un doble aspecto. En primer lugar, según su propia
especie, que le viene de su objeto propio. Vista así, la soberbia es
un pecado especial porque tiene un objeto especial, ya que es un deseo
desordenado de la propia excelencia, como dijimos antes (
a.1 ad 2).
Puede considerarse también como difundiéndose por todos los demás
pecados. Bajo este aspecto, posee una cierta generalidad en cuanto que
de la soberbia pueden nacer todos los pecados de una doble forma.
Primero, de un modo directo, en cuanto que otros pecados se ordenan al
fin de la soberbia, que es la propia excelencia, a la cual puede
ordenarse todo cuanto se desea desordenadamente. En segundo lugar,
indirectamente, removiendo los obstáculos, en cuanto que por la
soberbia el hombre desprecia la ley divina que le impide pecar, según
lo que se dice en Jer 2,20: Quebraste tu yugo, rompiste tus
coyundas y dijiste: no serviré.
Conviene saber que a esta generalidad de la soberbia pertenece el que
de ella nazcan, a veces, todos los vicios, porque, aunque no se pueden
transgredir todos los preceptos de la ley por cualquier pecado de
desprecio, que es objeto de la soberbia, no toda transgresión de los
preceptos divinos se debe a menosprecio, sino que a veces se deben a
ignorancia y, otras veces, a flaqueza. De ahí que, como dice San
Agustín en De Nat. et Gratia, se cometen muchas
faltas sin obrar por soberbia.
A las objeciones:
1. San Agustín pone esas palabras,
del libro De Nat. et Gratia, no en su boca, sino en boca de
otro con el que discute. Por eso luego las impugna,
diciendo que no siempre se peca por soberbia. Puede decirse, no
obstante, que esas autoridades se entienden en cuanto al efecto
externo de la soberbia, que es la transgresión de los preceptos, lo
cual se da en todo pecado; no en cuanto al acto interno de soberbia,
que es el desprecio del precepto, puesto que no siempre se comete
pecado por desprecio, sino que a veces se hace por ignorancia o
flaqueza, como ya dijimos (In corp.).
2. A veces se comete un pecado en
cuanto a su efecto, no en cuanto a su afecto: el que mata a su padre
sin saberlo comete parricidio según el efecto, pero no según el
afecto, porque no pretendía hacerlo. Conforme a esto, decimos que el
desobedecer un precepto de Dios es ensoberbecerse contra El, siempre
según el efecto, pero no siempre según el afecto.
3. Un pecado puede corromper la
virtud de dos modos. En primer lugar, por una oposición directa a la
virtud. Bajo este aspecto, la soberbia no corrompe toda virtud, sino
únicamente la humildad, al igual que todo pecado especial corrompe una
virtud especial opuesta a él haciendo lo contrario a
ella.
El pecado corrompe la virtud, también, abusando de ella. En este
sentido, la soberbia corrompe cualquier virtud en cuanto que de las
mismas virtudes toma ocasión para ensoberbecerse, igual que de
cualquiera otra cosa que signifique excelencia. De ahí no se sigue que
sea un pecado general.
4. La soberbia considera una razón
especial del objeto, la cual, no obstante, puede encontrarse en varias
cosas.
Artículo 3:
¿Radica la soberbia en el apetito irascible?
lat
Objeciones por las que parece que la soberbia no radica en el apetito
irascible.
1. Dice San Gregorio, en XXXIII Moral., que la hinchazón de la mente es un obstáculo para la verdad, porque el
engreírse ciega. Pero el conocimiento de la verdad no pertenece al
apetito irascible, sino al entendimiento. Luego la soberbia no reside
en el irascible.
2. Dice San Gregorio, en XXXIV Moral., que los soberbios no consideran la vida de aquellos a quienes se
someten humillándose, sino la de aquellos sobre los que mandan
enorgulleciéndose. Parece, por ello, que la soberbia procede de
falta de consideración. Pero la consideración no
pertenece al irascible, sino más bien al entendimiento. Luego tampoco
la soberbia está en el irascible, sino en el entendimiento.
