Y he aquí la voz del cielo que dice: "Este es mi hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias". (v. 17)
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
El Padre enseñó que el Hijo no habría de venir por medio de Moises, ni por los profetas, ni por otros tipos o figuras, sino que demuestra claramente que vino en persona, diciendo: "Este es mi Hijo".
San Hilario, in Matthaeum, 2
Para que en estas cosas que se verificaban en Cristo, especialmente después del bautismo, conociésemos que no vivía en figuras, bajó el Espíritu Santo al abrirse las puertas del cielo y descendió sobre nosotros para que en ello viésemos que se nos abrían las puertas del cielo y se nos inundaba de gloria, haciéndonos hijos de Dios, adoptados por la voz del Padre.
San Jerónimo, in Matthaeum, 3
El misterio de la Santísima Trinidad se demuestra en el bautismo. Jesucristo (el Hijo), es bautizado, el Espíritu Santo baja en forma de paloma y se oye la voz del Padre, dando testimonio del Hijo.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
No debe admirar que se patentice el misterio de la Santísima Trinidad en el bautismo de Nuestro Señor, puesto que nuestro bautismo no es otra cosa que la representación de tan augusto misterio. Quiso Dios que primero se verificase en El lo que después había de mandar a todo el género humano.
Fulgencio de Ruspe, de fide ad Petrum, 9
Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo sean una misma naturaleza, cree firmemente que subsiste en tres personas: El Padre, quien dijo, éste es mi Hijo muy amado; el Hijo, sobre quien se oye la voz del Padre; y el Espíritu Santo, quien aparece en forma de paloma sobre el Hijo bautizado.
San Agustín, de Trinitate, 4,21
Esta obra es la de toda la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, existen en una misma esencia, sin diferencias de tiempo ni de lugares. En estas palabras se distinguen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y no puede decirse que se presenten en una misma esencia. En cuanto a lo que se dice visiblemente en las sagradas letras, aparecieron separadamente en cuanto a los espacios que cada persona ocupaba. Desde luego se sabe que la Santísima Trinidad se conoce en sí misma inseparable, pero se puede mostrar separadamente por medio de aspectos materiales. Que sea sólo la voz propia del Padre, se demuestra por las palabras que dijo: Este es mi Hijo.
San Hilario, de Trinitate, 3,11
No sólo ha demostrado que es su Hijo con el nombre, sino con la propiedad. Muchos somos hijos de Dios, pero el Hijo de quien hablamos no es de esta clase. Este es su Hijo propio y verdadero, por origen, no por adopción; en verdad, no en apariencia; por natividad, no por creación.
San Agustín, in Ioannem, 14,11
El Padre, pues, ama al Hijo, pero como un padre ama a un hijo, no como un amo quiere a su siervo; como unigénito, no como adoptado y por ello añade: En El me complazco.
Remigio
Se refería a la humanidad de Cristo. Si se lee: en quien me he complacido, el sentido es éste: En quien me complazco, porque sólo a El he encontrado justo y sin pecado. Si se leyese: en quien me he complacido, se entendería: establecer en El mi designio de hacer por medio de El lo que ha de hacerse, esto es, la redención del género humano.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,14
Los dos otros evangelistas, San Marcos y San Lucas, lo dicen con las mismas palabras, pero en cuanto a las palabras de la voz que se percibió desde el cielo, varían en cuanto a la forma, aunque dice lo mismo en la esencia. San Mateo dice: ''Este es mi Hijo amado y los otros dos ponen: Tú eres mi Hijo amado, para declarar esta misma sentencia. La voz del cielo dijo una de estas cosas, pero San Mateo quiso demostrar que venía a decir lo mismo. Este es mi Hijo, para que se indicase especialmente a aquellos que oían, que Aquél mismo era el Hijo de Dios. Por ello quiso referir el hecho. Tú eres mi Hijo, como si se le dijese: Este es mi Hijo, no indicándoselo a Jesucristo, porque lo sabía, sino para que lo oyesen los que estaban presentes, por quienes se pronunciaron aquellas palabras. Otro dice: En quien me complazco; otro, en quien te he complacido; otro, en ti me ha complacido. Si se desea saber cuál es el sentido de aquella voz que sonó, nótese que aunque los tres evangelistas no refieren las mismas palabras, sí dicen la misma sentencia. Que el Padre se complacía en el Hijo, se conoce desde luego en las palabras: "En ti me he complacido". Que el Padre se complaciese en los hombres, al decir que se ha complacido en el Hijo, se desprende de aquellas palabras, "en ti me ha complacido", para que se entienda, que esto se ha dicho para todos los evangelistas, como si se dijese: En El he constituído todas mis complacencias, esto es, ha colmado cuanto puede complacerme.