"Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve y corrígele entre ti y él solo. Si te oyere, ganado habrás a tu hermano. Y si no te oyere, toma aun contigo uno o dos, para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Y si no los oyere, dilo a la Iglesia. Y si no oyere a la Iglesia, tenlo como un gentil y un publicano". (vv. 15-17)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Después de hablar el Señor con tanta vehemencia contra los que escandalizan, advirtiéndoles por todas partes, a fin de que no se hagan tan perezosos aquellos que son el objeto del escándalo, que por evitar un pecado no caigan en el de la negligencia y tratando ellos de que se les perdone en todo, no se llenen de orgullo; el Señor los contiene sobre este punto y manda que se les reprenda, diciendo: "Por lo tanto, si tu hermano pecare contra ti", etc.
San Agustín, sermones, 82,1,4
El Señor nos advierte que no debemos despreciar nuestros pecados, ni buscar lo que debemos reprender, sino ver lo que debemos corregir. Debemos corregir con amor, no con deseo de hacer daño, sino con intención de corregir; si no lo hacéis así, os hacéis peores que el que peca. Este comete una injuria y cometiéndola se hiere a sí mismo con una herida profunda. Despreciáis vosotros la herida de vuestro hermano, pues vuestro silencio es peor que su ultraje.
San Agustín, de civitate Dei, 1,9
Con frecuencia la verdad se disimula criminalmente. Unas veces por no enseñar o no aconsejar a los malos, otras por no corregirlos y evitarles las reprensiones; ya por no tomarnos ese trabajo, ya por no perder su amistad, ya porque no nos sirvan de obstáculo y no nos perjudiquen en las cosas temporales, que desea adquirir nuestra ambición, o que nuestra debilidad tiene miedo de perder. Si alguno deja de reprender o de corregir a los que obran mal, con el pretexto de esperar una ocasión más oportuna, o creyendo que no se harán peores, o que no será un impedimento para enseñar a los que están débiles una vida buena y piadosa, o que no los retraerán de la fe ni los perseguirán, no me parece que todo esto se deba a una pasión, sino a un consejo de la caridad. Con mucha más razón deben corregir con caridad los jefes de las iglesias colocados al frente de ellas para perdonar, pero no lanzando insultos contra los pecadores. Y no están exentos de faltas de este género aquellos que, aunque no son superiores, conocen y no hacen caso de muchas cosas que deberían advertir y de corregir en aquellos con quienes están íntimamente unidos por el lazo de una vida común y no los corrigen por evitarse los inconvenientes que les resultarían, por razón de las cosas temporales de que usan lícitamente, pero en las que se deleitan más de lo que deben.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Debemos considerar que el Señor lleva con frecuencia a aquel que ha causado tristeza, hasta aquel que ha sido entristecido; así lo dice ( Mt 5,23-24): "Si te acordares de que tu hermano tiene alguna cosa contra ti, ve y reconcíliate con tu hermano". Y manda el Señor en otra ocasión, que aquel que sufre injustamente, debe perdonar a su prójimo, según lo que dice en otro lugar: "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores" ( Mt 6,12). Aquí halla otro modo pues no es el ofensor, sino el ofendido, quien ha de buscar la reconciliación. Como el ofensor no sería fácil que fuera a pedir perdón, de pura vergüenza y sonrojo, de ahí que manda al ofendido a que dé este paso, con el fin de corregir lo sucedido. Por eso dice: "Ve y corrígele".
Rábano
No manda el Señor que se perdone indistintamente a toda clase de pecadores, sino a los que oyen, esto es, a los que obedecen y hacen penitencia; de esta manera el perdón no es difícil, ni la indulgencia demasiado benigna.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Y no dice el Señor: acusad, reñid, pedid venganza, sino corregid; es decir, recordadle sus pecados; decidle lo que vosotros sufrís por causa de él, porque él está ebrio por la ira y la vergüenza y como sumergido en un sueño profundo, y vosotros que estáis sanos, debéis ir a aquel que está enfermo.
