Jesús respondió, y le dijo: "Todo aquél que bebe de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás tendrá sed; pero el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que saltará hasta la vida eterna". La mujer le dijo: "Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". Jesús le dijo: "Ve, llama a tu marido y ven aquí". La mujer respondió, y dijo: "No tengo marido". Jesús le dijo: "Bien has dicho no tengo marido: porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido: esto has dicho con verdad". (vv. 13-18)
Crisóstomo, In Ioannem hom., 31
Cuando la mujer había preguntado: "¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Jacob?" no dijo el Salvador: soy mayor, para que no apareciese que quería vanagloriarse. Sin embargo lo manifestó por lo que dijo en seguida. Prosigue: "Jesús respondió, y le dijo: Todo aquél que bebe de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás tendrá sed, y se hará en él una fuente", etc. Como diciendo: si Jacob fue admirable porque dio esta agua, si yo te doy una mejor que ésta, ¿qué dirás? Y no hace esta comparación a modo de desprecio, sino en relación a su alta dignidad. Y no dice que esta agua es mala ni despreciable, sino que dice aquello mismo que la naturaleza atestigua, a saber: que todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Lo cual es verdadero, ya se trate del agua material o ya de aquella que ésta representa; porque el agua está en el pozo, y las pasiones del mundo en una profundidad oscura, de donde las sacan los hombres con la vasija de sus pasiones. Porque el que no realiza los deseos, no puede llegar a los placeres. Y cuando alguno llega hasta los placeres de esta vida, ¿no tiene sed de nuevo? Luego el que bebe de esta agua tendrá sed otra vez. Mas si recibe agua de mí, no tendrá sed eternamente. ¿Y cómo tendrán sed otra vez los que estén embriagados por la abundancia de la casa de Dios? ( Sal 35). Prometía, por lo tanto, cierto alimento y la saciedad del Espíritu Santo.
Crisóstomo, ut supra
Manifiesta la grande excelencia de esta agua, a saber: porque todo el que bebiese de ella no tendría sed eternamente, por lo que dice a continuación. Prosigue, pues: "Pero el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que saltará hasta la vida eterna". Como si dijera: así como el que tiene una fuente dentro de sí mismo nunca puede ser afligido por la sed, del mismo modo el que tiene esta agua, esto es, la que yo le daré.
Teofilacto
Porque el agua que yo doy, constantemente se multiplica. El fundamento y el principio lo reciben los santos por medio de la gracia y luego ellos mismos negocian y trabajan por su aumento.
Crisóstomo, ut supra
Véase cómo aquella mujer era conducida poco a poco a la altura de los grandes misterios. Porque primeramente creyó que el Salvador era algún malvado de los judíos. Después, oyendo decir "agua viva", creyó que se trataba del agua material. Después, diciendo que se trataba de cosas espirituales, creyó, en verdad, que podía haber una agua capaz de apagar para siempre la sed. Aunque todavía no sabía qué agua sería ésta, la pedía creyendo que sería mejor que todas las aguas materiales. Por esto añade: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". En este concepto le cree superior al patriarca Jacob, de quien tenía formada una opinión tan alta.
San Agustín, ut supra
O de otra manera: aún se fijaba en lo material aquella mujer. Se complacía en no tener sed y creía que era esto lo que el Señor le había ofrecido, pero en sentido material. Dios había concedido en una ocasión a su siervo Elías que no tuviese ni hambre ni sed en el espacio de cuarenta días. Y el que puede hacer esto por cuarenta días, ¿no podría darlo para siempre? ( 1Re 19). Complacida, pues, con tal obsequio, le ruega que le dé agua viva. Por esto sigue: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". La pedía por evitarse el trabajo, porque, como persona débil, rehusaba el trabajar. Ojalá que hubiese oído: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y yo os aliviaré" ( Mt 11,28). Y esto lo decía Jesús para que ya no trabajase; pero ella aún no lo entendía. Finalmente, quiso el Señor que le entendiese. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá". ¿Qué es esto? ¿Acaso quería darle aquella agua por medio de su trabajo? Pero ella aún no lo entendía; quería enseñarla por medio de su marido, así como dice el Apóstol, refiriéndose a las mujeres: "que si alguna quiere aprender pregunte a su marido en su casa" ( 1Cor 11,35). Pero lo que allí se dice era para cuando no estuviese Jesús que enseñe. Mas como el mismo Señor era el que estaba presente, ¿qué necesidad había de hablarle por medio de su marido? ¿Acaso habló por medio de su marido a María Magdalena, que estuvo sentada junto a los pies del Salvador?
Crisóstomo, In Ioannem hom., 31
Mas como la mujer lo pedía, deseando recibir el agua ofrecida, le dijo el Señor: "llama a tu marido", dando a entender que también él debía participar de aquello. Mas ésta, deseando recibir el agua y ocultando su mala vida, creía aún que hablaba solamente a un hombre. Por esto dice: "La mujer respondió, y dijo: No tengo marido". Habiendo oído esto el Salvador, cree llegado el momento de exponerle sobre las demás cosas, porque le cuenta cuántos maridos ha tenido y le reprende por el que ahora ocultaba. Prosigue: "Jesús le dijo: bien has dicho, no tengo marido".
