"Por lo tanto os digo: No andéis afanados para vuestra alma qué comeréis, ni para vuestro cuerpo qué vestiréis. ¿No es más el alma que la comida y el cuerpo más que el vestido?" (v. 25)
San Agustín, de sermone Domini, 2, 15
El Señor había enseñado antes que aquel que quiere amar a Dios y cuidar de no ofenderlo no debe hacerse la ilusión de que puede servir a dos señores a la vez, con el fin de que el corazón no se divida, aunque ya no busque las cosas superfluas y sí las necesarias. Así, con el objeto de que la intención no se incline a separarse de unas y de otras, añade diciendo: "Por lo tanto os digo: No andéis afanados para vuestra alma qué comeréis, etc."
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 21,2
No dijo esto porque el alma necesite de comida (pues es incorpórea), sino que habló según era común costumbre. Por lo demás, el alma no puede permanecer en el cuerpo si éste no se alimenta.
San Agustín, de sermone Domini, 2,15
Debemos creer que aquí se entiende por alma la vida sensible.
San Jerónimo
En algunos códices se ha añadido: "Ni qué bebáis". Luego se refiere a aquello que la naturaleza concede a las fieras, a las bestias y también a los hombres, y siéndonos esto común, no podemos vivir libres de este cuidado. Pero se nos manda que no andemos solícitos acerca de lo que hemos de comer, porque con el sudor de nuestra frente debemos prepararnos el pan. El trabajo debe ejercitarse, mas se debe evitar el afán. Lo que aquí se dice debemos entenderlo respecto de la comida carnal y del vestido. Por lo demás, respecto de las comidas espirituales y de los vestidos, siempre debemos ser solícitos.

San Agustín, de haeresibus, 57
Se llaman euquitas, ciertos herejes que opinan que no es lícito al monje trabajar para sostener la vida, y que por lo tanto, todos los monjes deben hacer profesión de abstenerse en absoluto del trabajo.
San Agustín, de opere monachorum, 1ss
Dicen, pues: no les mandó el Apóstol que se ocupasen en trabajos corporales, en los que se ejercitan los labradores y los artesanos, cuando dijo ( 2Tes 3,10): "El que no quiera trabajar que no coma". Y no podría en absoluto ser contrario al Evangelio, cuando dice el Señor: "Por lo tanto os digo: No andéis solícitos".
En las palabras del Apóstol debemos entender los trabajos espirituales, acerca de los que dice en su primera carta a los fieles de Corinto ( 1Cor 3,6): "Yo he plantado, Apolo ha regado". Y así piensan obedecer a la vez a la sentencia apostólica y evangélica, admitiendo que el Evangelio mandó no cuidarse de la indigencia corporal de esta vida, y que el Apóstol dijo del trabajo y la comida espiritual: "El que no quiere trabajar que no coma". Primeramente probemos que el Apóstol quiso que los que sirven a Dios se ejerciten en trabajos corporales. Había empezado diciendo ( 2Tes 3,7-10): "Vosotros sabéis cómo debéis imitarnos: nosotros no hemos andado inquietos entre vosotros, ni hemos comido el pan de alguno sin ganarlo antes; puesto que hemos pasado el día y la noche sufriendo con el trabajo y la fatiga para no ser gravoso a ninguno; no porque no tuvimos poder, sino para enseñaros a vivir en la forma en que nos debéis imitar. He ahí por qué, mientras hemos estado entre vosotros, os hemos dicho que, si alguno no quiere trabajar, no coma". ¿Qué puede decirse respecto de esto, cuando con su ejemplo había enseñado lo mismo que mandaba, esto es, a trabajar corporalmente? Que el Apóstol trabajaba corporalmente se manifiesta en los Hechos de los Apóstoles ( Hch 18,2-3) con este pasaje: "Permaneció con Aquila y con su mujer Priscila, trabajando con ellos; eran, pues, constructores de tiendas de campaña" ( Hch 18,3). Y sin embargo Dios había constituido al Apóstol como predicador del Evangelio, como soldado de Cristo, como plantador de su viña, como pastor de su rebaño, y por lo tanto para que viviese del Evangelio. El, con todo, nunca exigió lo que se le debía, para dar ejemplo a los demás que desean exigir aun lo que no se les debe.
Oigan, pues, los que no tienen el poder que aquél tenía, para que trabajando, no ya solamente con el espíritu, coman el pan ganado con su trabajo corporal ( Hch 21). Si son evangelistas, si son ministros del altar, si son los que administran los sacramentos, tienen facultades para ello. Si acaso tenían algo en el mundo con lo que pudiesen fácilmente y sin trabajo material sostener esta vida, después de convertirse al Señor lo distribuyeron a los pobres. Debe creerse su imposibilidad de ganar el pan y proveer a sus necesidades, y no atender al lugar en el cual han invertido lo que tenían, puesto que todos los cristianos forman una sociedad ( Hch 22). Pero en cuanto a los que vienen a la profesión del servicio de Dios dejando la vida rústica, el taller u otra profesión manual, no pueden excusarse de trabajar. De ningún modo conviene que allí donde los senadores trabajan, los obreros vivan ociosos, y que adonde vienen después de haber abandonado sus complacencias los que fueron dueños de predios, allí se hagan delicados los rústicos. Así cuando el Señor dice: "No queráis andar solícitos", no lo dice con el objeto de que no busquen lo necesario con lo que puedan vivir honradamente, sino para que no se fijen en estas cosas, y que no sea por ellas que hagan todo lo que se manda en la predicación del Evangelio, cuya intención llamó ojo más arriba.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 21,2
Puede continuarse de otro modo. Habiendo dicho el Señor que debe despreciarse el dinero para que algunos no dijesen: "¿Cómo podremos vivir si abandonamos todo?", añade: "Y por lo tanto os digo: No andéis solícitos", etc.
Glosa
Esto es, por las cosas temporales, para que no prescindáis de las eternas.
San Jerónimo
Se nos manda que no andemos solícitos acerca de lo que hemos de comer, porque nos buscamos la comida con el sudor de nuestra frente. Por lo tanto debe trabajarse, pero debe evitarse la preocupación.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 16
Debe adquirirse el pan, no por medio de afanes espirituales, sino por medio de trabajos corporales, cuyo pan abunda para los que trabajan puesto que Dios se lo concede como premio de su laboriosidad y se lo oculta a los perezosos como castigo. Confirma, pues, el Señor nuestra esperanza, razonando así de mayor a menor: "¿Acaso el alma no vale más que la comida, y el cuerpo más que el vestido?".
San Jerónimo
El que asiente a lo mayor también asentirá a lo menor.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 16
Si Dios no hubiera querido conservar lo que existía, no lo hubiera creado. Pero a lo que ha creado para que se sostenga por medio del alimento, es preciso que le dé la comida, tanto tiempo cuanto quiere que exista lo que ha hecho.
San Hilario, homiliae in Matthaeum, 5
O de otro modo, como el sentido de estas palabras se ha adulterado respecto del cuidado que debemos tener por las cosas futuras, y como los infieles se han burlado respecto de lo que habrá de suceder con los cuerpos en la futura resurrección y de lo que constituirá el alimento en la vida eterna, Dios reprende por lo tanto la malicia de esta cuestión tan inútil, diciendo: "¿Acaso el alma no es más que la comida?". No permite, pues, que nuestra esperanza acerca del porvenir en la resurrección se detenga con preocupación de la comida, de la bebida y del vestido, con el fin de que con esa inquietud por las cosas mínimas no se infiera ofensa alguna al que ha de devolvernos el cuerpo y el alma.