Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Epílogo
Jhs.
1. Aunque cuando comencé a escribir esto que aquí va fue con
la contradicción que al principio digo
[1], después de acabado
me ha dado mucho contento y doy por bien empleado el trabajo, aunque confieso
que ha sido harto poco.
Considerando el mucho encerramiento y pocas cosas
de entretenimiento que tenéis, mis hermanas, y no casas tan bastantes
como conviene en algunos monasterios de los vuestros, me parece os será
consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de las
superioras podéis entrar y pasearos por él a cualquier hora.
2. Verdad es que no en todas las moradas podréis entrar por vuestras
fuerzas, aunque os parezca las tenéis grandes, si no os mete el mismo
Señor del castillo. Por eso os aviso, que ninguna fuerza pongáis,
si hallareis resistencia alguna, porque le enojaréis de manera, que
nunca os deje entrar en ellas
[2].
Es muy amigo de humildad. Con teneros
por tales que no merecéis aún entrar en las terceras, le
ganaréis más presto la voluntad para llegar a las quintas;
y de tal manera le podéis servir desde allí, continuando a
ir muchas veces a ellas, que os meta en la misma morada que tiene para Sí,
de donde no salgáis más, si no fuereis llamada de la priora
cuya voluntad quiere tanto este gran Señor que cumpláis como
la suya misma; y aunque mucho estéis fuera por su mandado, siempre
cuando tornareis, os tendrá la puerta abierta.
Una vez mostradas a
gozar de este castillo, en todas las cosas hallaréis descanso, aunque
sean de mucho trabajo, con esperanza de tornar a él, y que no os lo
puede quitar nadie.
3. Aunque no se trata de más de siete moradas, en cada una de éstas
hay muchas: en lo bajo y alto y a los lados, con lindos jardines y fuentes
y laberintos
[3] y cosas tan deleitosas, que desearéis deshaceros
en alabanzas del gran Dios, que lo crió a su imagen y semejanza
[4].
Si algo hallareis bueno en la orden de daros noticia de él, creed
verdaderamente que lo dijo Su Majestad por daros a vosotras contento, y lo
malo que hallareis, es dicho de mí.
4. Por el gran deseo que tengo de ser alguna parte para ayudaros a servir
a este mi Dios y Señor, os pido que en mi nombre, cada vez que leyereis
aquí, alabéis mucho a Su Majestad y le pidáis el aumento
de su Iglesia y luz para los luteranos; y para mí, que me perdone
mis pecados y me saque del purgatorio, que allá estaré quizá,
por la misericordia de Dios
[5], cuando esto se os diere a leer si estuviere
para que se vea, después de visto de letrados.
Y si algo estuviere
en error, es por más no lo entender, y en todo me sujeto a lo que
tiene la santa Iglesia Católica Romana, que en esto vivo y protesto
y prometo vivir y morir
[6].
Sea Dios nuestro Señor por siempre alabado y bendito, amén,
amén.
5. Acabóse esto de escribir en el monasterio de San José de
Avila, año de 1577, víspera de San Andrés
[7], para
gloria de Dios, que vive y reina por siempre jamás, amén.
contacto: hgonzalez@gmail.com