San Jerónimo
Es necesario que sepáis que si pecare contra vosotros vuestro hermano y por cualquier concepto os hiriere, no sólo tenéis poder, sino hasta necesidad de perdonarle. Porque está mandado "que perdonemos a nuestros deudores" y en este pasaje se dice: "Si pecare contra ti tu hermano"; mas si pecare contra Dios, esto no es cosa nuestra. Somos benignos con respecto a las injurias de Dios y en las nuestras, por el contrario, nos tomamos las represalias.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Por esta razón hace esta recomendación con relación a aquel que ha sufrido la injuria y no con respecto a otro. Porque el que ultraja a otro sufre más fácilmente la corrección del ultrajado, sobre todo si se la hace a solas. No hay cosa que más aplaque al que ultraja, como el ver que aquel que puede pedirle una reparación, se toma tanto cuidado por su salud.
San Agustín, sermones, 82,7
Por consiguiente, cuando peca alguno contra nosotros, debemos tener gran cuidado de olvidar nuestra injuria, pero no el mal que se ha hecho a nuestro hermano, no por nosotros, porque es una gloria el olvidar las injurias. Corrijámosle, pues, a solas y no nos ocupemos más que de la corrección y de perdonarle su vergüenza porque podrá suceder que él, a causa de la vengüenza que tiene, trate de defender su pecado y que vosotros, queriéndole corregir, le hagáis peor.
San Jerónimo
El hermano debe ser corregido, separadamente, no sea que pierda una vez el honor y la vergüenza y continúe en el pecado.
San Agustín, sermones, 82,7-8
Pero dice el apóstol "Corrige delante de todos al que peca, para que los demás tengan también miedo" ( 1Tim 5,20); de donde resulta, que es necesario que sepáis que en unas ocasiones se debe corregir al hermano a solas y en otras en presencia de todos. Escuchad y ved lo que es preciso hacer antes: "Si pecare -dice el Señor- tu hermano contra ti, corrígele tú y él solos". ¿Por qué? ¿Por qué pecó contra ti? ¿Cómo pecó contra ti? Tú sabes que pecó y porque fue secreto el pecar contra ti, debes buscar el secreto cuando corrijas las cosas en que pecó. Porque si sólo tú sabes que pecó contra ti, el corregirle delante de todos no es corregirle, sino delatarle. Pecó, pues, tu hermano contra ti y sólo tú lo sabes; entonces pecó realmente contra ti sólo; pero si te ha injuriado oyéndolo muchos, ha pecado también contra aquellos a quienes hizo testigos de su iniquidad. Es necesario, pues, corregir delante de todos a aquellos que han pecado delante de todos y en secreto a los que han pecado en secreto. Distinguid los tiempos y concordad las Escrituras. ¿Y por qué corriges al prójimo? ¿Por qué te dueles de que haya pecado contra ti? ¡No lo quiera Dios! Si lo haces por el amor que te tienes, nada haces; pero si lo haces por amor del prójimo, obras muy bien. Considera las palabras del texto, para ver si lo debes hacer por ti o por el prójimo; las palabras son éstas: "Si te oyere, ganado habrás a tu hermano", etc.; luego, para ganar a tu hermano, hazlo por él; acuérdate de que tú has perecido pecando contra el hombre. Porque si no habías perecido, ¿cómo te hubiera él ganado a ti? Nadie desprecie, pues, la ofensa hecha a un hermano.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Manifiesta el Señor en esas palabras que la enemistad es un perjuicio para los dos que se enemistan y por eso no dijo: "Que él se ganó a sí mismo, sino que tú le has ganado a él". Por donde se ve que tanto tú como él habíais sufrido un perjuicio a causa de vuestra discordia.
San Jerónimo
Adquirimos nuestra propia salvación mediante la salvación de otro.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Lo que debemos hacer, si no hemos persuadido a nuestro hermano, lo dice el Señor con estas palabras: "Y si no te oyere, toma aun contigo uno o dos", etc. Cuanto más desvergonzado y terco fuere, tanto más conviene aplicarle la medicina, pero sin moverle a la cólera y el odio. No desiste el médico, cuando ve que no cede la enfermedad, sino que entonces es cuando más se prepara para vencerla. Ved, pues, cómo no debemos proponernos la venganza, sino la enmienda en la corrección; atendido esto, no manda que en seguida se tomen dos, sino cuando no quisiere corregirse y ni aun en este caso quiere que se le mande al pueblo, sino que se le corrija delante de uno o de dos, según previene la Ley, que dice: "Que toda palabra salida de la boca de dos o tres testigos sea tenida por estable"; que es como si dijera: tenéis un testimonio, habéis hecho lo que está de vuestra parte.
