Las Moradas Santa Teresa de Jesús
Trata los grandes efectos que causa esta oración dicha. Es
menester ir con atención y acuerdo de los que hacen las cosas pasadas,
que es cosa admirable la diferencia que hay.
1. Ahora, pues, decimos que esta mariposica ya murió, con grandisima
alegría de haber hallado reposo, y que vive en ella Cristo. Veamos
qué vida hace, o qué diferencia hay de cuando ella vivía;
porque en los efectos veremos si es verdadero lo que queda dicho. A lo que
puedo entender, son los que diré:
[1]
2. El primero un olvido de sí, que verdaderamente parece ya no es,
como queda dicho;
[2] porque toda está de tal manera que no se conoce
ni se acuerda que para ella ha de haber cielo ni vida ni honra, porque toda
está empleada en procurar la de Dios, que parece que las palabras
que le dijo Su Majestad hicieron efecto de obra, que fue que mirase por sus
cosas, que El miraría por las suyas
[3].
Y así, de todo lo
que puede suceder no tiene cuidado, sino un extraño olvido, que
como digo parece ya no es ni querría ser en nada nada,
si no es para cuando entiende que puede haber por su parte algo en que acreciente
un punto la gloria y honra de Dios, que por esto pondría muy de buena
gana su vida.
3. No entendáis por esto, hijas, que deja de tener cuenta con comer
y dormir, que no le es poco tormento, y hacer todo lo que está obligada
conforme a su estado; que hablamos en cosas interiores, que de obras exteriores
poco hay que decir, que antes ésa es su pena ver que es nada lo que
ya pueden sus fuerzas.
En todo lo que puede y entiende que es servicio de
nuestro Señor, no lo dejaría de hacer por cosa de la tierra.
4. Lo segundo un deseo de padecer grande, mas no de manera que la inquiete
como solía; porque es en tanto extremo el deseo que queda en estas
almas de que se haga la voluntad de Dios en ellas, que todo lo que Su Majestad
hace tienen por bueno: si quisiere que padezca, enhorabuena; si no, no se
mata como solía.
5. Tienen también estas almas un gran gozo interior cuando son
perseguidas, con mucha más paz que lo que queda dicho, y sin ninguna
enemistad con los que las hacen mal o desean hacer; antes les cobran amor
particular, de manera que si los ven en algún trabajo lo sienten
tiernamente, y cualquiera tomarían por librarlos de él, y
encomiéndanlos a Dios muy de gana, y de las mercedes que les hace
Su Majestad holgarían perder por que se las hiciese a ellos, porque
no ofendiesen a nuestro Señor.
6. Lo que más me espanta de todo, es que ya habéis visto los
trabajos y aflicciones que han tenido por morirse, por gozar de nuestro
Señor;
[4] ahora es tan grande el deseo que tienen de servirle y que
por ellas sea alabado, y de aprovechar algún alma si pudiesen, que
no sólo no desean morirse, mas vivir muy muchos años padeciendo
grandísimos trabajos, por si pudiesen que fuese el Señor alabado
por ellos, aunque fuese en cosa muy poca.
Y si supiesen cierto que en saliendo
el alma del cuerpo ha de gozar de Dios, no les hace al caso, ni pensar en
la gloria que tienen los santos; no desean por entonces verse en ella: su
gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo al Crucificado, en especial
cuando ven que es tan ofendido, y los pocos que hay que de veras miren por
su honra, desasidos de todo lo demás.
7. Verdad es que algunas veces que se olvida de esto tornan con ternura los
deseos de gozar de Dios y desear salir de este destierro, en especial viendo
lo poco que le sirve; mas luego torna y mira en sí misma con la
continuanza
[5] que le tiene consigo, y con aquello se contenta y ofrece
a Su Majestad el querer vivir, como una ofrenda la más costosa para
ella que le puede dar.
Temor ninguno tiene de la muerte, más que tendría de un suave
arrobamiento. El caso es que el que daba aquellos deseos con tormento tan
excesivo, da ahora estotros.