3. La soberbia busca la excelencia no sólo en las cosas
sensibles, sino también en las espirituales y las inteligibles. Ella
misma consiste en el desprecio de Dios conforme a lo que leemos en
Eclo 10,14: El principio de la soberbia del hombre es apartarse de
Dios. Ahora bien: el irascible, al ser parte del apetito
sensitivo, no puede abarcar a Dios y a los objetos inteligibles. Luego
la soberbia no reside en el irascible.
4. Como se dice en el libro de las Sentencias,
de Próspero, la soberbia es amor de la propia
excelencia. Pero el amor no reside en el irascible, sino en el
concupiscible. Luego la soberbia no está en el irascible.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio, en II Moral., opone a la soberbia el don de temor. Ahora
bien: el temor pertenece al irascible. Luego la soberbia está en el
irascible.
Respondo: Conviene buscar el sujeto de
cualquier virtud o vicio en su propio objeto, porque no puede existir
un objeto del hábito o acto que no sea objeto de la potencia que está
sometida a los dos. Ahora bien: es objeto propio de la soberbia lo
arduo, puesto que es el deseo de la propia excelencia, como ya dijimos
(
a.1 ad 2;
a.2). Por ello es necesario que la soberbia pertenezca, de
algún modo, al apetito irascible.
Pero el irascible puede tomarse en dos sentidos. Primero, en un
sentido propio, y así es parte del apetito sensitivo, como la ira
tomada propiamente es una pasión del apetito sensitivo. En segundo
lugar, puede tomarse el apetito irascible de un modo más amplio, de
modo que pertenezca también al apetito intelectivo, al cual, a veces,
también se atribuye la ira, en cuanto que la atribuimos a Dios y a los
ángeles, no como pasión, sino como juicio de la justicia. Sin embargo,
tomada así, la potencia irascible no es distinta del concupiscible,
como es evidente por lo que dijimos en la Primera Parte (q.59 a.4; q.82 a.5).
Por consiguiente, si lo arduo objeto de la soberbia fuera únicamente
algo sensible a lo que pudiera tender el apetito sensitivo, sería
necesario que la soberbia estuviera en el irascible, que es parte de
dicho apetito sensitivo. Pero dado que lo arduo que considera la
soberbia se encuentra comúnmente no sólo en las cosas sensibles, sino
también en las espirituales, hay que decir que el sujeto de la
soberbia es el irascible no sólo tomado propiamente, como parte del
apetito sensitivo, sino tomado de un modo común, en cuanto que se
halla en el apetito intelectual. Por eso se atribuye la soberbia
también a los demonios.
A las objeciones:
1. El conocimiento de la verdad es
doble. Uno es puramente especulativo, y éste es impedido por la
soberbia al quitar la causa, dado que el soberbio no somete su
entendimiento a Dios para conocer la verdad por El, según se dice en
Mt 11,25:
Escondiste estas cosas a los sabios y prudentes, es
decir, a los soberbios, que se creen sabios y prudentes,
y las
revelaste a los pequeñuelos, es decir, a los humildes. Tampoco
se digna aprender de los hombres, aunque se dice en Eclo 6,34:
Si
inclinas el oído, oyendo con humildad,
aprenderás la
doctrina.
En segundo lugar, existe otro conocimiento de la verdad, que es el
afectivo. La soberbia lo impide directamente, ya que los soberbios, al
deleitarse en su propia excelencia, sienten fastidio por la excelencia
de la verdad. Así, dice San Gregorio en XXXIII Moral.: Los soberbios perciben ciertos
misterios mediante el entendimiento y no pueden experimentar su
dulzura; y, si saben cómo son, ignoran qué sabor tienen. Por eso
se dice en Prov 11,2: Donde hay humildad, allí hay
sabiduría.
