Artículo 1:
¿La paciencia es virtud?
lat
Objeciones por las que parece que la paciencia no es
virtud.
1. Las virtudes se dan en la patria de un modo perfectísimo, dice San
Agustín en XIV De Trin.. Pero allá no se da la
paciencia, porque no hay males que soportar, según leemos en Is 49,10
y Ap 7,16: No padecerán hambre, ni sed, ni calor, ni viento solano
que los aflija. Por tanto, la paciencia no es virtud.
2. Ninguna virtud puede encontrarse en los malos, porque la virtud hace bueno al que la posee. Pero la paciencia se da a
veces en los hombres malos, como aparece claro en los avaros, que
soportan con paciencia muchos males con tal de acumular dinero, según
palabras del Ecl 5,16: Comen todos los días en tinieblas, en
preocupaciones, dolor y miseria. Por tanto, la paciencia no es
virtud.
3. Los frutos se diferencian de las virtudes, según
vimos (
1-2 q.70 a.1 ad 3). Pero San Pablo, en Gál 5,22, enumera la
paciencia entre los frutos. Por tanto, la paciencia no es
virtud.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en su libro De
Patientia: La virtud del alma llamada paciencia
es un don de Dios tan grande que en ella se manifiesta incluso la
paciencia del que nos la da.
Respondo: Según lo dicho anteriormente (
q.123 a.12), las virtudes morales se ordenan al bien en cuanto que conservan
el bien de la razón contra los ataques de las pasiones. Y entre otras
pasiones la tristeza es eficaz para impedir el bien de la razón, como
consta por las palabras de 2 Cor 7,10:
La tristeza según el mundo
lleva a la muerte. Y también leemos en Eclo 30,25:
A muchos
mató la tristeza, y no hay utilidad en ella. Por eso es necesaria
una virtud que mantenga el bien de la razón contra la tristeza para
que la razón no sucumba ante ella. De ahí lo que dice San Agustín en
el libro
De Patientia:
Por la paciencia
humana toleramos los males con ánimo tranquilo, es decir, sin la
perturbación de la tristeza,
para que no abandonemos por nuestro
ánimo impaciente los bienes que nos llevan a otros mayores. Es,
pues, evidente que la paciencia es virtud.
A las objeciones:
1. Las virtudes morales no
permanecen en la patria con el mismo acto que en este mundo, es decir,
con relación a los bienes de la vida presente, que no permanecerán en
el cielo, pero sí con relación al fin, que permanecerá en la patria.
Así, la justicia no versará en la patria sobre compras y ventas y
demás cosas de esta vida, pero consistirá en la sumisión a Dios.
Igualmente el acto de paciencia en el cielo no consistirá en sufrir,
sino en el goce de los bienes a los que aspirábamos a llegar
mediante el sufrimiento. Por eso dice San Agustín, en XIV De Civ.
Dei, que en la patria no existirá la paciencia
humana, que sólo es necesaria cuando hay que soportar males, pero será
eterno el bien al que se llega por medio de ella.
2. Según San Agustín en el libro De Patientia, son propiamente pacientes los que
prefieren soportar los males sin haberlos cometido que cometerlos sin
padecerlos. En los que soportan males para hacer mal, su paciencia no
es digna de admiración ni de alabanza, porque no
existe, sino que debe admirarse su dureza y no darle el nombre de
paciencia.
3. Como hemos dicho (
1-2 q.11 a.1;
q.70 a.1), el fruto implica en su naturaleza cierta delectación,
pues
los actos de las virtudes son deleitables en sí mismos,
leemos en I
Ethic.. Pero es corriente denominar
con el nombre de virtud los actos mismos de las virtudes. Así, la
paciencia, en cuanto al hábito, se considera virtud, pero en cuanto al
deleite que acompaña a su acto, es fruto, y sobre todo porque por ella
el alma es preservada de la opresión de la tristeza.
Artículo 2:
¿La paciencia es la más excelente de las virtudes?
lat
Objeciones por las que parece que la paciencia es la más excelente de
las virtudes.
1. Lo perfecto es lo más excelso en cualquier género. Pero la
paciencia tiene obra perfecta, según leemos en Sant 1,4. Por
tanto, la paciencia es la más excelente de las virtudes.
2. Todas las virtudes se ordenan al bien del alma. Pero esto
parece corresponder sobre todo a la paciencia, porque se nos dice en
Lc 21,19: Por vuestra paciencia poseeréis vuestras almas.
Luego la paciencia es la virtud más excelente.
3. Aquello que causa y conserva a lo demás parece ser lo
más noble. Pero, como dice San Gregorio en una Homilía, la paciencia es la raíz y guardiana de
todas las virtudes. Por tanto, es la mayor de las
virtudes.
