18. ¿Cuál sería, en su opinión, la motivación de más peso para la lectura de la Biblia?

Tal vez debiera distinguir entre una respuesta teológica y una respuesta práctica. Teológicamente, la respuesta clara es que la Biblia es la palabra de Dios en un sentido único que no se puede aplicar a ninguna otra obra humana. A menudo se acusa a los católicos de tener poca estima por la Biblia; y sin embargo, como afirmó el concilio Vaticano II, la Iglesia no está por encima de la palabra de Dios sino que la sirve, y que debemos a la palabra de Dios en las Escrituras una reverencia similar a la que tenemos por la palabra de Dios encarnada en la eucaristía.

Ese razonamiento teológico puede parecer algo distante para mucha gente, y quisiera ofrecer otra motivación práctica y personal que considero la más importante para la lectura de la Biblia. Como cristiano, busco que Dios me guíe en todas las circunstancias de mi vida. Como sacerdote, quiero que Dios guíe a la Iglesia. La Biblia ofrece una gama tan amplia en la experiencia del pueblo de Dios que busca la voluntad divina en todas las circunstancias de la vida, que inevitablemente puedo descubrir en ella una situación análoga a mi propia situación o a la de la Iglesia. Muchos libros espirituales describen el encuentro de un alma particular con Dios. En la recopilación bíblica uno tiene casi dos mil años de contacto con Dios en muchas situaciones diferentes, personales y colectivas. Una de las mayores emociones al leer la Biblia, y uno de sus rasgos más atractivos para quienes la «descubren» consiste en el reconocimiento de que la situación bíblica es similar a la nuestra. Lo que Dios exigía en tiempos pasados como respuesta todavía sigue exigiéndolo hoy.

19. La descripción de la Biblia como palabra de Dios no queda demasiado clara. ¿Me equivoco si digo que la «palabra de Dios» significa cosas distintas para distintas personas?

No, no creo que se equivoque. Existe una cierta ambigüedad al emplear la expresión. Todo lo que puedo decirle es cómo la entiendo y empleo yo con la seguridad de que esto mismo dirían otros muchos biblistas.

Al analizar la expresión «palabra de Dios» permítanme empezar por la última palabra, «Dios». Lo que se está diciendo es que el conjunto de esta obra procede de Dios o guarda relación con Dios de manera irrepetible. Dios guía de muchas maneras, por ejemplo, a través de la Iglesia, a través de la enseñanza oficial, a través de las familias. Y, por supuesto, él guía no sólo con la religión cristiana, sino con el judaísmo y con otras religiones. Dios nunca guarda silencio ante quienes le buscan de buena fe. Pero en la tradición judeo-cristiana sobre la Biblia Dios ha dado esta única guía conservada por escrito que constituye la compilación de todas sus acciones con Israel y la Iglesia primitiva. La Biblia es la biblioteca de Israel y la biblioteca de la primitiva Iglesia que preserva la experiencia básica que puede servir de guía al pueblo de Dios posterior.

Si pasamos a la otra parte de la expresión («palabra») estamos reconociendo el elemento humano en la Biblia. El pueblo pronuncia palabras y emite sonidos audibles y cada una de las palabras de la Biblia las escribió un ser humano. Un ser humano pensó las palabras bíblicas, que reflejan un significado y una experiencia propias del espacio vital en que transcurrió la vida del autor. Así pues, y si se me permite hablar a grandes pinceladas, se da una especie de encarnación en las Escrituras: Dios nos guía mediante palabras humanas y a través de las mismas. Probablemente sea esta parte del término, la «palabra», la causante de la diversidad de enfoques respecto a lo que significa la «palabra de Dios». Un enfoque literal da por supuesto que Dios va dictando, de tal manera que cada una de las palabras proceden de Dios y que el hombre simplemente se limita a ponerlas por escrito. En su forma más sutil equivaldría a un dictado mental por parte de Dios. Cuanto más alto se ponga el nivel de que se trata de una auténtica composición humana y de una selección humana de las palabras, tanto más se reconocerá una combinación de lo verdaderamente divino y de lo verdaderamente humano en las Escrituras. La interpretación literalista defiende una falta de errores y unos conocimientos absolutos en la Biblia, tanto históricos como científicos. Cada una de las afirmaciones de la Biblia ha de ser verdadera y completa al pie de la letra. Cuanto mayor sea el espacio asignado al elemento humano en las Escrituras, tanto más se darán limitaciones por lo que respecta a los conocimientos, y, a veces, a los errores. Estoy seguro que se harán otras preguntas que me obligarán a una ampliación de la observación anterior (cf. las preguntas 20,24, 26-27 y 64 [sobre la inerrancia]).

20. ¿Qué quiere decir con que la Biblia es una biblioteca?