Sea por siempre bendito y alabado.
8. El fin
[6] es que los deseos de estas almas no son ya de regalos ni de
gustos, como tienen consigo al mismo Señor, y Su Majestad es el que
ahora vive.
Claro está que su vida no fue sino continuo tormento,
y así hace que sea la nuestra, al menos con los deseos, que nos lleva
como a flacos en lo demás; aunque bien les cabe de su fortaleza cuando
ve que la han menester.
Un desasimiento grande de todo y deseo de estar siempre o solas u ocupadas
en cosa que sea provecho de algún alma. No sequedades ni trabajos
interiores, sino con una memoria y ternura con nuestro Señor, que
nunca querría estar sino dándole alabanzas; y cuando se descuida,
el mismo Señor la despierta de la manera que queda dicho
[7], que
se ve clarísimamente que procede aquel impulso, o no sé cómo
le llame, de lo interior del alma, como se dijo de los ímpetus
[8].
Acá es con gran suavidad, mas ni procede del pensamiento, ni de la
memoria, ni cosa que se pueda entender que el alma hizo nada de su parte.
Esto es tan ordinario y tantas veces que se ha mirado bien con
advertencia, que así como un fuego no echa la llama hacia abajo,
sino hacia arriba, por grande que quieran encender el fuego, así se
entiende acá que este movimiento interior procede del centro del alma
y despierta las potencias.
9. Por cierto, cuando no hubiera otra cosa de ganancia en este camino de
oración, sino entender el particular cuidado que Dios tiene de comunicarse
con nosotros y andarnos rogando que no parece esto otra cosa
que nos estemos con El, me parece eran bien empleados cuantos trabajos se
pasan por gozar de estos toques de su amor, tan suaves y penetrativos.
Esto habréis, hermanas, experimentado; porque pienso, en llegando
a tener oración de unión, anda el Señor con este cuidado,
si nosotros no nos descuidamos de guardar sus mandamientos.
Cuando esto os
acaeciere, acordaos que es de esta morada interior, adonde está Dios
en nuestra alma, y alabadle mucho; porque, cierto, es suyo aquel recaudo
o billete escrito con tanto amor, y de manera que sólo vos quiere
entendáis aquella letra y lo que por ella os pide
[9], y en ninguna
manera dejéis de responder a Su Majestad, aunque estéis ocupadas
exteriormente y en conversación con algunas personas; porque
acaecerá muchas veces en público querer nuestro Señor
haceros esta secreta merced, y es muy fácil como ha de ser la
respuesta interior hacer lo que digo haciendo un acto de amor, o decir
lo que San Pablo: ¿qué queréis, Señor, que haga?
[10] de muchas maneras os enseñará allí con qué
le agradéis y es tiempo acepto; porque parece se entiende que nos
oye, y casi siempre dispone el alma este toque tan delicado para poder hacer
lo que queda dicho con voluntad determinada.
10. La diferencia que hay aquí en esta morada es lo dicho:
[11] que
casi nunca hay sequedad ni alborotos interiores de los que había en
todas las otras a tiempos, sino que está el alma en quietud casi siempre;
el no temer que esta merced tan subida puede contrahacer el demonio, sino
estar en un ser con seguridad que es Dios; porque como está
dicho
[12] no tienen que ver aquí los sentidos ni potencias,
que se descubrió Su Majestad al alma y la metió consigo adonde,
a mi parecer, no osará entrar el demonio ni le dejará el
Señor; ni todas las mercedes que hace aquí al alma como
he dicho
[13] son con ningún ayuda de la misma alma, sino la
que ya ella ha hecho de entregarse toda a Dios.
11. Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo lo que el Señor aprovecha
aquí al alma y la enseña, que me parece es como en la
edificación del templo de Salomón, adonde no se había
de oír ningún ruido;
[14] así en este templo de Dios,
en esta morada suya, sólo El y el alma se gozan con grandísimo
silencio.
