Artículo 1:
¿Es adecuada la definición del escándalo: «un dicho o un hecho menos
recto que ofrece ocasión de ruina»?
lat
Objeciones por las que parece que no está definido adecuadamente el
escándalo diciendo que es un dicho o un hecho menos recto que
ofrece ocasión de ruina:
1. El escándalo, como veremos luego (
a.2), es pecado. Ahora
bien, según San Agustín en XXII
Contra Faust.,
el pecado es
un hecho, un dicho o un deseo contra la ley de
Dios. Luego esa definición es insuficiente, ya que no tiene en
cuenta ni el pensamiento ni el deseo.
2. Dado que entre los actos virtuosos o rectos hay alguno
más virtuoso o recto que otros, solamente parece no ser menos recto lo
que es rectísimo. En consecuencia, si el escándalo es un dicho o un
hecho menos recto, se deduce que todo acto virtuoso, a excepción del
óptimo, es escándalo.
3. Hablando de ocasión, ésta expresa una causa
accidental. Ahora bien, lo que es accidental no debe figurar en la
definición, porque no precisa el carácter específico. Por tanto, es
impropio poner en la definición de escándalo la palabra ocasión.
4. En todo cuanto hace el prójimo se puede encontrar
ocasión de caída, ya que las causas accidentales están fuera de toda
determinación. Si, pues, es escándalo lo que ofrece a otro ocasión de
ruina, cualquier hecho o dicho puede ser escándalo, y esto no es
exacto.
5. Finalmente, al prójimo se le ofrece ocasión de ruina cuando
tropieza o flaquea. Pues bien, el escándalo se distingue del tropiezo
y de la flaqueza, conforme a lo que escribe el Apóstol: Bueno es no
comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tu hermano tropiece,
se escandalice o flaquee (Rom 14,21). En consecuencia, la
definición propuesta de escándalo no es adecuada.
Contra esto: está el hecho de que San Jerónimo, exponiendo el texto de
San Mateo: Sabes que los fariseos, al oír esto... (Mt 15,22),
escribe: Cuando leemos «quien escandalizare», debemos entender: el
que diere ocasión de ruina con dicho o con hecho.
Respondo: Según expone allí mismo San
Jerónimo, lo que en griego se llama «escándalo» lo podemos traducir
por tropiezo, ruina o lesión del pie. Sucede, en
efecto, que en el camino material se pone a veces un obstáculo, y
quien tropieza en él corre el riesgo de caer; ese obstáculo se
llama escándalo. Acontece igualmente en la vida espiritual que
las palabras y acciones de otro inducen a ruina espiritual en cuanto
que con su amonestación, solicitación o ejemplo arrastran al pecado.
Esto es propiamente escándalo. Ahora bien, no hay nada que por su
propia naturaleza induzca a ruina espiritual, a no ser que tenga algún
defecto de rectitud. En efecto, lo que es perfectamente recto, lejos
de inducir a la caída, preserva de ella. Por eso es buena la
definición del escándalo: Dicho o hecho menos recto que ofrece
ocasión de ruina.
A las objeciones:
1. El pensamiento o deseo del mal
late en el fondo del corazón. No puede, por consiguiente, convertirse
en ocasión de ruina. Por tanto, no puede tener razón de
escándalo.
2. El sentido de la expresión menos recto no hay que entenderlo por comparación a lo que otro
supere en rectitud. Significa falta de rectitud, bien sea porque se
trata de algo en sí mismo malo, como es el pecado; bien sea porque
ofrezca alguna apariencia de mal, como sería el caso de quien se
sentara a la mesa en santuario de ídolos. En efecto, aunque tal hecho
no sería en sí mismo pecaminoso si no se hace con mala intención, sin
embargo, por el hecho de tener cierta semejanza o parecido de
veneración al ídolo, podría ofrecer a otro ocasión de ruina. De ahí
que el Apóstol amoneste: Huid de toda mala apariencia (1 Tes
5,22). Es, por lo mismo, adecuado decir menos recto,
comprendiendo tanto lo que en sí mismo es pecado
como lo que tiene apariencia de mal.
3. Como queda expuesto (
1-2 q.75 a.2 y
3;
q.80 a.1), nada que no sea la propia voluntad puede ser para
el hombre causa suficiente de pecado, que es la ruina espiritual. Por
eso, las palabras o las obras de otro pueden ser causa imperfecta que
de alguna manera inducen a esa ruina. De ahí que en la definición no
se dice
ofreciendo causa de ruina, sino
ofreciendo
ocasión, lo cual significa causa imperfecta y no siempre causa
accidental. Sin embargo, no hay inconveniente en mencionar en algunas
definiciones lo accidental, ya que lo que para uno es accidental, para
otro puede ser esencial, al igual que en la definición de fortuna se
pone la causa accidental en II
Physic.
