"Semejante es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo, que cuando lo halla un hombre, lo esconde: y por el gozo de ello va, y vende cuanto tiene, y compra aquel campo". (v. 44)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
Las parábolas que el Señor puso arriba de la levadura y de la mostaza, dicen relación al poder de la predicación del Evangelio, que debía someter a todo el mundo. Ahora, para manifestar la hermosura y brillo de esa predicación, se vale de la parábola del tesoro y de la piedra preciosa diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo". Porque la predicación del Evangelio está oculta en el mundo, y si no vendiereis todo no lo compraréis, y esto lo debéis hacer con alegría, y por eso sigue: "Que cuando halla el hombre, lo esconde."
San Hilario,
in Matthaeum, 13
Este tesoro se halla gratuitamente, porque la predicación del Evangelio es sin condición. Pero el usar y poseer con el campo este tesoro no puede hacerse sin condición, porque no se pueden poseer las riquezas del cielo sin el sacrificio de algunas cosas de la tierra.
San Jerónimo
Mas cuando se esconde una cosa no lo hace por miedo a la envidia, sino por el temor de perder una cosa que se prefiere a las antiguas riquezas y se desea conservar.
San Gregorio,
homiliae in Evangelia, 12
O de otra manera, el tesoro escondido en el campo significa el deseo del cielo, y el campo en que se esconde el tesoro es la enseñanza del estudio de las cosas divinas: "Este tesoro, cuando lo halla el hombre, lo esconde", es decir, a fin de conservarlo; porque no basta el guardar el deseo de las cosas celestiales y defenderlo de los espíritus malignos, sino que es preciso además el despojarlo de toda gloria humana. Porque esta vida es como el camino que nos conduce a la patria, y los espíritus malignos, a la manera de ciertos rateros, están continuamente acechando nuestro camino, y desean despojar a los que llevan públicamente por el camino ese tesoro. Y os digo esto no con el fin de que nuestros prójimos no vean nuestras obras buenas, sino a fin de que no busquemos las alabanzas exteriores en nuestras buenas obras. Y el reino de los cielos es semejante a las cosas de la tierra en el sentido de que el alma debe elevarse de las cosas conocidas a las desconocidas, y del amor a las cosas visibles al de las invisibles. Sigue: "Y a causa del gozo". Compra sin duda el campo después de haber vendido todo lo que posee aquél que renunciando a los placeres de la carne echa debajo de sus pies todos sus deseos terrenales por guardar las leyes divinas.
San Jerónimo
O también, ese tesoro en que se ocultan todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, o es el Verbo-Dios que parece que está escondido en la carne de Cristo, o son las Santas Escrituras en que está contenido el conocimiento del Salvador.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,13
Este tesoro escondido en el campo son los dos Testamentos que hay en la Iglesia, de los cuales, cuando alguno llega a entender alguna parte, comprende que aun hay en ellos ocultas grandes cosas, y se marcha y vende cuanto tiene y los compra, es decir, compra con el desprecio de las cosas temporales la tranquilidad y se hace rico con el conocimiento de Dios.