2. Como dijimos antes (
q.161 a.2.6), la humildad tiene en cuenta la norma de la recta razón, según
la cual alguien posee una verdadera estimación de sí mismo. La
soberbia, en cambio, no sigue esta norma, sino que se cree más de lo
que es. Esto se debe al deseo desordenado de la propia excelencia,
porque lo que uno desea ardientemente lo cree con facilidad. Por eso
también su apetito se eleva a objetos más altos que los que le
convienen. Por lo cual todas las cosas que contribuyan a la
sobreestimación de sí mismo llevan al hombre a la soberbia. Una de
ellas es el considerar los defectos de los demás, así como, por el
contrario, dice San Gregorio en el mismo lugar que
los santos se dan mutuamente la preferencia
contemplando sus virtudes. Pero de ello no se sigue que la
soberbia resida en la potencia racional, sino que está en alguna de
sus causas.
3. La soberbia no está en el
apetito irascible sólo por ser parte del apetito sensitivo, sino en
cuanto que se toma el irascible en un sentido más amplio, como ya
dijimos (In corp.).
4. Como dice San Agustín en XIV De Civ. Dei, el amor precede a todos los
afectos del alma y es causa de ellos. Por eso puede ponerse en lugar
de cualquiera de ellos. Así considerada, se dice que la soberbia es el
amor de la propia excelencia en cuanto que del amor nace una
desordenada presunción de superar a los otros, lo cual pertenece
propiamente a la soberbia.
Artículo 4:
¿Están bien señaladas las cuatro especies de soberbia propuestas por
San Gregorio?
lat
Objeciones por las que parece que no están bien señaladas las cuatro
especies de soberbia que propone San Gregorio en XXXIII Moral,
cuando escribe: Cuatro son las manifestaciones que delatan la
presencia del arrogante: el creerse que el bien que posee procede de
sí mismo; el pensar que los dones concedidos gratuitamente por Dios
han sido merecidos por él; el jactarse de poseer lo que no tiene, y el
despreciar a los demás, ansioso de que sólo brille el bien
suyo.
1. La soberbia es un vicio distinto de la infidelidad, como
también la humildad es una virtud distinta de la fe. Pero el pensar
que no viene de Dios algún bien que se posee, o creer que un bien
gratuito se debe a sus propios méritos, pertenece a la infidelidad.
Luego no deben considerarse como especies de la soberbia.
2. No debe ponerse una misma cosa como especie de varios
géneros. Pero la jactancia se considera especie de la mentira, según
vimos (
q.110 a.2;
q.122). Luego no debe considerarse como especie de
la soberbia.
3. Parece que pertenecen a la soberbia otros actos que no
se enumeran aquí, pues dice San Jerónimo que no hay
nada tan soberbio como parecer ingrato. Y San Agustín dice, en XIV De Civ. Dei, que excusarse de un pecado
cometido es soberbia. También la presunción, por la que se tiende a
conseguir algo que está por encima de uno, parece que pertenece a la
soberbia con todo derecho. Luego la división anterior no parece
abarcar todas las especies de soberbia.
4. Más todavía: hay otras divisiones de la soberbia, pues San
Anselmo divide la exaltación de la soberbia, diciendo
que una está en la voluntad, otra en la conversación y
otra en el obrar. También San Bernardo pone
doce grados de soberbia, que son: curiosidad, ligereza de espíritu,
alegría necia, jactancia, singularidad, arrogancia, presunción,
defensa de los propios pecados, confesión fingida, rebelión, libertad
y costumbre de pecar. Estas no parecen estar incluidas en las
especies propuestas por San Gregorio. Luego parece que no están bien
señaladas.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio.
Respondo: Como dijimos antes (
a.1 ad 2;
a.2.3), la soberbia implica un deseo inmoderado de excelencia, que no
se acomoda a la recta razón. Hay que tener en cuenta que cualquier
excelencia procede de algún bien realmente poseído, lo cual puede ser
considerado de un triple modo. Primero, visto en sí mismo, ya que es
claro que, cuanto mayor es el bien que alguien posee, tanto mayor
excelencia se consigue mediante él. Por eso, cuando alguien se
atribuye a sí mismo un bien que no posee, es claro que su apetito
tiende a conseguir una excelencia propia más allá de las normas de la
prudencia, y así tenemos la tercera especie de soberbia:
cuando
uno se jacta de poseer lo que no posee.