Contra esto: está el que ni San Gregorio en XXII Moral. ni San Agustín en su libro De moribus
Eccle. la incluyen entre las cuatro virtudes que
llaman principales.
Respondo: Las virtudes, según su naturaleza,
se ordenan al bien, ya que virtud es la que hace bueno al que la
posee y a sus actos, como se nos enseña en II Ethic.. Por tanto, es lógico que una virtud sea
tanto más principal y excelente cuanto más y más directamente ordena
al bien. Pero más directamente ordenan al hombre al bien las virtudes
que lo establecen en él que las que remueven los obstáculos que
apartan de él. Y así como entre las constitutivas del bien es mayor la
virtud que establece al hombre en un bien mayor —por ejemplo, la fe,
esperanza y caridad son más excelentes que la prudencia y la
justicia—, así también, entre las que quitan los obstáculos que
apartan del bien, será más importante la que remueve los obstáculos
que más apartan del bien. Ahora bien: los peligros de muerte, objeto
de la fortaleza, y los placeres del tacto, objeto de la templanza,
apartan del bien más que cualquier otra adversidad, que es el objeto
de la paciencia. Por eso la paciencia no es la más excelente de las
virtudes, sino que es inferior no sólo a las teologales y a la
prudencia y justicia, que establecen directamente al hombre en el
bien, sino también a la fortaleza y a la templanza, que apartan de
mayores obstáculos.
A las objeciones:
1. Se dice que la paciencia tiene
una obra perfecta en la tolerancia de las adversidades, de las que se
origina en primer lugar la tristeza, moderada por la paciencia; en
segundo lugar, la ira, que modera la mansedumbre; en tercer lugar, el
odio, suprimido por la caridad; en cuarto lugar, el daño injusto,
prohibido por la justicia. Quitar lo que es origen y principio de una
cosa es lo más perfecto. Pero de ahí no se sigue que, por ser en esto
la paciencia más perfecta, lo sea en absoluto.
2. La posesión implica un dominio
tranquilo. Por eso se dice que el hombre posee su alma por la
paciencia, en cuanto arranca de raíz la turbación de las adversidades
que quitan la tranquilidad del alma.
3. Se dice que la paciencia es
raíz y guardiana de todas las virtudes no porque las produzca y
conserve directamente, sino únicamente porque quita los
obstáculos.
Artículo 3:
¿La paciencia puede darse sin la gracia?
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Objeciones por las que parece que la paciencia puede darse sin la
gracia.
1. La criatura racional puede cumplir mejor aquello a lo que más
inclina la razón. Pero es más racional soportar males por un bien que
por un mal. Sin embargo, hay quienes sufren males por un mal por sus
propias fuerzas, sin la ayuda de la gracia, pues dice San Agustín en De Patientia que los hombres soportan muchas
penalidades y dolores por aquello que aman viciosamente. Por
tanto, con mayor razón puede el hombre soportar males por un bien, que
es lo propio de la verdadera paciencia, sin la ayuda de la
gracia.
2. Algunos que no están en estado de gracia aborrecen más
los males de los vicios que los males corporales; así leemos que los
gentiles arrostraron muchos males por no traicionar a la patria o
cometer alguna otra acción innoble. Pero esto es ser en verdad
paciente. Por tanto, parece que la paciencia puede darse sin el
auxilio de la gracia.
3. Es evidente que algunos soportan graves y acerbos
males por la salud corporal. Pero la salud del alma no es menos
apetecible que la del cuerpo. Por tanto, por la misma razón pueden
tolerarse muchos males por la salud del alma, lo cual es el objeto
propio de la paciencia, sin la ayuda de la gracia.
Contra esto: está lo que se dice en el salmo 61,6: De El—es
decir, de Dios— me viene mi paciencia.
Respondo: Según San Agustín, en su libro De Patientia, la fuerza de los deseos nos hace
soportar trabajos y penalidades, y nadie acepta espontáneamente sufrir
lo que le atormenta si no es por algo que le gusta. La razón de
esto es que el alma aborrece la tristeza y el dolor en sí, pero nunca
elegiría soportarlos por ellos mismos, sino por un fin. Por tanto, es
conveniente que aquel bien por el cual uno quiere sufrir males sea
preferido y más amado que aquel otro cuya privación nos reporta un
dolor que pacientemente toleramos. Ahora bien: el preferir el bien de
la gracia a todos los bienes naturales, cuya pérdida puede acarrearnos
un dolor, es propio de la caridad, que ama a Dios sobre todas las
cosas. Por tanto, es evidente que la paciencia, como virtud, es efecto
de la caridad, según palabras de 1 Cor 13,4: La caridad es
paciente. Por otra parte, es también manifiesto que la caridad no
puede darse sin la gracia, conforme al texto de Rom 5,5: La caridad
de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo
que nos ha sido dado. De donde se deduce que no puede darse la
paciencia sin el auxilio de la gracia.