4. El dicho o el hecho de otro
puede convertirse en causa de pecado de dos modos: de suyo y
accidentalmente. Lo es de suyo cuando alguien, con lo que dice o lo
que hace, intenta inducir a otro a pecar; o también, aun en el caso de
que no lo intente, lo que hace es de tal naturaleza que induzca a
pecar; por ejemplo, pecando públicamente o haciendo algo que tiene
apariencia de pecado. Quien realiza una acción de ese tipo ofrece
propiamente ocasión de caída; por eso se llama
escándalo
activo. Por otra parte, las palabras o acciones de uno pueden
convertirse accidentalmente en causa de pecado, cuando, incluso sin
intención del autor, y aparte de las circunstancias de la acción, se
ve alguien inducido a pecar por estar mal dispuesto, como, por
ejemplo, el envidioso de bienes ajenos. En este caso, el que hace esa
acción recta, en cuanto está de su parte, no da ocasión, sino que el
otro la toma, conforme a las palabras del Apóstol:
Tomando ocasión
por medio del precepto (Rom 7,8). Este es
escándalo pasivo,
y no escándalo activo, ya que, quien obra con rectitud, en cuanto está
de su parte, no da ocasión de la ruina que padece el
otro.
Sucede, pues, que a veces se conjuntan el escándalo activo de uno y
el pasivo de otro; por ejemplo, cuando uno peca por instigación de
otro. A veces, en cambio, hay escándalo activo sin el pasivo, como en
el caso de quien, de palabra o de obra, induce a pecar a otro y éste
no consiente. Otras veces se da el escándalo pasivo sin el activo,
como en el caso expuesto.
5. La palabra flaqueza
indica propensión a escandalizar; ofensa expresa la indignación
experimentada contra quien peca, indignación que puede darse alguna
vez sin caída; la palabra escándalo, en cambio, implica el
impulso mismo para la caída.
Artículo 2:
¿Es pecado el escándalo?
lat
Objeciones por las que parece que el escándalo no es
pecado:
1. Los pecados no sobrevienen por necesidad, ya que, como queda
expuesto (
1-2 q.71 a.6;
q.74 a.1;
q.80 a.1), todo pecado es
voluntario. Ahora bien, en la Escritura leemos que
es forzoso que
vengan escándalos (Mt 17,8). Por tanto, el escándalo no es
pecado.
2. Ningún pecado proviene del afecto piadoso, puesto que,
según leemos también en la Escritura, un árbol bueno no puede
producir frutos malos (Mt 7,18). Pues bien, hay algún escándalo
que procede del afecto piadoso, como se ve en el caso del Señor, que
dice a San Pedro: Me eres escándalo (Mt 16,23), texto comentado
por San Jerónimo en estos términos: El error del apóstol, que
proviene del afecto piadoso, nunca parecerá incentivo del
diablo. En consecuencia, no todo escándalo es
pecado.
3. El escándalo implica siempre cierto tropiezo. Pero no
todo el que tropieza cae. El escándalo, pues, puede darse sin pecado,
que es caída de tipo espiritual.
Contra esto: está el hecho de que el escándalo es un dicho o un hecho
menos recto. Ahora bien, una cosa tiene formalidad
de pecado porque carece de rectitud. Por tanto, el escándalo es
siempre pecado.
Respondo: Como hemos expuesto (
a.1 ad 4), hay
un doble escándalo: el pasivo, de quien sufre el escándalo, y el
activo, de quien lo provoca ofreciendo ocasión de caída. El escándalo
pasivo es siempre pecado en quien lo sufre, ya que nadie se
escandaliza sino en cuanto que de algún modo sufre ruina espiritual,
la cual es pecado. Pero puede darse también el escándalo pasivo, sin
pecado por parte de quien fue autor del hecho por el que otro se
escandaliza; tal es el caso de quien se escandaliza por el bien que
otro hace. Igualmente, el escándalo activo es siempre pecado por parte
de quien lo provoca. En efecto, la acción o es pecado o tiene
apariencia de pecado. En este caso, la caridad hacia el prójimo obliga
a esforzarse en velar por su salvación; no hacerlo implica atentado
contra la caridad. Sin embargo, puede darse el escándalo activo sin
pecado por parte de aquel a quien escandaliza, como afirmamos antes
(
a.1 ad 4).
