52. Se le han hecho muchas preguntas sobre la historicidad de muchos aspectos de la historia del evangelio: los dichos de Jesús, sus milagros, los demonios. Pero ¿qué hay del acontecimiento cumbre de la historia del evangelio? He oído que eminentes teólogos, también católicos, dicen que su fe no se vería perturbada si se descubriese el cuerpo de Jesús en Palestina. Usted, como biblista, ¿cree que es necesario creer en la resurrección física?

Su audaz pregunta plantea un gran tema que, en mi opinión, ni debe soslayarse ni ser tratado a la ligera. Muchas veces he mantenido, tanto verbalmente como por escrito, que la afirmación: «Mi fe no se vería perturbada si se encontrara el cuerpo de Jesús en Palestina», hoy en día está fuera de lugar. No se nos pide que creamos en la resurrección de Cristo por la autoridad de cualquiera de los teólogos modernos. Lo que sí se nos pide es que creamos en la resurrección por la autoridad de los testigos apostólicos. Por tanto la pregunta debe ser: ¿Se habría visto perturbada la fe de Pedro o de Pablo si hubieran encontrado el cuerpo de Jesús en Palestina? En mi opinión, el testimonio bíblico apunta al hecho de que Pedro y Pablo predicaron un Jesús resucitado cuyo cuerpo no habría sufrido la corrupción del sepulcro. No existe la más mínima prueba en el nuevo testamento de que algún cristiano pensara que el cuerpo de Jesús seguía en el sepulcro sufriendo la corrupción. Creo, por tanto, que el testimonio bíblico afirma con toda claridad la resurrección corporal de Jesús.

Se habrá dado cuenta de que a su pregunta sobre la resurrección física yo he contestado hablando de la resurrección corporal. La pregunta sobre la resurrección física guarda relación con la naturaleza del cuerpo resucitado y sobre esto puede haber divergencias. La cuestión básica es la resurrección corporal. El cuerpo introducido en el sepulcro el viernes ¿fue elevado a la gloria para que ya no permaneciera en el sepulcro ni sufriera la corrupción en la tierra? Y a esa pregunta contesto afirmativamente, de acuerdo con el testimonio bíblico.

Tras dejar claro este punto, permítame añadir algunos factores que pueden aclarar por qué se plantean objeciones o por qué los teólogos hablan como a veces lo hacen sobre el cuerpo de Jesús resucitado. Cuando se comparan los datos del nuevo testamento, los relatos del sepulcro vacío, que atestiguan los cuatro evangelios, a menudo se consideran tardíos. Ello se debe al hecho de que, cuando Pablo predica a Jesús resucitado, jamás habla del sepulcro vacío, ni siquiera menciona el sepulcro de Jesús. Personalmente no encuentro muy sospechoso ese silencio, ya que Pablo prácticamente tampoco hace mención de los detalles históricos del ministerio de Jesús. También hoy en día se podría predicar ampliamente sobre la resurrección sin entrar en la temática del sepulcro vacío. Otro factor que sugiere a los especialistas que estos relatos son tardíos viene dado por los disparidad en los detalles que dan las narraciones: uno o dos ángeles, de pie o sentados, la piedra ya está corrida o la mueve un ángel que desciende, lo que dice el ángel. En mi opinión estas variantes en los evangelios no serían sino un simple reflejo del desarrollo oral de la tradición. Pero por debajo de todas esas variantes existe la tradición, sólidamente atestiguada por los cuatro evangelios, de que el sepulcro estaba vacío la mañana de pascua. Para mí la cuestión radica en la autenticidad de esa tradición, no en lo tardío de las distintas narraciones que la contienen. El mismo hecho de que María Magdalena sea recordada en los evangelios (y ella es la testigo fundamental en el hallazgo del sepulcro vacío) apoya la tesis de que se trataba de un recuerdo cristiano histórico. Además, como se indica a menudo, si cualquier judío no creyente hubiera mostrado el cuerpo de Jesús yacente en el sepulcro, habría resultado imposible la proclamación cristiana de la resurrección. No veo, por tanto, ningún motivo para pensar que no sea histórico lo del sepulcro vacío.

Lógicamente, comprendo que ese sepulcro podría haber estado vacío por diferentes motivos. Y así lo pensaron los evangelistas: en Jn 20, la primera ocurrencia de María Magdalena de por qué estaba vacío el sepulcro es que alguien se había llevado el cuerpo. Mt 28, 13-15 recoge la opinión de los judíos que aseguraban que el cuerpo de Jesús había sido robado por sus discípulos durante la noche. El sepulcro vacío no prueba la resurrección, sino que más bien la resurrección pasó a ser la explicación normalizada del sepulcro vacío. Esto último me sugiere que la proclamación cristiana de la resurrección implicaba la imposibilidad de encontrar el cuerpo de Jesús, y por tanto, implicaba el aspecto corpóreo de la resurrección de Jesús.