No hay para qué bullir ni buscar nada el entendimiento,
que el Señor que le crió le quiere sosegar aquí, y que
por una resquicia pequeña mire lo que pasa; porque aunque a tiempos
se pierde esta vista y no le dejan mirar, es poquísimo intervalo;
porque, a mi parecer, aquí no se pierden las potencias
[15], mas no
obran, sino están como espantadas.
12. Yo lo estoy de ver que en llegando aquí el alma todos los
arrobamientos se le quitan, si no es alguna vez, (el quitarse llama aquí
cuanto a perder los sentidos)
[16] y ésta no con aquellos arrebatamientos
y vuelo de espíritu, y son muy raras veces y ésas casi siempre
no en público como antes, que era muy ordinario; ni le hacen al caso
grandes ocasiones de devoción que vea, como antes, que si ven una
imagen devota u oyen un sermón que casi no era oírle
o música, como la pobre mariposilla andaba tan ansiosa, todo la espantaba
y hacía volar.
Ahora, o es que halló su reposo, o que el alma
ha visto tanto en esta morada que no se espanta de nada, o que no se halla
con aquella soledad que solía, pues goza de tal compañía;
en fin, hermanas, yo no sé qué sea la causa, que en comenzando
el Señor a mostrar lo que hay en esta morada y metiendo el alma
allí, se les quita esta gran flaqueza que les era harto trabajo, y
antes no se quitó.
Quizá es que la ha fortalecido el Señor
y ensanchado y habilitado; o pudo ser que quería dar a entender en
público lo que hacía con estas almas en secreto, por algunos
fines que Su Majestad sabe, que sus juicios son sobre todo lo que acá
podemos imaginar.
13. Estos efectos, con todos los demás que hemos dicho que sean buenos
en los grados de oración que quedan dichos, da Dios cuando llega el
alma a Sí, con este ósculo que pedía la Esposa
[17],
que yo entiendo aquí se le cumple esta petición.
Aquí
se dan las aguas a esta cierva, que va herida, en abundancia. Aquí
se deleita en el tabernáculo de Dios.
Aquí halla la paloma
que envió Noé a ver si era acabada la tempestad, la oliva,
por señal que ha hallado tierra firme dentro en las aguas y tempestades
de este mundo.
¡Oh Jesús! Y ¡quién supiera las muchas
cosas de la Escritura que debe haber para dar a entender esta paz del alma!
Dios mío, pues veis lo que nos importa, haced que quieran los cristianos
buscarla, y a los que la habéis dado, no se le quitéis, por
vuestra misericordia; que, en fin, hasta que les deis la verdadera, y las
llevéis adonde no se puede acabar, siempre se ha de vivir con temor.
Digo la verdadera, no porque entienda ésta no lo es, sino porque se
podría tornar la guerra primera, si nosotros nos apartásemos
de Dios.
14. Mas ¿qué sentirán estas almas de ver que podrían
carecer de tan gran bien? Esto les hace andar más cuidadosas y procurar
sacar fuerzas de su flaqueza, para no dejar cosa que se les pueda ofrecer,
para más agradar a Dios, por culpa suya.
Mientras más favorecidas
de Su Majestad, andan más acobardadas y temerosas de sí.
Y
como en estas grandezas suyas han conocido más sus miserias y se les
hacen más graves sus pecados, andan muchas veces que no osan alzar
los ojos, como el publicano;
[18] otras con deseos de acabar la vida por
verse en seguridad, aunque luego tornan, con el amor que le tienen, a querer
vivir para servirle como queda dicho
[19] y fían todo
lo que les toca de su misericordia.
Algunas veces las muchas mercedes las
hacen andar más aniquiladas, que temen que, como una nao que va muy
demasiado de cargada se va a lo hondo, no les acaezca así.
15. Yo os digo, hermanas, que no les falta cruz, salvo que no las inquieta
ni hace perder la paz, sino pasan de presto, como una ola, algunas tempestades,
y torna bonanza; que la presencia que traen del Señor les hace que
luego se les olvide todo. Sea por siempre bendito y alabado de todas sus
criaturas, amén.
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