A las objeciones:
1. Las palabras que leemos en la
Escritura:
es preciso que vengan escándalos, no deben
entenderse en el sentido de necesidad absoluta, sino de necesidad
condicionada, o sea, en el sentido de que lo sabido y preanunciado por
Dios necesariamente se cumplirá; pero esa proposición hay que tomarla
en sentido compuesto, según expusimos en la primera parte (
q.14 a.13 ad 3;
q.23 a.6 ad 2). Se puede decir también que es preciso que vengan
escándalos con necesidad de fin, ya que son útiles para que
se
destaquen los de virtud probada. Es incluso necesario que se
produzcan escándalos debido a la condición de los hombres, que no se
precaven de sus pecados. Es como si el médico, viendo seguir un
régimen contraindicado, dijera:
Esos por necesidad han de
enfermar. Eso habría que entenderlo en este supuesto: si no
cambian de dieta. Del mismo modo, por necesidad se producirán
escándalos si los hombres no cambian su mal género de
vida.
2. El escándalo se toma en ese
lugar en el sentido amplio de cualquier impedimento. Pedro, en efecto,
quería evitar la pasión de Cristo llevado de su afecto piadoso hacia
él.
3. Nadie tropieza espiritualmente
sin experimentar de alguna manera retraso en el camino hacia Dios. Es
lo que supone al menos el pecado venial.
Artículo 3:
¿Es pecado especial el escándalo?
lat
Objeciones por las que parece que el escándalo no es pecado
especial:
1. El escándalo es, en efecto, un dicho o hecho menos
recto. Pero todo pecado es precisamente eso. Por tanto,
todo pecado es escándalo. Luego el escándalo no es pecado
especial.
2. Todo pecado especial, o toda injusticia especial, está
separado de los demás, como afirma el Filósofo en V
Ethic. Ahora bien, el escándalo no se encuentra
separado de los demás pecados. Por tanto, no es pecado
especial.
3. El pecado especial se constituye por lo que especifica
el acto moral. Pues bien, el escándalo se define por el hecho de pecar
delante de otros; por otra parte, pecar en público, aun en el supuesto
de que constituye una circunstancia agravante, no parece que implique
especie particular de pecado. En consecuencia, el escándalo no es
pecado especial.
Contra esto: está el hecho de que a virtud especial se opone pecado
también especial. Ahora bien, el escándalo se opone a una virtud
especial, a saber: la caridad, conforme a lo que leemos en la
Escritura: Si por un alimento tu hermano se entristece, tú no
procedes ya según la caridad (Rom 14,15). Luego el escándalo es
pecado especial.
Respondo: Ha quedado expuesto (
a.1 ad 4;
a.2)
que hay dos tipos de escándalo: el activo y el pasivo. El escándalo
pasivo no puede ser, en verdad, pecado especial, ya que en todo tipo
de pecado queda uno bajo la influencia de las palabras o de las
acciones de otro; el hecho, pues, de encontrar ocasión de pecar en las
palabras o en las acciones de otro tampoco constituye
razón especial de pecado, porque no implica deformidad especial
opuesta a una virtud. El escándalo activo puede entenderse de dos
maneras: en sí mismo y accidentalmente. Se puede considerar
accidentalmente el escándalo cuando no entra en la intención del
agente, como es el caso de quien con su acción desordenada o con su
palabra no intenta ofrecer ocasión de caídas a otro, sino solamente
satisfacer su voluntad. En este caso, el escándalo activo no es pecado
especial, pues lo accidental no constituye la especie. Pero se da
escándalo activo por sí mismo cuando con lo que se dice o se hace
desordenadamente se intenta arrastrar a otro al pecado. En este caso,
el hecho de proponerse un objetivo especial da lugar a una especie
particular de pecado, ya que, como hemos expuesto (
1-2 q.1 a.3;
q.18 a.6), el fin da la especie moral a los actos. De ahí que, al igual que
el hurto o el homicidio son pecado especial intentado contra el
prójimo, lo es también, y por la misma razón, el escándalo. El
escándalo se opone, en verdad, y de manera directa, a la corrección
fraterna, que se propone evitar algún perjuicio especial al
prójimo.
A las objeciones:
1. Todo pecado puede servir de
materia al escándalo activo. Pero la razón formal de pecado especial
le viene al escándalo de la intención del fin, como hemos
expuesto.
2. El escándalo activo puede darse
con separación de los demás pecados, como es el caso de quien
escandaliza al prójimo por una acción que de suyo no es pecado, pero
que tiene apariencia de mal.
3. El escándalo no tiene razón
especial de pecado por la circunstancia indicada, sino por la
intención del fin, según hemos expuesto.
Artículo 4:
¿Es pecado mortal el escándalo?
lat
Objeciones por las que parece que el escándalo es pecado
mortal:
1. Según hemos expuesto (
q.35 a.3;
1-2 q.88 a.2), todo pecado
contrario a la caridad es pecado mortal. Ahora bien, el escándalo,
según hemos visto (Introd.; a.2; a.3), es contrario a la caridad.
