Suma teológica - Parte II-IIae - Cuestión 119
La prodigalidad
A continuación vamos a tratar de la prodigalidad (q.118 intr), sobre la cual planteamos tres problemas:
  1. ¿La prodigalidad se opone a la avaricia?
  2. ¿La prodigalidad es pecado?
  3. ¿Es pecado más grave que la avaricia?
Artículo 1: ¿La prodigalidad se opone a la avaricia? lat
Objeciones por las que parece que la prodigalidad no se opone a la avaricia.
1. Los opuestos no pueden estar simultáneamente en un mismo sujeto. Pero algunos son a la vez pródigos y avaros. Por tanto, la prodigalidad no se opone a la avaricia.
2. Los opuestos se refieren al mismo objeto. Pero la avaricia, como opuesta a la liberalidad, tiene por objeto ciertas pasiones por las que el hombre se aficiona al dinero; la prodigalidad, en cambio, no parece tener por objeto las pasiones del alma, pues no se aficiona a las riquezas ni a cosa parecida. Por tanto, la prodigalidad no se opone a la avaricia.
3. El pecado se especifica principalmente por el fin, como se ha dicho anteriormente (1-2 q.72 a.3). Pero la prodigalidad parece ordenarse siempre a un fin ilícito, por el cual gasta sus bienes, y sobre todo por los placeres; de ahí que se diga del hijo pródigo, en Lc 15,3, que disipó su herencia viviendo perdidamente. Por tanto, parece que la prodigalidad se opone a la templanza e insensibilidad más que a la avaricia y a la liberalidad.
Contra esto: está el que el Filósofo, en II y IV Ethic., contrapone la prodigalidad a la liberalidad y a la iliberalidad, que llamamos avaricia.
Respondo: En materia moral se considera la oposición de los vicios entre sí y de éstos a las virtudes por exceso y por defecto. Pero la avaricia y la prodigalidad difieren como el exceso y el defecto, aunque de diversa manera. Porque en el afecto interior a las riquezas el avaro peca por exceso amándolas más de lo debido; el pródigo, en cambio, peca por defecto, inquietándose por ellas menos de lo debido. Pero en la acción exterior es propio de la prodigalidad el excederse en la donación de las riquezas y fallar en su conservación y adquisición, al contrario de la avaricia, a la cual compete fallar en la donación y sobreabundar en la adquisición y retención. Por tanto, es claro que la prodigalidad se opone a la avaricia.
A las objeciones:
1. Nada impide que en un mismo sujeto se den vicios opuestos bajo diversos aspectos; entonces se le aplicará el vicio que más predomine. Pero así como en la liberalidad, que es el término medio, el acto principal es la donación, a la cual se ordenan la adquisición y la conservación, del mismo modo la avaricia y la prodigalidad también se miden según la donación. Por eso al que peca por exceso en la donación se le llama pródigo, y avaro al que peca por defecto. Con todo, sucede a veces que uno puede fallar en la donación y no se excede en la adquisición, como dice el Filósofo en IV Ethic.. Igualmente también puede ocurrir que uno se exceda en la donación, y, por