"Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados". (v. 5)
San Ambrosio,
in Lucam, 5,55
Cuando hagas esto, para que seas pobre y manso acuérdate que eres pecador y llora tus pecados. Por eso sigue: "Bienaventurados los que lloran". Con toda propiedad se aplica la tercera bienaventuranza al que llora sus pecados porque la Trinidad es quien perdona los pecados.
San Hilario,
in Matthaeum, 4
Se llaman llorantes, no los que se entristecen llorando la orfandad o las afrentas u otros daños, sino los que lloran sus pecados.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
Y los que lloran sus pecados pueden llamarse en realidad bienaventurados, pero a medias. Más bienaventurados son aquellos que lloran los pecados ajenos, tales conviene que sean todos los maestros.
San Jerónimo
El luto del que se trata aquí no es por los muertos según la ley común de la naturaleza, sino por los que han muerto a causa del pecado y los vicios. Así lloró Samuel a Saúl (
1Sam 16), y San Pablo a aquellos que después de sus actos de impureza necesitaban arrepentirse (
2Cor 12,21).
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
El consuelo de los que lloran será el luto y los que lloran sus pecados se consolarán cuando obtengan el perdón.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 15,3
Y aun cuando sea suficiente disfrutar de su perdón, no termina la retribución en el perdón de los pecados, sino que los hace partícipes de muchos consuelos tanto para la vida presente como para la futura. El Señor da siempre retribuciones mayores que los trabajos.
Pseudo-Crisóstomo,
opus imperfectum in Matthaeum, hom. 9
Y los que lloran los pecados ajenos también serán consolados, puesto que cuando conozcan en la otra vida la gran bondad de Dios, de cuyas manos nadie les podrá ya arrebatar, y comprendan que los que se perdieron no eran de Dios, se alegrarán de aquellos que habiendo dejado la aflicción han sido constituidos en herederos de la gloria.
San Agustín,
de sermone Domini, 1, 2
El luto es la tristeza que ocasiona la pérdida de personas queridas. Los convertidos a Dios pierden todo lo más querido que tienen en este mundo. No se gozan en aquellas cosas en que antes se alegraban y hasta que no posean el amor de la cosas eternas son heridos por alguna tristeza. Se consolarán en el Espíritu Santo, el cual con toda propiedad se llama Paráclito, lo que quiere decir consolador, porque enriquece con la eterna alegría a los que pierden la alegría temporal. Por lo tanto dice: "Puesto que ellos serán consolados".
Glosa
Por el luto se entiende también dos clases de compunción, a saber, por las miserias de esta vida y por el deseo de las cosas celestiales. Por esta causa la hija de Calef pidió el rocío del cielo y de la tierra. Esta clase de luto no la tiene sino el pobre y el manso, el cual como no ama al mundo porque lo considera pobre, apetece el cielo. Por esto se ofrece oportunamente a los que lloran el consuelo, para que el que se entristece en la vida presente goce en la vida futura. Es mayor la retribución del que llora que la del pobre y el manso. Más vale gozar en el Reino que tener y poseer. Tenemos muchas cosas a costa de dolores y las poseemos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 15,3
Obsérvese que propuso esta bienaventuranza con cierta intención. Y por ello no dijo: "Los que se entristecen" sino "los que lloran". Nos enseñó así la sabiduría más perfecta. Pues si los que lloran a los hijos u otros individuos que han perdido, por todo el tiempo de su dolor no desean la riqueza ni la gloria, ni se consumen por la envidia, ni se conmueven por las ofensas, ni son presas de alguna otra pasión, mucho más deben observar estas cosas los que lloran sus pecados, pues llorarlos cosa digna es.