A menudo hablamos de «la Biblia» en singular como si se tratara de un solo libro. Eso haría justicia a su origen divino. No obstante, la Biblia es una colección de unos 70 libros. (73, según los católicos; 66, según los protestantes; cf. la pregunta 5). Pero mi calificación de «biblioteca» no se debe sólo al número de libros; lo importante es reconocer que la Biblia abarca libros de distintos géneros literarios, escritos en distintas épocas y en distintos lugares. Tal vez los primeros libros del antiguo testamento tomaron forma unos 800 ó 700 años antes de Jesucristo, aunque algunas de las tradiciones que recogen fueran escritas con cientos de años de antelación; el último libro del nuevo testamento se escribió probablemente a principios del siglo II. De ahí que se diga que la Biblia tardó mil años en escribirse. En este período de tiempo, los autores bíblicos se habrían estado enfrentando con muy distintos problemas y fueron recorriendo distintas etapas en la percepción teológica que condicionaban su manera de transmitir la revelación de Dios. No vamos a dar por supuesto que el autor humano tuviera una visión completa desde el principio. Lo que él captó quedó plasmado en lo que iba a resultar útil a sus contemporáneos. La idea de que Dios estaba hablando a través del autor humano, o sea, comunicándose, no elimina esa limitación, porque Dios siempre trata a los hombres tal como son y respetando su condición humana.

21. En la práctica ¿qué resultados se derivan de considerar la Biblia como una colección de libros y no como un solo libro?

Aquí la terminología tiene grandes efectos prácticos. Cuando alguien se me acerca para decirme: «La Biblia dice esto», mi primera reacción es preguntar: «¿Qué libro de la Biblia?». Se pueden encontrar autores bíblicos hablando del mismo tema de muy distinta manera.

Más aún, la comprensión de la Biblia como una biblioteca afecta a las expectativas de los lectores cuando empiezan a leer las páginas de un autor en concreto. En una biblioteca moderna, los libros se encuentran distribuidos según su temática: historia, biografías, novelas, dramas, poesía, etc. Cuando uno entra en una biblioteca y solicita un libro, la primera pregunta que le hará el bibliotecario será: «¿Qué tipo de libro?». Esa pregunta también tiene mucha importancia a la hora de ponerse a leer la Biblia. Algunos de los errores más importantes en el comentario de la Biblia se han debido al supuesto, absolutamente gratuito, de que todos los libros de la Biblia son históricos. Hoy en día, los libros tienen cubiertas en las que se dice al lector de qué tipo de libro se trata, y los lectores automáticamente saben a qué atenerse gracias a esa información. Ninguno toma en sus manos un relato de Sherlock Holmes creyendo que va a leer la auténtica historia de un personaje que vivió en Londres a finales del siglo pasado. Los libros de la Biblia no tienen cubiertas y una tarea importante de los biblistas es dotar a cada libro con una introducción que ayude a su identificación. Se ha desperdiciado mucho tiempo tomando las dimensiones de la boca de un pez para poder demostrar la historicidad del libro de Jonás. Una simple introducción que explique al lector que se trata de una parábola, no de un hecho histórico, ahorra una gran confusión.

22. ¿Es que hoy ya no se cree en la inspiración de la Biblia?

Yo sí, por supuesto. Y por lo que yo sé, la mayoría de biblistas moderados no rechazaría esa terminología, a condición de que sus implicaciones sean comprendidas correctamente. El mismo hecho de que se haya formulado esta pregunta tras mi explicación de que hay distintos tipos o géneros de libros en la Biblia indica que no han quedado claras las implicaciones que comporta ese hecho por lo que respecta a la inspiración. A menudo se cree que la inspiración lo convierte todo en historia. Y no es así; puede darse poesía, drama, leyenda, ficción, etc. inspiradas. Si el libro de Jonás es una parábola y no historia, entonces la inspiración divina lo convierte en una parábola inspirada. La verdad que nos transmite sobre la voluntad de Dios de convertir a todas las naciones para que reconozcan su nombre y lleven una vida moral que les acarreará la felicidad es una verdad que podemos aceptar como palabra inspirada de Dios dirigida a nosotros. La inspiración no comporta que tengamos que creer que a un personaje histórico llamado Jonás se lo tragó un gran pez. Tendríamos que ocuparnos de esa posibilidad sólo en el caso de que el libro de Jonás fuese historia inspirada. Del mismo modo, aunque los primeros capítulos del Génesis no se encuentren clasificados en la sección de la biblioteca reservada a la ciencia, sino en la sección destinada a tradiciones y leyendas religiosas, vamos a seguir creyendo que la creación es obra de Dios como una verdad inspirada que nos transmiten esos capítulos. Sin embargo, no tendríamos que aceptar la descripción del Génesis como un relato científico de los orígenes del mundo. Podría tratarse de un relato que el autor aprendió de las representaciones legendarias de su pueblo y de otros pueblos y de las que él se sirvió para transmitir aquella verdad en la que él estaba verdaderamente interesado, a saber, que Dios es el soberano de todo y el creador del universo. Así pues, no hay contradicción entre aceptar la inspiración y aceptar los distintos géneros, formas o estilos literarios presentes en la Biblia.