Luego el escándalo es pecado mortal.
2. Solamente el pecado mortal merece la condenación eterna.
Pues bien, el escándalo es castigado con la condenación eterna,
conforme a lo que leemos en la Escritura: Al que escandalice a uno
de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al
cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan
en el profundo del mar (Mt 18,6). Porque, según comenta San
Jerónimo, mucho mejor es recibir pena corta por la culpa que ser
deputado al tormento eterno. En consecuencia, el
escándalo es pecado mortal.
3. Es mortal todo pecado cometido contra Dios, ya que sólo
él aparta al hombre de Dios. Ahora bien, el escándalo es pecado contra
Dios, conforme a lo que escribe el Apóstol: Hiriendo las
conciencias flacas de los hermanos, pecáis contra Cristo (1 Cor
8,12). Por tanto, el escándalo es siempre pecado mortal.
Contra esto: está el hecho de que inducir a alguien a cometer pecado
venial puede ser también pecado venial. Ahora bien, esto afecta a la
esencia del escándalo. Luego el escándalo puede ser pecado
venial.
Respondo: Según hemos expuesto (
a.1), el
escándalo implica cierto tropiezo que dispone a la caída. De ahí que
el escándalo pasivo puede ser a veces pecado venial, cuando solamente
implica tropiezo; tal es, por ejemplo, el caso de quien por la palabra
o la acción de otro experimenta un movimiento de pecado venial. Pero a
veces el escándalo es pecado mortal, cuando el tropiezo conlleva la
caída, como es el caso de quien por la palabra y la acción de otro
llega hasta el pecado mortal.
En cuanto al escándalo activo, en el caso de que se produzca
accidentalmente, puede ser a veces pecado venial. Es el caso, por
ejemplo, de que alguien cometa pecado venial, o realice una acción que
en sí misma no es pecado, sino que tiene apariencia de mal, junto con
cierta indiscreción. A veces, sin embargo, es pecado mortal, o porque
lo hecho lo es, o porque quien lo cometió desprecia la
salvación del prójimo hasta el punto de no reprimirse de lo que le
place. Pero si es escándalo en sí mismo activo e intenta seducir a
otro a pecar mortalmente, es pecado mortal. Otro tanto ocurre en el
caso de quien intenta inducir a otro al pecado venial, pero cometiendo
una acción de pecado mortal. Pero si se intenta inducir a pecado
venial cometiendo pecado venial, el escándalo es pecado
venial.
A las objeciones: Con lo dicho se les da
respuesta.
Artículo 5:
¿Puede tener cabida entre los perfectos el escándalo
pasivo?
lat
Objeciones por las que parece que el escándalo pasivo puede caber
incluso entre los perfectos:
1. Cristo fue la suma de la perfección. Pues bien, él mismo dijo a
San Pedro: Me eres escándalo (Mt 16,23). Luego mucho más pueden
sufrir escándalo los perfectos.
2. El escándalo conlleva algo que ofrece a otro obstáculo
espiritual. Pues bien, los hombres perfectos pueden encontrar también
obstáculos en el progreso de su vida espiritual, conforme a lo que
escribe el Apóstol: Hemos querido ir a vosotros, yo, Pablo, una y
otra vez; mas nos lo impidió Satanás (1 Tes 2,18). Luego también
los perfectos pueden sufrir escándalo.
3. Los pecados veniales pueden encontrarse incluso en los
varones perfectos, como leemos en la Escritura:
Si dijéramos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos (1 Jn 1,8). Ahora
bien, según hemos expuesto (
a.4), el escándalo pasivo no siempre es
pecado mortal, sino, a veces, venial. En consecuencia, el escándalo
pasivo puede darse también en los varones perfectos.
Contra esto: está el comentario de San Jerónimo a las palabras de San
Mateo Quien escandalizare a uno de estos pequeños (Mt 18,6): Ten en cuenta que el que se escandaliza es pequeño; los mayores, en
efecto, no sufren escándalo.
Respondo: El escándalo pasivo implica en quien
lo recibe cierta sacudida del alma respecto al bien. Nadie, en verdad,
sufre sacudida alguna cuando está firmemente afincado en algo
inconmovible. Pues bien, los mayores o perfectos se encuentran
firmemente afianzados en Dios, cuya bondad es inmutable, y aunque
están unidos a sus superiores, lo están solamente en la medida en que
éstos lo están con Cristo, a tenor de las palabras del Apóstol: Sed
imitadores míos como yo lo soy de Cristo (1 Cor 4,16). De ahí que,
por más que vean que los otros se comportan desordenadamente, ellos no
declinan de su rectitud, según leemos en la Escritura: Quienes
confían en el Señor son como el monte Sión; nunca sufrirán conmoción
los que habitan en Jerusalén (Sal 124,2). De ahí que no se dará el
escándalo en quienes viven perfectamente unidos a Dios por el amor,
según estas palabras: Mucha paz para quienes aman tu ley. No hay
escándalo para ellos (Sal 118,165).