En segundo lugar, visto en su causa, en cuanto es más excelente
poseer un bien por sí mismo que recibido de otro. Por ello, cuando uno
considera un bien recibido de otro como si lo poseyera por sí mismo,
su apetito se exalta hasta desear su propia excelencia por encima de
lo que le corresponde. Uno puede ser la causa de su bien de dos modos:
eficiente y meritorio. Conforme a esto, se toman las dos especies de
soberbia, a saber: creer que se tiene por sí mismo
lo que se ha recibido de Dios o creer que le ha
sido dado de arriba por sus propios méritos.
En tercer lugar, por el modo de poseerlo, en cuanto que uno se hace
más excelente por el hecho de poseer un bien mejor que los demás.
También de este modo puede buscar el apetito, desordenadamente, su
propia excelencia, lo cual da lugar a la cuarta especie de soberbia,
que tiene lugar cuando uno, despreciando a los demás, desea que
todos lo miren.
A las objeciones:
1. La verdadera estimación puede
viciarse de dos modos. En primer lugar, de un modo universal. Y así,
en lo concerniente a los medios, se vicia por la infidelidad. En
segundo lugar, en algún bien particular elegible, lo cual no da lugar
a infidelidad, del mismo modo que, el que fornica, cree que en ese
momento su bien está en fornicar, sin ser, no obstante, infiel, como
lo sería si dijera, de un modo universal, que la fornicación es buena.
Lo mismo se da en nuestro caso, ya que decir, de un modo universal,
que existe algún bien que no procede de Dios, o que la gracia se da a
los hombres por sus méritos, es caer en la infidelidad. Pero el que
alguien, por el apetito desordenado de su propia excelencia, se gloríe
de sus bienes como si los tuviera por sí mismo o por sus propios
méritos, es caer, propiamente hablando, en soberbia y no en
infidelidad.
2. La jactancia se considera como
una especie de mentira en cuanto al acto externo por el que uno se
atribuye falsamente lo que no tiene. Pero en cuanto a la arrogancia
interior del corazón, San Gregorio la considera como una especie de
soberbia.
3. Es ingrato aquel que se
atribuye algo que otro le ha dado. De ahí que las dos primeras
especies de soberbia pertenezcan a la ingratitud. Pero el excusarse de
un pecado que se tiene pertenece a la tercera especie, puesto que es
atribuirse algo que no se tiene, cual es el don de inocencia. En
cuanto al tender a algo que está por encima de uno, parece que
pertenece principalmente a la cuarta especie, que hace que uno
pretenda ser preferido a los demás.
4. Esas tres especies que
distingue San Anselmo son tres procesos que se dan en cualquier
pecado: primero se concibe en el corazón, luego se pronuncia con la
boca y después se pone por obra.
En cuanto a las doce que pone San Bernardo, se toman como opuestas a
los doce grados de humildad de los que hablamos antes (q.161 a.6). En
efecto, el primer grado de humildad es mostrarse siempre humilde
de corazón y de cuerpo, con la mirada puesta en el suelo. A éste
se opone la curiosidad, que hace que uno mire a todas partes y
de un modo desordenado. El segundo grado de humildad consiste en hablar poco, de cosas razonables y en tono sencillo. A él se opone
la altanería, por la que el hombre habla de todo con soberbia.
El tercer grado de humildad consiste en no ser fácilmente propenso
a la risa, y a él se opone la alegría necia. El cuarto
grado de humildad consiste en estar callados hasta que se nos
pregunte, y a él se opone la jactancia. El quinto grado de
humildad es observar lo que manda la regla común del
monasterio, y a él se opone la singularidad, por la que uno
aparece más santo de lo que es. El sexto grado de humildad consiste en considerarse y tratarse como más vil que los demás, y a él se
opone la arrogancia, por la que uno se prefiere a los demás.
