Cuando estaba todavía hablando a las gentes, he aquí su madre y sus hermanos estaban fuera, que le querían hablar. Y le dijo uno: "Mira que tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan". Y El, respondiendo al que le hablaba, le dijo: "¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?" Y extendiendo la mano hacia sus discípulos, dijo: "Ved aquí mi Madre y mis hermanos: Porque todo aquél que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y Madre". (vv. 46-50)
San Hilario, in Matthaeum, 12
Como había anunciado todo lo que precede en nombre de la majestad de su Padre, ahora el evangelista nos manifiesta lo que contestó al que le dijo que su Madre y sus hermanos le estaban esperando a la parte de afuera: "Cuando estaba todavía hablando a las gentes".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,40
Es indudable que sucedió a continuación de lo anterior lo que aquí nos refiere el evangelista, quien se vale, antes de referirlo, de la transición siguiente: "Cuando estaba todavía hablando a las gentes". ¿Y qué quiere decir la palabra todavía, sino que El estaba hablando aun las cosas que hemos referido? También San Marcos, después de habernos contado todo lo concerniente a la blasfemia contra el Espíritu Santo, dijo: "Y llegan su Madre y sus hermanos" ( Mc 3,31). San Lucas no siguió este orden, sino que puso primero el hecho, y lo refirió según ( Lc 8) lo iba recordando.
San Jerónimo
De aquí, esto es, de decir el Evangelio los hermanos del Señor, deduce Helvidio su error. ¿Cómo, dice él, se llaman en el Evangelio hermanos del Señor los que no eran hermanos suyos? Pero es necesario tener presente que el nombre de hermanos se toma bajo cuatro sentidos en las Sagradas Escrituras: hay hermanos de naturaleza, de nación, de parentesco y de cariño. Por naturaleza, como Esaú y Jacob ( Gén 25); por nacionalidad, así todos los judíos se llaman entre sí hermanos, como en el Deuteronomio ( Dt 17,15); "No podrás constituir como rey sobre ti un hombre extranjero que no es tu hermano". Además, se llaman hermanos los que son de una misma familia, como en el Génesis: "Y dijo Abraham a Lot: no haya disputa entre tú y yo, porque somos hermanos" ( Gén 13,8). Los hermanos de cariño lo son, o de una manera general, o de una manera individual. Así se llaman de una manera más especial hermanos todos los cristianos, como dice el Salvador: "Ve y di a mis hermanos" ( Jn 20,17), y de una manera general, porque todos los hombres reconocen un solo padre y están unidos entre sí por un parentesco común y esto es lo que se lee en Isaías: "Decid a los que os aborrecieron: Vosotros sois nuestros hermanos" ( Is 66,9). Pregunto yo ahora: ¿de qué manera son hermanos del Señor los que así llama el Evangelio? ¿Por naturaleza? Pero la Escritura no lo dice ni los llama hijos de María ni de José. ¿Por la nacionalidad? Pero esto es un absurdo, porque sería llamar hermanos a unos cuantos judíos, y no a los demás; siendo así que todos los judíos que estaban allí presentes tenían derecho a la misma denominación. ¿Es según el sentimiento humano o sobrenatural? Pero en este sentido ¿quién mejor que los Apóstoles, a quienes daba el Señor instrucciones íntimas, merecía llamarse hermano? O si todos (porque son hombres) son hermanos, fue una cosa necia anunciar como cosa propia a los que lo esperaban fuera diciendo: "Mira, tus hermanos te buscan". Resulta, pues, que la palabra hermano debe tomarse no en el sentido de la naturaleza, ni en el de la nacionalidad, ni en el de afecto, sino en el de parentesco.