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Entiéndase, en verdad, que esta mujer no tenía entonces marido, pero tenía tratos ilícitos con no sé qué marido ilegítimo. Por esto le habla oportunamente diciendo: "Has tenido cinco maridos".
Orígenes, In Ioannem tom., 13
Ve ahora si es posible que el pozo de Jacob represente todas las Sagradas Escrituras. El agua de Jesús, las cosas ocultas que motivaron la revelación, y que no es permitido a todos poder escrutar; porque lo que está escrito ha sido dictado por los hombres y lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni puede caber en el alma humana, no puede reunirse en las Sagradas Escrituras; pero pueden brotar de la fuente del agua que salta para la vida eterna (por disposición del Espíritu Santo), y entonces se dan a conocer a aquellos que ya no tienen un alma material, y que pueden decir con el Apóstol: "Nosotros conocemos a Jesucristo" ( 1Cor 2,16). Por lo tanto, el que no conoce lo profundo de sus palabras, aun cuando se contente con poco, otra vez dudará insistiendo. Mas el que bebe el agua de Jesucristo es elevado a tal altura, que la fuente de todo lo que desea brota en él, y los que desean agua en lo alto, volando su imaginación, llegan a conseguir esta agua, que salta hasta la vida eterna. Aquella mujer quería vivir sin el agua de Jacob de una manera angelical y aprender la verdad de manera sobrehumana, porque los ángeles no necesitan del pozo de Jacob para beber; pero cualquiera comprende que la fuente del agua que brota hasta la vida eterna, procedía del mismo Verbo; y por esto es que añade: "Señor, dame esa agua". Pero es imposible aquí, sin recurrir a aquella que se saca del pozo de Jacob, tomar el agua que es concedida por el Verbo. Por esto parece que Jesús dice a la samaritana, cuando se la pide, que se la daría, pero no en otro lugar sino en la fuente de Jacob. Por esto sigue: "Le dice Jesús: Ve, llama a tu marido, y ven acá". Por lo tanto, si tenemos sed, es muy conveniente tomar agua en primer lugar del pozo de Jacob. Y además, como dice el Apóstol, "el marido del alma, es la Ley" ( Rom 7).
San Agustín, Lib. 83, quaest. qu. 64
Los cinco maridos representan los cinco libros que se han escrito por Moisés. Así lo creen algunos. Respecto a lo que dijo: "Y el que ahora tienes no es tu marido", creen algunos que el Salvador decía esto refiriéndose a sí mismo. Porque éste sería el sentido: primeramente has obedecido a los cinco libros de Moisés, como si hubieran sido cinco maridos; mas el que tienes ahora (esto es, el que oyes) no es tu marido, porque todavía no crees en él. Mas como era detenida todavía por aquellos cinco maridos (esto es, por aquellos cinco libros), no creyendo aún en Jesucristo, puede preguntarse cómo pudo decir: "has tenido cinco maridos", como si ahora no los tuviese. Además, cómo puede entenderse que el hombre pueda separarse de aquellos cinco libros para creer en Jesucristo, cuando el que cree en Jesucristo no debe abandonar aquellos cinco libros, sino entenderlos mejor en sentido espiritual. Luego esto, debe entenderse también de otro modo.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Viendo Jesús que aquella mujer no le entendía, y deseando que le entendiese, le dice: "Llama a tu marido", esto es: presenta tu inteligencia. Porque cuando la vida está ordenada, el entendimiento dirige al alma, perteneciendo al alma misma; el entendimiento no es cosa distinta del alma, sino algo de ella. Esto mismo que se llama entendimiento e inteligencia del alma, es alumbrado por una luz superior. Y esta luz era la que hablaba cuando hablaba con aquella mujer; pero faltaba el entendimiento en ella. Y el Señor, como si dijese: quiero iluminar y no tengo a quien, le dijo: "Llama a tu marido". Esto es: trae el entendimiento, por medio del cual comprenderás, por quien serás dirigida. Mas ella, aun sin llamar aquel marido, no lo entendió. Me parece que los cinco primeros maridos del alma podemos interpretarlos por los cinco sentidos corporales; antes que cada cual tenga uso de razón, no es dirigido por otra cosa que por los sentidos de la carne. Mas cuando el alma es capaz de sentir, o es dirigida por la sabia razón o por el error. Pero el error no rige, sino que pervierte. Después de aquellos cinco sentidos, aquella mujer aún erraba; mas aquel error no era su legítimo marido, sino un adúltero. Por lo tanto, le dice Jesús: "Quita este adúltero que te corrompe, y llama a tu marido para que me entiendas".
Orígenes, In Ioannem tom., 13
¿Y dónde era más oportuna esta refutación de Jesús, en relación al marido de la samaritana, sino junto a la fuente de Jacob? Puede también entenderse que el marido del alma es la Ley, porque la samaritana, por la inconveniente interpretación de las palabras de la Ley, se sujetaba al rito de los infieles como a su marido ilegítimo. Y ahora es llamada a la Palabra de la verdad, que habría de resucitar de entre los muertos, y que no había de morir ya después.