El séptimo grado de humildad consiste en considerarse inútil e
indigno para todo, y a él se opone la presunción, que hace
a uno creerse suficiente para cosas más altas. El octavo grado de
humildad consiste en confesar los pecados propios, y a él se
opone la defensa de los pecados. El noveno grado de humildad
consiste en mostrarse paciente en las cosas difíciles y duras,
y a él se opone la confesión engañosa, por la que alguien no
quiere recibir castigo por pecados que confiesa engañosamente. El
décimo grado de humildad es la obediencia, a la que se opone
la rebelión. El undécimo consiste en que el hombre no se
deleite en hacer su voluntad, y a él se opone la libertad,
por la cual el hombre se deleita en hacer lo que quiere. Y el último
grado de humildad consiste en el temor de Dios, al que se
opone la costumbre de pecar, que implica el desprecio de Dios.
En estos doce grados se incluyen no sólo las especies de soberbia,
sino también sus causas y consecuencias, como ya dijimos (q.161 a.6) a
propósito de la humildad.
Artículo 5:
¿Es pecado mortal la soberbia?
lat
Objeciones por las que parece que la soberbia no es pecado
mortal.
1. Al comentar el pasaje del salmo 7,4: Señor Dios mío, si hice
eso, dice la Glosa: Es decir, el pecado
universal, que es la soberbia. Luego si la soberbia fuera pecado
mortal, todo pecado lo sería.
2. Todo pecado va contra la caridad. Pero el pecado de
soberbia no parece que vaya contra la caridad, ni por parte del amor a
Dios ni al prójimo, porque la excelencia que se desea de un modo
desordenado por la soberbia no siempre va contra el honor de Dios o la
utilidad del prójimo. Luego la soberbia no es pecado
mortal.
3. Todo pecado mortal va contra la virtud. Ahora bien: la
soberbia no va contra la virtud, sino que, más bien, procede de ella,
como dice San Gregorio en XXXIV Moral.: a
veces el hombre se ensoberbece de las virtudes más excelentes y
divinas. Luego la soberbia no es pecado mortal.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio, quien, en la misma
obra, dice: La soberbia es un signo evidentísimo de
los reprobos; por el contrario, la humildad lo es de los
elegidos.
Respondo: La soberbia se opone a la humildad,
la cual considera propiamente la sujeción del hombre a Dios, como
dijimos antes (
q.161 a.1 ad 5). De ahí que, por el contrario, la
soberbia considere propiamente la falta de dicha sujeción, en cuanto
que alguien se exalta por encima de lo que la regla o medida divina le
ha asignado. Contra esto dice el Apóstol:
Nosotros no nos
gloriamos hasta el infinito, sino según la medida con que Dios nos ha
medido. Por eso se dice en Eclo 10,14:
El principio de la
soberbia humana es apartarse de Dios, es decir, se considera como
raíz de la soberbia el hecho de que el hombre, en alguna medida, no se
somete a Dios ni a su regla. Ahora bien: es claro que el no someterse
a Dios es pecado mortal, porque equivale a apartarse de El. De donde
se sigue que la soberbia, en sí misma, es pecado mortal.
Sin embargo, al igual que en otras materias que son en sí mismas
pecado mortal, como la fornicación y el adulterio, hay movimientos que
son pecados veniales debido a su imperfección, por ser anteriores al
juicio de la razón y darse sin consentimiento, también algunos
movimientos de la soberbia son pecado venial al no ser consentidos por
la razón.
A las objeciones:
1. Como ya apuntamos antes (
a.2),
la soberbia no es un pecado universal en su esencia, sino por una
redundancia, es decir, en cuanto que de la soberbia pueden originarse
todos los pecados. De ello no se sigue que todos los pecados sean
mortales, sino sólo cuando proceden de la soberbia completa, la cual
dijimos
(In corp.) que es pecado mortal.
2. La soberbia va siempre contra
el amor divino, en cuanto que el soberbio no se somete a la regla
divina en la medida en que debe hacerlo. También, a veces, va en
contra del amor al prójimo, en cuanto que uno se prefiere al prójimo o
se sustrae a la sujeción al mismo. En esto se conculca también la
norma divina que estableció un orden entre los hombres, de modo que
unos deben estar sometidos a otros.