San Jerónimo
Las palabras "hermanos del Señor" hacen suponer a algunos, siguiendo las locuras de algunos apócrifos, y fingiendo la existencia de una mujerzuela llamada Esca, que José había tenido otros hijos de una esposa anterior. Pero nosotros comprendemos bajo la palabra hermano, no los hijos de José, sino a los consobrinos del Salvador, a los hijos de la tía materna del Señor, la cual es llamada en el Evangelio madre de Santiago el menor, de José y de Judas, a quienes en otro lugar del Evangelio ( Mc 6; Gál 1), se les llama hermanos del Señor. Toda la Escritura nos da testimonio de que el nombre de hermanos se extiende hasta los consobrinos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,1
Ved ahí el orgullo de sus parientes, porque debían entrar y mezclarse con las turbas para oírle, o si no querían esto, esperar hasta el final del discurso y acercársele entonces. Pero ellos lo llaman afuera y lo hacen en presencia de todos para manifestar su vanidad y hacer ver a todos que mandan con autoridad a Cristo, cosa que manifiesta el evangelista e insinúa bajo cierto velo, cuando dice: "Cuando estaba todavía hablando", que es como si dijera: ¿No lo podían haber hecho en otra ocasión? ¿Y qué deseaban ellos hablar? Si era en favor de los dogmas de la verdad, debían de haberse contentado de una manera ordinaria a fin de ganar de este modo las almas de sus oyentes; y si era de cosas pertenecientes a ellos no era oportuno llamarle con tanta prontitud, de donde resulta que lo hacían llevados de la vanagloria.
San Agustín, de natura et gratia, 36
Cuanto se diga de los parientes del Señor, si se trata del pecado, bajo ningún concepto quiero que se diga de la Virgen María (por el honor de Cristo). Nosotros sabemos que le fueron concedidas las mayores gracias para triunfar de todo pecado, porque ella era la destinada a concebir y a dar a luz a quien nos consta que jamás tuvo pecado alguno.
Sigue: le dijo un cierto hombre: "Mira, tu Madre y tus hermanos están afuera buscándote".
San Jerónimo
Se me figura que el anunciante no habla por casualidad ni con sinceridad, sino para tenderle algún lazo, sin duda para ver si prefería a la obra espiritual la carne y la sangre. Por eso el Señor, sin negar a su Madre y a sus parientes, sino para contestar al que le avisaba, rehusó el salir.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,1
Y no dijo: "Marcha, dile que no es mi Madre", sino que se dirigió al que le avisaba, y contestándole cuando le hablaba, le dijo: "¿Cuál es mi Madre, y cuáles son mis hermanos? 1"
San Hilario, in Matthaeum, 12
No se debe juzgar por estas palabras que en ellas dio El un testimonio de desaire hacia su Madre, puesto que desde lo alto de la cruz le dio pruebas de solicitud y amor filial ( Jn 19).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,1
Si hubiera El querido negar a su Madre, lo hubiera hecho cuando los judíos se mofaban de El con ocasión de su Madre ( Mc 6).
San Jerónimo
No negó El, pues, como pretenden Marción y Maniqueo, a su Madre, de quien nació, para no dar lugar a que se creyese que era hijo de un fantasma, sino que quiso destacar el vínculo con los discípulos sobre el vínculo de parentesco, para enseñarnos a preferir el vínculo del espíritu al de los parientes.
San Ambrosio, In Lucam, 6
Es propio del Maestro ofrecer a los demás un ejemplo en su persona cuando dicta un precepto. Así, el comienza por cumplirlo. Antes de determinar que quien no deja a su padre y a su madre no es digno del Hijo de Dios ( Lc 14,26) El se somete al principio señalado. Ciertamente, no reprueba el cariño filial debido a su madre, pues de El viene el mandamiento: "Honra a tu padre y a tu madre" ( Ex 50). Más bien quiere enseñar que más que los piadosos sentimientos y cariño para su madre por ser físicamente tal, los que no descarta, busca destacar la unión a la voluntad de su Padre celestial, en la que se da la mayor unión de las almas 2.
San Gregorio, homiliae in Evangelia, 3,2
El Señor se dignó llamar hermanos a los discípulos, diciendo: "Id y anunciad a mis hermanos" ( Mt 28,10). Pero se preguntará: ¿Cómo el que por la fe se ha hecho hermano de Cristo, puede llegar a ser madre? Para contestar a esta pregunta debemos tener presente que el que por la fe se hace hermano o hermana de Cristo, se hace madre por la predicación, porque viene como a dar a luz al Señor infundiéndolo en el corazón de los oyentes. Y se hace madre de El, si mediante su voz engendra en el alma del prójimo el amor del Señor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
Lo que se acaba de decir nos enseña también otra cosa, a saber: que no se debe despreciar la virtud dejándose llevar de la confianza que puede inspirar el parentesco; porque si nada aprovecha a la Madre el ser Madre, si no tiene virtud, ¿quién podrá gloriarse de encontrar su salvación en el parentesco? Porque no hay más que una sola nobleza, el hacer la voluntad de Dios, y por eso sigue: "Cualquiera, pues, que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, es mi hermano, mi hermana y mi Madre". Muchas mujeres glorificaron a aquella Virgen santa, y a su vientre, y desearon ser madres parecidas a ella. ¿Quién se lo impide? Abierto tenéis el camino, y no sólo las mujeres, sino también los hombres pueden llegar a ser Madre de Dios.
