Y estando en Jerusalén en el día solemne de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía. Mas el mismo Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos. Y porque El no había menester que alguno le diese testimonio del hombre; porque sabía por sí mismo lo que había en el hombre. (vv. 23-25)
Beda
El Evangelista había referido lo que el Señor había hecho al venir a Jerusalén; pero ahora, cuando estaba en Jerusalén, refiere lo que hicieron otros respecto de El. Por esto dice: "Y estando en Jerusalén", etc.
Orígenes
Debe observarse cómo había muchos que creían en El viendo sus milagros, y no se dice que Jesús hizo milagros en Jerusalén, a no ser que tal vez se hiciesen sin que se hable de ellos en las Sagradas Escrituras. Obsérvese además si no cabe también en lo posible contarse como milagro el haber hecho un azote de cordeles y haber arrojado a todos del templo.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 23
Pero habían sido más prudentes los discípulos que se acercaron al Salvador, no por sus milagros, sino por sus enseñanzas; porque eran muchos más los que eran atraídos por los milagros, pero eran más razonables los que creían en El por los profetas o por sus enseñanzas. Por lo cual añade: "Mas el mismo Jesús no se fiaba de ellos".
San Agustín, in Ioannem, tract. 11
¿Qué quiere decir esto? Ellos creían en el nombre de Jesús, pero El no se fiaba de ellos: ¿no creían en El y aparentaban haber creído? Pero no diría el Evangelista: "Muchos creyeron en su nombre". Esto es grande y admirable. Los hombres creen en Jesucristo, y Jesucristo no se confía a los hombres, especialmente cuando dice que es Hijo de Dios, y cuando quiere padecer; porque si no hubiese querido, no hubiera experimentado la Pasión. Pero así son todos los catecúmenos. Si decimos al catecúmeno: ¿crees en Cristo?, responderá creo, y se persignará; mas si le preguntamos: ¿comes la carne del Hijo del hombre?, ignorará lo que decimos, porque Jesús no se ha confiado a él.
Orígenes, in Ioannem, tom. 10
Debe advertirse también, que Jesús no se fía de los que creen en su nombre, y sí de los que creen en El. Creen en El los que caminan por la angosta senda que conduce a la vida; los que creen en sus milagros, no creen en El, sino en su nombre.
Crisóstomo, ut sup
O bien dice esto porque no confiaba en ellos como en discípulos perfectos, ni les confiaba todos sus misterios, como lo hacía con los que ya eran sus fieles hermanos. Y no se fijaba en las palabras exteriores, sino que conocía sus deseos, sabiendo perfectamente la época más a propósito. Por esto sigue: "Porque los conocía a todos, y porque El no había menester que alguno le diese testimonio del hombre; porque sabía por sí mismo lo que había en el hombre". Saber lo que hay en el corazón de los hombres es propio de Dios, quien únicamente ha formado los corazones. No necesitaba de testigos para saber lo que sucedía en lo que él había formado.
San Agustín, ut sup
Mejor sabía el artífice lo que había en su obra, que su criatura sabía lo que había en su interior. Porque así como Pedro sabía lo que había en Cristo, cuando dijo: "Estaré contigo hasta la muerte" ( Jn 13,37; Lc 22,33), así el Señor sabía lo que había en el hombre, diciendo: "Antes que el gallo cante, me negarás tres veces" ( Lc 22,34).
Beda
Por lo que se nos aconseja que nunca estemos seguros en nuestra conciencia, sino que andemos siempre solícitos y temamos, porque lo que se nos oculta a nosotros no es desconocido para el árbitro eterno.