A las objeciones:
1. En el estado de naturaleza pura
prevalecería en el hombre la inclinación de la razón, pero en el
estado de naturaleza caída predomina la inclinación de la
concupiscencia, que tiene dominio en el hombre. Y por esa razón éste
está más inclinado a soportar los males en los cuales se deleita la
concupiscencia en el momento presente que a tolerar los males por los
bienes futuros que se desean según la razón, lo cual pertenece a la
verdadera paciencia.
2. El bien de la virtud política
es proporcionado a la naturaleza humana. Por eso, sin la ayuda de la
gracia sobrenatural puede la voluntad humana tender a él, aunque no
sin el auxilio de Dios. Pero el bien de la gracia es sobrenatural; por
tanto, el hombre no puede tender a él por las solas fuerzas naturales.
Por consiguiente, no vale la comparación.
3. El soportar incluso los males
por la salud corporal dimana del amor que el hombre tiene naturalmente
a su cuerpo. Por tanto, ese argumento no vale para la paciencia, que
procede del amor sobrenatural.
Artículo 4:
¿La paciencia es parte de la fortaleza?
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Objeciones por las que parece que la paciencia no es parte de la
fortaleza.
1. Una cosa no es parte de sí misma. Pero la paciencia parece ser lo
mismo que la fortaleza, ya que, como queda demostrado (
q.123 a.6), el
acto más propio de la fortaleza es el soportar, y esto parece
corresponder a la paciencia, pues se lee en el libro
Sententiarum
Prosperi que la paciencia consiste
en soportar
los males ajenos. Por tanto, la paciencia no es
parte de la fortaleza.
2. La fortaleza, como queda dicho (
q.123 a.3), versa sobre
los temores y las audacias, y por eso reside en el apetito irascible.
La paciencia, en cambio, parece que se ocupa de las tristezas, y así
reside al parecer en el concupiscible. Por tanto, la paciencia no es
parte de la fortaleza, sino más bien de la templanza.
3. El todo no puede existir sin la parte. Por tanto, si
la paciencia fuera parte de la fortaleza, ésta nunca podría subsistir
sin aquélla, siendo así que en ocasiones el fuerte no soporta
pacientemente los males, sino que ataca a quienes se los infieren. Por
consiguiente, la paciencia no es parte de la fortaleza.
Contra esto: está el hecho de que Tulio, en su Rhetorica, la cita como parte de la fortaleza.
Respondo: La paciencia es parte cuasi
potencial de la fortaleza, porque se adjunta a ella como virtud
secundaria a la principal. Efectivamente, es objeto de la paciencia soportar los males ajenos con tranquilidad de ánimo, como dice
San Gregorio en una Homilía. Ahora bien: entre
los males que recibimos de los demás son los principales y los más
difíciles de soportar los peligros de muerte, sobre los cuales versa
la fortaleza. De lo cual se deduce que en esta materia la fortaleza
tiene la primacía, como si reclamase para sí lo que es más principal
en esta materia. Por tanto, la paciencia se anexiona a ella como la
virtud secundaria a la principal.
A las objeciones:
1. Es propio de la fortaleza
soportar no cualquier mal, sino los más difíciles, es decir, los
peligros de muerte. A su vez, a la paciencia corresponde la tolerancia
de cualquier clase de males.
2. El acto de fortaleza no sólo
consiste en perseverar en el bien contra los temores de los peligros
futuros, sino también en no decaer ante la tristeza o dolor de los
presentes, y en este sentido la paciencia tiene afinidad con la
fortaleza. No obstante, la fortaleza se ocupa principalmente de los
temores, de los que huimos por instinto, lo cual evita la fortaleza.
La paciencia, por su parte, se ocupa más principalmente de las
tristezas; en efecto, llamamos paciente no al que huye, sino al que se
comporta dignamente en el sufrimiento de los daños presentes para que
no sobrevenga una tristeza desordenada. Es la razón por la que la
fortaleza reside propiamente en el apetito irascible y la paciencia en
el concupiscible. Pero esto no impide que la paciencia sea parte de la
fortaleza, porque la subordinación de las virtudes no se mide por el
sujeto, sino por la materia o forma.
Sin embargo, la paciencia no se considera parte de la templanza, por
más que ambas residan en el apetito concupiscible. Porque la templanza
se ocupa únicamente de las tristezas opuestas a los deleites del
tacto, como la abstinencia de comer o de los placeres venéreos; en
cambio, la paciencia se refiere principalmente a las tristezas
inferidas por otros. A la templanza, a su vez, corresponde también
refrenar tales tristezas, como asimismo los deleites contrarios,
mientras que a la paciencia corresponde que el hombre no se aparte del
bien de la virtud a causa de las tristezas, por grandes que
sean.