tanto, es pródigo, y junto con esto se exceda en la adquisición. Ya sea por una cierta necesidad, porque al sobreexcederse en la donación les van faltando los propios bienes, por lo que se ven obligados a adquirir otros indebidamente, lo cual es propio de la avaricia. O también por un afecto desordenado, porque al no dar por hacer un bien, como si se despreciase la virtud, tampoco les importa de dónde y cómo adquieran el dinero. Así, pues, no son avaros y pródigos desde el mismo punto de vista.
2. La prodigalidad se refiere a las pasiones sobre el dinero, no por exceso, sino por defecto.
3. El pródigo no siempre se excede en la donación a causa de los placeres, objeto de la intemperancia, sino a veces también por su disposición a no preocuparse del dinero, o por otros motivos. Aunque hay que reconocer que lo más frecuente es que se deslice hacia la intemperancia, bien porque el que derrocha en otras cosas no tiene tampoco reparo en despilfarrar en placeres, a los que tanto inclina la concupiscencia de la carne, bien porque, al no encontrar deleite en el bien de la virtud, se busca en los placeres corporales. Por eso dice el Filósofo, en IV Ethic., que muchos pródigos se vuelven lujuriosos.
Artículo 2: ¿La prodigalidad es pecado? lat
Objeciones por las que parece que la prodigalidad no es pecado.
1. Dice el Apóstol en 1 Tim 6,10: La raiz de todos los pecados es la concupiscencia o avaricia. Pero no es raíz de la prodigalidad lo que se opone a ella. Por tanto, la prodigalidad no es pecado.
2. El Apóstol recomienda a Timoteo (6,17-18): A los ricos de este mundo encarécelos que sean liberales y dadivosos. Pero esto lo hacen los pródigos en grado máximo. Luego la prodigalidad no es pecado.
3. Es propio de la prodigalidad excederse en la donación y fallar en la solicitud por el dinero. Pero esto es la norma de los varones perfectos que cumplen lo que dice el Señor en Mt 6,34: No os preocupéis por el mañana, y en el mismo Mt. 19,21: Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres. Por tanto, la prodigalidad no es pecado.
Contra esto: está el que en Lc 15,11ss se reprocha el despilfarro del hijo pródigo.
Respondo: Como acabamos de ver (a.1), la prodigalidad se opone a la avaricia por exceso y por defecto. Y ambos extremos vician el justo medio de la virtud. Pero algo es vicioso y pecado por destruir el bien de la virtud. De donde se desprende que la prodigalidad es pecado.
A las objeciones:
1. Algunos interpretan esas palabras del Apóstol como referidas no a la concupiscencia actual, sino a la habitual, que, como foco de concupiscencia, es el origen de todos los pecados. Otros, por el contrario, opinan que habla de la concupiscencia en sentido general referida a cualquier bien. Y entonces es claro que también la prodigalidad nace de la concupiscencia: pues el pródigo desea conseguir por medios desordenados un bien temporal: que es o agradar a otros o, al menos, satisfacer su deseo de dar.