A las objeciones:
1. Como ya hemos expuesto (
a.2 ad 2), la palabra escándalo hay que entenderla ahí en sentido amplio, y
significa todo tipo de impedimiento. Por eso dice el Señor a Pedro:
Me eres escándalo, en cuanto que trataba de impedir que
sufriera la pasión.
2. Los varones perfectos pueden
tropezar con obstáculos en las acciones exteriores. Pero en lo que
afecta a su voluntad interior, ni las palabras ni las acciones de otro
les impedirán encaminarse hacia Dios, a tenor de las palabras del
Apóstol: Ni la muerte ni la vida podrán apartarnos de la caridad de
Dios (Rom 8,38-39).
3. Los varones perfectos inciden a
veces en pecados veniales por debilidad de la carne; pero no se
escandalizan por las palabras o acciones de los demás en el sentido
preciso que se da al concepto de escándalo. No obstante, puede darse
en ellos algún acercamiento al escándalo conforme a lo que leemos en
la Escritura: Nada faltó para que mis pies resbalaran (Sal
72,2).
Artículo 6:
¿Puede tener cabida el escándalo activo en los varones
perfectos?
lat
Objeciones por las que parece que en los varones perfectos puede
tener cabida el escándalo activo:
1. La perturbación es efecto de la acción. Ahora bien, hay quienes
pueden sufrir escándalo por los dichos o acciones de los perfectos,
como leemos en la Escritura: ¿Sabes que al oír esas palabras se han
escandalizado los fariseos? (Mt 15,13). Luego los varones
perfectos pueden dar lugar al escándalo activo.
2. Pedro, después de recibir el Espíritu Santo, se
encontraba en estado de perfección. Sin embargo, escandalizó después a
los gentiles, a tenor del testimonio del Apóstol: Pero cuando vi
que no procedía con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a
Cefas, o sea, Pedro, en presencia de todos: Si tú, siendo judío, vives
como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a
judaizar? (Gál 2,14). Por tanto, el escándalo activo puede darse
en varones perfectos.
3. El escándalo activo es a veces pecado venial. Ahora
bien, los pecados veniales pueden darse también en los varones
perfectos. En consecuencia, también puede darse en ellos el escándalo
activo.
Contra esto: está el hecho de que repugna más a la perfección el
escándalo activo que el pasivo. Ahora bien, en los varones perfectos
no puede darse el escándalo pasivo. Luego mucho menos puede darse el
escándalo activo.
Respondo: Hay propiamente escándalo activo
cuando se dice o hace algo que por sí mismo induzca a otro a caída;
este hecho se produce solamente por acciones o palabras desordenadas.
Ahora bien, incumbe a los varones perfectos ordenar cuanto hacen
conforme a la regla de la razón, a tenor de lo que escribe el
Apóstol: Hágase todo con decoro y orden (1 Cor 14,40). Y esta
cautela la tienen especialmente en cuenta no solamente en las cosas en
las que podrían dar ellos un mal paso, sino también en aquellas en que
podrían inducir a otros a darlo. Si, no obstante, en lo que dicen o
hacen se produce algo que no corresponde a la moderación debida, eso
tiene su origen en la debilidad humana, por la que desfallecen en la
perfección. Sin embargo, no desfallecen hasta el punto de apartarse
mucho del orden de la razón; se apartan tan sólo un poco y levemente;
no es de tal importancia que otro razonablemente pueda encontrar en
ello ocasión de pecar.
A las objeciones:
1. El escándalo pasivo siempre es
causado por algún escándalo activo, mas no siempre por el escándalo
activo ajeno; a veces, el sujeto es la misma persona escandalizada; es
decir, el sujeto se escandaliza a sí mismo.
2. San Pedro pecó, ciertamente, y
en expresión de San Agustín y del mismo San Pablo, fue
digno de reprensión al apartarse de los gentiles para no escandalizar
a los judíos. Pedro cometió en ello cierta imprudencia, escandalizando
de esa manera a los gentiles convertidos a la fe. En todo caso, la
acción de Pedro no era tan grave que pudieran escandalizarse con
razón. Por eso padecían escándalo pasivo, pero en San Pedro no había
escándalo activo.