3. La soberbia no procede de las
virtudes como de causa esencial, sino accidental, en cuanto que
alguien toma de la virtud motivo para la soberbia. Pero nada se opone
a que uno de los contrarios sea causa accidental de otro, como se dice
en VIII Phys.. Por eso algunos se ensoberbecen
incluso de la humildad.
Artículo 6:
¿Es la soberbia el pecado más grave?
lat
Objeciones por las que parece que la soberbia no es el más grave de
los pecados.
1. Cuanto más difícil es evitar un pecado, tanto más leve parece.
Pero la soberbia se evita muy difícilmente, ya que San Agustín dice en
su Regla: Los demás pecados se dan en la
ejecución de cosas malas, pero la soberbia vicia incluso las obras
buenas, para que no se realicen. Luego la soberbia no es el pecado
más grave.
2. A mayor bien se opone mayor mal, como dice el
Filósofo en VIII
Ethic.. Ahora
bien: la humildad, a la que la soberbia se opone, no es la más
excelente de las virtudes, según queda dicho (
q.161 a.5). Luego los
vicios que se oponen a virtudes más importantes, como la infidelidad,
desesperación, odio a Dios, homicidio y otros, son pecados más graves
que la soberbia.
3. Un mal mayor no se castiga mediante un mal menor. Pero
la soberbia, a veces, se castiga mediante otros pecados, como se nos
dice en Rom 1,28, donde se afirma que los filósofos, por su dureza de
corazón, fueron entregados a un réprobo sentir, que los lleva a
cometer torpezas. Luego la soberbia no es el pecado más
grave.
Contra esto: está lo que la Glosa comenta a
propósito del salmo 118,51: los soberbios obraban mal en todos sus
actos: El pecado mayor del hombre es la soberbia.
Respondo: En el pecado se miran dos aspectos:
conversión a un bien perecedero, que es su aspecto material, y la
aversión a un bien infinito, que es su aspecto formal y completivo.
Por parte de la conversión, la soberbia no tiene por qué ser el pecado
más grave, ya que la grandeza que el soberbio busca de un modo
desordenado no expresa, en sí misma, una oposición máxima respecto al
bien de la virtud. Pero por parte de la aversión, la soberbia posee la
máxima gravedad, porque en otros pecados el hombre se aparta de Dios
por ignorancia, por flaqueza o por el deseo de otro bien, pero en la
soberbia se aparta de Dios porque no quiere someterse a El o a su
norma. Por eso dice Boecio que, aunque todos los
vicios rehuyen a Dios, sólo la soberbia se opone a El. Y por ello
el apartarse de Dios, que en otros pecados es como una consecuencia,
es esencial a la soberbia, y es su acto principal. Y puesto que lo que
pertenece a algo por sí mismo es siempre mejor que lo que le viene de
otro, síguese que la soberbia es el pecado más grave en sí mismo, ya
que es un exceso en el odio, el cual es el elemento formal del
pecado.
A las objeciones:
1. Un pecado puede resultar
difícil de evitar por dos motivos. Primero, por la vehemencia de su
ataque, como sucede con la ira, y
resulta aún más difícil resistir
a la concupiscencia, que es más connatural al hombre, como se dice
en II
Ethic.. Tal dificultad para evitar el
pecado puede disminuir, puesto que, cuanto menor es el impulso de la
tentación en la que se cae, más gravemente se peca, como dice San
Agustín.
En segundo lugar, puede ser difícil evitar un pecado por su carácter
oculto. Bajo este aspecto, es difícil evitar la soberbia, porque se
aprovecha incluso de los actos buenos, como dijimos antes (a.5 ad 3).
Por eso insiste San Agustín en que la soberbia está al acecho de
las obras buenas. Y en los Salmos (Sal 139,6) se dice: En el
camino por el que iba, los soberbios me tendieron un lazo. Por eso
el movimiento de soberbia que aparece ocultamente no posee la máxima
gravedad hasta que el juicio de la mente recae sobre él. Pero después
que se da este juicio, se evita fácilmente, bien sea considerando la
propia flaqueza, según lo que nos dice Eclo 10,9: ¿por qué se
ensoberbece la tierra y el polvo?, o bien considerando la
imperfección de los bienes de los que el hombre se ensoberbece, según
el testimonio de Is 40,6: Toda carne es paja, y su gloria es como
flor del campo. Y más adelante: Nuestra justicia es como
vestido inmundo.