3. La paciencia puede
considerarse en algún sentido parte integral de la fortaleza, de donde
procede la objeción, a saber: en cuanto se soportan pacientemente los
males de los peligros de muerte. Pero no va contra la noción de
paciencia rebelarse, cuando sea necesario, contra quien infiere el
mal, ya que, como dice el Crisóstomo, comentando
aquellas palabras de Mt 4,10: Apártate, Satanás, es digno de
alabanza ser paciente en el sufrimiento de las propias injurias, pero
soportar pacientemente las injurias contra Dios es la suma
impiedad. Y dice San Agustín, en una carta Contra
Marcellinum, que los preceptos de la paciencia no
van contra el bien de la república, por cuya conservación se lucha
contra los enemigos. Pero, en cuanto la paciencia dice relación a
cualquier clase de males, se une a la fortaleza como
virtud secundaria a la principal.
Artículo 5:
¿La paciencia se identifica con la longanimidad?
lat
Objeciones por las que parece que la paciencia se identifica con la
longanimidad.
1. Dice San Agustín, en su libro De Patientia, que la paciencia de Dios no significa que padezca mal alguno, sino
que espera que los pecadores se conviertan. A este propósito
leemos en Eclo 5,4: El Altísimo es paciente y longánime. Por
tanto, parece que la paciencia es lo mismo que la longanimidad.
2. Una cosa no se opone a dos distintas. Pero la impaciencia
se opone a la longanimidad, que sabe esperar, pues de alguno se dice
que es impaciente de la tardanza como de otros males. Por
tanto, parece que la paciencia se identifica con la
magnanimidad.
3. El lugar, lo mismo que el tiempo, es una
circunstancia de los males sufridos. Pero por parte del lugar no se
origina una virtud distinta de la paciencia. Por tanto, por idéntico
motivo tampoco la longanimidad, que proviene por parte del tiempo, en
cuanto se espera por un tiempo prolongado, se distingue de la
paciencia.
Contra esto: está lo que sobre el texto de Rom 2,4: ¿ O es que
desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad?,
comenta la Glosa: Parece que la diferencia
entre la longanimidad y la paciencia está en que mientras la
longanimidad soporta a los que pecan por fragilidad más que por
malicia, la paciencia soporta a los que se complacen obstinadamente en
sus pecados.
Respondo: Así como por la magnanimidad se
posee el ánimo de tender a lo grande, así también por la longanimidad
se expresa la tendencia hacia algo lejano. Por eso, como la
magnanimidad dice mayor relación a la esperanza tendente al bien que a
la audacia o el temor o la tristeza, que dice orden al mal, otro tanto
ocurre con la longanimidad. Parece, pues, que la longanimidad tiene
mayor afinidad con la magnanimidad que con la paciencia.
Puede, con todo, convenir con la paciencia por dos motivos. Primero,
porque la paciencia, como también la fortaleza, soporta males por un
bien. Si este bien se ve cercano es más fácil la tolerancia del mal,
mas cuando se prevé lejano es más difícil soportar el mal en el
momento actual. El segundo motivo es porque la dilación del bien
esperado es causa de tristeza, según leemos en Prov 13,13: Esperanza que se dilata aflige el corazón. Por eso la paciencia
también puede darse en el sufrimiento de esta aflicción, como en el de
cualquier otra.
Así, pues, en cuanto que bajo la razón del mal que entristece puede
incluirse la dilación del bien esperado, objeto de la longanimidad, y
el trabajo que soporta el hombre en el ejercicio continuado de la obra
buena, objeto de la constancia, tanto la longanimidad como la
constancia están comprendidas en la paciencia. Por eso Tulio define la paciencia como la tolerancia voluntaria y
continuada de cosas arduas y difíciles por un bien honesto y útil.
Al decir arduas se refiere a la constancia en el bien; difíciles, para expresar la gravedad del mal, objeto propio de la
paciencia; al añadir continuada, alude a la longanimidad en lo
que tiene de común con la paciencia.
A las objeciones:
1-2. Con lo dicho quedan resueltas la primera y la
segunda.
3. Lo que se halla en un lugar
lejano, aunque esté apartado de nosotros, sin embargo no está
igualmente distante por la naturaleza de las cosas como lo que se
halla distante en el tiempo. Por tanto, no vale el argumento. Además,
lo lejano en un lugar no aporta dificultad más que por razón del
tiempo, ya que puede llegar hasta nosotros en un tiempo más o menos
prolongado.
4. A la cuarta (En cambio) Se admite.
No obstante, hay que tener en cuenta el porqué de la diferencia que
hace la Glosa. Porque en los que pecan por fragilidad lo único
que parece insoportable es la perseverancia en el mal; de ahí que se
diga que son soportados por la longanimidad. Pero también parece
insoportable el pecado de soberbia, y por eso se dice que los que así
pecan son soportados por la paciencia.