3. Los pecados veniales de los
perfectos consisten sobre todo en movimientos repentinos que, por ser
ocultos, no pueden escandalizar. Pero si cometen pecados veniales
incluso de palabra o de acción externa, son tan leves que de suyo no
tienen poder de escandalizar.
Artículo 7:
¿Se han de dejar los bienes espirituales por el escándalo?
lat
Objeciones por las que parece que deben dejarse los bienes
espirituales por el escándalo:
1. En el libro Contra Epistolam Parmen. enseña
San Agustín que, cuando se teme peligro de escándalo, se debe
cesar en el castigo de los pecadores. Ahora bien, el
castigo de los pecadores es algo espiritual, ya que se trata de un
acto de justicia. En consecuencia, se debe dejar el bien espiritual
por el escándalo.
2. La doctrina sagrada parece ser sobremanera espiritual.
Pues bien, por razón del escándalo es menester abandonarla, conforme a
lo que escribe San Mateo: No echéis lo santo a los perros ni las
perlas a puercos, no sea que se revuelvan y os devoren (Mt 7,6).
Se debe, pues, abandonar el bien espiritual por el
escándalo.
3. La corrección fraterna, por ser acto de caridad, es un
bien espiritual. Ahora bien, a veces hay que desistir de ella, para
evitar el escándalo de los demás, a tenor de lo que escribe San
Agustin en I De civ. Dei. Luego hay que
abandonar el bien espiritual por el escándalo.
4. Por razón de escándalo pide San Jerónimo abandonar cuanto sea preciso sin menoscabo de la triple verdad de la vida, de la justicia y de la doctrina. Pues bien, el cumplimiento de los consejos y la donación de limosnas pueden ser abandonados muchas veces sin menoscabo de la triple verdad; de lo contrario, pecarían siempre quienes no los abandonan. Pero, por otra parte, son consideradas las mayores entre las obras espirituales. En consecuencia, las obras espirituales deben ser abandonadas por el escándalo.
5. Finalmente, evitar cualquier tipo de pecado es un bien espiritual,
dado que todo pecado redunda en detrimento espiritual de quien peca.
Sin embargo, parece que, a veces, para evitar el escándalo del
prójimo, se debe pecar venialmente; por ejemplo, cuando, pecando
venialmente, se impide que otro incurra en pecado mortal. El hombre,
en efecto, tiene el deber de evitar la condenación del prójimo,
mientras pueda hacerlo sin perjuicio de la propia salvación, y ésta no
se pierde por el pecado venial. Por consiguiente, el hombre debe dejar
algún bien espiritual para evitar el escándalo.
Contra esto: está el testimonio de San Gregorio que comentando a
Ezequiel, escribe: Si la verdad da lugar al
escándalo, es preferible permitir el escándalo a apartarse de la
verdad. Ahora bien, los bienes espirituales pertenecen de forma
muy especial al plano de la verdad. Por tanto, no se deben abandonar
los bienes espirituales por el escándalo.
Respondo: Como hay dos clases de escándalo, a
saber: el activo y el pasivo, huelga plantearse esta cuestión respecto
al escándalo activo. En efecto, dado que el escándalo activo es un
dicho o un hecho menos recto, jamás deberá hacerse nada con este
escándalo. La cuestión, empero, tiene razón de ser respecto al
escándalo pasivo. Se debe, pues, considerar qué hay que dejar para que
otro no se escandalice. Pues bien, entre los bienes espirituales hay
que distinguir. Algunos son necesarios para la salvación, y éstos no
se pueden omitir sin pecado mortal, ya que es evidente que nadie puede
pecar mortalmente para impedir el pecado de otro, porque el orden de
la caridad exige que la salud espiritual propia prevalezca sobre la
ajena. Por lo mismo, lo necesario para la salvación no debe omitirse a
efectos de evitar el escándalo.
En cuanto a los bienes espirituales no necesarios para la salvación
se impone, a su vez, establecer una distinción. En efecto, el
escándalo a que dan lugar proviene, a veces, de la malicia; tal es el
caso de quien quiere impedir ese tipo de bienes espirituales
provocando escándalo. Ese era el escándalo de los fariseos, que se
escandalizaban de la doctrina del Señor. Ese tipo de escándalo debe
desdeñarse, como enseña el Señor (Mt 15, 14). Pero el escándalo
proviene a veces de la debilidad y de la ignorancia; es el escándalo
de los pusilánimes. En ese caso se deben ocultar, y a veces incluso
diferir, las obras espirituales, si puede hacerse sin inminente
peligro, hasta que, explicado el tema, se desvanezca el escándalo.
Pero si, una vez explicado el tema, continúa el escándalo, parece
que éste proviene entonces de la malicia, en cuyo caso
no hay razón para omitir las obras espirituales a causa de
él.
