"Cuando el espíritu inmundo ha salido de un hombre, anda por los lugares secos buscando reposo, y no le halla. Entonces dice: Me volveré a mi casa, de donde salí. Y cuando viene, hállala desocupada, barrida y alhajada. Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entran dentro, y moran allí; y lo postrero de aquel hombre es peor que lo primero. Así también acontecerá a esta generación muy mala". (vv. 43-45)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,3
Después de haber dicho el Señor a los judíos: "Los ninivitas se levantarán en juicio y condenarán a esta generación", a fin de que no desprecien sus amenazas por la tardanza de su realización y se hagan más perezosos para convertirse, les manifiesta que no sólo en el otro mundo, sino también en éste, sufrirán grandísimas desgracias, y les presenta la pena que les está reservada bajo cierto velo. Por eso dice: "Cuando el espíritu inmundo", etc.
San Jerónimo
Opinan algunos que este pasaje dice relación a los herejes, a quienes abandona el demonio de que antes estaban poseídos, cuando pasan de la incredulidad a la fe; pero después, cuando se vuelven a la herejía y adornan su casa con fingidas virtudes, el diablo se va a ellos en compañía de otros siete espíritus malos, habita en ellos y es su fin peor que su principio. Son efectivamente los herejes de peor condición que los incrédulos, porque de éstos hay esperanza de que crean, pero en los otros lucha y discordia. Y aunque sus explicaciones tengan alguna vez algún aplauso o visos de probabilidad, no sé si tengan la verdad. Por esta razón termina la parábola o el ejemplo que precede, con las siguientes palabras: "Así acontecerá a esta generación muy mala". Sin embargo, nos vemos obligados a aplicar este pasaje, no a los herejes y a otros hombres de cualquier clase que sean, sino al pueblo judío, porque no es el contexto de este lugar vago, indeterminado y susceptible, como acostumbran a hacer los necios, hablando de distintos sentidos; sino que ofrece una unidad compacta y forma con lo que antecede y con lo que sigue, desde el principio hasta el fin, un todo. De donde resulta, que cuando los judíos recibieron la ley salió de ellos el espíritu inmundo. Arrojado de los judíos anduvo por las soledades de las naciones.
Remigio
Los lugares secos son los corazones de los gentiles, que no están humedecidos por las aguas saludables, es decir, que son extraños a las Escrituras, a los dones espirituales y al Espíritu Santo.
Rábano
O también son lugares secos los corazones de los fieles que después de haber sido despojados de la molicie de los pensamientos disolutos, explora el enemigo astuto, a fin de fijar en ellos sus pasos; pero no podrá el diablo, que huye de los espíritus castos, encontrar el descanso que apetece, más que en el corazón de los malvados. Por eso sigue el evangelista: "Y no encuentra".
Remigio
Creía el diablo que podía tener un descanso eterno en el corazón del pueblo gentil. "Y no lo encontró". Porque la gentilidad creyó en el Hijo de Dios cuando apareció por el misterio de la Encarnación.