2. La oposición del vicio a la
virtud se mide por el objeto, que se considera por parte de la
conversión. Conforme a esto, la soberbia no es el mayor de los
pecados, como tampoco la humildad es la principal de las virtudes.
Pero es el mayor por parte de la aversión, porque aventaja a los demás
en magnitud. En efecto, el mismo pecado de infidelidad, si procede de
la soberbia, se hace más grave que si procede de
ignorancia o de flaqueza. Dígase lo mismo del pecado de desesperación
y de otros similares.
3. De igual modo que, en los
silogismos que llevan a un imposible, a veces se convence uno por el
hecho de ser llevado a la contradicción más manifiesta, así también,
para castigar la soberbia de los hombres, Dios castiga a algunos
permitiendo que caigan en pecados carnales, que, aunque son menos
graves, contienen un género de torpeza más evidente. Por eso dice San
Isidoro, en su obra De Summa Bono, que la
soberbia es peor que cualquier vicio, bien sea porque puede darse en
personas de grado eminente o porque nace de obras de virtud y pasa más
inadvertido a la conciencia. La lujuria es un pecado más corriente y
de torpeza más clara, pero menos grave que la soberbia. Dios la
permite a veces para despertar la conciencia del orgulloso a fin de
que, una vez humillado, se levante. De aquí se deduce la gravedad
de la soberbia, pues así como el médico sabio, para dar a la
enfermedad un remedio más eficaz, deja que el enfermo caiga en una
enfermedad más leve, así también se demuestra que el pecado de
soberbia es mayor por el hecho de que, para remediarlo, Dios permite
que el hombre caiga en otros pecados.
Artículo 7:
¿Es la soberbia el primero de todos los pecados?
lat
Objeciones por las que parece que la soberbia no es el primero de
todos los pecados.
1. Lo que es primero debe encontrarse en todos los casos posteriores.
Pero no todos los pecados van acompañados de soberbia ni nacen de
ella, pues dice San Agustín, en su obra De Nat. et
Gratia: Se cometen muchos pecados que no
proceden de la soberbia. Luego ésta no es el primero de los
pecados.
2. En Eclo 10,14 se dice que el comienzo de la soberbia
es apartarse de Dios. Luego la apostasía de Dios es anterior a la
soberbia.
3. Parece que el orden de los pecados corresponde al orden
de las virtudes. Ahora bien: no es la humildad la primera virtud, sino
que es la fe. Luego la soberbia no es el primero de los
pecados.
4. Más incluso: en 2 Tim 3,13 se dice:
Los hombres malos y
seductores irán de mal en peor. Así, parece que el principio de la
malicia humana no procede del mayor de los pecados. Ahora bien: la
soberbia es el más grave de los pecados, como ya dijimos (
a.6). Por
consiguiente, no es el primer pecado.
5. Más todavía: lo que es producto de apariencias y ficción es
posterior a lo que es verdadero. Pero el Filósofo dice, en III
Ethic., que el soberbio finge fortaleza y
audacia. Luego el vicio de la audacia es anterior al de
soberbia.
Contra esto: está lo que se dice en Eclo 10,15: La soberbia es el
principio de todo pecado.
Respondo: En todo género de cosas, todo
aquello que es esencial es lo primero. Pues bien: ya dijimos antes
(
a.6) que el apartarse de Dios, que es la razón formal del pecado,
pertenece de un modo esencial a la soberbia y, como consecuencia, a
los demás pecados. De ahí que la soberbia sea el primero y principio
de todos los pecados, como dijimos antes (
1-2 q.84 a.2), al tratar de
las causas del pecado por parte de la aversión, que es lo más
importante del pecado.
A las objeciones:
1. Se dice que la soberbia es el
principio de todo pecado, no porque todo pecado, en particular, nazca
de él, sino porque toda clase de pecados puede nacer de
ella.