San Jerónimo
También puede entenderse de este modo. Si no te ha querido escuchar, preséntale tan solo a un hermano y si a éste no oyere, preséntale al tercero, ya para que se corrija por vergüenza o por vuestro consejo, o ya para que vea que obráis delante de testigos.
Glosa
O para que si dijere que él no había pecado, prueben los testigos que él ha pecado.
San Jerónimo
Además, si ni aun a éstos quisiere oír, entonces se debe decir delante de muchos, con el objeto de que le detesten todos y de que lo que no pudo salvar el pudor, lo salven los oprobios; de aquí sigue: "Y si no los oyere, dilo a la Iglesia".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,2
Es decir, a los que están al frente de la Iglesia.
Glosa
O también dilo a toda la Iglesia, para que él pase mayor vergüenza. Después de todo esto debe seguir la excomunión, que es preciso se haga por boca de la Iglesia, esto es, por el sacerdote, que cuando excomulga lo hace con él toda la Iglesia. Por eso dice: "Y si no oyere a la Iglesia", etc.
San Agustín, sermones, 82,7
No queráis desde entonces contarle entre los hermanos, sin embargo, procurad su salvación. Porque tampoco contamos en el número de hermanos a los extraños, es decir, a los gentiles y a los paganos y sin embargo, tratamos de salvarlos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
El Señor, no obstante, no nos ha mandado jamás, con respecto a los que están fuera de la Iglesia, una cosa parecida a la que nos manda aquí sobre la corrección de los hermanos. Porque en cuanto a los extraños, dice ( Mt 5,39): "Si alguno te hiriere en la mejilla, preséntale también la otra" y San Pablo ( 1Cor 5,12): "¿Cómo he de juzgar a los que están fuera?" Pero nos manda, en cuanto a los hermanos, que los reprendamos y los alejemos.
San Jerónimo
En las palabras: "Tenlo como un gentil y un publicano", nos da a entender el Señor que debemos detestar más a aquel que con el nombre de cristiano practica las obras de los infieles, que aquellos que son claramente paganos. Se da el nombre de publicanos a los que buscan las ganancias del mundo y exigen impuestos por medio de tráficos, engaños, hurtos y de perjurios horribles.
Orígenes, homilia 6 in Matthaeum
Veamos que es posible que esta máxima no comprenda toda clase de pecados. Pero si alguno ha cometido alguno de esos pecados que conducen a la muerte -por ejemplo, si ha profanado su propio sexo, si es adúltero, homicida o afeminado- ¿hay razón para que a semejante hombre le reprenda uno solo y a solas y decir, si escuchase, le ha ganado y si no escuchase, no debe ser arrojado de la Iglesia hasta que le reprenda la Iglesia delante de testigos y se vea que después de esta reprensión persiste en el mal? Hay algunos, que mirando a la inmensa misericordia de Cristo, enseñan que, no haciendo las palabras de Cristo distinción de pecados, obran contra la misericordia de Cristo los que aplican las palabras de Cristo tan sólo a los pecados veniales; otros, por el contrario, considerando prudentemente las palabras de Cristo, defienden que no son aplicables a toda clase de pecados, puesto que el que comete pecados graves es hermano tan sólo en el nombre y según el apóstol ( 1Cor 5), "no es lícito ni aun comer con él". Ahora bien, los que dicen que este pasaje no comprende toda clase de pecados, abren la puerta del pecado a los negligentes; y los que defienden que en los pecados veniales y no en los mortales es donde debe mirarse como gentil y publicano al pecador que no ha querido oír la reprensión delante de testigos de la Iglesia, parece que introducen una doctrina cruel. Nosotros no podemos afirmar que el hombre no tenga más remedio que el de perecer, Primero, porque si no ha obedecido a las tres reprensiones, puede obedecer a la cuarta; además, porque algunas veces, cosa casi necesaria en este mundo, no se da al hombre según sus obras, sino algo más de lo que pecó. Finalmente, porque no dijo el Señor: Sea tenido como un gentil y un publicano, sino tenedlo vosotros. Por consiguiente, el que no se corrige de un pecado leve después de la tercera reprensión, es para nosotros como un gentil o un publicano, de quien nos debemos separar para que se cubra de vergüenza. Ahora, el afirmar si delante de Dios es o no un gentil o publicano, no es de nuestra competencia, pertenece sólo al juicio de Dios.