A las objeciones:
1. Las penas no se imponen por sí
mismas, sino como medicina para reprimir los pecados. Por eso, en
tanto entran en el ámbito de la justicia en cuanto que por ellas se
contienen los pecados. Pero si del hecho de imponer las penas se
siguen claramente más y mayores pecados, ya no sería obra de justicia.
Es el caso de que habla San Agustín, es decir, cuando la excomunión de
algunos redunda en peligro de cisma: excomulgar en esas circunstancias
dejaría de pertenecer a la verdad de la justicia.
2. Sobre la doctrina hay que tener
en cuenta dos cosas: la verdad que se enseña y el acto mismo de
enseñarla. De estas dos cosas, la primera es necesaria para la
salvación, es decir, no enseñar lo contrario a la verdad; antes bien,
aquel a quien incumbe el oficio de enseñarla, debe proponer la verdad
teniendo en cuenta las circunstancias de tiempo y de las personas. De
ahí que, cualquiera que sea el escándalo a que pueda dar lugar, jamás
se debe renunciar a la verdad y enseñar el error. El acto mismo de
enseñar, por su parte, se considera entre la limosna espiritual, como
ya quedó expuesto (
q.32 a.2). Por eso es necesario tratar de la misma
manera la doctrina y las otras obras de misericordia de que hablaremos
dentro de poco (ad 4).
3. Según hemos expuesto (
q.33 a.1), la corrección fraterna se ordena a corregir al hermano. Por eso
se le debe considerar entre los bienes espirituales, en la medida en
que pueda conseguir su objetivo. Este, en verdad, no se consigue si
por la corrección se escandaliza el hermano. De ahí que, si se desiste
de la corrección por el escándalo, no se omite un bien
espiritual.
4. En la verdad de la vida, de la
doctrina y de la justicia va comprendido no sólo lo que es necesario
para la salvación, sino también todo aquello por lo que se llega a
ella de una manera más perfecta, a tenor de lo que escribe el
Apóstol:
¡Aspirad a los carismas superiores! (1 Cor 12,31). De
ahí que tampoco se han de abandonar absolutamente ni los consejos ni
tampoco las obras de misericordia por escándalo de los pequeñuelos,
como hemos expuesto.
A veces, sin embargo, la observancia de los consejos y el
cumplimiento de las obras de misericordia son necesarias para la
salvación. Esto resulta evidente en quienes ya han hecho voto de ellos
y en quienes tienen el deber de socorrer las necesidades ajenas, tanto
en el plano temporal, dando de comer al hambriento, como en el
espiritual, enseñando al que no sabe. Otro tanto ocurre cuando se
trata de cosas anejas al cargo, como es el caso de los prelados, o
cuando lo exija la necesidad del indigente. En estos supuestos vale
exactamente la misma razón para estos casos que para lo que es
necesario para la salvación.
5. Hay quienes sostuvieron que se debía cometer pecado venial para evitar el escándalo. Pero esto implica contradicción. En efecto, si hay que hacer una cosa ya no existe ni mal ni pecado, porque el pecado no puede ser objeto de elección. Puede, sin embargo, acontecer que en tal o cual circunstancia no sea pecado venial lo que sería si no se diera esa circunstancia, y así, las palabras jocosas son pecado venial cuando se profieren sin utilidad, pero si se dicen por motivo razonable no son ni ociosas ni pecado. Mas aunque por el pecado venial no se pierda la gracia que proporciona al hombre la salvación, sin embargo, en cuanto venial, dispone para el pecado mortal y redunda en detrimento de la salvación.
Artículo 8:
¿Se debe abandonar lo temporal por el escándalo?
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Objeciones por las que parece que se debe abandonar lo temporal por
el escándalo:
1. Más que cualquier otro bien temporal debemos desear la salud
espiritual del prójimo, que encuentra un obstáculo en
el escándalo. Ahora bien, lo menos amado lo abandonamos por lo más
amado. En consecuencia, debemos dejar los bienes temporales para
evitar el escándalo del prójimo.
2. Según la regla de San Jerónimo, todo
cuanto se puede omitir, quedando a salvo la triple verdad, se ha de
dejar por el escándalo. Pues bien, se puede abandonar lo temporal
quedando a salvo la triple verdad. Por consiguiente, se ha de dejar
también por el escándalo.
3. Entre los bienes temporales nada hay más necesario que
la comida. Mas por el escándalo debe dejarse la comida a tenor de las
palabras del Apóstol: Por tu comida no destruyas a aquel por quien
Cristo murió (Rom 14,15). Con mayor razón, pues, se deben dejar
los demás bienes temporales por el escándalo.