2. Se considera que el apartarse
de Dios es el principio de la soberbia humana, no en cuanto que sea un
pecado distinto de la misma soberbia, sino porque es la primera parte
de ella, puesto que ya dijimos (
a.5) que la soberbia se ocupa
principalmente de la sujeción a Dios, a la cual desprecia y, con ella,
el someterse a una criatura por Dios.
3. No hace falta que coincidan el
orden de las virtudes y el de los vicios, ya que el vicio corrompe a
la virtud. Ahora bien: lo que es primero en la generación es lo último
en corromperse. Por ello, así como la fe es la primera de
las virtudes, así la infidelidad es el último de los
pecados, al cual llega el hombre mediante otros. Así, al comentar el
pasaje del salmo 136,7: Anonadaos, anonadaos hasta los
cimientos, dice la Glosa: De la
acumulación de vicios nace la infidelidad. Y el Apóstol dice en 1
Tim 1,19: Algunos, que rechazan la buena conciencia, naufragaron
en la fe.
4. Se considera que la soberbia es
el pecado más grave por parte de lo que es esencial al pecado y que es
motivo de su gravedad. Por eso la soberbia es causa de la gravedad de
otros pecados. De ahí que, antes que la soberbia, haya otros pecados
más leves, a saber: los que se cometen por ignorancia o flaqueza.
Pero, dentro de los pecados graves, la soberbia es el primero, como
causa de que los otros se hagan más graves. Y puesto que lo primero en
el orden de causalidad es lo último en desaparecer, por eso, al
comentar el salmo 18,14: seré limpio del mayor delito, dice
la Glosa: Es decir, del delito de soberbia,
que es el último en volver a Dios y el primero en apartarse de
El.
5. El Filósofo coloca la soberbia
junto a la fortaleza fingida, no porque sólo consista en eso, sino
porque el hombre cree que puede conseguir la excelencia entre los
hombres, sobre todo, aparentando ser audaz y fuerte.
Artículo 8:
¿Debe considerarse la soberbia como vicio capital?
lat
Objeciones por las que parece que la soberbia debe considerarse como
vicio capital.
1. San Isidoro y Casiano enumeran la
soberbia entre los vicios capitales.
2. Parece que la soberbia se identifica con la vanagloria,
porque ambas buscan la excelencia. Ahora bien: la vanagloria se
considera vicio capital. Luego también ha de considerarse como tal la
soberbia.
3. Dice San Agustín, en su obra
De
Virginitate, que
la soberbia engendra envidia,
y nunca va sin tal acompañante. Pero la envidia se considera vicio
capital, según dijimos antes (
q.36 a.4). Luego con mucho mayor razón
lo será la soberbia.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio, en XXXI Moral., no incluye la soberbia entre los vicios
capitales.
Respondo: Como ya expusimos antes (
a.2;
a.5 ad 1), la soberbia puede considerarse de dos modos. En primer lugar, en
sí misma, como pecado especial. En segundo lugar, en cuanto que ejerce
un influjo universal sobre todos los pecados. Ahora bien: consideramos
vicios capitales a ciertos pecados especiales de los que nacen muchos
géneros de pecados. Por eso algunos, considerando la
soberbia como un pecado especial, la incluyeron entre los vicios
capitales. Pero San Gregorio, considerando su influjo universal sobre
todos los vicios, tal como dijimos (sed cont.), no la incluyó entre
los vicios capitales, sino que la consideró reina y madre de todos los
vicios. Por eso dice en XXXI
Moral.:
La
soberbia, reina de los vicios, cuando se apodera del corazón lo
entrega a los siete vicios capitales como si fueran capitanes de un
ejército devastador, de los cuales nacen otros muchos
vicios.
A las objeciones:
1. Da respondida en la
solución al problema.
2. La soberbia no se identifica
con la vanagloria, sino que es causa de la misma. En efecto, la
soberbia busca la excelencia de un modo desordenado, mientras que la
vanagloria desea la manifestación de la excelencia.
3. Del hecho de que la envidia,
que es vicio capital, proceda de la soberbia, no se sigue que ésta sea
también vicio capital, sino que es algo más importante que los mismos
vicios capitales.