San Jerónimo
No hallando el demonio lugar alguno entre los gentiles después de su conversión al Señor, dijo: Volveré a mi casa, de donde salí; tengo a los judíos, a quienes había dejado. Y cuando llegó, encontró su casa vacía, barrida y adornada; en efecto, estaba vacío el templo de los judíos, y no hospedaba a Cristo que decía: "Levantaos, y salgamos de aquí" ( Jn 14,31). Y como estaba vacío de Dios y de los ángeles protectores y estaba adornado con las observancias superfluas de la ley y las tradiciones de los fariseos, el diablo volvió a este lugar, que ya había ocupado otras veces y tomó posesión de su antigua casa en compañía de otros siete demonios. Y lo postrero de este pueblo es peor que lo primero, porque están poseídos de mayor número de demonios los que blasfeman en sus sinagogas contra Cristo Jesús, que aquellos que lo estaban en Egipto antes de conocer la ley, porque es más culpable no creer en Cristo después de su llegada al mundo, que el no creer en El antes de venir. El número de siete demonios que se unieron al diablo, significa o el día del sábado, o los siete dones del Espíritu Santo, porque, así como se lee en Isaías ( Is 11) que bajaron siete especies de virtudes sobre la flor de la vara de Jesé, así también por contraposición se consagró al diablo el número de siete vicios. Con razón, pues, se puede decir, que él tomó siete espíritus, o por razón de la violación del sábado, o a causa de los siete pecados capitales contrarios a los siete dones del Espíritu Santo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 43,3-4
O también es expresión del castigo de los judíos; porque dice el Salvador que atraerán sobre sí gravísimos males todos aquellos que después de haber estado poseídos del demonio y haber sido librados de él cayeron en una grande desidia. Así os sucederá a vosotros mismos, porque cuando adorabais a los ídolos y sacrificabais vuestros hijos a los demonios estabais antes apresados por el demonio, y sin embargo no os abandoné, sino que lancé de vosotros al demonio por mis profetas, y yo después he venido para libraros mucho mejor. Pero no queréis hacerme caso, caísteis en un crimen mayor (porque es más grave quitar la vida a Cristo que a su profeta). Por esta razón experimentaréis castigos más afrentosos. Porque los castigos que experimentó en tiempos de Vespasiano y Tito este pueblo miserable, fueron mucho más terribles que los que sufrió en Egipto y en Babilonia, y en tiempo de Antíoco. Y no sólo les hace ver el Señor todo esto, sino la desolación de sus almas, destituidas de toda clase de virtud, y más accesibles ahora que antes al demonio. Esta doctrina tiene aplicación no solamente a los judíos, sino también a nosotros, si después de haber sido iluminados y arrancados de nuestros primeros pecados nos entregamos a la corrupción, y el castigo de estos últimos pecados será más terrible que el de los primeros, por eso dijo Cristo al paralítico "Mira, ya estás curado; no vuelvas a pecar, no te acontezca otra cosa peor" ( Jn 5).
Rábano
Todo hombre convertido a la fe abandona al demonio, del que queda libre por el bautismo. Y el demonio, viéndose arrojado del hombre, recorre los lugares áridos, esto es, los corazones de los fieles.
San Gregorio Magno, Moralia, 33,3
Los lugares áridos y secos son los corazones de los justos. La fortaleza de la disciplina los ha secado de los humores de las concupiscencias carnales. Los lugares húmedos son las almas de los hombres terrenales, a quienes, llenándoles de humores la concupiscencia carnal, les hace caer en la corrupción. En éstos es en quienes imprime el diablo su perversa huella con tanta más profundidad, cuanto más desciende al terreno húmedo de esas desgraciadas almas.
Rábano
Y volviendo a su casa, de donde había salido, la halló vacía de todo acto bueno, a causa de los efectos de la negligencia. Limpia de la inmundicia (esto es, de los antiguos vicios), mediante el bautismo, adornada de falsas vestiduras a causa de la hipocresía.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,8
Significó el Señor por esas palabras, que creerán algunos de tal manera, que volverán al mundo por no poder sufrir las fatigas de la continencia. Las palabras: "Tomó consigo otros siete espíritus", significan que aquel que cayere de la justicia, tendrá la hipocresía, porque expulsados los apetitos de la carne por las obras ordinarias de la penitencia, y no encontrando donde reposar, vuelven con mayores deseos y ocupan otra vez las almas negligentes, a fin de que la palabra de Dios, predicada por la sana doctrina, no pueda entrar nuevamente en esas almas como habitante de una casa limpia de toda inmundicia. Y no sólo porque habitarán en ellas los siete vicios contrarios a las siete virtudes espirituales, sino porque fingirá por medio de la hipocresía tener esas siete virtudes. Por eso la concupiscencia, a fin de hacer peores los extremos de esas almas que sus principios, vuelve acompañada de otros siete espíritus más perversos (esto es, de los mismos siete fingimientos).
San Gregorio Magno, Moralia, 7,8
Sucede con frecuencia, que cuando las almas se engríen por sus primeros progresos, presentan, desde el momento en que se dejan llevar de la vanidad, una puerta abierta al terrible enemigo, por donde él se precipita en las almas con tanto más estrago cuanto mayor fue su dolor durante el tiempo en que estuvo privado de su dominio.