4. El mejor medio para conservar o recuperar lo temporal
es el juicio. Ahora bien, no es lícito recurrir a los jueces, sobre
todo cuando hay escándalo, según el testimonio de la Escritura: Al
que quiera contender contigo para quitarte la túnica, dale también el
manto (Mt 5,40); y en otro lugar: Ya es un fallo en vosotros
que haya pleitos entre vosotros. ¿Por qué no preferís soportar la
injusticia? ¿Por qué no dejaros más bien despojar? (1 Cor 6,7).
Por tanto, parece que por el escándalo lo temporal debe ser abandonado
por lo espiritual.
5. Finalmente, entre los bienes temporales ninguno parece que se deba
abandonar menos que lo que va anejo a lo espiritual. Ahora bien, por
escándalo debe ser abandonado ese tipo de bienes, ya que, en efecto,
sembrando los bienes espirituales no aceptaba el Apóstol salario
temporal para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo
(1 Cor 9,12), y por causa análoga, en algunas regiones, no exige la
Iglesia los diezmos para evitar el escándalo. En consecuencia, con
mayor razón se ha de dar de mano a lo temporal por el
escándalo.
Contra esto: está el hecho de que el bienaventurado Tomás de Cantorbery
reclamó los bienes de la Iglesia a pesar del escándalo del
rey.
Respondo: Entre los bienes temporales se impone
una distinción, ya que o son nuestros o nos han confiado su
conservación en favor de otros; tal es el caso de los bienes de la
Iglesia confiados a los prelados, o el de los bienes comunales
confiados a los que gobiernan la república. La conservación de esos
bienes, al igual que los entregados en depósito, incumbe por necesidad
a quienes les han sido confiados. Por eso no se deben abandonar por el
escándalo, al igual que lo que sea necesario para la salvación. En
cambio, los bienes temporales de que somos dueños, por el escándalo
debemos dejarlos unas veces sí y otras no: dándolos, si están en
nuestro poder, o no reclamándolos, si los tienen otros. En efecto, si
se produce el escándalo por flaqueza o por ignorancia ajenas, como
dijimos del escándalo de los pusilánimes (
a.7), entonces o hay que
abandonarlos del todo o hay que desvanecer de alguna manera el
escándalo, por ejemplo, con alguna explicación. Por eso escribe San
Agustín en el libro
De Serm. Dom.:
Hay que
dar lo que, en cuanto sea posible valorarlo, ni te perjudique a ti ni
a los demás. Y cuando negares lo que pide, hazle ver la justicia; y
corrigiéndolo, darás algo mejor al que pide injustamente. Pero
el escándalo nace a veces de la malicia, como el escándalo de los
fariseos. En este caso no se deben abandonar los bienes temporales por
consideración hacia quien provoca tales escándalos, ya que esto, por
una parte, redundaría en perjuicio del bien común, ofreciendo a los
malos ocasión de rapiña; y por otra, causaría perjuicio a los mismos
ladrones, que permanecerían en pecado reteniendo lo ajeno. Por eso
dice San Gregorio en
Moral.:
A algunos de
los que nos quitan lo temporal tan solamente se les debe tolerar, pero
hay otros a quienes hay que impedírselo justamente, no por la única
preocupación de que no nos roben lo nuestro, sino para que los
raptores no se pierdan reteniendo lo ajeno.
A las objeciones:
1. A ella responde lo
expuesto.
2. Si a los hombres malos se les
permite indistintamente alzarse con lo ajeno, redundaría en detrimento
de la verdad, de la vida y de la justicia. Por lo mismo, no hay que
abandonar los bienes temporales por cualquier tipo de
escándalo.
3. No pretende el Apóstol
amonestar que por escándalo se deje todo manjar, ya que tomar alimento
es necesario para la salud. Pero hay un alimento determinado que se
debe dejar por escándalo, como lo indican las palabras: Si un
alimento causa escándalo a mi hermano, nunca lo comeré, para no dar
escándalo a mi hermano (1 Cor 8,13).
4. En expresión de San Agustín en
el libro De Serm. Dom., el precepto del Señor
debe entenderse en el sentido de disposición de ánimo, es
decir, que el hombre sea apercibido a sufrir antes injuria o engaño
que meterse en juicio, si es útil, pues alguna vez no lo es, como
hemos visto.
5. El escándalo que evitaba el
Apóstol era el que procedía de la ignorancia de los gentiles, que no
estilaban eso. De ahí que había que abstenerse durante algún tiempo,
hasta que se instruyeran debidamente. Por causa parecida se abstiene
la Iglesia de exigir diezmos en las regiones en que no hay costumbre
de pagarlos.