San Jerónimo
Digámoslo de otra manera, el Salvador habla a las turbas, y en sentido más íntimo, enseña a las naciones: su Madre y sus parientes, esto es, la sinagoga y el pueblo de los judíos, están a la parte de afuera.
San Hilario, in Matthaeum, 12
Tenían ellos, lo mismo que los demás, la facultad de entrar hasta El; pero porque había venido entre los suyos y no le recibieron ( Jn 1,2), se abstienen de entrar y de aproximarse a El.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 3,2
De donde su Madre está afuera, como si no la conociese, pues no es reconocida la sinagoga por aquel que la fundó, en atención a que, ateniéndose a la observancia de la ley, perdió la inteligencia espiritual, y se quedó en la puerta guardando la letra.
San Jerónimo
Después de haber rogado, de haber buscado y de haber mandado un mensajero, recibieron la respuesta: tenéis libre albedrío; si queréis podéis entrar y creer.
Notas
1. La interpretación de los Padres es general en cuanto a destacar que no se debe entender por esa frase un rechazo a la Madre de Jesús. Más bien, son muchos los que destacan que se trata de una alabanza a la Virgen Santísima. ¿Quien mejor que Ella ha escuchado el designio de Dios y lo ha puesto por obra? Precisamente, el mensaje del pasaje resulta claro si se lee en dos planos. Uno primero, en el que se da importancia al aspecto biológico, que Jesús esclarece remitiéndolo a la más importante unión espiritual. La Madre queda así adherida públicamente a la familia escatológica de los discípulos de Jesús, de los cuales Ella es la primera y más aventajada de todos. Esta enseñanza ha sido cada vez más esclarecida por la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo. La presencia de María y sus parientes, en el pasaje, sirve como una especie de disparador de la gran lección que destaca que María, su Madre, es importante para su misión principalmente por que pronunció el "Fiat" y es modelo ejemplar de quien escucha la palabra divina y la pone permanentemente por obra. Aparece así como trasfondo de las palabras que Ella es Madre y Modelo ejemplar de todos los discípulos.
2. (Aldama) Tanto la hiperdulía a María, y la teología mariana "entroncan directamente con las alabanzas a su fe en Lc 1,45; a su maternidad virginal y divina en Lc 1,42s y 46-48, y a ambas juntas en la perspectiva de Lc 8, 20s". S.S. Juan Pablo II: "¿Se aleja con esto de la que ha sido su madre según la carne? ¿Quiere tal vez dejarla en la sombra del escondimiento, que ella misma ha elegido? Si así puede parecer en base al significado de aquellas palabras, se debe constatar, sin embargo, que la maternidad nueva y distinta, de la que Jesús habla a sus discípulos, concierne concretamente a María de un modo especialísimo. ¿No es tal vez María la primera entre "aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen"? Y por consiguiente ¿no se refiere sobre todo a ella aquella bendición pronunciada por Jesús en respuesta a las palabras de la mujer anónima? Sin lugar a dudas, María es digna de bendición por el hecho de haber sido para Jesús Madre según la carne ("¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!"), pero también y sobre todo porque ya en el instante de la anunciación ha acogido la palabra de Dios, porque ha creído, porque fue obediente a Dios, porque "guardaba" la palabra y "la conservaba cuidadosamente en su corazón" (cf. Lc 1, 38. 45; 2, 19. 51) y la cumplía totalmente en su vida. Podemos afirmar, por lo tanto, que el elogio pronunciado por Jesús no se contrapone, a pesar de las apariencias, al formulado por la mujer desconocida, sino que viene a coincidir con ella en la persona de esta Madre-Virgen, que se ha llamado solamente "esclava del Señor" ( Lc 1, 38). Si es cierto que "todas las generaciones la llamarán bienaventurada" (cf. Lc 1, 48), se puede decir que aquella mujer anónima ha sido la primera en confirmar inconscientemente aquel versículo profético del Magníficat de María y dar comienzo al Magníficat de los siglos ( Redemptoris Mater, 20)".