Otro factor a tener en cuenta por los católicos es la enseñanza de la Iglesia. En mi opinión, la resurrección corporal de Jesús pertenece a la enseñanza del magisterio ordinario de la Iglesia, es decir, es doctrina impartida infaliblemente. (No digo que esto haya sido definido por el magisterio extraordinario de la Iglesia en definiciones del credo, de los concilios o de los papas, sino que forma parte de la enseñanza y aceptación general y universal de la Iglesia a través de los siglos). Algunos teólogos sistemáticos muy competentes lo han puesto en duda diciendo que la precisión «corporal» probablemente no forma parte de la enseñanza infalible. Tienen todo el derecho a sostener su propia opinión; pero sí quiero señalar que en estos últimos años, cuando se ha cuestionado la resurrección corporal, la reacción de la autoridad eclesiástica ha sido rápida y tajante, de manera que al menos los responsables en la Iglesia de supervisar la doctrina no consideran la resurrección no corporal como una alternativa que pueda enseñarse en círculos católicos. Dado que mi opinión es que la resurrección corporal debe enseñarse como infalible, no dudo en aducir esto como una razón de por qué creo en ella, no en contra del testimonio bíblico, sino de conformidad con él. (Nunca considero a la autoridad de la Iglesia como un factor puramente extrínseco; la Iglesia enseña con autoridad tales cuestiones porque ha vivido con la Biblia y la ha proclamado a través de los siglos, y ha sido guiada por el Espíritu santo en la interpretación de la Biblia).

No obstante, estos dos factores que he mencionado, a saber, la teoría de algunos biblistas de que los relatos del sepulcro vacío son un desarrollo tardío en el nuevo testamento y el desacuerdo de algunos teólogos sobre la precisión de la enseñanza de la Iglesia, deben tenerse en cuenta para comprender por qué se ha originado el debate sobre la resurrección corporal. Sin embargo, se podría defender que la mayoría de los biblistas reconocería que la resurrección corporal es un dato del nuevo testamento y que la mayoría de los teólogos defenderían que la resurrección corporal es enseñada infaliblemente por el magisterio ordinario de la Iglesia. Tal vez para los no católicos el último factor no tenga importancia; pero muchos de ellos insistirían en que la resurrección corporal cae bajo la inerrancia de las Escrituras.

53. Habla usted con claridad en lo referente a la resurrección corporal, pero volvamos a la cuestión de la resurrección «física». ¿Por qué evita esa palabra?

Evito esa palabra por varias razones bíblicas. En 1 Cor 15, 42-50, Pablo habla de la resurrección del cuerpo. Recuerde que él había visto a Jesús resucitado; por lo tanto, sospecho que su descripción de la resurrección de los cristianos está influenciada por su experiencia con respecto a la resurrección de Jesús. Mantiene que el cuerpo resucitado será espiritual no psychikos, lo que muchos traducen como «físico». Se puede discutir si es o no la mejor traducción, pero no hay duda de que Pablo sostiene que lo que se siembra en el sepulcro surge con muy diferentes propiedades. Se produce una grandiosa transformación del cuerpo de manera que según él «la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios» (1 Cor 15, 50). Pablo piensa en la resurrección corporal, pero la transformación indicada por sus palabras parece sacar el cuerpo resucitado del dominio de lo físico para introducirlo en el dominio de lo espiritual. Del mismo modo, mientras que los pasajes del evangelio describen claramente la aparición de Jesús resucitado como una aparición corporal, se le atribuyen propiedades que no son las propiedades del cuerpo físico tal como lo conocemos, por ejemplo, la capacidad de atravesar una puerta cerrada, de desplazarse de un lugar a otro con increíble rapidez y de aparecer repentinamente.

Permítame que me anticipe ante una objeción. Hay un autor del nuevo testamento que atribuye propiedades físicas al cuerpo resucitado, a saber, Lc 24, 41-42, en donde Jesús come. (Esto va más allá de las afirmaciones de identidad de que el cuerpo resucitado de Jesús poseía las señales de la cruz, afirmaciones que se encuentran no sólo en Lucas sino también en Juan). Jesús resucitado ¿podía comer? Es interesante que poco antes de estos versículos, Lc 24, 39 hable de la carne y de los huesos de Jesús resucitado, mientras Pablo indica que el cuerpo resucitado no es carne y sangre, sino espiritual. ¿Qué punto de vista es el correcto si tenemos razón al contemplar una diferencia importante entre los dos puntos de vista? Pablo vio a Jesús resucitado; de Lucas no nos consta. ¿Ha dramatizado Lucas la condición física del cuerpo de Jesús para acentuar la corporalidad de Jesús resucitado? Al igual que muchos otros biblistas estoy a favor de la postura paulina y creo que la expresiva narración de Lucas realmente no significa más que una acentuación de la verdadera corporalidad. Por lo que puedo ver, las propiedades del cuerpo resucitado siguen siendo una pregunta abierta; y creo que así es incluso en la enseñanza de la Iglesia católica. Sostengo que la Iglesia ha enseñado infaliblemente la resurrección corporal, pero no veo ninguna prueba de que haya enseñado infaliblemente detalles específicos acerca de las propiedades del cuerpo resucitado de Jesús y de su condición física. Por lo tanto, sugiero que evitemos el término físico y empleemos el término corporal. En cualquier caso, este último describe mejor lo que estamos tratando.

Todo esto se puede expresar insistiendo en dos factores de la resurrección: continuidad y transformación. La continuidad es tal que el cuerpo de Jesús que fue enterrado en el sepulcro ha resucitado verdaderamente. La transformación es tal que el cuerpo resucitado es casi indescriptiblemente distinto del cuerpo físico que anduvo por esta tierra. Por tanto, cuando se habla de «la resurrección corporal», los que se oponen a esta concepción no pueden mofarse de ella como si implicara automáticamente una burda comprensión física, hasta el punto incluso de que pudiera televisarse la resurrección a una audiencia de masas. Pablo, al hablar de una resurrección corporal, era mucho más sutil, y también deberíamos serlo nosotros.