Pero, bien mirado, el Apóstol habla allí, literalmente, de la concupiscencia de las riquezas, pues acababa de decir: Los que quieren enriquecerse, etc. Y así se dice que la avaricia es la raíz de todos los males, no porque todos ellos nazcan siempre de ella, sino porque no hay mal que no provenga en algún momento de la avaricia. Por tanto, la prodigalidad se deriva a veces de la avaricia, como se ve claro en el caso del que derrocha a manos llenas para captarse el favor de alguno de quien espera recuperarlo con creces.

2. El Apóstol amonesta a los ricos a que sean liberales y dadivosos dentro de los justos límites. Lo cual no hacen los pródigos, porque, como dice el Filósofo en IV Ethic., sus donaciones no son buenas, ni las hacen por un bien, ni por motivos justos; sino que a veces dan dinero a quienes sería mejor que fuesen pobres, como los cómicos y aduladores, y, en cambio, a los buenos no les dan nada. 3. A la tercera hay que decir: El exceso de prodigalidad no se mide principalmente por la cantidad que se da, sino más bien porque se sobrepasan los justos límites. De ahí que a veces el liberal da más cantidad que el pródigo, si es necesario. Así, pues, hay que decir que los que, en su deseo de seguir a Cristo, reparten todos sus bienes y apartan su corazón de la preocupación de las cosas temporales, no son pródigos, sino liberales en grado perfecto.
Artículo 3: ¿La prodigalidad es pecado más grave que la avaricia? lat
Objeciones por las que parece que la prodigalidad es pecado más grave que la avaricia.
1. Por la avaricia se perjudica al prójimo, a quien no se reparten los propios bienes. Pero por la prodigalidad uno se perjudica a sí mismo, pues dice el Filósofo, en IV Ethic., que la destrucción de las riquezas necesarias para la vida es una especie de destrucción de uno mismo. Pero peca más gravemente quien se perjudica a sí mismo, conforme a las palabras del Eclo 14,5: El que para sí es malo, ¿para quién será bueno? Por tanto, la prodigalidad será pecado más grave que la avaricia.
2. El desorden que se da con alguna circunstancia laudable es menos malo. Pero el desorden de la avaricia va acompañado alguna vez de una circunstancia laudable, como aparece claro en los que no quieren gastar sus bienes ni recibir los ajenos. Por el contrario, el desorden de la prodigalidad aparece con una circunstancia vituperable; de ahí que atribuimos la prodigalidad a los libertinos, según el Filósofo en IV Ethic.. Por tanto, la prodigalidad es un pecado más grave que la avaricia.
3. La prudencia es la principal entre las virtudes morales, como hemos dicho antes (q.66 a.1 ad 1; 1-2 q.61 a.2 ad 1). Pero la prodigalidad se opone más a la prudencia que a la avaricia, pues leemos en Prov 21,20: Codiciable y pingüe tesoro hay en la casa del justo, pero el imprudente lo disipa. Y el Filósofo dice en IV Ethic. que es propio del necio dar en abundancia y no recibir. Por tanto, la prodigalidad es un pecado más grave que la avaricia.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: el pródigo parece mucho mejor que el avaro.
Respondo: La prodigalidad, considerada en sí misma, es menor pecado que la avaricia por tres razones. Primera, porque la avaricia dista más de su virtud opuesta. En efecto, es más propio del liberal el dar, en lo que se excede el pródigo, que el adquirir o el retener, en lo que se excede el avaro.

Segunda, porque el pródigo es útil a muchos, es decir, a quienes da; en cambio, el avaro a nadie es útil, ni a sí mismo, como leemos en IV Ethic..

Tercera, porque la prodigalidad se cura fácilmente, ya porque disminuye con la edad —la vejez es contraria a la prodigalidad—, ya porque, de tanto gastar inútilmente, llega con facilidad a la indigencia; y así, una vez pobre, no puede seguir desperdiciando sus bienes; ya también por su afinidad con la virtud de la liberalidad, a la que se llega fácilmente. Pero el avaro no se cura así de fácil, por la razón antes indicada (q.118 a.5 ad3).

A las objeciones:
1. La diferencia entre el pródigo y el avaro no está en que uno peque contra sí mismo y el otro contra el prójimo. Porque el pródigo peca contra sí mismo al ir gastando sus bienes, necesarios para su existencia, y peca también contra el prójimo derrochando los bienes con que debía atender a otros. Este defecto es evidente en los clérigos que son dispensadores de los bienes de la Iglesia, que son patrimonio de los pobres, a quienes defraudan gastándolos pródigamente. De la misma forma también el avaro peca contra otros al no dar lo que debe, y peca contra sí mismo por no gastar lo necesario para sí; por eso en Ecl 6,2 se dice del avaro que es un hombre a quien Dios concedió riquezas, pero no le dio la posibilidad de disfrutarlas. No obstante, el pródigo le aventaja en esto: en que se perjudica a sí y a algunos, pero es útil para otros. En cambio, el avaro ni a sí ni a otros aprovecha porque no se atreve a usar de las riquezas ni siquiera para su propia utilidad.
2. Cuando se habla comúnmente de los vicios, los juzgamos según su propia naturaleza; así, en la prodigalidad consideramos la excesiva facilidad para gastar los bienes, y en la avaricia para retenerlos inútilmente. Pero el hecho de que uno gaste excesivamente por libertinaje está indicando a la vez otros pecados Por eso se dice en IV Ethic. que tales pródigos son peores. Pero el que el iliberal o avaro se abstenga de recibir lo ajeno, aunque en sí parezca laudable, sin embargo, es censurable por el motivo con que lo hace porque no quiere recibir de unos para no verse obligado a darlo a otros.
3. Todos los vicios se oponen a la prudencia, lo mismo que todas las virtudes se rigen por ella. Por tanto, un vicio que se oponga solamente a la prudencia se considera más leve.